Por Doralicia Carmona.
Con base en la “Constitución de 1824, traicionada por el gobierno mexicano, y en la yucateca de 1825”, se erige en un Estado Nacional, soberano, libre e independiente, con el nombre de República Independiente de Yucatán.
Los separatistas adoptan una bandera dividida en dos campos: uno verde con cinco estrellas que representan los departamentos de Mérida, Izamal, Valladolid, Tekax y Campeche; otro dividido en tres franjas, dos rojas y una blanca.
Culmina así un movimiento iniciado el 29 de mayo de 1839 encabezado por Santiago Imán en Tizimín, en protesta porque al implantarse el sistema centralista en octubre de 1835, Yucatán perdió su soberanía y se convirtió en departamento, cuyos gobernantes serían nombrados por el presidente de la República, y porque se cancelaron los privilegios económicos que disfrutaban las clases altas, se aumentaron los aranceles al comercio de exportación y se exigió el envío de un contingente yucateco para la campaña contra los separatistas de Texas. La agitación se extendió hasta Mérida, en donde el coronel Anastasio Torrens restableció el régimen federal en febrero de 1840, y hasta Campeche, que cayó el 9 de junio siguiente en manos de los separatistas. Enseguida, el Congreso local declaró rotas las relaciones con el gobierno centralista de México.
"El 16 de marzo de 1841 por la noche, estando en sesión de instalación el Ayuntamiento Constitucional de Mérida, la Sala Consistorial fue invadida por numerosa gente sin armas, al frente de Barbachano, Francisco Martín Peraza y otros, solicitando de la Corporación Municipal se elevase su autorizada voz al Congreso del Estado pidiendo la Independencia absoluta de Yucatán; y el Ayuntamiento, bajo la presión de tan numeroso grupo de ciudadanos ofreció verificarlo en medio del aplaudidor entusiasmo de los peticionarios que atronaban el aire con vítores y, alzándose la pasión a un grado paroxístico, algunos de los más exaltados subieron a las azoteas del Palacio Municipal y arriando la bandera mexicana hicieron tremolar en su lugar el pabellón yucateco".
El gobernador Santiago Méndez Ibarra, que promulgó la Constitución de Yucatán el 31 de mayo pasado, tratará de que el decreto de hoy no tenga un carácter definitivo, sin embargo, firmará con la República de Texas, no reconocida por México, un tratado de amistad y comercio, y aceptará recibir ayuda de barcos texanos para patrullar las costas yucatecas.
El presidente López de Santa Anna mandará a Andrés Quintana Roo, yucateco distinguido, a negociar un arreglo y el gobernador Méndez designará a su yerno Justo Sierra O’Reilly, como su representante. Pero los acuerdos convenidos el 28 de diciembre de 1841, como el de contar con un ejército propio y no pagar alcabalas, no serán del agrado de Santa Anna, quien optará en 1842 por la solución armada: excluirá del Congreso a los legisladores yucatecos y declarará a Yucatán enemigo de la nación; cerrará los puertos de Campeche y Sisal, dará un trato de pirata a los barcos yucatecos y enviará a los generales Tomás Marín, Juan Morales, Vicente Miñón, Matías de la Peña Barragán y Pedro Ampudia al frente de sus fuerzas, a someter a los rebeldes. No podrán derrotarlo por completo, pero serán obligados a negociar en la ciudad de México su reincorporación a la República y su aceptación a la constitución centralista de las Bases Orgánicas, mediante un convenio firmado el 14 de diciembre de 1843, a cambio de algunos de los puntos acordados con Quintana Roo, como respetar la soberanía de la península, disponer de su propia fuerza militar, exentar a Yucatán de la obligación de contribuir con soldados para el ejército nacional y de que los productos de sus aduanas marítimas quedaran para beneficio de la propia península.
Sin embargo, al no cumplirse lo pactado e imponerse restricciones al comercio de productos yucatecos, Yucatán desconocerá otra vez el régimen unitario el 1º de enero de 1846. El gobernador centralista José Tiburcio López no aceptará la medida y será sustituido por Miguel Barbachano. Pero al restaurarse la Constitución federal de 1824 en agosto del mismo año, el 2 de noviembre siguiente, el gobernador Barbachano reconocerá al nuevo gobierno federalista, quien, a su vez, se comprometerá a cumplir el convenio de 14 de diciembre de 1843. No obstante, los campechanos rechazarán la medida y se sublevarán para restablecer la Constitución Yucateca de 1841.
Será entonces cuando sobrevendrá la invasión norteamericana que costará a México más de la mitad de su territorio. Para salvarse del desastre que los amenazaba si permanecían del lado de México, los rebeldes campechanos lucharán por declarar a Yucatán neutral y mediante las armas sustituirán a Barbachano, que se niega a secundar la traición, e impondrán en el gobierno a Domingo Barret el 14 de marzo de 1847. Los invasores aceptarán la neutralidad de Yucatán el 16 de mayo del mismo año. Pero la península no disfrutará de paz, porque a los pocos meses estallará la guerra de castas encabezada por Cecilio Chi, Jacinto Pat y Bonifacio Novelo, durante la cual, Justo Sierra O’Reilly ofrecerá la soberanía yucateca a los Estados Unidos a cambio de ayuda para combatir la rebelión indígena.
Será hasta el 17 de agosto de 1848, cuando el gobernador Miguel Barbachano decrete la reincorporación definitiva de Yucatán a la nación mexicana.