Por Diógenes Castillo

El acto de celebración del 19 de julio reflejó el aislamiento internacional de la dictadura orteguista. Solo hubo dos invitados de cierta importancia: Bruno Rodríguez y Jorge Arreaza, cancilleres de Cuba y Venezuela. Pero sus discursos fueron deplorables. Ambos denunciaron que la lucha contra el gobierno Ortega-Murillo era una conspiración del imperialismo norteamericano, repitiendo el mismo argumento falso que la lucha en los tranques y las barricas era parte del “golpe de Estado”. En pocas palabras, los que luchan por la democratización de Nicaragua son contrarrevolucionarios. Arreaza comparo la “paciencia estratégica” de Nicolás Maduro, con la paciencia demostrada por Daniel Ortega para contener la rebelión popular.

Pero quien se llevó el campeonato de la desfachatez fue el propio Daniel Ortega, quien pronunció el discurso más cínico que se conoce, llamando “terroristas” a quienes luchan con el pecho descubierto y se defienden a pedradas del accionar criminal de la policía y los paramilitares. Sin embargo, nos interesa destacar algunas partes de su discurso, por las enormes lecciones que encierra.

En su discurso Ortega mencionó que “(…) reunidos en la Casa de Los Pueblos (…) sacaron la estrategia y ahí decían, hay que cambiar ya, a partir del día 11, nos daban un plazo de dos días, al poder judicial, al Poder Electoral, a la Contraloría, a todos los poderes del estado, a la Asamblea Nacional,  y hay que quitar al Presidente y adelantar las elecciones (…) ellos no esperaban consenso, simplemente aparecieron con un ultimátum, yo no quise hablarles con toda claridad, simplemente agarré la nota, la ojeé, me asombré (…)”

Ortega confesó que no quiso “hablar con claridad”, lo que en lenguaje político significaba, como lo dijimos en su momento, que estaba ganando tiempo. Recordemos que, durante el primer mes y medio de la lucha, desde la masacre del 19 de abril hasta la marcha nacional y posterior masacre del 30 de Mayo, las masas tenían herida de muerte y arrinconada a la dictadura. Fue una enorme oportunidad que se desperdició: ese era el momento de asestar el golpe final convocando al paro nacional indefinido que profundizara la acción de las masas a través de la insurrección general.

Ortega reconoce cínicamente que ocultó sus reales intenciones. La convocatoria a Dialogo Nacional con la mediación de la Iglesia Católica, creó la falsa ilusión en que se obtendría la renuncia o rendición de la pareja presidencial, lo que le dio un compás de espera necesario permitió al gobierno Ortega-Murillo para superar la crisis, reorganizar sus fuerzas para iniciar posteriormente una ofensiva militar con los paramilitares.

Ortega se sintió feliz al reconocer publicamente las maniobras que hizo, engañando a los ingenuos negociadores de la Alianza Cívica: “(…) Ellos pensaban que ya estábamos derrotados, simplemente porque teníamos paciencia, paciencia, paciencia. (…) Y nuestra paciencia, nuestra flexibilidad llegó al extremo que aceptamos acuartelar a la Policía, pero llegó un momento en que dijimos, somos pacientes, pero también somos responsables de la seguridad de este pueblo. (…) Y nos lo dijo incluso la embajadora de los Estados Unidos, que la Policía debía actuar (…) “Entonces, no porque lo dijera la embajadora de los Estados Unidos, sino porque sabemos que es una obligación del Estado nicaragüense velar por los ciudadanos, dijimos:  Esto se acabó y tenemos que restablecer el orden en nuestro país (…)”

Las fechas del inicio de la ofensiva paramilitar para destruir los tranques y barricadas, matando a los luchadores, coincide con el fracaso de la reunión a mediados de junio, mencionada en el discurso por el propio Ortega. El hecho que Ortega haya mencionado las afirmaciones de Laura Dogu, en el sentido que solicitó el restablecimiento del orden, (las que no han sido desmentidas) como la visita del embajador Carlos Trujillo, nos hace sospechar que Ortega obtuvo al menos la neutralidad omisiva de Estados Unidos para iniciar su ofensiva militar con las masas en lucha.

