Por Melchor Benavente

La industria maquilera en Nicaragua, a través del sistema de concesiones de Zonas Francas, agrupa en la actualidad a unos 120,000 trabajadores, más de la mitad son mujeres. La mayoría de estos trabajadores no superan la edad de 30 años.

Esta es la nueva clase obrera industrial, con bajísimos niveles de organización sindical, y sometida a brutales jornadas de trabajo y sobreexplotación.

El crecimiento de las maquilas en Nicaragua forma parte de una estrategia económica del gobierno de Daniel Ortega, que consiste en abrir las puertas a la inversión extranjera aprovechando los altos índices de desempleo y los bajos salarios imperantes en Nicaragua. La burguesía nicaragüense es muy débil y por ello, el gobierno sandinista prefiere establecer relaciones y hacer concesiones directamente al capital extranjero transnacional, atrayéndolo con el obsoleto sistema de zonas francas.

Álvaro Baltodano, presidente de la Comisión Nacional de Zonas Francas (CNZF) y principal asesor del gobierno sandinista en materia de inversión extranjera, declaró recientemente que la meta del gobierno es generar 150,000 empleos para el 2020 o 2021.

¿Cómo lo van a lograr?

Según la revista Forbes, Baltodano declaró que “Nosotros esperamos llegar a los 150,000 empleos, esa es la meta que nos hemos propuesto, hemos llegado a los 115,000 desde el 2009. En 2009 estábamos en 69,000 ahora estamos en 115,000, la meta es que en 2020 o 2021 lleguemos a 150,000 trabajadores”. (Forbes, 09/06/2017)

El gran atractivo para las corporaciones transnacionales son los bajos salarios, y la garantía que no habrá huelgas ni pleitos obreros por aumento de salarios. Esto último es garantizado, no solo por la mano dura del gobierno sandinista, sino porque los trabajadores de las maquilas no están organizados en sindicatos, y los pocos que existen están en manos de la Central Sandinista de los Trabajadores (CST), una central.

El último acuerdo sobre salario mínimo.

En febrero del presente año, se reunió la Comisión Nacional del Salario Mínimo (CNSM) (empresarios, gobierno y sindicatos) y, violentando la Ley No 625, Ley del Salario Mínimo, establecieron el salario mínimo del 8,25%. La violación consiste en que, según la Ley No 625, la CNSM debe reunirse cada seis meses para revisar el salario mínimo, analizando la situación económica, el deslizamiento de la moneda y la inflación.

AL establecer el salario mínimo por el periodo de un año, les da garantías a los empresarios que en ese periodo no habrá revisiones salariales. El gran problema que afrontan los trabajadores, es que solo el deslizamiento diario del córdoba en relación al dólar, es del 6% anual. El 8,25% de aumento del salario mínimo resulta insuficiente en una económica altamente dolarizada.

El otro acuerdo de salario mínimo en las zonas francas

Este acuerdo de febrero del 2017 sentó el nefasto precedente del establecimiento del salario mínimo para un año. Pero ahora el gobierno sandinista, superando vacilaciones, decidió ir más allá, estableciendo para los trabajadores de zonas francas un salario mínimo del 8,25% para el periodo de cinco años (2018-2022). Actualmente el salario minino es de C$ 5,044.00 (uno 170 dólares).

Este acuerdo inconsulto fue firmado por Josa Adán Aguerri, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), el asesor Álvaro Baltodano, y los sindicalistas de la CST y de la Confederación de Unidad Sindical (CUS) que dirige José Espinoza.

Todos estos sindicalistas se deshicieron en elogios a la firma del acuerdo, pero ninguno de ellos se atrevió a consultar con sus bases sindicales. Este salario mínimo por cinco años, lejos de garantizar el trabajo y las inversiones productivas, lo único que garantiza es una caída constante de la capacidad adquisitiva de los trabajadores de zonas francas.

El salario mínimo debe aumentar conforme el costo de la vida

El acuerdo suscrito es un duro golpe contra los trabajadores. Es una locura pensar que se puede establecer un salario mínimo por un periodo de cinco años, sin tomar en cuenta el deslizamiento o devaluación acumulada del córdoba en relación al dólar y los efectos también acumulativos de la inflación internacional.

Este acuerdo suscrito a espaldas de los trabajadores demuestra, una vez más, que el único camino posible es la construcción de sindicatos independientes que luchen por un aumento de salarios cada vez que suba el costo de la vida.


