Por Horacio Villegas

«El escándalo es la sombra inseparable de la política»

León Trotsky, Escritos Tomo I, 1929-1930

Otro escándalo nos ha sorprendido de nuevo a los hondureños, pues Juan Jiménez Mayor, el jefe de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH), ha renunciado a su cargo el pasado jueves 15 de febrero. Los motivos de su salida inesperada se encuentran en el malestar de la OEA y el gobierno, precisamente, por la búsqueda que estuvo haciendo la MACCIH en el caso de una red de diputados corruptos, que en su mayoría son del Partido Nacional, del que destaca Mauricio Oliva, actual presidente del Congreso Nacional –y principal aliado de JOH.

Dentro de los motivos de la deserción del jefe de la MACCIH se encuentra la contratación del mexicano Jacobo Domínguez, quien era asesor en política electoral de esta misión; las posturas favorables de parte de Domínguez hacia el corrupto Partido Nacional demostraron su proceder dentro de esta misión de apoyo.

La actitud que tomó el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, también fue motivo suficiente para la renuncia de Jiménez Mayor de la MACCIH. Dentro de los conflictos que tuvieron estos dos representantes del imperialismo gringo, en apariencia personales, están de fondo las políticas favorables del gobierno de Trump para con el gobierno nacionalista. A pesar de que la MACCIH tenga las pruebas de varios ilícitos de funcionarios nacionalistas, Almagro se negó a reconocer los pequeños logros que se tenían en este seguimiento a los corruptos del país. Y sin dejar duda alguna sobre el caso, Almagro aceptó la renuncia de Jiménez Mayor.

«Me dirijo a ustedes para hacerles saber que he aceptado la renuncia de Juan Jiménez a la MACCIH en el deseo que la misma se convierta en una oportunidad para fortalecer el trabajo de la misión… Finalmente, a pesar de lo imprevisto e inconsulto de esta renuncia y las dificultades que ella pueda traer, la MACCIH seguirá adelante, espero que con mayor eficiencia administrativa y resultados más profundos y significativos a la hora de erradicar la corrupción del sistema político hondureño.» (Extracto de la carta de Luis Almagro, replicada en La Prensa, 16 de febrero de 2018)

El motivo principal de la renuncia de Jiménez Mayor de la MACCIH

El motivo principal que hizo que Jiménez Mayor dimitiera de su cargo de la MACCIH, fue haber conseguido rastrear a una ONG que dirigía la suegra de Juan Orlando Hernández, Carlota Carías. El medio de comunicación que denunció con severidad esta noticia, fue el New York Times, en un número publicado recientemente.

«El mes pasado, los investigadores del panel y la oficina del fiscal general allanaron una fundación que es una de las tantas que canalizan el gasto social del gobierno hondureño con poca supervisión. La suegra del gobernante, Carlota Carías, fue directora ejecutiva de la fundación.» Elisabeth Malkin (Artículo replicado por Criterio.hn, 18/febrero/2018)

No cabe duda que el gobierno de Juan Orlando Hernández logró presionar a la OEA para que relevara de sus cargos a algunos miembros de la MACCIH, para que no siguiera dándole seguimiento a investigaciones de esta naturaleza, pues ponen al descubierto el verdadero terreno en que se mueven los corruptos del país: en el seno de las familias nacionalistas, herederas de anti-valores tan nefastos que acabarán con todas las instituciones del país.

El papel que deben tener las organizaciones de trabajadores, el movimiento social y otros representantes del pueblo hondureño, ante la abismal corrupción en el país

Si bien existen instituciones estatales dedicadas al seguimiento de casos de corrupción, como por ejemplo el Ministerio Público, el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) y la actualmente la acéfala MACCIH, es necesario también que haya presencia activa de las organizaciones civiles y populares del país. No serán las misiones de apoyo de la OEA u otros organismos precedidos por el imperialismo gringo, las que nos quitarán de raíz este enorme flagelo que es la corrupción; pues con la marcha de los acontecimientos negativos que transcurren en el país, se ha vuelto notoria la dejadez y la omisión intencionada del gobierno y los gringos.

Varias situaciones tendremos que conducir cabalmente los hondureños antes de sanear este débil Estado, de corruptos de la talla de los funcionarios nacionalistas.  En cuanto no saquemos a este gobierno fraudulento, que se impuso en el poder a la fuerza en noviembre del 2017, y que ya lleva más de treinta asesinatos, no podremos tener instituciones fuertes que se encarguen de aplicar la justicia por parejo.

Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), hacemos un llamado a todas las organizaciones de los trabajadores, civiles y populares, para que tomen el papel de estos organismos internacionales en el tema de la corrupción; pues, ya los acontecimientos recientes nos han demostrado la complicidad de la OEA y el gobierno nacionalista, quienes se niegan a dar pronta respuesta y posterior ajusticiamiento, por los casos, ya recurrentes, de la tan dañina corrupción.


Por Joshua y Claudia Rivera

El Colegio Médico de Honduras (CMH), en febrero del 2016, cuando la doctora Suyapa Figueroa asumió la presidencia, comenzó a librar una lucha contra la privatización de la salud, en defensa del Estatuto del Médico Empleado, contra la Ley Marco del Sistema de Protección Social (LMSPS) que ya estaba en vigor. Además, se discutía en el Congreso Nacional la primera de sus cuatro leyes secundarias: la Ley del Seguro Social.

La LMSPS y el conjunto de leyes complementarias que el gobierno hondureño pretende aprobar, están diseñadas para desentender al Estado de su responsabilidad y acabar con el acceso amplio de la población a los servicios de previsión social y de salud, como un derecho universal, y convertirla en una mercancía a la que pueden acceder solamente los más ricos. Un proyecto regional que ha demostrado atentar contra los derechos laborales y el ejercicio humano de la profesión médica.

En Honduras, la Salud es el único servicio público que no ha sido privatizado a través de una serie de alianzas público privadas que los gobiernos neoliberales impusieron tras el golpe de Estado de 2009.

Frente a las postergaciones del gobierno y la Secretaría de Salud, en septiembre de 2017 el gremio médico convocó y sostuvo Asambleas Informativas y medidas de presión a nivel nacional hasta que logró sentar al gobierno a negociar, y con dignidad obtuvo el pago de reajustes y deuda con el gremio desde el año 2013, y el mayor concurso en la historia del Colegio (450 estructuras de trabajo).

En plena crisis provocada por el fraude electoral para imponer la dictadura de JOH, el CMH ha librado su más reciente batalla: las elecciones internas del CMH. El Movimiento de Transformación Gremial (MTG) disputó el control del gremio a dos contrincantes nacionalistas --Movimiento Ético y Democrático (MED) y Coalición de Médicos en Acción de Honduras (COMAH)--, derrotándolos. El MTG no tomó partido en la crisis, se plegó a las normas de un Tribunal de Elecciones controlado por la oposición, denunció las artimañas cachurecas para captar los votos de médicos desempleados, toleró una campaña mediática sucia y, pese a todas estas condiciones, la doctora Suyapa Figueroa fue reelecta. El MTG ganó con más del 75% los 20 cargos de elección, un hecho sin precedentes en la historia del gremio médico, que extiende dos años más el trabajo honesto que hasta el momento ha evidenciado y detenido el proyecto privatizador de la salud en Honduras.

Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) instamos a las dirigencias sindicales del magisterio y otros gremios a emular el ejemplo del CMH. Las ultimas luchas libradas por el gremio médico de Honduras son un modelo a seguir en otros países como Colombia, Panamá y otros miembros de la Confederación Médica Latino-Iberoamericana y del Caribe (CONFEMEL). El CMH se ha transformado en un marco de referencia para combatir los ataques a los colegios profesionales y las conquistas gremialistas en sus respectivos países. Al mismo tiempo llamamos los y las trabajadoras de todos los países a luchar de forma coordinada por la defensa del derecho a la salud pública.


Por Horacio Villegas

Ahora la censura se nos presenta –ante las últimas sesiones del congreso en donde se votó el destino de la ley «bozal»– revestida con títulos e incisos harto engañosos; basándose en las usuales molestias, que recurrentemente caracterizan a las redes sociales: un sinfín de comentarios con bravura e indignación de aquellas personas que se atragantan de cólera por el corrupto proceder del gobierno. No puede escribirse normalmente una ley que busque con afán las generalidades en excepciones: los perfiles falsos y el malestar excesivo en las redes apenas ocupa una excepción en el internet.

Estos legisladores mediocres, que apoyan esta tentativa contra la libertad de opinión, desean a toca costa ahogarse de comentarios favorables para su deleznable partido. Nadie puede suplantar el odio por cariño a la fuerza. La corrupción –cómo es de suponerse en este país– sólo se acabará combatiéndola desde el escenario que sea más provechoso.

