Por Nicolás Le Brun y Joseph M. Herrera

Ya es una realidad la pandemia de COVID-19 en Centroamérica. En los últimos días los gobiernos de Costa Rica, Panamá, Honduras, y Guatemala han anunciado varios casos confirmados en sus territorios de este nuevo virus que azota al mundo entero. Las autoridades de Costa Rica y Panamá se han mostrado con mayor calma, pues no es desconocido para nadie que los sistemas de salud pública en esos dos países cuentan con más robustez técnica y de cobertura, que en los casos de permanente crisis en que se encuentra la institucionalidad sanitaria de los otros Estados de la patria centroamericana; servicios públicos desmantelados y llevados a la carencia permanente por el neoliberalismo imperante desde finales del siglo XX, y que vuelve dejar ver a todas luces la naturaleza reaccionaria de la burguesía en todo el mundo.

El origen del virus: la anarquía capitalista de la producción

Desde que el virus hizo su aparición en el mercado comercial de la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei en el centro de China, todos los medios masivos internacionales se han prestado a promover la especulación sobre su origen, excluyendo las variables que pudieron influir en la mutación del virus, que saltó de los animales a los seres humanos, tratando de culpar facilonamente a una especie animal o a la propia población China y su cultura milenaria –entiéndase al pueblo y no a sus gobernantes–.

Ninguno de los medios masivos de las metrópolis capitalistas ha evitado el disimulo de culpar al murciélago primero, al pangolín después, pasando a discriminar y valorar en una vulgar retórica etnográfica, de barbáricas las costumbres alimenticias de la sociedad china, llegando a sostener argumentos racistas y xenófobos, como que este era un castigo celestial a un pueblo sin la idea del Dios occidental judeo-cristiano. Nada más alejado de la realidad, que querer montar los valores y las tradiciones de occidente a la vida de oriente.

La xenofobia, el racismo y el misticismo religioso han demostrado nuevamente la ignorancia propia que se ocultaba bajo el óleo cosmopolita de la globalización capitalista, que se ha refractado bajo el esquema de la etapa neoliberal del capitalismo mundial, como la promotora de sociedades cada vez más abiertas a la diversidad cultural, étnica y religiosa. Esta falsa idea de un mundo abierto para las mercancías, pero hoy cerrado para todos los humanos de la mano de los gobiernos que se reclamaban grandes promotores del globalismo, ha dejado ver las fracturas de todo el orden burgués moderno.

En ninguno de estos medios se ha hablado de la enorme presión que la industria China ejerce sobre la naturaleza, economía que se ha basado en las últimas tres décadas en transformarse en el taller manufacturero del mundo –el 70% de la industria global, está localizada en China–, desde su gran Salto Adelante en la década de 1980, cuando se restauró el modelo capitalista de producción bajo la férula anquilosante de la burguesía imperialista China, que hoy se oculta tras las sigas del Partido Comunista Chino (PCCH), gran administrador de la explotación de la clase obrera más extensa del planeta a favor del capitalismo global.

China creció por sobre el 8% de su Producto Interno Bruto desde finales del siglo XX hasta mediados del 2015, ejerciendo en los hechos los ricos “comunistas del partido” como administradores de la destrucción natural y la alteración de la cadena trófica del ecosistema del propio país, explotándolo para luego ensamblar en sus grandes talleres las mercancías que las grandes trasnacionales de los países imperialistas como Japón, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea consumen, condenando al trabajador chino al status de siervo del neo-feudalismo asiático; bastará recordar que el salario promedio de un obrero en China es de 1000 yuanes, unos 146 dólares al mes, bastante por debajo del mínimo europeo o norteamericano, quizá solo equiparable con los míseros salarios a los que nos tienen acostumbrados a los centroamericanos.

No es para nadie desconocido que la mayoría de mercancías del planeta se producen en China, pues la táctica de la des-localización de la industria de los países capitalistas a países como China a finales del siglo pasado bajo la lógica neoliberal, hoy le está pasando factura al mercado mundial. Incluso está haciendo que las bolsas financieras se desplomen ante la incógnita de que el brote mantenga detenida parcialmente la industria China, su taller; que estos días, como producto de la cuarentena la industria China, está funcionando al 30% de su capacidad normal. Esto ha hecho caer el precio del petróleo y los índices más importantes del mercado bursátil financiero internacional.