Por Victoriano Sánchez

Nuevamente se ha desatado la discusión sobre la crisis del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). No han sido los sindicatos, sino el diario La Prensa quien ha iniciado una recia campaña de denuncias de los manejos turbios de las finanzas del INSS, un tema muy sensible para los trabajadores y hasta para los empleadores

El debate se ha intensificado a partir de las recomendaciones de la visita de la misión del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha revisado el funcionamiento de la economía nicaragüense.

El fracaso de la última reforma

A finales del 2013, después de intensas negociaciones con los empresarios del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) se produjo la última reforma al funcionamiento del INSS, con el objetivo de evitar la crisis que al parecer está a punto de estallar.

En esa ocasión, se acordó una subida gradual de las cotizaciones de los empresarios. Para el Régimen de Invalidez, Vejez, Muerte y Riesgo Profesionales, la contribución de los empresarios pasó del 7% al 8% en 2014, subió al 9% en el 2015, siguió subiendo al 9,5% en el 2016, hasta llegar al 10% en el 2017. En total, subió 3% en 3 años. Para el Régimen Integral, las proporciones fueron las mismas.

Pero el aumento de los ingresos fue poco en relación a los gastos del INSS

Las pensiones reducidas

Después de varios años de luchas y movilizaciones, los adultos mayores que no lograron completar las 750 semanas mínimas para obtener la pensión de jubilación, obtuvieron una pensión reducida. El gasto que ocasionaba estas pensiones reducidas obviamente afectó las finanzas del INSS. Se les echó la culpa a los viejitos de ocasionar la crisis del INSS, pero en realidad ellos no son los culpables, sino el contexto económico de Nicaragua.

Apenas 800,000 trabajadores están afiliados al INSS, aunque esta cifra aumenta año con año. Una buena parte de la economía pertenece al sector informal, no todos los trabajadores tienen empleo estable, y por ello no logran cumplir con las cotizaciones mínimas.

Los problemas estructurales son la base principal de la actual crisis, pero también ha contribuido a profundizarla la gestión del gobierno sandinista. Las inversiones del INSS, han quedado en manos del circulo gobernante, y no siempre estas inversiones de los fondos de los trabajadores, se ha utilizado de la mejor manera.

El diagnóstico y la receta del FMI

Las revisiones anuales del FMI año con año han sido lapidarias: “Garantizar la sostenibilidad del INSS sigue siendo una prioridad clave. El incremento en los déficits del INSS podría reflejarse en un aumento de la deuda pública en el largo plazo, lo que amenazaría su sostenibilidad. Bajo las actuales políticas, el INSS seguirá presentando déficits y agotará sus reservas en efectivo para el año 2019, lo que podría requerir transferencias desde el gobierno. Alcanzar la sostenibilidad del INSS podría conseguirse mediante una combinación de: (i) recorte y racionalización de los gastos operativos y de salud; (ii) aumento en la edad de jubilación; (iii) incremento del periodo de cotización mínimo; (iv) aumento de la cotización patronal y laboral; (v) revisión del mecanismo de ajuste de las pensiones; (vi) reducción de las prestaciones otorgadas; y (vii) asumir algunos gastos por el gobierno (por ejemplo, las pensiones reducidas y especiales). Es importante que el gobierno, los sindicatos y el sector privado alcancen una solución satisfactoria para todas las partes de forma prioritaria, pues todo retraso en las reformas empeorará la situación y aumentará los costos”.

Luchar contra la receta del FMI

En este fragmento de la carta del FMI, están las recetas que el gobierno sandinista se prepara a ejecutar. El aumento de la edad mínima de 60 a 65 años y el aumento de 750 a 1000 cotizaciones mínimas, han sido una constante insistencia del FMI. Los empresarios se resisten a aumentar las cotizaciones, pero se olvidan que la cotización patronal al INSS se deduce del impuesto sobre la renta, es decir, no han perdido nada. Pero el FMI se olvida mencionar el daño que han causado las empresas previsionales que han privatizado parcialmente la seguridad social, quebrando al INSS.

Lo más peligroso de la receta del FMI es la revisión del mecanismo de ajuste de las pensiones, el FMI se opone la indexación en relación a la devaluación del córdoba y la inflación.

Se ha avecina una gran batalla por la defensa de la seguridad social, los trabajadores y los debilitados sindicatos debemos prepararnos para evitar que se impongan las recetas del FMI.


