Por Diego Lynch

Tras las elecciones municipales del año 2008, el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), inició una limpieza y recomposición de sus estructuras partidarias, con el fin de dotarse de un nuevo “look” como partido político, fortaleciendo el poder de la familia Ortega-Murillo al frente del mismo.

Si bien es cierto que el Frente Sandinista en los últimos 30 años, de manera publica, ha estado bajo el mando monolítico del ahora presidente Daniel Ortega, a lo interno se encontraba dividido en cuatro facciones distintas: una liderada por Ortega, otra por Tomás Borge, actual Embajador de Nicaragua en Perú, otra corriente liderada por Bayardo Arce Castaño, ex diputado y actual asesor económico, y otra por el otrora poderoso Lenin Cerna, el ala dura del partido y encargado de los temas de seguridad y de llevar a cabo las maniobras y actividades más oscuras del partido. Estas corrientes siempre se subordinaron a Ortega, y realizaron las más raras alianzas o luchas entre ellas, hasta que surgió la nueva corriente de Rosario Murillo, como una corriente afín a Ortega pero con cierto grado de autonomía. El binomio Ortega-Murrillo es el eje de poder dentro del gobierno sandinista y dentro del propio FSLN

Control total de Ortega

En esta mal llamada “segunda etapa de la revolución”, Ortega se ha dado a la tarea de ir restándole funciones a cada uno de los dirigentes de las otras corrientes, con fin de quitarles poder a lo interno del partido y perpetuarse el junto a su familia como los líderes absolutos del Frente Sandinista; algo muy similar a lo sucedido anteriormente con la familia Somoza dentro del Partido Liberal, quienes se perpetuaron muchos años en el poder.

Con Tomás Borge fuera del país y Bayardo Arce con funciones meramente de Asesor Económico, la facción que aun conservaba mucho poder dentro del FSLN era la de Cerna, que es fiel a Daniel Ortega pero que representan un peligro para la consolidación del poder de Rosario Murillo. La distribución de las cuotas de poder dentro del FSLN se reflejaba hasta hace poco, en la nominación de los cargos públicos: diputados, alcaldes y concejales pertenecían a las diversas corrientes, siendo una de las mas fuertes las de Lenin Cerna y Bayardo Arce.

Para consolidar su posición dentro del FSLN, la corriente de Rosario Murillo ha iniciado un desplazamiento de estas corrientes. En las elecciones municipales del año 2008 se colaron todavía dirigentes de las otras corrientes. Sin embargo, a pesar de las depuraciones, aun quedaban dentro de los Gobiernos Locales (Alcaldías) personas afines a la corriente de Arce y de Cerna, las cuales representaban un peligro para las pretensiones de la pareja Ortega-Murillo.

Destituciones de alcaldes

En los últimos dos años, el FSLN inició una serie de destituciones de Alcaldes y Concejales, no solo liberales sino también sandinistas. Entre ellos podemos nombrar a Norberto Ruiz, Concejal Sandinista; Benjamín Moreno, expulsado del Consejo Regional Autónomo del Atlántico Sur; Yader Ramos, Alcalde de Dolores, Carazo; Leonel Rojas, vice alcalde de Jinotepe, Carazo; Roberto Somoza y Juana Cuarezma, Alcalde y Vice Alcaldesa de Ciudad Sandino.

Aprovechando la victoria electoral del año 2011, continuaron las renuncias y purgas dentro de las filas de alcaldes sandinistas. Los alcaldes sandinistas Ismael Sánchez Pupiro, Carlos Guzmán y Asunción Alcides Mora, de los municipios de Catarina, Moyogolpa  y El Viejo, respectivamente, fueron obligados a renunciar por la alta conducción del FSLN. Estas renuncias fueron justificadas por mal trabajo durante la campaña electoral recién pasada, o por actos de corrupción.

 Pero quizá la renuncias mas emblemática ocurrió  el 3 de Enero del año 2012, cuando renunció Manuel Calderón, Alcalde de León, una plaza bastión del FSLN, y cuadro perteneciente a la corriente de Lenin Cerna.

¿Y los Cabildos Populares?