La explotación capitalista del medio ambiente y la alteración del frágil equilibrio de la naturaleza (factores de la intervención humana que se acentúan con la competencia irracional entre los capitalistas para producir más de lo que realmente necesita la humanidad, para vencer bajo el volátil juego de la oferta y la demanda a sus adversarios capitalistas) es la verdadera causa de la mutación y propagación del virus. No es coincidencia que los últimos virus que han hecho su aparición en lo que llevamos del corto siglo XXI (SARS, HN1N1 y ahora el COVID-19 –una variante del SARS–) se originaran en el derruido y trastornado ambiente natural de la China continental; bastara recordar que los chinos no son nuevos en el habitual uso de las mascarillas o tapabocas en su diario vivir.

La anarquía capitalista entablada en una competencia irracional, ha acelerado el cambio climático, dando las condiciones efectivas para la mutación del virus. Casos como la guerra comercial por el petróleo entre Arabia Saudita capitaneando el Cartel conocido como la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), contra Rusia y de estos dos contra el endeble mercado del petróleo de esquisto norteamericano, ha demostrado nuevamente el carácter reaccionario de la burguesía y la lógica propia de esta anarquía de la producción. Mientras el mundo trata de combatir una creciente crisis sanitaria causada por el COVID-19, los imperialistas no ven mejor momento para pugnar en una competencia por imponerse en el mercado del petróleo, subiendo la oferta a pesar de que la demanda mundial ha caído en más del 60% durante el último mes, incluso a costa de la caída en picada de las bolsas de valores y del capital financiero especulativo del que estos mismos dependen para hacer sus transacciones internacionales y la especulación de los mercado a futuro. El barril pasó de costar cerca de los $110 a acercarse a los $23 al cierre de los mercados el miércoles 18 de marzo.

Todo esto quiere decir que cada vez más la humanidad sufrirá epidemias y pandemias con virus mutados más resistentes, crisis sanitarias que acentuaran más las cíclicas crisis económicas del capitalismo, que hace cada vez más cortos los ciclos de alza del capitalismo global, extendiendo los periodos de crisis hasta volverlas estados permanentes del sistema capitalista. Esta es la victoria del capitalismo que prometió Fukuyama a finales del siglo XX con la derrota y restauración del capitalismo en la URSS, pues la propia victoria del capital sobre el trabajo ha desencadenado la derrota de los vencedores, que hoy le piden al Dios, en el que nunca han creído, que este cataclismo causado por ellos mismos se detenga, pues su dios real, el dios don dinero se está devaluando rápidamente por su inyección irracional de papel moneda sin respaldo (en oro) a las economías de Estados Unidos y Europa, para engañar así a los consumidores, para hacer creer que la recesión aún no ha empezado.

El orden burgués es incapaz de frenar la globalización del virus

Hay una similitud entre los medios masivos de comunicación capitalistas y los fariseos de la izquierda mentecata latinoamericana e internacional, pues ambos se empeñan en esconder que el verdadero origen del virus está en la destrucción sistemática de la naturaleza derivada de la anarquía capitalista de la producción. También enaltecen a la burguesía China, administradora de la explotación del pueblo chino al servicio de sus pares capitalistas e imperialistas occidentales, queriendo pensar neciamente que la China actual, donde se ha consumado la restauración del Despotismo Asiático bajo las formas de reproducción de riqueza de un capitalismo cada día más agresivo, es la China de la revolución popular de 1949; nada más alejado de la realidad que la ceguera autoimpuesta por los infames panfletistas a ambos lados del espectro político, que hoy han demostrado ser incapaces ante el hecho consumado de la crisis sanitaria, humanitaria y económica que se desencadena tras el COVID-19.