Por Melchor Benavente

Nuevamente, en Nicaragua no hubo celebración masiva del 1 de Mayo, día internacional de los trabajadores. Esta situación es el reflejo de las derrotas del movimiento obrero, que vienen desde la época de la revolución (1979-1990) cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) logró controlar y atenazar a los sindicatos.

En Nicaragua hubo un auge del sindicalismo, pero el FSLN con sus políticas terminó destruyendo al sindicalismo. Los pocos sindicatos que quedaron en pie después de 1990, no lograron atraer a la mayoría de los trabajadores y sirvieron como mecanismos de presión social a la hora de las negociaciones con los gobiernos de turno.

En 2017 el panorama es desolador. A pesar de la recuperación de la economía y de mejorar los índices de empleo, esto no se traduce en un proceso de organización sindical. Los trabajadores de las maquilas tienen limitaciones en los hechos para organizarse en sindicatos.

En los últimos años, el gobierno sandinista ha organizado la celebración oficial del 1 de mayo, pero en actos bajo techo celebrados el día 30 de abril, un día antes del 1 de Mayo, para reunir a los empleados públicos. A partir del 30 de abril del año 2012, fecha del fallecimiento del comandante Tomas Borge, la celebración del 1 de Mayo se mezcla con esta fecha propia del sandinismo, siendo esta ultima el motivo central de los actos convocados por el sandinismo a puerta cerrada

En Nicaragua, el 1 de Mayo ha dejado de ser un día de lucha de los trabajadores para convertirse, el 30 de abril, en un acto político partidario del FSLN, que es el partido que controla a la mayoría de los pocos sindicatos.

La crisis del sindicalismo también se manifiesta en la reducción del número de afiliados de otras centrales sindicales. La Central de Acción de Unidad Sindical (CAUS) que en un momento agrupó a la mayoría de los sindicatos del sector industrial, casi ha dejado de existir. La Central de Trabajadores de Nicaragua. Autónoma (CTN-a) este año ni siquiera convocó a celebrar el 1 de Mayo.

La Central General de los Trabajadores (CGT) está debilitada y en manos de sindicalistas que una época fueron militantes del desaparecido Partido Socialista Nicaragüense (PSN). Uno de los bastiones de la CGT ha sido el Sindicato de Carpinteros, Armadores, Albañiles y Similares (SCAAS) que agrupa a obreros de la construcción, el sector que más ha crecido con el boom inmobiliario.

Nilo Salazar, dirigente histórico del SCAAS, anuncio una marcha de trabajadores que saldría de los semáforos de la Colonia Tenderí, pasando por el portón del Cementerio Oriental hasta llegar a las inmediaciones del antiguo cine colonial. La marcha finalmente no se realizó.

Otro sindicato de la construcción pertenece a la Central Sandinista de Trabajadores (CST), pero de antemano Roberto González había anunciado que no harían marcha, sino que celebrarían el 1 de Mayo “con asambleas, congresos, ferias, jornadas deportivas, en sus centros de trabajos”, además de asistir a la conmemoración fúnebre de Tomas Borge.

El acto oficial del gobierno fue realizado el día 30 de abril, a puertas cerradas, en el lujoso centro de Convenciones “Olof Palme”. Tomaron la palabra 3 oradores. Primero habló Gustavo Porras, quien siendo presidente de la Asamblea Nacional sigue siendo secretario general del Frente Nacional de los Trabajadores (FNT), que agrupa a sindicatos de empleados públicos. Hablo Rosario Murillo y finalmente el presidente Daniel Ortega.

Todos los discursos tuvieron la misma tónica: hablar de asuntos del gobierno, pero jamás sobre los problemas de los trabajadores. El auditorio de ese acto oficial no estaba compuesto por sindicalistas sandinistas, sino por la militancia del FSLN. Son monólogos que reflejan el distanciamiento de los trabajadores con la conducción sandinista, por las nefastas políticas neoliberales aplicadas.

El sandinismo ha preferido consolidar la alianza estratégica con los empresarios del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) y con la oligarquía financiera, antes de solucionar las reivindicaciones de los trabajadores. Estas políticas son las que tienen languideciendo a los sindicatos.

En los semáforos del Hospital del Niño, se realizó un mitin, pequeño pero simbólico, de una alianza entre el Movimiento de Acción Popular (MAP), el Movimiento Patriótico por la Republica (MPR) que encabeza el comandante Henry Ruiz, y militantes del antiguo PSN. No llegó ni un solo sindicato, pero fue un sano intento de celebración independiente por recuperar las tradiciones obreras del 1 de Mayo.