El artículo 178 de la Constitución de Nicaragua contempla el procedimiento de destitución de los alcaldes y concejales, pero en ningún lado se contempla la decisión popular en este proceso. Este proceso de destitución de alcaldes sandinistas pone sobre el tapete la inexistencia en la legislación nicaragüense, del derecho del pueblo a intervenir en los procesos de destitución de los funcionarios públicos.

Es necesaria una reforma a la Ley Electoral para que se abra el camino a partidos políticos que den opciones a los votantes. La actual Ley Electoral es antidemocrática y restringe la libre participación de los ciudadanos que puedan optar a cargos políticos, así como decidir sobre las destituciones y revocaciones del mandato popular


Por Sebastián Chavarría Domínguez

Libro publicado en la edición No 11 de la Revista 1857 (Septiembre-Diciembre 2011)

CAPITULO.- I.- El retorno al gobierno: la ruptura del statu quo

Después de tres fallidos intentos (1990-1996-2001), Daniel Ortega conquistó por segunda ocasión la Presidencia de Nicaragua con el 38% de los votos válidos, culminando un largo periodo de 16 años de influenciar al gobierno “desde abajo”.

A diferencia de 1979, cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) encabezó la lucha popular y la insurrección contra la dictadura somocista, desarrollando la movilización revolucionaria  de las masas populares, en esta ocasión estamos ante un triunfo electoral en el marco de las instituciones de una frágil democracia burguesa que el mismo FSLN ayudó a construir después de 1990. Con muchas contradicciones internas, y manipulando a un sector de las masas populares, el FSLN ha sido objetivamente el principal impulsor de la reconstrucción del Estado burgués nicaragüense en los últimos 30 años.

1.- La burguesía sandinista

En 1979 el FSLN era una organización nacionalista pequeño burguesa, antiimperialista, que apelaba a las masas en su lucha contra los agentes criollos del imperialismo yanqui. Sin embargo, en el transcurso de la guerra civil, se podía apreciar nítidamente el fenómeno del fortalecimiento de una nueva burguesía ligada al sandinismo,  producto de una decisión consciente de la Dirección Nacional del FSLN de incentivar a los "empresarios patrióticos".

En el período de transición (Febrero-abril de 1990) los bienes más valiosos expropiados al somocismo y sus allegados, fueron privatizados a favor muchos comandantes y cuadros sandinistas, a través de leyes y decretos de última hora. Se produjo un salto de calidad en la naturaleza social de la alta dirección del FSLN. En un tiempo muy corto los antiguos guerrilleros se transformaron en nuevos y poderosos ricos, sobre todo en el sector agropecuario. Nació una nueva clase capitalista emergente, aunque las bases sociales del sandinismo continuaron siendo plebeyas o populares.

La burguesía sandinista ha desarrollado características muy particulares. Ha defendido violentamente sus propiedades contra cualquier intento de devolución de sus bienes a los antiguos propietarios. Para garantizarse un entorno social de defensa de sus propiedades, tuvo que repartir tierras y asignar lotes urbanos a miles desposeídos, que fueron durante mucho tiempo el escudo de protección del candente e irresoluto problema de la propiedad. Cuando sus intereses económicos corrían peligro, no vacilaba en apoyarse en la movilización de masas y pronunciar encendidos discursos revolucionarios a favor de los pobres. Nunca aplicaba una sola política, sino que desarrollaba y ensayaba varias posibles variantes al mismo tiempo. Para sobrevivir se vio obligada a desplegar la astucia, ya que muchos de sus enemigos ansiaban eliminarla físicamente.

La fortuna de la burguesía sandinista no es producto de un auge económico en la producción, como ocurrió en la época somocista, sino de la decadencia y barbarie heredados de la derrota de la revolución. Sus bienes fueron arrancados a otros propietarios mediante la insurrección, la guerra civil y las confiscaciones. Su ascenso social implicó el aniquilamiento de la burguesía somocista. Tiene un fuerte resabio nacionalista y es relativamente independiente, lo que le ha permitido desarrollar una capacidad de maniobras y maquiavelismo político un tanto inusual en la política nicaragüense, caracterizada por regímenes totalitarios o dictatoriales. Aprendieron a pronunciar sus primeros discursos en las manifestaciones callejeras y no en el parlamento. Cuando se ven obligados a negociar y a realizar concesiones, dan fuertes golpes sobre la mesa y amenazan de muerte al adversario.