La burguesía global vilipendió y promovió la xenofobia para apuntarse un tanto contra sus socios del PCCH al inicio de esta crisis sanitaria –siempre es buen momento para acertarle un golpe al socio–, tratando de hacerlos ver como una dictadura asiática bárbara, alegando que solo una dictadura “comunista” podía poner en encierro –cuarentena– a 40 millones de personas en la ciudad de Wuhan y más de 70 millones en la provincia de Hubei. Lo que no recuerdan ni recordaran los propagandistas del capitalismo, es que esa misma dictadura es la que les asegura la producción en masa de mercancías a bajo costo, derivada de la explotación extensiva y brutal de la fuerza de trabajo, que ha condenado a la semi-esclavitud al pueblo trabajador chino.

Por otro lado, tenemos a los siempre atrapados en la discursiva falaz de que efectivamente el inexistente comunismo de los capitalistas chinos ha detenido el contagio, ignorando o queriendo ignorar que fue la propia anarquía promovida desde el totalitarismo y el capitalismo imperante en China, el que desoyó las advertencias del personal sanitario que anunció el aparecimiento de un nuevo virus en el mercado de Wuhan a finales del 2019. Que fue esta misma dictadura futurista del capitalismo mundial, la que advirtió al equipo médico que alertó, de enviarlos a campos de reeducación para que dejaran de promover el pánico en los mercados, pues la sociedad poco importa a la horda de oro del capitalismo chino.

Y que solo cuando el virus amenazó el eje y la estabilidad de la economía china, fue cuando la burguesía de los déspotas asiáticos se prestó a utilizar los métodos draconianos del Big Data, para vigilar, controlar y reprimir a los ciudadanos por medio de la híper vigilancia pública de un país plagado de cámaras y controles digitales sobre su población civil. Todo eso ante el creciente disgusto del pueblo Chino contra las autoridades gubernamentales de la dictadura capitalista del futuro, que ya es una realidad en China. El control del virus solo ha logrado reforzar el control totalitario de la burguesía china sobre un país de más de 1 mil 400 millones de habitantes, un país donde no es la dictadura del trabajo, sino la dictadura totalitaria del capitalismo la que defienden nuestros fariseos de la izquierda chabacana de siempre, hábil para repetir consignas vacías y defender tras éstas las dictaduras que pesan sobre los trabajadores del mundo, sin importar sus formas.

La represión ha sido efectiva para la burguesía China, pues en la última semana se ha anunciado el freno en el crecimiento del contagio en la ciudad donde se originó. Ahora los que promovieron demagógicamente el desprecio contra el pueblo chino, tratando de equipararlo a la dictadura del capitalismo mundial gobernante en ese país, han empezado a pagar la factura de su demagogia, pues el epicentro del contagio ya no se encuentra ni en China, ni es las vecinas Corea del Sur o Japón, sino en la civilizada y avanzada Europa.

La pandemia en Irán, Europa y Estados Unidos

Haremos un paréntesis en este punto, para hablar de Irán, donde el contagio es masivo, teniendo entre ellos a varios integrantes de la dictadura teocrática de los Ayatolas. En los medios anti-yankees falsamente anti-imperialistas no se habla de que esa propagación tan rápida del virus en el país fue causada por la intervención comercial del imperialismo chino en la economía de la propia Irán, donde los grandes magnates chinos tienen fuertes inversiones en gas, petróleo y en la minería. Es así que la migración de trabajadores chinos a Irán hizo que este país sea el más afectado en Medio Oriente.

Europa y Estados Unidos los mandatarios como el propio Donald Trump le restaron importancia a la propagación hace una semana, haciendo creer a la población que ésta no afectaría drásticamente a los países desarrollados de occidente porque era un virus de los tenebrosos chinos, que estas escenas que hoy se ven en Italia y en España donde se encuentra actualmente el epicentro de la crisis mundial causada por la pandemia de coronavirus, eran solo factibles en la república de los hunos. Trump ha tenido que morir bajo el peso de sus propias palabras, pues el COVID-19 ya ha impactado de lleno en los Estados Unidos, y se espera que el virus alcance su pico de contagio hacia finales de marzo, por lo que Trump ha tenido que hacer primero sus desplantes a la derecha, para salir luego como los gobiernos de la Unión Europea (UE) a la izquierda, prometiendo paquetes fiscales y planes de rescate económico, incluso barajando hacer efectiva la entrega de dinero a las familias norteamericanas, para que el nivel de consumo del país no baje y así evitar la recesión, que la misma Reserva Federal ha estado encubriendo en las últimas horas, imprimiendo más dólares; esto quiere decir tapar la deuda con más deuda.