Por Sebastián Chavarría Domínguez

El año pasado, casi al terminar el periodo de sesiones del Congreso de los Estados Unidos, los representantes de las bancadas del Partido Demócrata y el Partido Republicano se pusieron de acuerdo en impulsar un proyecto de ley conocido como Nicaraguan Investment Conditionality Act (NICA), conocido como NICA ACT. Esta fue una repuesta calculada al progresivo endurecimiento del régimen bonapartista de Daniel Ortega, que había liquidado las opciones electorales de la oposición burguesa y destituido a los diputados críticos antes de las elecciones generales de Nicaragua en Noviembre del 2016

Al no haber discrepancias entre las bancadas republicana y demócrata, el proyecto fue aprobado automáticamente, sin discusión en la cámara de representantes y del Senado, y solo quedaba pendiente la promulgación por parte del presidente Barack Obama, algo que no ocurrió porque este se encontraba sumamente debilitado al final de su segundo mandato y por la misma dinámica de la campaña electoral en Estados Unidos, cuya polarización relegó el debate sobre las denuncias de instauración de un régimen dictatorial en Nicaragua. El triunfo electoral de Trump cambió radicalmente el panorama político a nivel internacional y anunció una redefinición de las relaciones “amistosas” entre el gobierno de Ortega y la nueva administración en Estados Unidos.

Daniel Ortega, un astuto viejo zorro de la política, adelantándose a los acontecimientos, hizo varias maniobras y concesiones, como aceptar la observación electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA) en aras de lograr una renegociación aceptable con Estados Unidos, restableció las relaciones diplomáticas con el Estado de Israel, condenó el lanzamiento de misiles por parte de Corea del Norte, etc, pero la reciente introducción de un nuevo proyecto de NICA ACT II nos indica que el imperialismo norteamericano ha endurecido su posición en torno al régimen político bonapartista de Daniel Ortega.

1.- Consolidación y crisis del régimen bonapartista

Después de su retorno al gobierno en enero del 2007, Daniel Ortega inició un rápido proceso de concentración de poder, primero apoyándose en las omisiones del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y las vacilaciones del Partido Liberal Independiente (PLI) en manos de Eduardo Montealegre. Jugando a discreción con la división del liberalismo, Ortega instauró un régimen bonapartista sin necesidad de reformar la Constitución, sino hasta el año 2014 cuando ya estaba consolidado su control absoluto sobre todas las instituciones del Estado, incluido, por supuesto, el Ejercito Nacional (EN) y la Policía Nacional (PN)

Este proceso fue posible, como ya hemos explicado con anterioridad, por una combinación de factores nacionales e internacionales. A nivel interno, la derrota de la revolución produjo un cansancio en las masas, sedientas de orden, tranquilidad y necesidad de trabajo. La polarización política de 1990, que condujo al posterior triunfo de Arnoldo Alemán en 1996, se disolvió en la medida en que avanzó la reconstrucción de la economía capitalista. En el periodo 1990-2006 se aplicaron durísimos planes de ajuste que provocaron descontento social y ansias de cambio. La conducción del FSLN, de manera astuta, supo aprovechar todas estas contradicciones hasta recuperar finalmente el gobierno en 2007.

La estrategia de “diálogo y consenso” entre el FSLN y los empresarios del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) dejo huérfanos a los partidos de la oposición burguesa: se quedaron sin discurso político, sin programa económico (Ortega ha aplicado al pie de la letra los planes del FMI) y sin el vital financiamiento para las campañas electorales.

A nivel internacional, influyó la crisis del imperialismo norteamericano y el ascenso de los gobiernos populistas de izquierda en América Latina. No se puede comprender la consolidación del régimen bonapartista en Nicaragua sin la copiosa ayuda petrolera venezolana, aportada por el chavismo, que ascendía a un promedio de 500 millones de dólares. Pero este dinero no era gratis, eran prestamos muy blandos, que le aportaron al gobierno de Ortega el dinero necesario para montar planes de asistencia social, para consolidar el voto entre los sectores sociales más pobres, al mismo tiempo que iniciaba un extraordinario proceso de acumulación originaria de capital.