A pesar de su origen plebeyo y mafioso, siempre aspiraron a que se les reconociera como una burguesía tradicional, de saco y corbata. Maniobrando con mucha habilidad, la burguesía sandinista logró superar con creces la derrota electoral de 1990, reteniendo los instrumentos claves del poder, como el Ejército y la Policía, siendo la más importante minoría dentro de la Asamblea Nacional, con capacidad de veto sobre cualquier intento de reforma constitucional. Después de muchas astutas maniobras, logró mantener el control total sobre el Consejo Supremo Electoral (CSE) y la Corte Suprema de Justicia, estableciendo un nuevo statu quo del poder. Sin mostrar el menor rubor, realizó cualquier tipo de pactos y componendas, con otros sectores de la burguesía, como ocurrió con Antonio Lacayo y el Grupo Pellas en el periodo 1990-1996, y posteriormente con los gobiernos de Arnoldo Alemán (1997-2001) y Enrique Bolaños Gayer (2001-2006) 

Tres décadas no pasaron en vano, sobre todo cuando la alta dirigencia sandinista ha estado administrando total o parcialmente las instituciones del Estado que reconstruyó después de 1979. Este proceso produjo profundos cambios políticos y sociales dentro del sandinismo.

El FSLN ya no es una dirección nacionalista pequeño burguesa, permeable a la presión de sus bases, sino una dirección burguesa cada vez menos nacionalista, cada vez más abiertamente capitalista, con un indiscutible líder político: Daniel Ortega Saavedra.


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Por Sebastián de la Torre.

Cualquier gobierno tiene el compromiso de puntualizar y brindar programas eficaces de protección social en beneficio de los que no están en condiciones de sufragar sus necesidades. Mientras no se acabe la explotación capitalista, habrá siempre un creciente número de familias pobres  ya sea porque persiste una alta relación de dependencia (tienen un gran número de personas sustentadas por cada adulto que trabaja) o porque las políticas para combatir y reducir la pobreza por parte del gobierno no son las pertinentes.

Son pocas las posibilidades de remediar este tipo de pobreza (que surge por la alta relación de dependencia) con medidas orientadas a mejorar la productividad del trabajador, dado que el número de personas que perciben ingresos es reducido en relación al tamaño de la familia.

El ejemplo de Managua

Ahora bien, está claro que en Nicaragua no el caso de una alta relación de dependencia. Tomemos Managua como muestra. De 1995 a 2005 la población infantil dejó de crecer y hasta se comenzó a reducir, pues  los que hace diez años eran niños crecieron y se han incorporado a la fuerza de trabajo. Lógicamente, la relación de dependencia se ve afectada, disminuyendo de manera significativa.

La población dependiente dejo de ser la parte dominante y se redujo en 7.53%. La población en edad de trabajar pasó a ocupar poco más del 60%, reduciéndose las personas que dependen de los ocupados. Lo que nos deja la segunda alternativa para explicar el predominio de la pobreza. La tendencia es que aumente la población en edad de trabajar y auto sostenerse, como lo explica el bono demográfico, a es tas alturas según las proyecciones cerca del 68.3% de la población de Managua está en condiciones de trabajar reduciéndose la RDE al 53.2%.

¿Los planes subsidiarios pueden reducir la pobreza?

La política subsidiaria del presidente Ortega ha creado en las masas de necesitados la costumbre de tener ese apoyo económico. Pero este sustento coyuntural no será para siempre. ¿Cuánto tiempo podrá mantener el presidente Daniel Ortega la política de subsidio?. Lo seguro, es que se está creando en las conciencias de las personas una mala costumbre de dependencia de esa ayuda económica, reemplazándose una dependencia por otra y perpetuándose el círculo vicioso de la pobreza.