Facebook ha compensado, para bien, los trámites engorrosos y falsos que acarrean los órganos de «¿justicia?», y ha vuelto más evidente e inmediata –y con suerte, eficaz– la denuncia. Nada de secretividad hay en esto; y por lo tanto desde allí se encara y enjuicia sin formalismo previo alguno. He aquí, las verdaderas molestias que provocan en estos cobardes diputados el uso concienzudo y activo de las redes sociales. Lo que realmente les incomoda es estar expuestos ante el pueblo, quedar descubiertos; para así, sin ninguna sombra que los vigile, seguir libres, cometiendo robos y saqueos al tesoro público.

La malnacida «Ley nacional de ciberseguridad y medidas de protección ante los actos de odio y discriminación en internet y redes sociales», surge en el contexto de más de treinta asesinatos, violaciones a los Derechos Humanos, en el apogeo de la depravación nacionalista que ha coronado a su tirano, y en suma, alrededor de una sociedad golpeada por el terror militarista y la perversidad política del partido nacional y los Estados Unidos de Norteamérica.

Entonces, ¿hacia dónde nos quiere llevar este gobierno corrupto-ilegítimo- cobarde-asesino? Está claro que el rumbo al que nos dirigen es el fracaso, sino la muerte.

«…porque se puede matar al hombre de múltiples maneras, según si se rompe su cuerpo o su sentido de la vida humana, o su estima de sí mismo y su dignidad de ser hombre: por tortura, privación de libertad, discriminación racial, política, religiosa, extinción de la personalidad, subyugación del pensamiento e impedimento de su expresión.» (Paul Ricoeur, «violencia y discurso», 1982, p. 298).

En donde se aminoran las libertades democráticas, y se mancillan derechos tan elevados y primarios como la vida, florecen cadáveres humanos que esperan redención; y hoy más de treinta vidas arrebatadas por este gobierno, claman JUSTICIA a gritos. La censura –en cualquier forma que se nos presente– no llegará a fulminar nuestras libertades más preciadas, pues no hay frontera todavía existente, que nos limite a gritarles ¡CORRUPTOS! A los corruptos, y ¡LADRONES! A los ladrones –aunque el mensaje esté escrito y decorado sobre la herrumbre de las sencillas piedras.


Por Horacio Villegas

«Unos hombres piensan en sí más que en sus semejantes, y aborrecen los procedimientos de justicia de que les pueden venir incomodidades o riesgos. Otros hombres aman a sus semejantes más que a sí propios, a sus hijos más que la misma vida, al bien seguro de la libertad más que al bien siempre dudoso de una tiranía incorregible, y se exponen a la muerte por dar vida a la patria.»

José Martí, Ensayo «Nuestras ideas»

Los líderes del partido oficialista, el Partido Nacional, confirman hoy, a todas luces, ser aquellos hombres y mujeres que encarnan los males que enferman a toda una sociedad. Dígase en el mejor y claro sentido: son la peste que derrumba tanto física como espiritualmente a un pueblo. Sus tan evidentes aspiraciones individuales, demuestran en un alto grado el egoísmo de aquella cruel bestia que traiciona a los suyos por saciarse hasta el enervante y sádico cansancio.

Las evidencias de esto se han presentado en toda su obscenidad luego del golpe de estado del 2009, y con mayores matices al acontecer el fraude electoral del 27 de noviembre del 2017: escándalos de corrupción, saqueos a instituciones vitales como el seguro social, vínculos con el narcotráfico y la nueva arremetida contra la dignidad del pueblo hondureño que se denomina según la MACCIH: «Pacto de Impunidad».

Los nacionalistas –como hemos podido advertir la mayoría de hondureños en estos aberrantes ocho años de vil legislatura– han sido capaces de desmantelar y reducir a escombros, todas las instituciones del Estado. Ni una de las varias instituciones estatales se ha podido salvar de esta demoledora mediocridad hecha política.

Una tríada de pestes le ha dado forma a este nefasto partido desde su nacimiento: la corrupción, la impunidad y el crimen. No existe ningún punto de referencia más o menos plausible en el pasado reciente, que ubique a este engendro partidario a la par de los actores más preocupados por la democratización del país. Más bien ha sido todo lo contrario.

Estos hombres y mujeres –los hijos y nietos de estos viejos líderes nacionalistas– que alardean hoy con sus vestimentas azules y banderas de igual color en mano, y que llegan a celebraciones ficticias y vacías de reconocimiento popular (la patética toma de posesión del fraudulento e ilegítimo presidente), no tienen la menor idea del protagonismo de su querido partido en el inicio de los enormes conflictos políticos que hemos sufrido los hondureños a través de nuestra historia.