2.- Una acumulación originaria y extraordinaria de capital

La burguesía sandinista emergió de la derrota de la revolución, privatizando de manera rápida y discrecional los bienes confiscados al somocismo, que eran propiedad estatal. Muchos sectores de esta nueva burguesía quebraron en el periodo 1990-2006, otros estaban exhaustos, pero un reducido grupo logró desarrollarse y mezclarse con sectores tradicionales, como el grupo AGRICORP ligado a Bayardo Arce. Dentro de la burguesía sandinista se produjo un proceso de concentración de capital, en manos de altos mandos del EN y la PN.

Por su parte, los sectores tradicionales, confiscados o no, que regresaron o se mantuvieron en Nicaragua, después de la apertura de 1990 se concentraron en desarrollar un capital financiero. Nicaragua es el único país donde, mientras la población se empobrece, surgen nuevos y poderosos grupos financieros como LAFISE, BANPRO y BAC, que tienen ramificaciones regionales. Ahora la oligarquía en Nicaragua no es terrateniente sino financiera. Los grupos financieros nicaragüenses tienen las más altas tasas de ganancias de toda la región centroamericana.

Detrás del endurecimiento del régimen bonapartista de Ortega se oculta el proceso de enriquecimiento de la familia Ortega, y sus allegados (altos mandos del EN y la PN). La concentración del poder es la otra cara del proceso intenso de acumulación y concentración de capitales, cuya base económica es la generación y distribución de energía eléctrica y la comercialización de los hidrocarburos. Esto fue posible por la instauración de un monopolio en materia energética, a partir del control absoluto de la cooperación petrolera venezolana

La privatización parcial del sector energético se produjo en el periodo 1990-2006, dejo un enorme vacío. Actualmente el sector energético es uno de los sectores más dinámicos de la economía. Nicaragua es el país que vende el combustible más caro y tiene la más alta tarifa de energía en Centroamérica. Las ganancias son fabulosas. DISNORTE y DISSUR fueron comprados por el consorcio español TSK-MELFOSUR, ligado a la nueva burguesía sandinista.

Otra de las características de este proceso de acumulación originaria y extraordinaria de capital, es que está basado en el comercio. Este sector de la burguesía sandinista se ha convertido en el gran intermediario de la venta de carne, frijoles, café, etc., explotando con una política de precios a la masa de pequeños y medianos productores agropecuarios, y también se ha convertido en el principal abastecedor de la red de pequeños y medianos comerciantes, formales o informales, lo que se puede lograr precisamente a partir del control absoluto de las instituciones del Estado.

3.- La crisis del modelo y la crisis del régimen bonapartista

Pero este modelo de acumulación originaria y extraordinaria de capital está entrando en crisis, con el desplome de la cooperación venezolana. Actualmente Nicaragua compra el petróleo a Estados Unidos y debe pagarlo de manera inmediata, lo que se traduce en una disminución lenta pero paulatina de las divisas. Está pendiente el candente tema de quién pagará esta deuda, que es estatal pero que en los hechos ha sido utilizada de manera privada por la familia Ortega-Murillo.

La desaparición de gobiernos populistas de izquierda en Argentina y Brasil, el débil triunfo del correismo en Ecuador, y la aguda crisis de Venezuela, es un contexto internacional que incide en la evolución del régimen bonapartista de Nicaragua.

Este modelo había funcionado, en parte, no solo por los beneficios de la anterior ayuda petrolera venezolana, sino también porque hasta el momento no se han producido roces con los sectores tradicionales de la burguesía, porque hasta el momento la burguesía sandinista ha respetado las fronteras entre los distintos grupos económicos, pero en la medida que la crisis se agudice la crisis económica, como ya está ocurriendo, las tentaciones de fagocitar a los sectores más débiles será una realidad cada vez más cercana, como ocurrió durante la crisis del somocismo.

4.- La nueva NICA ACT: énfasis en la lucha contra la corrupción.

Aunque el gobierno de Daniel Ortega mantiene el control absoluto de la situación en Nicaragua, ya existen síntomas de resquebrajamiento del régimen político, pero sobre todo un creciente deterioro de la relación del FSLN con el movimiento de masas. Las concesiones políticas de Ortega al permitir la observación electoral de la OEA en las próximas elecciones municipales, y autorizar la creación de nuevos partidos políticos, no calma las inquietudes de los legisladores norteamericanos.