La necesidad del FSLN de ganarse en la población adeptos y seguidores para lograr mantenerse otro periodo en el poder terminó con las elecciones del 6 de Noviembre. Tras el grotesco resultado de las “elecciones” generales posee un dominio total. La pregunta del millón es: si el año entrante los subsidios se van a mantener (después de todo ya no son necesarios), y después, cuál será la reacción de la población cuando esta ayuda gubernamental no pueda mantenerse. 

Las clases sociales que viven en las condiciones de miseria y en el pauperismo abundante se conforman con poco, inclusive con tan solo ser tomados en cuenta. La estrategia del FSLN ha sido sencilla, y ha resultado tal como lo esperaban. Al otorgarles ciertos beneficios a los más pobres, se les está concediendo a esas personas pobres una muestra de consideración, pero le están cerrando, sin que se den cuenta, las puertas de encontrar un empleo.

¿Por qué el gobierno no invierte en la creación de nuevos empleos?

Los programas sociales pueden ayudar a subsistir a muchos en su condición de pobreza, pero: no los hace salir de ella. La persona pobre que es tomada en cuanta se contenta fácilmente con lo poco que le da el gobierno.

El problema es que la pobreza no desparece, se deja al pobre casi intencionalmente en su misma condición de pobreza. La Verdad es una: las  personas “beneficiadas” de ese “altruismo”, que es una estratagema política, no consiguen empleos. Después de terminar de arreglar sus casitas, después de colocar sus láminas de zinc, de agotar los exiguos materiales de construcción, esas personas a las cuales se les dio un auxilio siguen en la extrema pobreza, sobreviviendo con un mísero dólar diario o dos en mejor de los casos, familias enteras se mal nutren y malviven en este país. Es como atacar solo los dolores de una enfermedad crónica.

No invierte en educación

El gobierno es un determinante clave de la distribución del ingreso y el bienestar en una sociedad. Generalmente los pobres están representados de manera insuficiente en el gobierno y esta es una de las razones por las cuales la incidencia del gasto público es regresiva. 

Muchos economistas insisten que la verdadera estrategia de lucha contra la pobreza es la elevación del nivel educación, una solución a largo plazo para resolver el problema de la pobreza. Algo que el gobierno sandinista no está haciendo, porque la educación primaria, secundaria y superior, ha sufrido un desplome

Si existiese una estrategia de aumentar el gasto en educación por un tiempo suficiente y prolongado, se reducirá sensiblemente el grupo de trabajadores de bajo nivel de instrucción y baja productividad, que constituyen la mayoría de los actuales pobres. Sin embargo, esta acción no beneficiará mucho a los trabajadores que ahora tienen una educación deficiente. Además de que las políticas de educación no han sido oportunas y eficientes, los pobres apenas sopesan las posibilidades entre trabajar y estudiar.

 Existe un elevado costo de oportunidad para ellos, y puesto que la educación es una inversión de largo plazo, es también difícil de mantener; no se ve un beneficio de su inversión y por tanto el pobre decide trabajar en su juventud, sin darse cuenta que está condicionando su futuro; pero como evitar que no tome esa decisión si necesita con urgencia el pan para vivir, que solo se consigue ocupándose en lo que sea (inclusive la delincuencia).

Por ello proponemos una estrategia de crecimiento que aumente lo más posible el número de empleos al alcance de los trabajadores no calificados (la gran mayoría).

Los ricos deben pagar la lucha contra la pobreza

El problema de la pobreza es crónico en una sociedad basada en la explotación capitalista. Nicaragua es parte del sistema mundial capitalista y por ello vemos cada vez más a los jóvenes sin ningún tipo de salidas y oportunidades.

Las políticas de subsidios del gobierno sandinista son pequeños calmantes. Se requiere elaborar desde la clase trabajadora una opción de verdadera lucha contra la pobreza. Y esta solo es posible creando empleos para que la gente trabaje y reciba un salario digno. Al mismo tiempo debe aumentarse la inversión en la educación, pero no solo a nivel de primaria, como proponen los organismos financieros internacionales, sino toda la educación en su conjunto, lo que implica no solo mejorar las aulas, los salarios de los profesores, materiales didácticos, sino también garantizar las condiciones de estudio para millones de niños u jóvenes que viven en extrema pobreza, y que pasan el tiempo rebuscando ingresos para medio comer.