Basta con señalarles que su tatarabuelo dictador Carías, consolidó el programa de gobierno de mayor aspecto irracional y a la vez insensato: «el destierro, encierro o entierro». Y hoy esta fórmula sigue latente dentro del programa de gobierno de los nacionalistas; claro está, con mayor sofisticación.

Cuando nos parecieron suficientes los crueles hechos que daban por sentada la proximidad de este gobierno a una sanguinaria dictadura –entre ellos el asesinato de más de treinta personas en protestas–, apareció de repente y sin advertencia de ningún tipo (el 1 de febrero del 2018) una propuesta espeluznante de parte de un diputado nacionalista: la censura de la opinión pública, específicamente la que se ventila en las redes sociales.

La osadía de este arbitrario régimen, de quebrar uno a uno los principios más elementales de toda aparente democracia, ya fastidia la calma de la mayoría de los hondureños conscientes de este daño irreparable; y esto lleva irremediablemente al odio, el cual no puede contenerse ni con la peor de las censuras. José Martí escribiría algo muy importante al respecto para su amada Cuba en su poema dramático «Abdala», pero que hoy –a más de 100 años de su redacción– resuena en los oídos del pueblo hondureño que se resiste al semblante de otra dictadura.

«El amor, madre, a la patria

No es el amor ridículo a la tierra,

Ni a la yerba que pisan nuestras plantas;

Es el odio invencible a quien la oprime,

Es el rencor eterno a quien la ataca;

Y tal amor despierta en nuestro pecho

El mundo de recuerdos que nos llama a la vida otra vez…» (José Martí, Abdala, p. 6.).

De nuevo nuestro país entró en la polémica mundial, esta vez dejando un precedente que no debe perderse de vista: pues el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica está detrás de todo esto. Y desde luego sus claras incidencias no dejaron de provocar horror entre los consabidos de su intrusión directa en los asuntos políticos nuestros; y sin más, Honduras ya tenía presidente a los ojos del amargo país imperialista –Fulton así lo reconoció.

Es de sobrado conocimiento el tambaleante y cínico discurso de los gringos, por lo que el odio que ventilamos hoy los hondureños, se dilata también en las sendas gubernamentales de este verdugo mundial. Y el partido de gobierno que hoy pretende quedarse cuatro largos años más en el poder, mantiene aún el mismo bajísimo precio por debajo de aquella costosa mula, a nuestro juicio más sensata y honesta.

El maestro Ramón Oquelí –riguroso crítico del militarismo y de los regímenes antidemocráticos que nos han abatido– no dejó duda alguna al referirse a los rasgos y conductas asquerosamente predictivas de los medios de información oficiales en Honduras:

«Consideramos ya como normal que los diarios actúen por ciclos, ayer a favor de una postura o una conducta, y pasado mañana abjurando de su fe pasada, con la más cínica y confortable tranquilidad.» (Gente y situaciones, tomo 1, p. 17. Ed. 1994)

La definición le queda «como anillo al dedo» a los medios tanto escritos como digitales que en este momento se enfrentan –ladrando y gruñendo– contra la verdad que les quema los ojos: El Heraldo, La Prensa, HCH, y el Wong de canal 10. ¡Vaya ocupación más infame la de estos medios que se atragantan cada vez más con sus lenguas, al no dejar ir ni una tan sola verdad, que hoy es tan necesaria!

Todo lo anterior podrá leerse –si se desea– en clave de uno de los tantos prejuicios habidos y por haber que se colocan con afán deliberante y emotivo en muchas columnas de opinión en la prensa del país, pero lo cierto es que en Honduras los engaños provienen del decir y hacer de estos compadres o compinches hablados: los partidos políticos tradicionales, el gobierno estadounidense, los medios de comunicación oficiales, y los no menos importantes empresarios árabe-palestinos. Y ante la lluvia de añagazas vertidas a diestra y siniestra en este país, solo nos queda taparnos, tan siquiera, con la modesta permeabilidad de la crítica.


Por: Ignacio López Recarte

A doce días de haberse celebrado las alecciones pasadas, el silencio del Tribunal Supremo Electoral (TSE) anunció un proceso de escrutinio único en su historia, proceso letárgico que poca comparación tiene con la efectividad del escrutinio de cuatro años atrás, con el cual fue declarado ganador en pocas horas el actual candidato y presidente Juan Orlando Hernández.

