Por Victoriano Sánchez

En Nicaragua, llueve sobre mojado. A la represión sistemática de la dictadura se han sumado varias tragedias adicionales: la pandemia de coronavirus y últimamente la devastación causada por los huracanas ETA e IOTA.

Con estos dos últimos desastres naturales se han agravado las condiciones de subsistencia de la población, especialmente en las zonas afectadas en las montañas del norte y en la costa del caribe, en donde se concentra los sectores más empobrecidos. Las casas de madera en la costa Caribe fueron arrasadas por los feroces vientos. Las posibilidades de reconstrucción inmediata son mínimas, dada la crisis económica que afecta al país en los últimos tres años.

Las posiciones contradictorias de la oposición

En un breve comunicado con fecha 18 de noviembre, la agónica Coalición Nacional (CN) se limitó a hacer “un llamado urgente a la solidaridad de los pueblos y gobiernos hermanos”, pero bajo ciertas condiciones: “a fin de evitar el uso partidario y el manejo inadecuado por parte del Gobierno, asegurando la transparencia y eficiencia en el uso de los recursos, solicitamos que la cooperación sea coordinada y administrada mediante las agencias del Sistema de Naciones Unidas, en colaboración con las agencias de cooperación y Organismos No Gubernamentales extranjeros con presencia en el país, para que la ayuda humanitaria se proporcione directamente a la población afectada”.

Por su parte, la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), que rompió recientemente con la CN, en un comunicado del 19 de noviembre, demandó a la comunidad internacional y organismos multilaterales “sumar esfuerzos para brindar ayuda humanitaria posible a través de mecanismos seguros e independientes al alcance de las organizaciones internacionales y nacionales que permitan aliviar los efectos de la devastación”.

Esta postura es un cambio radical de posiciones. La CN y la ACJD ya no piden sanciones contra la dictadura, sino que ahora aceptan que la comunidad internacional brinde apoyo económico a la dictadura, pero bajo el control de los propios organismos donantes.

La Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), a pesar que forma parte de la CN y que suscribió el comunicado de esta última, sostuvo otra posición diferente, al anunciar demagógicamente que “hemos movilizado a los Comités Departamentales y todas las estructuras territoriales para brindar ayuda humanitaria a las miles de familias damnificadas”. Anunciaron pomposamente la creación de un “Comité de Emergencia para atender la situación”. Esta posición resultó pretenciosa e inútil, porque a reglón seguido se quejó que “el régimen ha impuesto restricciones para que la población haga recolectas de víveres, agua y avituallamiento”. En pocas palabras, no pudo hacer nada.

El problema es que las estructuras de la UNAB no tienen capacidad real para atender la emergencia, mucho menos contar con recursos para socorrer a la población.

Solidaridad y abandono del control ciudadano

En los momentos difíciles es cuando la población espera una orientación o propuesta concreta de la oposición, sobre lo que se debe hacer. Pero no hubo tales propuestas, ni la más mínima exigencia o emplazamiento a la dictadura.

La devastación causada por los huracanes ha servido para desnudar la naturaleza conciliadora de los directivos de los grupos de oposición, quienes le claudican a la dictadura al dejarle las manos libres para que maneje las posibles ayudas económicas, dejando en manos de organismos internacionales el control de esos fondos, renunciando a que sea el propio pueblo nicaragüense, o los damnificados los que controlen cualquier posibles donación o préstamos.

La solidaridad entre los pobres de Nicaragua es insuficiente para enfrentar los enormes desafíos que plantean la reconstrucción de las zonas afectadas. Todos los grupos (CN, ACJD y UNAB) coincidieron en que la solidaridad entre los nicaragüenses era la solución. Dejaron de remarcar sobre el hecho que la dictadura como gobierno es la que debe dar respuesta a la población damnificada. Si no lo hace, como no lo está haciendo, es ahí donde la oposición podría levantarse como una alternativa de poder real.

Fluyen los prestamos

Irónicamente, la pandemia y los huracanes le han dado oxigeno económico a la dictadura. La comunidad internacional no está interesada en derrocarla, sino que ha comenzado a aflojar lentamente los recursos necesarios, con algunas condiciones mínimas, para que sobreviva hasta las elecciones del 2021.

La dictadura ha cerrado filas con los gobiernos de la región centroamericana para solicitar en conjunto al BID un monto de 2,000 millones de dólares, los que serían repartidos entre todos. En el último mes la dictadura obtuvo 10 millones de la Unión Europea, 185 millones del FMI, 178 millones del BCIE, 90 millones del BID. No es un flujo copioso de capitales, pero son los recursos necesarios que la dictadura necesita para sobrevivir hasta las elecciones del 2021.

La oposición ha demostrado nuevamente su incapacidad política para luchar eficazmente contra la dictadura y los desastres naturales, por ello no nos cansaremos de insistir en la necesidad de organizar un partido alternativo.

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