Ahora que el gobierno sandinista tiene la mayoría absoluta dentro de la Asamblea Nacional no tiene ningún pretexto para no aprobar las leyes que el país necesita, una de ellas debe ser un impuesto especial a las ganancias de los banqueros y los ricos, para con ello financiar una estrategia de lucha contra la pobreza que cree empleos y eleve la calidad de la educación pública.

Lo demás es puro cuentos, es demagogia para mantener a los pobres en esa situación, en el callejo sin salida de la política subsidiaria.

Por Sebastián Chavarría Domínguez

Después de haber recibido una tremenda paliza electoral, el pasado 6 de Noviembre, la oposición burguesa centró las esperanzas de poder revertir los resultados electorales, refugiándose en los faldones de la llamada “comunidad internacional”. Esperó con ansias el informe de la Misión de Acompañamiento Electoral (MAE) de la Organización de Estados Americanos (OEA). Finalmente, Dante Caputo, ex canciller argentino, como jefe de la MAE, rindió el ansiado informe en la sede de la OEA, en Washington, el pasado 15 de Noviembre.

Críticas pero reconoció el triunfo de Ortega

El informe de la OEA, al igual que el Informe Preliminar de la Unión Europea (UE), describió de manera general los “hechos vistos y comprobados (…) para el período de presencia de la misión y no se refieren a los hechos previamente a su instalación”.

Caputo criticó la falta de representación de todos los partidos en la composición de la Juntas Receptoras de Votos (JRV). Reconoció problemas con la entrega de cedulas de identidad y que no tuvieron acceso al escrutinio, pero el tono de las críticas a las “irregularidades” fue extremadamente suave.

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Por Orlando Morales

La aparatosa derrota de la oposición en el proceso electoral que está concluyendo.

Acaba de concluir un proceso electoral viciado y lleno de irregularidades de principio a fin culminando, mediante un fraude descarado,  en la creación de las bases para la instauración de una nueva dictadura en Nicaragua.

Por más que se quiera intentar encontrarle el lado amable a la participación de las fuerzas  opositoras en la contienda electoral, uno no puede dejar de ver que la oposición recibió una contundente y aparatosa derrota. Indudablemente que el fraude fue el factor fundamental para semejante derrota. Pero ello no minimiza, ni afecta para nada, lo desastroso de la situación. Ortega se impuso por las malas, pero se impuso, ante una oposición que muy poco pudo hacer para enfrentarlo y que está pagando, y nos está haciendo pagar, caro su incapacidad.

La oposición y los principales partidos que participaron en el proceso electoral a la fecha no han realizado ningún balance serio (la alianza PLI no ha sacado siquiera un comunicado) y lo más seguro es que no lo hagan, pues sus métodos y formas de enfrentarse a Ortega demostraron hasta la saciedad su inutilidad. La dirigencia de la alianza PLI basó toda su estrategia en una esperanza: que una montaña de votos acudiera, como el chapulín colorado, a defenderlos del más que bullicioso fraude anunciado y orquestado por el FSLN y sus compinches. El PLC, por su parte, esperaba que la buena voluntad de Ortega (asignándoles mediante el fraude una  regular cantidad de diputados) le permitiera sobrevivir como una fuerza importante para que el pacto siguiera funcionando. El ALN y el APRE, posiblemente, adquirieron algunos recursos extras por participar y facilitar al FSLN los fiscales que les correspondían para la implementación del fraude.

En esencia la llamada “oposición” le hizo el juego a Ortega, unos de manera consciente y otros de manera inconsciente, pues todos ellos sin excepción actuaron en la línea de facilitar el fraude y de pasada legitimar a fondo el proceso electoral amañado.

