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Por Héctor Figueroa Toruño

Nunca como ahora Honduras, esta pequeña nación centroamericana, había sido sacudida por una crisis sociopolítica de implicaciones tan graves y nefastas como la que se ha suscitado desde el 28 de Junio pasado, crisis que ha estremecido los mismos cimientos de la sociedad hondureña y  que tiende ha agudizarse debido las posiciones aparentemente irreconciliables de los dos bandos en pugna.

Desgraciadamente, al momento de escribir estas líneas, no se vislumbra en el horizonte una luz diáfana que ilumine las densas tinieblas que nos cubren. Y como si se tratara de algo que hay que tapar con el barro del que fuimos hechos, para no volverlo a ver, se pretende a toda costa inducir a los ciudadanos a enterrar los acontecimientos en el cementerio del olvido como si aquí no hubiese sucedido nada. Intentaremos pues escarbar un poco de tierra para desentrañar esta compleja realidad.

1- Está claro que el conflicto que nos abate hasta el día de hoy no puede entenderse solo desde el plano político, como algunos han insistido. El asunto no tiene que ver con disputas o divergencias meramente políticas; va mucho más allá de esto. Con el golpe de estado, los grupos que componen la rancia oligarquía, que por décadas han movido  a su antojo los frágiles hilos de nuestra incipiente economía, apostaron por revertir cualquier intento de cambios y transformaciones- inspirados por el mensaje "subversivo" del terrateniente olanchano convertido en presidente-  que se pudieran gestar en el futuro, lo que inevitablemente pondría en riesgo sus mezquinos intereses y los relegaría a espacios cada vez más reducidos de control político e ideológicos para lograr su cometido, no han escatimado tiempo, energías y sobretodo recursos; aún antes de materializarse el funesto plan golpista, ya se habían movido como piezas de dominó, figuras claves del engranaje público, cuales habrían de jugar un importante papel para justificar con toda clase de argumentos jurídicos y hasta morales, el arresto y expatriación del mandatario Zelaya( diputados, jueces, fiscales, etc.).

2- Con la finalidad de desviar a la opinión pública, tanto nacional como internacional de las  verdaderas razones que originaron tan deleznable acto, se multiplicaron los esfuerzos de sus cabecillas para inyectar en las conciencias de cuantas almas pudieran engañar, la idea de que lo ocurrido a finales de Junio fue una "sucesión presidencial", por lo que Roberto Micheletti Baín, con todas las de ley, pasaba a ser el nuevo presidente constitucional de la república. No cabe duda alguna que por mucho que se ha dicho en estos 97 días de gobierno de facto, la propaganda mediática no ha pegado. Es por ello que desde que Zelaya vuelve al país, se ha vuelto a insistir en la idea de que él fue depuesto de su cargo porque se hizo muy amigo de los gobernantes de la izquierda radical en Latinoamérica ( Hugo Chavez, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega), siendo estos personajes acusados ferozmente de fraguar un plan para inundar a Honduras del cáncer comunista.

En la tarea de convencimiento a las masas han jugado un rol protagónico los medios de comunicación, hasta antes del golpe, más influyentes del país. También, se han contratado poderosas empresas en E.U.A. dedicadas a orquestar campañas mediáticas que buscan generar opiniones favorables hacia el actual régimen, especialmente en aquellos que tienen poder de decisión en aquel país (congresistas, senadores, entre otros).

3- Nadie puede objetar con razonamientos congruentes y serios de que la piedra en los zapatos de los que detentan el poder en la actualidad, es el Frente Nacional de Resistencia, agrupación que, pese a un sinnúmero de obstáculos, cada día que pasa ha ido cobrando más fuerza y se ha ido consolidando en prácticamente todo el territorio nacional. Ya no solamente se habla de llevar a cabo marchas plantones y caravanas de automóviles, como en los dos primeros meses; ahora se escucha que en los barrios, colonias, aldeas y municipios y hasta en los departamentos, las bases de la resistencia se han ido organizando de manera espontánea, revitalizando con ello la lucha del pueblo.

Para frenar el avance de la resistencia, el gobierno de facto ha puesto en funcionamiento la totalidad del aparato represivo bajo la asesoría de militares retirados, algunos de los cuales fueron acusados de haber estado involucrados en la desaparición y muerte de al menos 184 personas durante la década de los 80s (tal es el caso de Billy Joya Améndola). La brutal represión ha sido ocultada y/o minimizada hasta por los órganos encargados de aplicar la justicia, evidenciando claramente que actualmente se vive en el país un estado de absoluta indefensión.

La represión no se detiene. Con el ilegal decreto pcm-m016-2009, publicado la semana pasada en el diario oficial La Gaceta, prácticamente se le ha dado vía libre a policías y militares para continuar sembrando el terror y manchando de sangre el suelo patrio.

Mientras tanto el presidente Manuel Zelaya, quien hace 11 días de  forma intrépida y astuta, logró burlar a la inteligencia militar entrando de nuevo a su terruño, sigue pernoctando en la embajada de Brasil, en espera de que tanto la resistencia como la comunidad internacional, arrecien la presión en contra del régimen de facto con el fin de acelerar su retorno al poder.

Y en tanto siguen yendo y viniendo asesores, diputados, cancilleres y mediadores, aquellos que valientemente hemos levantado la voz para oponernos a la barbarie, seguimos llorando a nuestros muertos, ignorando si mañana el nombre de alguno de nosotros se añadirá a la lista de los mártires caídos.

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