La enseñanza es muy clara: Ortega siempre tenía una estrategia clara y coherente para detener la rebelión popular, engañando a la Alianza Cívica. La estrategia de la Alianza Cívica estaba basada en las ilusiones, no en las realidades, en vez de acelerar la dinámica de la insurrección popular, muchas veces la frenó, y eso ha tenido consecuencias fatales, que necesitamos revertir o superar. De esta manera, Ortega ha logrado superar el momento de debilidad.

El gobierno Ortega-Murillo no ha logrado recuperar las fuerzas sociales que tenía bajo su control antes del 19 de abril, pero los golpes asestados a la insurrección desarmada le permiten, por el momento, tener una posición más cómoda en relación a las inevitables negociaciones que se avecinan.

Debemos sacar las lecciones sobre las maniobras y engaños de la dictadura orteguista, para mejor combatirla y derrotarla.


Por Victoriano Sánchez

Después de 90 días de intensa lucha, vale la pena detenerse un momento para evaluar lo que pasa actualmente en Nicaragua. Atrás ha quedado el periodo de ascenso revolucionario. El gobierno Ortega-Murillo ha contenido a las masas estudiantiles y populares a punta de bala, utilizando no solo a las tropas especiales de la Policía Nacional, sino que, en el último periodo, a recurrido a la acción criminal de grupos paramilitares que han sembrado el terror, matando a jóvenes, haciendo detenciones ilegales, y recuperando territorios de manera sistemática.

La última gran conquista militar, contra una insurrección desarmada, ha sido la destrucción de barricadas en el heroico barrio de Monimbó, departamento de Masaya, el pasado 17 de Julio. Los milicianos populares debieron replegarse a las montañas de la Laguna de Apoyo, ante la superioridad militar de más de 1500 paramilitares. De esta manera la dictadura orteguista limpió el terreno, recuperó los territorios liberados, aparentando resurgir como el ave fénix

La condena simbólica a Nicaragua en la OEA

El mismo día en que los paramilitares, apoyados por la Policía Nacional, entraban victoriosos al barrio Monimbó, bailando con los perros y celebrando un combate que realmente no se produjo, se reunió el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), para conocer finalmente el proyecto de resolución de condena contra el gobierno de Nicaragua, por la sistemática violación a los derechos humanos.

Los revolucionarios jamás podemos confiar en la OEA, pero en las condiciones actuales cualquier acto de condena contra la dictadura orteguista, es bien recibida por la mayoría del pueblo y ayuda a elevar la moral en momentos en que los paramilitares parecen haber derrotado la insurrección desarmada.

Insistimos en que no podemos confiar en la OEA, porque la resolución de condena propuesta por Estados Unidos, Canadá, Argentina y Colombia, y finalmente adoptada por 21 cancilleres a favor, 3 en contra (Nicaragua, Venezuela y Bolivia), 3 ausentes y 7 abstenciones (El Salvador y pequeños países del Caribe), refleja algunos cambios de posiciones que debemos analizar.

La resolución aprobada el 18 de Julio contiene tres elementos centrales. El primer punto resolutivo, los 21 cancilleres reiteraron “su enérgica condena y su grave preocupación por todos los actos de violencia, represión, violaciones de derechos humanos y abusos, incluyendo aquellos cometidos por la policía, grupos parapoliciales y otros actores contra el pueblo de Nicaragua, según lo documentado por la CIDH, y alentar a que se proceda a identificar a los responsables, a través de los procedimientos legales correspondientes y exigir el desmantelamiento de los grupos parapoliciales”.

En este primer punto hay una condena a “todos los actos de violencia” en general, no hay una condena tajante y específica contra el gobierno de Nicaragua. Se condenan a moros y cristianos por igual. No es lo mismo el miliciano de Monimbó que defiende a su barrio del ataque de un ejército irregular de paramilitares, que al policía o el paramilitar que llega a asesinar a quienes se levantan contra el gobierno dictatorial. Y por eso condena la violación de derechos humanos en general, y hasta después incluye los actos cometidos por la “policía y grupos parapoliciales”. El informe de la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH) es categórico en señalar que el principal violador de los derechos humanos en Nicaragua, es el Estado, es decir, es el gobierno Ortega-Murillo. Sin embargo, la resolución del 18 de abril diluyó las responsabilidades del gobierno asesino.