Los que actuaron de manera consciente están debidamente señalados por el pueblo como colaboracionista del fraude. Sin embargo no hay que perder de vista el que la dirigencia de la alianza PLI,  aunque posiblemente de manera inconsciente, también contribuyó a la realización del fraude y al contundente triunfo de Ortega. Todos estábamos más que avisados que se fraguaba un fraude. Este  era evidente aun para los más escépticos. De ahí que uno tenga que hacerse de manera obligatoria las siguientes preguntas ¿que hizo la dirigencia de la alianza PLI para evitarlo? ¿que dispositivos organizativos y políticos se implementaron en el proceso electoral para enfrentar el fraude? Es más que obvio que ninguno. La dirigencia de la alianza, a través de su candidato a vicepresidente declamaban, con un optimismo medio zonzo, que una montaña de votos impediría cualquier intento de fraude.

No decían como esa montaña de votos iba a impedir el fraude, simplemente lo afirmaban como una declaración de fe en la que  había que creer y punto. Mientras tanto, en la acera de enfrente Ortega no hacía declaraciones de fe, como todo político astuto actuaba en consonancia a sus propósitos: árbitro parcializado,  padrón electoral inflado y falso,  boleta única para preñar fácilmente las urnas, compra del tendido electoral, trabas a los fiscales de la alianza PLI,  cedulación parcializada, ensayo mecanismo represivos, etc., etc.

Mientras los dirigentes de la alianza PLI instaron a votar como corderitos a sus simpatizantes y llamaban de manera abstracta a la defensa del voto, sin dar indicaciones u orientaciones precisas sobre cómo defenderlo, el FSLN controlaba, casi de manera absoluta, las JRV (actualmente se  habla de un 80%), tenía a su disposición el aparato policial y armó y estructuró fuerzas de choque para enfrentar y aplastar los brotes de resistencia, que, como ellos suponían acertadamente por la incapacidad de la dirigencia opositora, serían esporádicos y dispersos.

El resultado: un gigantesco fraude que nos restregaron cínicamente en nuestras caras y que le garantiza el poder omnímodo en todos los poderes del Estado al dictador Ortega. La oposición pasa a ser conformada por un famélico cuerpo de políticos, sin norte y sin perspectiva, dirigidos, en su mayoría, por un atemorizado y extremadamente vulnerable Montealegre que corre el peligro que lo desaforen y lo envíen a la cárcel por supuestos actos de corrupción con los CESNIC.

La crisis del político tradicional.

El problema de la aparatosa derrota a la oposición nicaragüense de parte de Ortega, es sobre todo la manifestación de la incapacidad del “político tradicional nicaragüense” para enfrentar una propuesta dictatorial que tiene de base una organización política con estructuras (FSLN y sus CDC), recursos económicos (recursos piñateados, cooperación venezolana y recursos del Estado) y la fidelidad de un sector del pueblo nicaragüense (el famoso voto duro del 35%).

La dirigencia de la alianza PLI, al igual que la dirigencia de las otras fuerzas políticas que participaron en las elecciones, está compuesta fundamentalmente  de “políticos tradicionales”. Este tipo de políticos, desde 1990 a la fecha, como buen parásito que es, se ha adherido al sistema político de nuestro país enfermándolo y llevándolo a los niveles actuales de degradación.

De ahí que sea conveniente caracterizar al político tradicional nicaragüense protagonista y promotor de un régimen político enfermo que se ha mostrado incapaz de sacar a Nicaragua de la calamitosa situación económica y social de la que es objeto y que nos ubica como el segundo país más pobre de América Latina.

El político tradicional se mete a la arena política para mejorar su situación económica. Incapaz de desarrollarse en el ámbito empresarial, por las limitaciones del país y las suyas propias, hace de la política su empresa. La manera en que escalará posiciones políticas para llegar a ser un diputado, un alcalde, un ministro, o cualquier otra posición que le genere una rentabilidad económica considerable, será lamiéndole las botas al caudillo de turno (que a la postre también es en lo esencial un político tradicional). Generalmente no sabe nada del país, ni de sus problemas fundamentales, le basta con creer que es un demócrata y que lucha por la democracia, ante alguien que quiere destruirla. La lealtad al caudillo se mantiene mientras sea rentable, si por alguna razón el caudillo entra en una crisis que pone en peligro su ventajosa situación económica encontrará la justificación “política” para abandonar el barco o, en algunos casos, lo más sinceros, argumentarán que la “calle está dura”. 