Cuando se hace una revisión del antecedente histórico, Honduras se encuentra ante un proyecto político que surge de la crisis generada durante el golpe de Estado a casi una década. El proyecto impulsado por el Partido Nacional para  tomar el control del país, inicia con el secuestro de la institucionalidad y la centralización de los poderes del Estado en uno solo, todo ello acompañado de un fuerte escudo de defensa que nace con la aparición de la Policía Militar, la depuración de la Policía Nacional y la inyección de fondos para impulsar campañas políticas. El plan gestado con la intención de frenar la alternabilidad del poder y garantizar que se mantenga en un solo sector, ha desencadenado a su vez, que en el proceso de elecciones atípicas se manifestara el desplazamiento masivo de personas para ejercer el sufragio. Es difícil a estas alturas discernir si la aceptación de la sociedad hondureña de participar en las elecciones puede ser utilizada como maniobra para legalizar y consumar todo el proyecto orquestado por el Partido Nacional, el cual comienza a evidenciar su vez a tener falencias.

Parece que el TSE tiene dificultades para dar las mismas respuestas contundentes que hace cuatro años atrás. Los argumentos utilizados son, que a modo de transparentar todo el proceso de escrutinio ha respondido a las demandas hechas por la oposición, y que ha sido esto lo que ha generado el retardo para declarar un ganador. Por su parte, las actas en posesión de los partidos de oposición, contradicen los resultados del TSE y aseguran que existe un nuevo presidente electo, el cual obviamente no es el señor Juan Orlando Hernández.

La incapacidad del TSE ha traído consecuencias fatales ante la imposibilidad para tomar el mando y emitir dictámenes contundentes.  Las protestas en el país han explotado y con ello la agudización de la crisis, la poca estabilidad con la que se gozaba pende prácticamente de un hilo y los políticos parecen jugar con ello. Por su parte, esto no parece generar ninguna carga emocional en el TSE sino que más bien, pacientemente ha dispuesto de todo el tiempo del mundo para dar garantías de que su trabajo es de fiar, todo muy contrariamente, a las aseveraciones hechas días atrás por la Organización de Estados Americanos (OEA), quienes ha puesto en duda que los procesos llevados a cabo para la elección puedan generar confianza y estabilidad en el país.

Conmovida, la población hondureña ha salido a las calles de sus barrios y colonias a protestar, a detener toda la actividad en el país y a tratar de transmitir al mundo los acontecimientos suscitados que tienen a Honduras en un retroceso en pleno siglo XXI. Tales protestas han logrado tener un impacto mediático, porque han logrado frenar de forma parcial las tentativas reeleccionistas del presidente, impulsadas por el Partido Nacional. Las protestas han provocado disturbios y algunas muertes, esto debido a que el gobierno ha enviado a la Policía Militar a las calles, con la orden de disparar a discreción a todo manifestante. Las muertes ocurridas parecen quedar en la impunidad, con respuestas simples, los misterios sobre quien abre el fuego se atribuyen a la misma inestabilidad, sin que los hechores de los crímenes tengan nombre o rostro.  

Ante tal situación, como medida el gobierno de la república decretó el Estado de Sitio, disposición que se aplica únicamente en casos extremos, los cuales no son aun el caso de Honduras. La medida empleada por el gobierno parece haber sido efectiva, las tomas de carreteras han disminuido, lo cual ha permitido obtener un poco más de tiempo para analizar con más detenimiento la situación.

El silencio de los nacionalistas anuncia  estocadas profundas para provocar heridas de muerte que sencillamente no pueden ser pasadas por alto. El silencio de las autoridades gubernamentales también se acompaña de algunas otras estrategias. La docilidad del actual presidente, ante las recomendaciones, se asisten también de ciertas directrices para los simpatizantes de su partido. Las marchas convocadas por la paz se contraponen con las protestas catalogadas como violentas de la oposición. Los simpatizantes del Partido Nacional hacen un llamado a la armonía mientras que la oposición clama claridad ante la situación; el discurso de los grupos de poder se encamina a la paz, una paz que evade el verdadero motivo de los disturbios: un presidente electo y una reelección que nadie pudo detener. Elecciones ilegitimas y los intentos por recuperar el control del país.

