Por Maximiliano Fuentes
Después de que el depuesto Presidente de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, regresó de forma sorpresiva al país, miles de hondureños se volcaron a las calles bajo la esperanza de que el gobierno espurio de Roberto Micheletti retrocedería y entablaría un proceso de negociación iniciado en el mes de julio en San José de Costa Rica. Lejos de semejante pretensión, el gobierno de facto, intimidado por las enormes movilizaciones y la radicalización de las masas aprobó un acuerdo ejecutivo que restringía las garantías individuales y suprimía la libertad de prensa. Al mismo tiempo que desaloja y desarticula toda marcha de resistencia, mantiene encarcelado en la embajada de Brasil al Presidente Zelaya, su esposa y algunos manifestantes por amplios contingentes militares.