En el tercer punto resolutivo, los 21 cancilleres urgieron al gobierno de Nicaragua “y a todas las partes a que participen activamente y de buena fe en el Diálogo Nacional, como un mecanismo para generar soluciones pacíficas y sostenibles a la situación que se registra en Nicaragua y el fortalecimiento de la democracia en ese país”.

Estados Unidos y los cancilleres de la OEA consideran que el Dialogo Nacional es la instancia que puede generar soluciones pacíficas, cuando en realidad ha sido utilizado por la dictadura para recuperar el aliento, ganar tiempo y asestar golpes mortales a la lucha democrática. Mientras la OEA invoca el lenguaje diplomático, Ortega-Murillo patean y queman la mesa de negociaciones.

Pero es en el cuarto punto resolutivo donde nos quieren dar a beber la cicuta. Los 21 cancilleres resolvieron “exhortar al Gobierno de Nicaragua a que considere todas las opciones para lograr este objetivo, que colabore para la efectiva implementación de los esfuerzos tendientes a fortalecer las instituciones democráticas en Nicaragua a través de la implementación de las recomendaciones de la Misión de Observación Electoral de la OEA, y que apoye un calendario electoral acordado conjuntamente en el contexto del proceso de Diálogo Nacional”.

El cambio sustancial consiste en que ni siquiera hablaron de “elecciones anticipadas”, como lo había dicho voceros del departamento de Estado unas horas antes de la reunión del Consejo Permanente de la OEA, sino que un Dialogo Nacional fracasado implemente las recomendaciones de la misión de Observación Electoral de la OEA (que fueron evacuadas en enero del 2017 y que suponía que serían aplicadas en el 2021) y que apoye un calendario electoral acordado conjuntamente.

Quien relea los dos párrafos anteriores, se dará cuenta que los cancilleres de la OEA han retrocedido y se han acomodado un poco a la posición original de Daniel Ortega, quien ha insistido en que la democratización de Nicaragua estaba contemplada en el Memorándum de Entendimiento (MOU, por sus siglas en inglés), negociado secretamente entre Ortega Nicaragua y Luis Almagro en diciembre de 2017.

Hace pocas semanas Almagro había hecho una propuesta de que las elecciones generales se adelantaran para marzo del 2019, pero Ortega se envalentonó con algunos triunfos y el propio Almagro reconoció que “(…) Hoy el Gobierno cree tener controlada la situación de fuerza que se aplicó para derrocarlo y por lo tanto no tiene interés (de elecciones anticipadas)”. (La Prensa 12/07/2018).

Pues bien, todo parece indicar que los cancilleres de la OEA han adoptado la posición de Ortega de volver a los acuerdos de enero del 2017, o que cualquier negociación se realice con base a ese acuerdo. De ser así, es un triunfo diplomático de Ortega y lo deja en mejores condiciones para una futura negociación de fechas de elecciones anticipadas.

La revolución en la encrucijada

La revolución democrática en curso ha sufrido algunos reveses, por la ofensiva militar contra el pueblo desarmado, pero todavia no ha sido derrotada, ni aplastada. Las continuas masacres obligan a retroceder en términos reales, aunque se mantenga el espíritu de lucha contra la dictadura.

En las actuales condiciones, solo hay dos posibles salidas: La primera opción, la vía del triunfo revolucionario como el 19 de julio de 1979, se produciría si el pueblo logra derrocar al gobierno asesino, sea por la ruta de la renuncia de la pareja presidencial, o por los efectos de la insurrección de masas.  Esta opción parece alejarse por el momento.

Entonces, por los triunfos relativos de Ortega, esta cobrando fuerza la segunda opción, que es una salida negociada para desmantelar el régimen dinástico y dictatorial. Pero Ortega no piensa negociar al primer susto, sino hasta que las condiciones y las presiones realmente lo obliguen.