Recientemente, 25 congresistas republicanos y demócratas introdujeron una nueva versión de la Nicaraguan Investment Conditionality Act (NICA), pero esta vez haciendo énfasis en condicionar cualquier préstamo al gobierno de Nicaragua, a la defensa de los derechos humanos y en la lucha contra la corrupción, lo que sería supervisado por el gobierno de Estados Unidos.

Al anunciar la nueva versión del proyecto de ley, la ultra derechista congresista republicana, Ileana Ros-Lehtinen, declaró que “debemos continuar con el sostenimiento de estándares para todos los gobiernos de Centroamérica en temas de derechos humanos, corrupción y transparencia mientras examinamos dónde usar el dinero de contribuyentes estadounidense (…) Esta versión de la Ley Nica va un paso más allá de la que Albio y yo presentamos en el último Congreso, pide que el régimen de Ortega combata activamente la corrupción y tome las medidas significativas para proteger a defensores y activistas de los derechos humanos. Estas son preocupaciones bipartidistas ”. (CNN, 07/04/2017)

El nuevo elemento introducido es la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la corrupción, algo que en el fondo atenta o cuestiona directamente el actual proceso de acumulación originaria y extraordinaria de capital. Todo indica que hay un consenso bipartidista de extender el modelo de lucha contra la corrupción en toda Centroamérica. Estados Unidos impulsó, en una primera fase, la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH). El imperialismo norteamericano presiona y forcejea por la creación de una CICIES en El Salvador, y ahora impulsa la NICA ACT II contra el gobierno de Nicaragua.

La lucha contra la corrupción y contra el lavado de dinero se ha convertido en la punta de lanza del imperialismo norteamericano contra sectores burgueses emergentes, que no son le son incondicionales. Es obvio que estos sectores burgueses emergentes utilizan el poder político y el control del aparato del Estado para acumular capital, causando desorden e inestabilidad en relación a los grupos tradicionales.

5.- El debate en torno al nuevo proyecto de NICA ACT II

Si por la víspera se saca el día, todo indica que la administración Trump mantendrá, igual que en la época de Ronald Reagan (1981-1989), una doble política de presiones y negociaciones con el gobierno de Daniel Ortega. Estados Unidos ha reconocido públicamente el empeño y colaboración de Nicaragua en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, que mantiene una sana política macro económica, que ha logrado crear un ambiente de seguridad, pero eso no es suficiente, ahora comienza a hacer énfasis en la lucha contra la corrupción.

Aunque el proyecto de NICA ACT II no ha sido aprobado, ya está surtiendo efectos. Luis Almagro, secretario general de la OEA, declaró recientemente que “el citado proyecto de ley, en el contexto de la presente legislatura, no constituye un aporte constructivo a los trabajos que el gobierno de Nicaragua y esta Secretaría General vienen realizando en materia de cooperación para el fortalecimiento democrático, electoral e institucional en el país, que tienen como referencia directa los principios y valores de la Carta Democrática Interamericana”. (El Nuevo Diario, 05/04/2017)

Luis Almagro no es antiimperialista, es todo lo contrario, un empleado de Estados Unidos, sus criticas obedecen a que representa el ala negociadora a nivel diplomático.

Las presiones iniciadas por el Congreso de Estados Unidos están destinadas a obtener más concesiones de parte de Ortega, a acelerar el proceso de reformas políticas a lo interno de Nicaragua. En este contexto, la OEA aparece como una mediadora, a diferencia de la agresividad que mantiene contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

La hipótesis de que el bloqueo de préstamos incida negativamente en la economía nicaragüense, aterra a la cúpula empresarial. José Adán Aguerri, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), expresó su preocupación al declarar que “cualquier disposición que perjudique al país no debe ser aceptada, hay que seguir buscando el fortalecimiento de la institucionalidad por la vía del diálogo y el entendimiento, que no vaya en la dirección contraria a lo que ya se ha estado haciendo con la OEA”, (La Prensa, 06/04/2017)

Álvaro Rodríguez Zapata, presidente de la Cámara de Comercio Americana de Nicaragua (AMCHAM), hizo un llamado a la “imperativa necesidad de la adopción de medidas pare evitar la aprobación (…) Respaldamos firmemente el proceso de diálogo promovido por la Organización de Estados Americanos y la necesidad impostergable de fortalecer la institucionalidad (…) Hacemos un llamado a las autoridades nacionales a acelerar el proceso de diálogo y sobre todo buscar las reformas necesarias con el fin de restar argumentos al congreso de Estados Unidos para la aprobación de esta Ley” (La Prensa, 07/04/2017)

Las cúpulas empresariales siempre son proclives a las negociaciones, donde ellos pueden incidir y garantizar la buena marcha de sus negocios. Las dos principales cámaras empresariales no defienden al gobierno de Ortega, sino que, como buenos oportunistas, piden más concesiones a través de un Dialogo Nacional y el fortalecimiento de la institucionalidad, que el fondo significa desmantelar gradualmente el régimen bonapartista.