Ahora, después de dos semanas en que tanto los gobiernos como las respectivas posiciones políticas en Italia y en España desacreditaron la emergencia, la crisis se ha agudizado. En lugares como España la coalición de gobierno (PSOE-PODEMOS) incluso llamó a llenar las plazas por el 8 de marzo, cuando Italia ya reportaba el contagio masivo del virus; la ultra derecha no se quedó atrás en su soberana estupidez, pues los dirigentes de VOX reunieron a unas escuetas bases en Vista Alegre para luego informar que la mayoría de sus dirigentes nacionales habían contraído el virus y lo habían propagado entre sus bases. Ahora han tenido que recurrir a las medidas draconianas imitando a la dictadura capitalista china.

La pandemia ha cobrado más de 3000 vidas solo en Italia, alcanzando a los muertos producidos en China hasta el día de hoy, donde se ha contenido finalmente la epidemia nacional bajo la fuerza del ejército y de la vigilancia total de la población. Los gobiernos no solo han mostrado nuevamente su naturaleza de clase, al promover que cada individuo se cuidara como pudiera al inicio, acentuando el pánico social y el consumo y posterior desabastecimiento de productos de primera necesidad. La burguesía gobernante en todo el mundo no anunciará que su miedo a implementar fuertes medidas restrictivas no era para cuidar los derechos individuales de los que tanto se ufanan, sino para cuidar la libertad de las mercancías, no cerrar las fronteras para evitar la caída de los números de sus dueños en los mercados; ahora han tenido no solo que restringir las libertades individuales, también han devastado el mercado.

La clase poseedora global inicia las medidas socialistas para frenar el virus

Contra toda la voluntad de la burguesía global, los gobiernos han tenido que doblar el brazo esta última semana. En lugares como Italia, España y Francia donde los servicios públicos y la sanidad experimentaron rapaces recortes por de las medidas de privatización de la Troika Europea (Comisión Europea, Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional), con la excusa de la crisis fiscal y de la deuda soberana de los países del sur de Europa, han tenido hoy en día que volverse tras sus pasos. No es raro entonces que ahí donde se recortaron los servicios públicos, es donde más fuertemente se ha implantado el contagio del virus.

En Italia, en la última década, cerca de 37 millardos de euros han sido recortados de los servicios de salud, provocando un desastre sanitario en el país, con la pérdida de 70, 000 mil camas de hospital, ahora esas camas de hospital le han costado miles de vidas al pueblo italiano, volviéndolo el país más golpeado después de China por el virus.

En los otros países de la UE, la regla fiscal inventada por la Comisión Europea, de no sobrepasar el 3% de déficit fiscal, ha llevado a los demás Estados miembros a realizar severos recortes en los servicios públicos, principalmente en la salud y la educación. No es de extrañar, que ahí donde los planes de la troika fueron los más draconianos, es donde la propagación del virus ha sido más fuerte.

En Estados Unidos y el Reino Unido, los gobiernos conservadores han mostrado el rostro más recalcitrante de la administración de la crisis desde la perspectiva neo-liberal. Con una política de corte maltusiano, el primer ministro Boris Johnson, en lugar de tomar medidas como en el resto de los otros países del continente, pregona por la ley del más fuerte, lo que él denomina como la “inmunidad del rebaño”, donde espera que se contagie la mayoría y que mueran los menos aptos (ancianos y personas enfermas).