Mientras la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) se movía con el falso esquema de una rápida renuncia o rendición de la pareja presidencial, Ortega-Murillo trabajaron en el esquema inverso, ganando tiempo, y recomponiendo sus fuerzas para pasar a la ofensiva, al grado de encarcelar por falsas acusaciones a Medardo Mairena, dirigente campesino en el Dialogo Nacional. De continuar las cosas así, un día de estos tendremos la noticia que todos los miembros de la ACJD han sido encarcelados.

Las victorias pírricas de Ortega le están permitiendo desencadenar una cacería de brujas y un selectivo proceso de judicialización penal contra los dirigentes estudiantiles y luchadores populares.

La resolución de la OEA es una reafirmación de que Estados Unidos y sus aliados en la OEA trabajan arduamente por una salida negociada (nada nuevo) pero el retroceso consiste en que esta negociación se hará bajos las exigencias impuestas por Ortega, a raíz de la ofensiva criminal que ya suma más de 300 muertos, 260 desaparecidos y más de 2,000 heridos.

Para superar esta situación desventajosa, se requiere tener claridad de lo que ocurre.

El acto del 19 de julio

Después de las masacres perpetradas, la relación del FSLN con el movimiento de masas ha sufrido un cambio abrupto. Este es un hecho cualitativo. La relación clientelar, producto de los petrodólares de Venezuela, también influye en este distanciamiento de las masas con el FSLN.

Este año no hubo acto nacional inmenso, sino un modesto acto en Managua y algo similar en los departamentos. Incluso, los buses que acarreaban gente para los actos en las cabeceras departamentales, se apreciaban vacíos.

En Managua se concentra un tercio de la población del país, alrededor de dos millones de personas. A duras penas, con todos los recursos del aparato del Estado, el FSLN logró reunir unas 25,000 personas, menos del 2% de la población de esa zona. Habían espacios vacíos que fueron llenados con banderas ondeantes que creaban el espejismo de una plaza casi llena, pero jamás comparada con los años anteriores.

El problema no es llenar la plaza, porque en el periodo 1990-2006, en los años más duros para el FSLN, siempre llenó la plaza, apelando a las tradiciones revolucionarias del 19 de julio de 1979. El problema que tiene el FSLN bajo la conducción orteguista es que ese discurso se ha agotado y su relación con el movimiento de masas ha cambiado. Por eso afirmamos, sin temor a equivocarnos, que los problemas de la dictadura apenas comienzan. Los reveses serán superados en la medida que se imponga la claridad, y que producto de una discusión democrática, sepamos enrumbar nuevamente la revolución democrática.


Por José Corea

El 19 de julio del año 1979 triunfa la revolución nicaragüense. El dictador, Anastasio Somoza, huye para Miami el 17 de julio de ese mismo año. El ejército sanguinario conocido como guardia nacional fue destruido, así como el Estado burgués. Ahora, 39 años después de la victoriosa y grandiosa insurrección del año 1979, en el mes de abril del año 2018 se inició un proceso revolucionario que poco a poco se transformó en una insurrección desarmada. Igual que en el año 1979 en el 2018 el proceso es masivo, incluso me atrevo a decir mucho más grandiosamente masivo. Las gigantescas movilizaciones y marchas que se han realizado en el año 2018 nunca se produjeron en el año 1979.

Sin embargo, las diferencias históricas son bien marcadas. La revolución e insurrección del 79 fueron violentas, violentísimas, bombardeos con bombas de 500 libras por aire y por tierra con tanques y tanquetas por parte de la guardia nacional, pero las fuerzas revolucionarias, acaudilladas por el FSLN, tenían armamento para enfrentar la ofensiva militar del régimen somocistas, armamento donado por Venezuela, Panamá, México, por Pepe Figueres de Costa Rica, países europeos, Cuba y armamento comprado por ellos mismos. Al final, la insurrección triunfa y derrota al ejército y régimen somocista. Ahora el proceso revolucionario e insurreccional ha sido pacífico y desarmado.