En relación a la NICA ACT II, Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, declaró que "Realmente es lamentable que un país que se dice hermano pueda verdaderamente crear determinadas leyes que no afectan al gobernante, sino que afectan a la población. Se pretende que afectando al gobernante se afecte a la población, pero yo creo que la sensibilidad está en nuestra gente sencilla, en aquellos que no pueden gozar de los proyectos, no pueden gozar de los salarios, así que ojalá que esto sea solamente un proyecto, ojalá que no se llegue a aprobar". (El 19 Digital, 07/04/2017)

Pero la posición de Brenes no es todavía la posición de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica de Nicaragua, la cual ha sido muy crítica al régimen bonapartista de Daniel Ortega.

Todos los partidos políticos con representación parlamentaria, incluidos liberales y conservadores, expresaron su condena, mediante una declaración oficial de la Asamblea Nacional.

6.- La derecha quiere recoger los frutos de la NICA ACT II

Como era de esperarse, como carroñeros, los partidos de derecha, apoyan veladamente el proyecto de NICA ACT II, y tratan de sacar el mayor provecho posible, a pesar que ellos han sido derrotados en la lucha política contra el bonapartismo de Ortega.

El Frente Amplio por la Democracia (FAD), constituido por el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) y grupos aliados de la sociedad civil, en un comunicado expresó que "Lamentamos que una vez más en nuestra historia, el empeño de grupos políticos aferrados al ejercicio dictatorial y corrupto del poder, en este caso, la Dictadura Ortega Murillo y sus aliados, haya creado las condiciones para que se restrinja la cooperación financiera internacional”. (Terra 06/04/2017)

Kitti Monterrey, presidente del nuevo Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL), en una entrevista se pronunció sobre la NICA ACT II: “La “Nica Act” ayuda a presionar a este Gobierno. Y los Estados Unidos están en lo correcto en usarla como un mecanismo de presión”. (La Prensa 12/03/2017)

La algarabía no tiene límites. Lo que no han podido hacer en las calles, lo hacen los congresistas imperialistas. A partir de la introducción del nuevo proyecto de NICA ACT II han aumentado las peticiones de los partidos de la derecha. En un reciente editorial de La Prensa, se sintetizan las nuevas demandas: “(….) Ortega tiene que modificar el Memorándum de Entendimiento con la OEA e incluir en este un cronograma de reformas constitucionales e institucionales, para permitir que Nicaragua regrese a la senda de la democracia, comenzando por la celebración de elecciones libres, limpias y vigiladas por observadores independientes, nacionales y extranjeros”. (La Prensa, 07/04/2017)

Los partidos de derecha no se conformar con la prometida auto reforma del régimen político, sino que quieren repetir los Acuerdos de Esquipulas II bajo una nueva versión.

7. Rechazo a la injerencia imperialista y lucha por los derechos democráticos.

Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) rechazamos la NICA ACT II y cualquier proyecto de ley que se vaya a discutir en el Congreso de los Estados Unidos, que signifique una injerencia en los problemas y asuntos internos que los trabajadores nicaragüenses debemos resolver.

El régimen bonapartista de Daniel Ortega no ha restringido los derechos democráticos a los empresarios, sino que solamente ha reprimido a los trabajadores que hacen huelgas y a los campesinos que se movilizan contra el proyecto de construcción del canal interoceánico. Las masas trabajadoras y populares son las que han resentido en carne propia la restricción de los derechos democráticos. Debemos luchar por que estos sean respetados, incluidos el derecho a organziar nuevos partidos y la realización de elecciones justas, libres y democráticas, sin injerencias del imperialismo. La lucha por las libertades democráticas debe ser combinada con la lucha para obtener mejores salarios y un nivel de vida digno.

 

Por Sebastián Chavarría Domínguez

El pasado 15 de marzo, el presidente Daniel Ortega se reunió en el palacio presidencial, en Managua, con el Consejo de Directores de la Federación de Cámaras y Asociaciones Industriales Centroamericanas (FECAICA), la crema y nata de la burguesía industrial de la región.

