Por: Magdalena d’Paz

El pasado domingo 4 de febrero se celebraron las elecciones para elección de presidente de la República y diputados de la Asamblea Legislativa (AL). Cómo era de esperarse en lo que respecta a la elección presidencial, Nayib Bukele, ganó por una diferencia abrumadora respecto al conjunto de todos los demás candidatos, no hubo ninguna sorpresa con esto, es lo normal que puede suceder cuando compitió en condiciones diferentes de sus ya, vencidos adversarios.

Con esto debemos entender que su imagen tiene altos niveles de popularidad y aceptación, su única carta de presentación es el régimen de excepción que le permitió desarticular territorialmente a las pandillas, su verdadero logró es haber transformado esto en votantes, además, los otros candidatos sin la deuda política no tuvieron los recursos que pudo significado al menos una campaña en iguales condiciones. ARENA y FMLN pagaron lo que hicieron en su momento.

Veamos también que ninguno de los otros candidatos tuvo en algún momento la posibilidad de siquiera significar una inquietud a Bukele, así las elecciones resultaron ser lo que desde un inicio estaban predestinadas a ser: un trámite para que Nayib Bukele, a través de la vía electoral concrete lo que echó andar antes; una nueva dictadura. Por tal motivo en este artículo queremos referirnos a la reelección de Bukele, pero no por su ilegalidad, principal crítica de la oposición parlamentaria, sino por lo que engloba per sé cómo parte de los pasos para consolidar sus pretensiones dictatoriales.

Resultados y rarezas del TSE

Sólo habían transcurrido alrededor dos horas del cierre de los centros de votación, cuando Nayib Bukele ya se estaba autoproclamando vencedor esa misma noche del 4 de febrero, atribuyéndose una victoria total no sólo por haber logrado la reelección, sino por haber obtenido 58 diputados de los 60 escaños, que son el total de diputados para la siguiente AL, convocó a una concentración para el festejo de tal resultado.

A través del actual control que tiene sobre la AL pudo realizar muchas reformas para impedir a toda costa que la oposición se recomponga, porque si esta lograse mayoría absoluta en la AL, todo su proyecto se viene a pique, por lo que en estos momentos concentrar todo el poder es un objetivo irrenunciable.

Los primeros datos proporcionados por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) mostraron la enorme diferencia que iba marcando Bukele respecto a los demás candidatos. Antes del ’’apagón’’ con el 31.49% de actas procesadas, Nuevas Ideas (NI) tenía 1, 295,888 votos; FMLN 110,244 votos; ARENA 96,700 votos; NT 35, 129 votos y; FS 10, 312 votos. Solamente fueron 4 horas en las que el sitio web del TSE mostró los resultados que iba procesándose, luego el sistema falló, con el pasar de las horas y los días el TSE no dio y sigue sin explicar cuál fue la falla, ni sus orígenes.

Hasta el viernes 9 de febrero a las 1,7 54 horas el TSE dio por finalizado el escrutinio definitivo para elección presidencial, y convocó a conferencia de prensa para brindar los datos oficiales. Del total de 7, 120 861 votantes registrados que comprende los 5, 473305 millones del registro del territorio nacional, más los 741, 094 del exterior, hubo un total de 3, 268,466 votantes, siendo el 52.60% el total de la población votante, lo que significa que la inasistencia ronda el 48. 40%.  Del total de votos, 3, 191,615 son válidos; 15, 064 en blanco; 1,760 impugnados, 181, 433 inutilizadas; 552 faltantes; 60, 027 votos nulos y; 2, 873,181 sobrantes. De los votos válidos, NI obtuvo 2, 701, 725 (84%); FMLN 204, 167 (6.40%); ARENA 177, 881 (5.57%); NT 65, 076 ((2.04%); FS 23, 473 (0.74%) y; FPS 19, 293 (0.60%).

Quedan pendientes los resultados para AL

Al término de este articulo quedan pendientes los datos oficiales de los resultados para AL, en donde quedan muchas dudas y sospechas como lo son no solo la caída del sistema, también la cadena de custodia, entre otras. Si Bukele logra alcanzar por lo legal o no, por  lo legitimo o no la mayoría en las urnas, estaremos ante una nueva dictadura a la cual habrá que oponerle de inmediato la acción organizada de los métodos de lucha revolucionaria, siendo ya insuficiente la pasividad que ofrecen los espacios democráticos.         

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