El político tradicional solo interviene en dos campos: él que le otorga su puesto (diputado, alcalde, consejal, etc.) y él que le otorga el caudillo en los grandes eventos partidarios o en las elecciones. Al margen de estas situaciones no sabe que hacer con la política, por ello son políticos desestructurados que generalmente no representan a nadie (posiblemente ni a su familia). De ahí que los partidos cuya dirigencia está compuesta por políticos tradicionales (es decir la casi totalidad de partidos nicaragüenses) carezcan de estructuras y sean partidos electoreros, es decir, que se activan solamente cuando hay elecciones.

El político tradicional quiere que otros le hagan el trabajo, cuando éste entraña riesgos y por ello siempre está lleno de esperanzas.

Tales como la esperanza el que  la montaña de votos iba a derrotar el fraude, la esperanza de que los países democráticos castiguen a sus enemigos, la esperanza de que la inversión extranjera y la cooperación internacional saquen al país de la miseria, la esperanza en lo divino o cualquier tipo de esperanza con la que pueden evadir el compromiso y la responsabilidad de ponerse al frente de los grandes desafíos que la situación nicaragüense depara.

A decir verdad, no todo ha sido malo en este fraudulento proceso  electoral. Las irresponsabilidades de Ortega le han hecho el favor a la nación nicaragüense de poner al desnudo a estos enclenques y parlanchines políticos tradicionales y, casi (porque algunos se salvaron), mandarlos al “basurero de la historia”.

Urge una nueva alternativa política en Nicaragua.

El fraude puso de manifiesto la incapacidad de las alternativas políticas opositoras, donde predomina el político tradicional nicaragüense, de detener las pretensiones dictatoriales de Ortega. Por el contrario, este tipo de alternativas le han hecho innumerables favores a Ortega y se los seguirán haciendo mientras existan y son responsables de la calamitosa situación que vive el país.

Como dijimos anteriormente el fraude puso al desnudo a estos parlanchines y, actualmente, su influencia ha entrado en crisis.

Se pueden observar algunas manifestaciones de esta crisis como el caso de varias organizaciones juveniles que, cansados de tanta inoperancia, oportunismo y demagogia están buscando nuevas alternativas, en algunos casos, hasta construyendo sus propias alternativas.

Otra manifestación de la crisis de estos partidos es que muchas ONG´s han pasado a reemplazarlos en muchas de sus responsabilidades y roles. El que, actualmente, permanezcan agazapados a pesar que disponen del beneplácito de los medios de comunicación orteguistas y otros.

El país está demandando una nueva alternativa política que sea la antinomia de las alternativas opositoras actuales. Por tanto, esta alternativa debe reunir, entre otras, las siguientes características:

En primer lugar debe contar con una propuesta para la nación nicaragüense que vaya mucho más allá del cliché de la defensa de la democracia.

Debe considerar que los problemas que nos aquejan no los van a venir a solucionar terceros y que nos compete a nosotros enfrentarlos y resolverlos.

Esta alternativa política debe tener capacidad para utilizar todas las formas de lucha que sean necesarias en aras de alcanzar sus fines y objetivos, priorizando siempre la participación y movilización popular.

Debe contar con estructuras  locales, sectoriales y nacionales, cuyo accionar vaya más allá de una breve participación en las justas electorales. Estas estructuras deben estar siempre activadas en la perspectiva de intervenir en la problemática sectorial, local y nacional.

En su funcionamiento interno, esta alternativa política, debe ser "escuela de democracia" promoviendo el debate entre sus integrantes sobre la problemática nacional, local, sectorial e internacional y las propuestas para su solución.

Los “cuadros” de esta alternativa política deben contar con una formación política integral, es decir, deben contar con los conocimientos y habilidades necesarios para encarar los problemas de conducción política de la manera más efectiva posible teniendo en cuenta siempre los intereses fundamentales de la nación nicaragüense.

En fin, se deber construir una nueva Alternativa Política que dignifique la actividad política en nuestro país que ha sido terriblemente pervertida por la clase política actual.

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