Otra diferencia determinante entre ambas revoluciones e insurrecciones ha sido la conducción política. En el 79, el FSLN dirigió ambos procesos y tuvo siempre como consigna y objetivo el derrocamiento militar de la dictadura somocista, hasta lograrlo con apoyo masivo. Hoy, no existe una dirección revolucionaria al frente de esa revolución e insurrección pacíficas, más bien sucede lo contrario. En el terreno del combate físico, detrás de las barricadas, llamadas tranques, cientos de jóvenes combaten con piedras, ondas y armas artesanales, construidas por ellos mismos, a las fuerzas policiales y paramilitares que portan armas de guerra, lo cual constituyen un combate totalmente desigual. En las tomas de universidades participan los estudiantes universitarios y así sucesivamente. Empero, a nivel superestructural han terminado capitalizando ese proceso fuerzas vacilantes en representación de los estudiantes, así como los empresarios, la iglesia católica y otras fuerzas de derecha que, en la realidad, no representan ni responden ni controlan a las fuerzas en combate callejero y físico. Esto está conduciendo a este proceso actual a un eventual impasse, repliegue e incluso a una eventual derrota temporal por parte de la dictadura de Ortega.

La otra novedad de este proceso revolucionario pacífico es que la conducción política y militar de la revolución del año 79, el FSLN, es la organización que juega el papel de contrarrevolucionario. El FSLN y el gobierno de este partido, encabezado por Ortega, juega ahora el rol del dictador Somoza de aquella época, es decir, masacrando y asesinando a los luchadores. Es como una ironía de la historia. A los que antes asesinaba la dictadura de Somoza se han convertidos en los asesinos que masacran a los nuevos luchadores.

A pesar de que temporalmente, de cara al 19 de julio, la nueva dictadura de Ortega ha logrado destruir con 1500 policías y paramilitares, armados hasta los dientes, el último bastión y tranque de resistencia que quedaba en el glorioso, valiente y heroico pueblo de Monimbó, el régimen de Ortega está herido de muerte: odiado masivamente por la mayoría aplastante de la población nicaragüense, reconocido como un genocida, con crisis económica que tiende a profundizarse, aislado internacionalmente e incluso, debilitado internamente en su partido.

Se hace necesario y urgente la construcción de una organización revolucionaria que oriente y acaudille la nueva oleada revolucionaria que se avecina para los próximos días o meses. Asimismo, es necesario enfrentar la maniobra de distintas fuerzas de derecha, empresarios, iglesia, el imperialismo yanqui y personalidades políticas de otros países, tales como Oscar Arias, de Costa Rica que plantean el “adelanto de las elecciones” en Nicaragua, porque a Ortega no se le puede decir “… ´váyase ya´, porque, sí, ´váyase ya´, pero ahí queda el caos”. (La Nación, 18 de julio de 2018).  Hay que plantear la salida inmediata de Ortega y su reemplazo por un gobierno provisional de los luchadores, de los que combaten en el terreno, no de las cúpulas que quieren usufructuar la lucha y la muerte de cientos de combatientes revolucionarios populares.


Estudiantes rumbo a la Catedral de Managua

Por Diógenes Castillo

El pasado 13 de Julio, grupos paramilitares apoyados por la Policía Nacional, iniciaron el brutal asalto contra las barricadas y edificios del Recinto Universitario Rubén Darío (RURD) la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), en la ciudad de Managua.

Como ha ocurrido con todas las acciones desarrolladas por el gobierno Ortega-Murillo en la llamada “Operación Limpieza”, los paramilitares descargaron su poder de fuego contra personas desarmadas. Los morteros y las piedras jamás pueden ser consideradas armas letales, como sí lo son las modernas ametralladoras de los grupos paramilitares.

El ataque se produjo en momentos en que se producía una negociación entre los estudiantes y las autoridades universitarias, con el objetivo de abandonar la toma y hacer una entrega ordenada de los edificios. Las negociaciones se produjeron en los dos días anteriores al asalto final, que dejó dos personas muertas (Gerald José Vázquez y Francisco José Flores) y decenas de estudiantes heridos.

Los estudiantes habían tomado la decisión de abandonar la toma, para sumarse a las movilizaciones populares y con el objetivo de reactivar las movilizaciones del movimiento estudiantil. Daniel Ortega y Rosario Murillo ya habían tomado la decisión de realizar otra masacre contra la vanguardia del movimiento estudiantil. No quisieron recibir los edificios, y al contrario ordenaron el vil ataque, incendiando los laboratorios y otros edificios, para culpar a los estudiantes.

