Por Victoriano Sánchez
Las masacres del año 2018, contra los estudiantes y los tranques, le permitió a la dictadura sostenerse en el poder, y cambiar la correlación de fuerzas a su favor. La represión sistemática y la desarticulación de los liderazgos que surgieron después del estallido de abril del 2018, le permiten a la dictadura sostenerse de manera muy precaria.
Se acabó la bonanza económica
La dictadura chorrea sangre por la economía. Tiene tres años de crecimiento negativo, algo que los economistas llaman depresión económica, y esta tiende a prolongarse en el tiempo, sobre todo porque el año 2021 será de mucha incertidumbre por ser un año electoral.
Atrás han quedado los años de crecimiento de la economía, que fue producto de la inyección de dólares del convenio petrolero con Venezuela. Este dinero que fluía a borbollones se redujo drásticamente en 2016. La crisis de abril hizo explotar lo que ya se venía gestando.
Los dos años del gobierno de Daniel Ortega (2006-2018) fueron de crecimiento de los negocios de todas las fracciones de la burguesía. Estaban contentos, todo marchaba bien. La dictadura invento la formula del “dialogo y consensos”, incluso incorporando este corporativismo a la Constitución en el año 2014.
El monopolio de los hidrocarburos y electricidad
El manejo discrecional de los miles de millones de dólares del convenio petrolero con Venezuela, le permitió a Daniel Ortega, consolidar su dictadura a través de una seria de etapas. Primero, hizo una alianza con la oligarquía financiera, permitiendo la no regulación de las ganancias, y bajo el acuerdo que ninguna de las partes invadiría el negocio del otro. En segundo lugar, con ese flujo de dinero, tuvo los recursos necesarios para crear programas sociales que aumentaron la clientela política, es decir, gente que estaba dispuesta a votar por el FSLN, por el otorgamiento de un título de propiedad de un terreno, o por una docena de láminas de zinc, o un préstamo con bajos intereses a treves de CARUNA, etc.
La bonanza económica beneficio a decenas de miles de pequeños productores, ganaderos, que vendían sus productos agrícolas o pecuarios a un precio mayor que el mercado internacional.
Mientras muchos estaban embelesados con ese bienestar económico, la familia Ortega-Murillo aprovecho la relativa paz social, para desalojar a sectores marginales de la burguesía del negocio energético. Presionaron a la ESSO Estándar Oíl para negociar su salida del mercado de hidrocarburos, mientras se montaba una red propia. De esta manera, en poco tiempo se estableció un monopolio sobre un área de la económica, hidrocarburos, que estaba en manos de una transnacional y que abandono rápidamente un mercado pequeño como el nicaragüense. De igual manera, concentraron sus inversiones en comprar plantas obsoletas e invertir en energía eólica. Y así se creó el imperio energético de la familia Ortega-Murillo.
Las grandes ganancias de los bancos
Después de 1990, la burguesía que fue confiscada durante la revolución, no solo recupero una parte de sus propiedades, sino que centro su actividad en la creación de bancos privados. Recordemos que toda la banca había sido nacionalizada en 1979. Al incursionar en esta nueva área de la economía, comenzó a acumular progresivamente mucho poder, al grado tal que podemos afirmar que los nuevos oligarcas de Nicaragua no son las rancias familias aristocráticas, sino esa reducida elite de banqueros.
En los últimos 30 años han surgido dos nuevos grupos financieros: El Banco de la Producción (BANPRO) y LAFISE. El primero grupo es presidido por Ramiro Ortiz Gurdián, y el segundo por Roberto Zamora. Ambos son grupos financieros emergentes, pero los dos tienen cobertura regional. El tradicional grupo Pellas, que manejaba el grupo Banco de América Central (BAC), venido la mayor parte de sus acciones, primero a General Electric y después al grupo AVAL de Colombia.
Esta extraordinaria y veloz acumulación capitalista fue posible por el periodo neoliberal que se inició en 1990, y que todavía no ha terminado, porque en el 2007 Daniel Ortega continuo con esa misma política de privilegiar la relación con la nueva oligarquía financiera.
Según la información del Secretaría Ejecutiva del Consejo Monetario Centroamericano (SECMCA), los banqueros nicaragüenses tienen altas tasas de ganancias, cinco veces superior al promedio centroamericano. Esto ha sido posible porque todos los gobiernos (Chamorro, Alemán, Bolaños y Ortega) se han negado a regular las ganancias de los banqueros.
Además, todo el flujo de dólares del convenio petrolero con Venezuela, a pesar que lo manejó discrecionalmente la familia Ortega-Murillo, ingreso por estos bancos, los cuales manejaron los depósitos, y tuvieron la suficiente liquidez para incrementar sus negocios de préstamos con altos intereses para los usuarios.