Es así como los burgueses nos ven a los trabajadores como un rebaño que pueden utilizar a su antojo, sin preocuparse realmente por nuestra salud. El primer ministro inglés anuncia ya sin tapujos que la mayoría de las familias perderán a sus seres queridos más vulnerables, dejando ver a todas luces la ideología salvaje de la burguesía global, que prefiere la muerte de los jubilados –pues también estaban recortando las jubilaciones, antes de que iniciara el contagio–, antes que cerrar las fronteras y los mercados. De todas maneras, habrá más ganado para remplazar a los muertos, los trabajadores y los seres humanos en general son desechables para los capitalistas. En sus teorías torcidas, lo que no dicen es que según sus propios cálculos, esto implicaría el deceso de casi medio millón de personas. Johnson es criminal de amplio espectro, un burgués que en la crisis humanitaria de su propio pueblo, espera recoger las ganancias de un mercado abierto ante el cierre de los mercados de la UE.

Trump por su parte, anuncia que los pacientes infectados tienen que recurrir a sus seguros médicos para poder hacer los test, después de bombardear por todos los medios la lucha que desde abajo se ha llevado por establecer el seguro sanitario universal, que hoy tanta falta le hace a la mayoría de estadounidenses. Todo esto en medio de la declaratoria de emergencia que recién hizo el presidente, la cual alienta a las empresas privadas para que provean los servicios pero sin garantizar el acceso a los cerca de 29 millones de estadounidenses que no poseen seguro médico y los millones que no poseen recursos suficientes para afrontar las facturas médicas.

En Francia el presidente Macron, lloró lágrimas de cocodrilo, apeló públicamente al sacrificio de los servicios de salud del país galo, luego que estos mismos han enfrentado con vigor y valentía la política de austeridad impulsada por esta administración, que ha querido recortar todo lo que no estaba pegado al suelo, siendo los sanitarios los que más le han sufrido y se han manifestado contra él desde el inicio de su gobierno. Solo en 2018, los hospitales franceses tuvieron un déficit de cerca un millardo de euros. La degradación de los servicios y la falta de acceso a los mismos por sectores importantes de la población también explican las dimensiones que ha alcanzado la propagación del virus en este país.

Contradiciendo su propia política de recortes sociales a favor de los capitales privados que venden la salud, los gobiernos han empezado a nacionalizar en los hechos los hospitales privados y los servicios sanitarios de las ricas aseguradoras, pues el sistema de salud pública fue previamente mutilado por ellos, y ahora es incapaz de enfrentar la crisis sanitaria. Ahora no solo se han pasado a control estatal los servicios de salud de toda índole, sino en la propia España el gobierno ha anunciado que por Real Decreto Ley, el Estado pasa a tener la potestad de todas las fuerzas del orden público, así como podrá poner bajo su control los hoteles y todos los medios privados para asistir a los servicios públicos en su lucha por contener el virus.

Los capitalistas y los gobiernos que defienden sus intereses han admitido tácitamente estos últimos días la incapacidad de los Estados que ellos mismos han ido destruyendo bajo el fordismo neoliberal durante las últimas tres décadas, para hacerle frente a un virus que si bien no fue creado en ningún laboratorio –como alegan los sempiternos orates de la conspiración–, se ha desarrollado gracias a la destrucción de la naturaleza, la alteración del equilibrio trófico y el desinterés que hasta hace dos meses era generalizado dentro de la clase dirigente burguesa, sobre la salud de los seres humanos. Ahora esto ha cambiado, pues si el virus se propaga, se demostrará lo inviable que será el capitalismo si el virus termina por condenar a la muerte a un número creciente de la sociedad y a cambiar todo el esquema de la vida cotidiana de los trabajadores.

Al haber condenado a más de 200 mil personas a contagiarse y a cerca de 10 mil a morir en el mundo hasta el día de hoy, la economía y las relaciones sociales de producción capitalistas han quedado seriamente trastocadas. La anarquía capitalista promete seguir desatando crisis de toda índole si se deja en la actual coyuntura seguir gobernando a los de arriba como antes lo hacían. Mientras los de abajo aun no quieran tomar en sus manos el destino de sus vidas y del mundo, para empezar, bajo la verdadera dictadura de los trabajadores sobre el capital, a organizar coherentemente la sociedad, sin dilapidar los recursos naturales, trastornar el equilibro de la naturaleza y producir, desarrollar e incentivar los medios para beneficiar la vida de todos los seres humanos y no solo la cuenta corriente de los capitalistas globales.

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