Atrás han quedado los años en que las cámaras empresariales de Centroamérica emitían sendos comunicados condenando al sandinismo. Ahora la situación ha cambiado. Todos los delegados de FECAICA se inclinaron respetuosamente ante Daniel Ortega, e hicieron fila para estrechar su mano y tomarse fotos.

¿Pero qué es lo que ha cambiado? Los empresarios siguen siendo los mismos, defendiendo sus mezquinos intereses económicos. Quienes han cambiado ha sido el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y su principal dirigente, Daniel Ortega.

Después de la derrota de la revolución en 1990, emergió una nueva clase burguesa que se apropió de los cuantiosos bienes estatales que fueron confiscados al somocismo y sus allegados. Esta nueva clase burguesa está conformada en su núcleo central, por la alta oficialidad del Ejercito Nacional (EN) y de la Policía Nacional (PN), que tiene su origen en los comandantes guerrilleros que tomaron el poder el 19 de Julio de 1979.

La burguesía sandinista surgió en medio de la guerra civil, las confiscaciones y todas las penurias materiales que debió soportar el pueblo de Nicaragua, durante la revolución (1979-1990). Después de 1990, en un complejo proceso político, esta burguesía sandinista logró legalizar sus propiedades y negocios, y hasta tuvo la habilidad de dividir a sus enemigos y retornar el gobierno en 2007.

Después de un corto periodo de tensiones y de centralización del poder político, el presidente Daniel Ortega logró imponer un régimen bonapartista, que le permite mantener el control absoluto de la situación. En este proceso, la cúpula empresarial del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) ha sido un aliado vital. Los empresarios nicaragüenses, antiguos enemigos del FSLN, fieles a su tradición arribista, no les interesa la democracia porque siempre han medrado a la sombra del poder. Así lo hicieron durante el régimen somocista, y así lo vuelven a hacer ahora, guardando las diferencias de ambos regímenes.

Aprendiendo las lecciones de la historia, la cúpula sandinista ha copiado del somocismo el esquema de alianzas con los empresarios, que en su momento inauguró el dictador Anastasio Somoza García.

El somocismo incorporó en las constituciones de la época, la repartición de cuotas de poder con el partido de la oposición, creando un corporativismo político con el Partido Conservador. En la reforma constitucional del 2014 Daniel Ortega elevó a rango constitucional la estrategia de “dialogo permanente y en la búsqueda de consensos” con los empresarios, una estrategia que la ha dado resultados.

El sandinismo ha actuado un poco diferente: a diferencia del somocismo, pero con la misma lógica, no reparte ni comparte el poder, lo mantiene firmemente asido a sus manos, pero ha inaugurado una especie de corporativismo directamente con las cámaras empresariales, las que tienen representantes en todos los entes autónomos del Estado. El presidente del COSEP, José Adán Aguerrí, parece un súper ministro sin cartera, opinando sobre todos los temas y exigiendo soluciones para los empresarios.

Igual que antes, la burguesía nicaragüense no pelea por la democracia, sino que quiere un régimen fuerte con el que pueda negociar. Los partidos de la oposición burguesa se han quedado sin dinero, los grupos empresariales prefieren donar dinero para las campañas electorales del FSLN, ya no financian a los grupos de oposición.

Estos son los cambios que se han producido y que agradan a los empresarios de FECAICA, quienes arropan al COSEP. Los elogios brotaron a borbollones. Javier Simán, Presidente de la Asociación Salvadoreña de Industriales (ASI), aseguró que ven “en Nicaragua, independientemente de cualquier ideología política, el Gobierno tiene una actitud muy proempresarial, para promover las inversiones, para la generación de empleos, para atraer esa generación” (El 19 digital)

Sergio Maltés, Presidente de la Cámara de Industrias de Nicaragua (CADIN), declaró que “se ha venido dando una relación muy estrecha, a través de COSEP, y esto ha facilitado que la economía camine. Ahora hay mucho mayor apertura, porque hay mesas sectoriales que se reúnen semanalmente con las diferentes instituciones en las cuales hay mayor incidencia de las cámaras” (El 19 Digital).

Enrique Egglof, presidente de FACAICA, guardó silencio, se tomó fotos sonrientes con Daniel Ortega. FECAICA critica al gobierno de Maduro, pero no al de Ortega, al que ve como un ejemplo para la región centroamericana.

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