La saña contra el movimiento estudiantil se puso en evidencia, cuando los paramilitares y la Policía Nacional cercaron a los estudiantes que se retiraban, al interior de la Iglesia “Jesús de la Divina Misericordia”. Tuvo que llagar el Nuncio Apostólico y el Cardenal Lepoldo Brenes a interceder ante el dictador, para que no ocurriera otra masacre.

Ha quedado demostrado, una vez más, la complicidad de las autoridades universitarias, encabezada por la rectora Ramona Rodríguez, y el secretario general Luis Alfredo Lobato, y las constantes violaciones a la autonomía universitaria.

Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) hacemos un urgente llamado a todas las organizaciones, grupos y federaciones estudiantiles universitarias de los restantes países de Centroamérica, a pronunciarse contra esta nueva agresión criminal contra los dirigentes estudiantiles, y brindar solidaridad material y moral a los compañeros que todavía se encuentran refugiados en la Catedral de Managua. El gobierno pretende encarcelar y enjuiciar penalmente a los dirigentes.

El gobierno Ortega-Murillo pretende crear un grupo de rehenes, montando juicios penales amañados contra los dirigentes estudiantiles y populares (como Medardo Mairena) para después insistir en aprobar una ley de amnistía general, que liberaría a los detenidos, pero que en realidad persigue el objetivo que queden en la impunidad los crímenes contra el pueblo cometidos por órdenes de la familia Ortega-Murillo, los altos mandos de la Policía Nacional y los integrantes de los grupos paramilitares.

Publicamos a continuación la Carta enviada por los estudiantes al gobierno, a las autoridades universitarias, y al señor Jorge Solís, Coordinador de la Comisión de Verificación y Seguridad del Dialogo Nacional. La repuesta a la posición de negociación de los estudiantes fue la salvaje represión del día 13 de Julio.

 

Managua 13 de julio del 2018

Sr. Jorge Solís

Estimado señor Solís, agradecemos su visita y la de Monseñor Avilés del pasado miércoles 11 de julio. Los estudiantes que nos encontramos antrincherados en la UNAN estamos conscientes del riesgo de un ataque inminente de parte del aparato represivo del gobierno como parte de su "Operación Limpieza", basándonos en los hechos acontecidos en Carazo, León y Matagalpa durante los últimos días. Atendiendo el clamor de los obispos y el pueblo en general estamos considerando la posibilidad de entregar el recinto a las autoridades correspondientes, siempre y cuando se cumplan los siguientes requisitos:

  1. Compromiso de parte de las autoridades académicas para iniciar una negociación en la que exigimos que los estudiantes que han participado en las protestas cívicas y en la toma de la universidad, de diferentes maneras, no sean llevados a consejo disciplinario; que se les garantice su registro académico, sus derechos estudiantiles para reestructurar la UNEN y que se les permita continuar con sus actividades académicas sin represalias ni interrupción, todo esto para reestablecer y normalizar el calendario académico del año en curso.
  2. Otorgamiento de las medidas cautelares por parte de los organismos internacionales de Derechos Humanos (CIDH y ACNUDH) a todos los estudiantes y sociedad civil involucrados en la toma del recinto Rubén Darío UNAN Managua.
  3. Cumplimiento y respeto por parte del gobierno ante estas medidas cautelares que serán otorgadas por los organismos internacionales de Derechos Humanos.
  4. Que el gobierno no presente cargos criminales relacionados a la toma de la universidad y protestas cívicas.
  5. Que el gobierno no incurra en represión selectiva contra los participantes de la toma de la UNAN Managua, ni contra sus familiares y núcleos cercanos.
  6. Que el gobierno, ni el consejo universitario incurran en represión selectiva contra los docentes, cuerpo administrativo y trabajadores en general que brindaron apoyo humanitario a los estudiantes durante la toma de la UNAN Managua, ni contra sus familiares y núcleos cercanos.
  7. Permitir una comisión de fiscalización en el momento de la entrega del recinto para hacer constancia del estado del mismo. Dicha fiscalización deberá ser grabada por el canal Católico. Así mismo en la entrega deberán participar las autoridades universitarias sin la presencia de los dirigentes ilegítimos de UNEN. Se requiere la participación de los organismos de derechos humanos nacionales (CENIDH, CPDH, ANPDH) e integrantes de la CEN.
  8. Garantizar casas de seguridad para los estudiantes y sociedad civil que necesiten refugio posterior a la entrega del recinto.