24 horas de protesta de la Policía Nacional

Uno de los grandes golpes hacia el muro institucional levantado por el gobierno, ha sido el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. En el fervor de las protestas inesperadamente se une este último, quien ya golpeado después de su depuración, levantó demandas a los altos mandos y estableció condiciones para regresar a las calles. La sublevación de algunos policías desertores, el lanzamiento de las bombas lacrimógenas al cielo en señal de protesta, aumentó el fervor de las masas y otorgó mayor fuerza al movimiento de insurrección en todo el país. Las acciones generaron automáticamente una situación tal vez no figurada por el gobierno, situación que inmediatamente fue revertida con las mejoras en las demandas de los policías y prontamente se restableció la estabilidad dentro de la institución policial. El rápido regreso de la Policía Nacional ha provocado nuevamente el fortalecimiento de la estructura gubernamental.

Estos dos golpes, el toque de queda y la rectificación de la Policía han generado incertidumbre en los movimientos de protesta y les han vuelto pasivos. Pareciera que las acciones emanadas de la ciudadanía indignada están siendo absorbidas rápidamente por las directrices de la clase política de la oposición, directrices con estrategias ya antes utilizadas y poco efectivas y con entera confianza en una institucionalidad secuestrada. Tales movimientos pacíficos se identifican con grandes desplazamientos de masas, recetarios impulsados por una clase burguesa que no busca revolución sino más bien negociación. Este panorama, arrastra una vez más a que el pueblo hondureño dependa de una dirigencia que, día a día pierde el control y permite que los planes establecidos por el gobierno de turno sigan su cauce. Se recupera poco a poco el orden establecido. Honduras no soporta más una crisis y decide continuar con las labores antes de perder más; suspendido el toque de queda, autorizada la portación legal de armas, el mensaje claro es que se recupera el control del país, en tanto la ciudadanía se sumerge nuevamente en la cotidianidad, mas no en la indiferencia.

Reelección o triunfo del socialismo.

Las maniobras del gobierno de turno se han especializado en emplear los problemas sociales a su favor. Si las medidas que se toman generan inconformidad, se culpa a la oposición de crear la inestabilidad. El discurso reeleccionista se focaliza en tomar a esta como un supuesto, lo cual la normaliza y la vuelve digerible, en tanto que la negociación continúa en torno a ejes que no satisfacen a cabalidad las verdaderas demandas del pueblo. Las estratagemas del gobierno han dado nuevamente un giro en el cual se busca asociar la victoria de la oposición con el Chavismo y el socialismo del Siglo XXI, lo cal ha obtenido una rápida respuesta por parte de la embajada estadounidense en Tegucigalpa, quienes han respaldado el proceso electoral en Honduras calificándolo como digno de fiar. La normalización de la reelección se plantea como un artificio para que no se critique el mal inicial sino los procesos que se usaron para llegar a la misma, ya no se trata del problema de la reelección, se trata de una lucha que se pretende plantear la disputa por la supervivencia de una derecha que no desea instaurar el “socialismo de siglo XXI” en el país.

Todo parece apuntar que los esfuerzos están dando frutos, la dilatación del problema también ha contribuido para recuperar espacio perdido; el tiempo juega en contra si los procesos se alargan ya que con ello se busca el agotamiento de las masas, las cuales, no pueden competir porque no se posee la herencia de las luchas de sociales ni mucho menos los recursos para sustentarlas, la crisis del país ha sido utilizada como un estira y encoje en favor de los grupos de poder.

A pesar de todo, aun se cuenta con el tiempo para volver a retomar la ventaja que se había ganado con la insurrección civil, las decisiones que tomen a partir de estos días son claves en el futuro por esa razón es preciso tomar consciencia en este momento, no es posible bajar la guardia. Las medidas deberán ser más radicales, el Paro Nacional se ha vuelto no solo una necesidad sino también un deber, así como la organización de comités en los barrios y colonias. La lucha debe radicalizarse si se pretende obtener resultados contundentes en favor de una sociedad desamparada, pero esto tampoco puede ser posible si la manifestación desordenada, amorfa se establece como la máxima forma de expresión; la protesta sin organización incurre en un sinsentido y se resume en un mero desplazamiento de masas, si no trasciende a una lucha consciente. Esta es una de las grandes debilidades que permite que los grupos dominantes ganen nuevamente los espacios, la derrota de los movimientos se debe a que la protesta es asumida de formas frívolas, como si fueran cosa de un día, como una mera catarsis para que fluya la indignación para regresar una vez más a la labor diaria. Esta ignorancia, no debe de ser permitida si se pretende hacer un cambio a pocos días u horas de que se anuncie un ganador. Todo dependerá de lo que verdaderamente desee el pueblo hondureño, la gran disyuntiva de sufrir o luchar

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