Las fricciones entre la oligarquía financiera
Dentro de la oligarquía financiera hay competencia, roces, golpes bajos, etc, por los negocios. En 2014 la familia Ortega-Murillo decidió crear su propio banco, llamado Banco Corporativo (BANCORP). Esto provocó recelos entre los banqueros porque hasta ese momento, ellos tenían el monopolio de la banca privada, y parte de los acuerdos con la dictadura es que nunca entrarían a competir con ellos en el negocio bancario.
Con solo los depósitos del flujo de dólares de Venezuela, había un capital inicial de por lo menos unos 2500 millones dólares, que pondría a temblar a cualquier banco.
Ortega-Murillo calmaron a sus socios del momento, diciéndoles que BANCORP sería una banca de segundo piso, es decir, prestaría solo a empresas y corporaciones, y no captaría dinero del público, ni entraría a competir a nivel de créditos. Aunque Ortega mantuvo su palabra, un nuevo banco había nacido y en cualquier momento se desataría una feroz competencia entre ellos, el inicio de la guerra bancaria era cuestión de tiempo. Sin embargo, el estallido social del año 2018 aceleró las contradicciones entre la oligarquía financiera.
Existen dos fracciones claramente delimitadas. Por un lado, están los bancos más fuertes, el grupo Pellas y BANPRO, más proclives a recuperar su lugar hegemónico en la economía y las finanzas, y por el otro esta LAFISE, asociado con el grupo Baltodano, quienes tiene el monopolio de la exportación de café, que son más inclinados a renegociar el statu quo, para regresar a la situación anterior de 2018, redefiniendo la institucionalidad.
La quiebra masiva de los pequeños negocios
Mientras se producía ese reacomodo entre nuevos y viejos sectores de la burguesía, lo mas afectados eran los pequeños y medianos negocios. Los trabajadores, por su parte, siempre estaban ganando los peores salarios de la región centroamericana.
Al estallar la crisis en 2018 y reducirse la actividad económica, además del descenso natural que se apreciaba desde el 2016, se produjo un fenómeno de endeudamiento progresivo de los pequeños y medianos negocios, hasta el cierre masivo, especialmente con la pandemia.
La mayor parte de las fuentes de empleo en Nicaragua provienen de los pequeños y medianos negocios. El cierre masivo de empresas y negocios a partir de la crisis del 2018, y que se ha acentuado en estos dos últimos años, agravada por la pandemia, es lo que ha producido un mayor desempleo.
La dictadura no hizo nada para rescatar y salvar estos pequeños negocios. Los empresarios del gran capital, especialmente los banqueros, tampoco han movido un solo dedo. Esta masa de pequeños propietarios y quienes dependían de estas fuentes de empleo, han sido duramente castigados.
Como era de esperarse, este cierre masivo de empleos no se tradujo en una radicalización de la clase media, sino en todo lo contrario. La dictadura ha aprovechado el aplastamiento de la insurrección desarmada en 2018, para aplicar duros planes de ajuste, pero sin tocar un pelo a los banqueros.
Es necesario controlar las ganancias de los banqueros
Con la quiebra de BANCORP, la burguesía sandinista tuvo que abandonar la idea de ocupar una parte del espacio del mercado financiero, pero tampoco ha decidido regular las grandes ganancias de estos grupos financieros.
El resultado fatal ha sido que mientras la crisis golpe a una amplia masa de pequeños propietarios, enviando al desempleo a los trabajadores, los bancos nicaragüenses son los que siguen teniendo la más alta tasa de ganancia en la región centroamericana.
Mientras Nicaragua se hunde en la pobreza, la represión y la barbarie, estos banqueros continúan enriqueciéndose, y la dictadura, deseosa de reconciliarse con ellos, no emite ni una sola directriz para regular sus fabulosas ganancias.
Los trabajadores y el pueblo nicaragüense tenemos dos caminos para controlar esas ganancias desmedidas: El primero, el más importante, seria nacionalizar la banca privada, para que el Estado pueda tener los recursos financieros necesarios para apoyar a esa enorme masa de pequeños productores endeudados y en proceso de quiebra.
La experiencia negativa con la nacionalización de la banca, en el periodo de la revolución (1979-1990) ha provocado una actitud negativa ante este planteamiento, que muchos han abandonado. La nacionalización debería ser bajo control de los trabajadores bancarios., para evitar la corrupción y el tráfico de influencias.
La segunda opción, es la regulación de las tasas de interés, que la SIBOIF obligue a los bancos a cobrar tasa de interés razonables, acordes a la difícil situación económica del país. Muchos bancos nicaragüenses consiguen prestamos en Estados Unidos, a intereses bajísimos, pero cuando otorgan los préstamos a los productores o pequeños negocios cobran tasas de interés que en promedio pueden andar por el 30% anual. ¡Usura completa!
Cualquiera de estas dos opciones conduce inevitablemente a luchar por el derrocamiento de la actual dictadura, la principal consentidora de la oligarquía financiera.