Una vez que se garanticen estos requerimientos mínimos de seguridad, nos encontraremos anuentes a entregar el recinto de manera cívica, buscando como objetivo principal garantizar la preservación de la vida de los más de 300 estudiantes que permanecemos actualmente en UNAN Managua como símbolo de la resistencia cívica y pacífica que hemos encabezado junto a todo el pueblo nicaragüense en contra de la dictadura Ortega-Murillo.

Como punto adicional, solicitamos una reunión de seguimiento con la comisión que usted preside acompañada por los organismos internacionales de derechos humanos CIDH y ACNUDH el día sábado 14 de julio del corriente.

Agradecemos de ante mano su atención a la presente y en espera de su pronta respuesta, me despido atentamente,

Juan Pérez

Representante de los Atrincherados de la UNAN/Managua

Por Victoriano Sánchez

La ofensiva militar de Daniel Ortega contra la revolución democrática parece no tener fin. Continúa asestando golpes a los tranques más importantes, sigue matando sin piedad y encarcelando luchadores. Desesperadamente necesita mostrar a la comunidad internacional que todavía tiene en sus manos firmemente las riendas del poder, y que ha recuperado los territorios de las ciudades que habían sido liberados, como León, Nagarote y una parte de Masaya, con la gloriosa excepción del barrio indígena de Monimbó y los pueblos aledaños.

Ortega-Murillo están usando métodos de guerra civil contra una insurrección desarmada. Esta ventaja militar ha obligado a retroceder a los luchadores. ¿Quién es aquel que en su sano juicio va a enfrentar, con el pecho descubierto, la metralla asesina? ¡Nadie! A sangre y fuego, el gobierno Ortega-Murillo ha impuesto la necesidad de replegarnos, debemos mantener intactas las fuerzas y reorganizarnos a la mayor brevedad posible.

En Juigalpa, departamento de Chontales, donde estaba el tranque más poderoso, los luchadores tuvieron que replegarse en orden.

Marchas y segundo paro nacional

Pero esta recuperación de fuerzas del orteguismo es aparente. A pesar de su ofensiva sangrienta, y de mantener cohesionada a la Policía Nacional bajo su mando, lo que le permite todavía contar con una impune fuerza móvil denominada “caravana de la muerte”, el día el jueves 12 de julio, se desarrollaron marchas en casi todos los municipios, siendo la más numerosa e importante la realizada en Managua.

El terror creado por los paramilitares tiene el objetivo preciso de atemorizar al pueblo, para que no asista a las marchas, para que no participe en ningún acto de protesta contra la dictadura, para que se mantengan temblando de miedo al interior de sus hogares. Por ello, las marchas realizadas el día 12 de julio, tienen una enorme importancia, porque reflejan que la rebeldía de mantiene.

El viernes 13 de julio del 2018 se desarrolló el segundo paro nacional que, a pesar de ser una masiva protesta pasiva, representó un éxito político para el movimiento democrático, porque envía el mensaje claro que la mayoría del pueblo está contra el gobierno Ortega-Murillo.

Llenando las cárceles con rehenes

A pesar de encontrarse en Nicaragua el MESENI y el GIEI, como organismos de la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA), el gobierno Ortega-Murillo ha comenzado a encarcelar a cualquier joven que participe en cualquier acto de protesta. Inmediatamente son enviados a los tribunales de justicia, controlados absolutamente por el FSLN, bajo el cargo de terrorismo que, conforme el Código Penal, implicaría penas de 15 a 20 años de prisión.

El día jueves 12 de julio, en el poblado de Morrito, departamento de Rio San Juan, una zona abiertamente antisandinista, el gobierno montó una provocación, atacando a balazos la marcha, produciéndose un confuso incidente, que dejo varios muertos y heridos, que ha servido de pretexto para iniciar una cacería de brujas contra los dirigentes del movimiento campesino anti canal, específicamente contra Medardo Mairena, quien es delegado ante el Dialogo Nacional. También fue encarcelado Pedro Mena, otro dirigente campesino.

El objetivo de esta represión contra los luchadores y sus dirigentes, es llenar las cárceles con rehenes que puedan ser intercambiados o liberados, más adelante, por medio de una ley de amnistía general que cubra a los luchadores injustamente encarcelados, pero que también libere de culpa a los paramilitares y a los jefes de la Policía Nacional.

La OEA suspendió la resolución de condena

La primera reunión del Consejo Permanente de la OEA, para darle seguimiento al informe de la CIDH, se realizó el miércoles 11 de Julio. La mayoría de los cancilleres expresaron sus condenas verbales contra el gobierno Ortega-Murillo, pero no hubo resolución de condena ni amenaza de sanciones contra la dictadura.

Sorpresivamente, dos días después, el viernes 13 de julio, fue convocada una reunión extraordinaria, para volver a discutir el tema de Nicaragua, impulsada por los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y Colombia. Todo parecía indicar que la OEA finalmente aprobaría una resolución de condena contra el gobierno Ortega-Murillo, similar a que se aprobó contra Somoza en 1979.

La reunión de cancilleres se realizó con la ausencia del canciller nicaragüense, Denis Moncada Colindres, quien fue enviado de emergencia desde Managua, llegando a Washington cuando la reunión ya estaba avanzada. En ese momento la reunión tomó otro rumbo. Al parecer, Moncada trajo alguna propuesta que no se dio a conocer, que impidió que fuera aprobada la resolución de condena contra el gobierno Ortega-Murillo.

Aquí tenemos un clásico ejemplo de la diplomacia secreta que impera en la OEA y que la convierte en un organismo inútil en la lucha contra las dictaduras de Nicaragua y Venezuela. Los cancilleres aplazaron la aprobación de la resolución, la que está en estudio, dando tiempo a que Ortega cumpla lo que prometió secretamente. Mientras las promesas negociadoras se cumplen, Ortega sigue su ofensiva criminal.

El discurso en Masaya

Para mostrar que sigue siendo el monarca, Daniel Ortega ordenó hacer el repliegue el día viernes 13 de julio, cuando se realizaba el Paro Nacional. Pero ya no es El Repliegue de los años anteriores, ahora es una caravana de vehículos y motos que muestra la enorme erosión social del FSLN.

Daniel Ortega llegó hasta el cuartel de la Policía Nacional en Masaya, y en el patio interior pronunció un insulso discurso a favor de la paz y la reconciliación. No hubo ningún anuncio trascendental.

Criminal ataque contra la UNAN

A pesar que los estudiantes estaban negociando con las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) para devolver las instalaciones, el gobierno Ortega-Murillo prefirió mostrar su puño sangriento y ordenó el asalto militar contra los estudiantes desarmados. Hay muertos y heridos, una parte de los estudiantes están refugiados en Iglesia “Jesús de la Divina Misericordia, siempre rodeados y asediados por los paramilitares.

Quiere negociar al borde del abismo

El estilo de negociación de Daniel Ortega es simple: solo negocia al borde del abismo, porque es la manera de asustar a los empresarios. No negocia en condiciones de debilidad, como estaba hace algunas semanas. Necesita defender su fortuna y la integridad física de su familia. Primero enseña los dientes y patea la mesa, y después, dependiendo de las circunstancias, podrá hacer las concesiones que exige Estados Unidos y los países de la OEA.

Inició su ofensiva criminal para sangrar a las masas, debilitarlas, cansarlas, creando la falsa visión que ha recuperado fuerzas y consenso social. Pero las masacres tienen consecuencias irreversibles en la conciencia de las masas. Cada día que pasa Ortega es más impopular, y sufre un enorme aislamiento internacional.

La única manera de revertir los efectos de la ofensiva militar, es subirle la parada al gobierno Ortega-Murillo. Debemos intensificar los esfuerzos para mantener la movilización y los actos de protesta. El Paro Nacional debe ser indefinido y convocado desde los trabajadores. En un contexto de rebeldía y resistencia de masas, la dictadura de Ortega no resistirá mucho tiempo. Tiene los días contados, hagamos ese plazo lo más corto posible.

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