Por Vicente Pérez
El pasado mes de setiembre se conmemoró un aniversario más del golpe de estado encabezado Joseph-Désiré Mobutu, un jefe militar a sueldo de las potencias imperialistas.
La escisión de la provincia de Katanga fue también una de las consecuencias de la intervención imperialista sobre el naciente estado independiente con el fin de desestabilizarlo. Esta provincia rica en minerales y otros recursos naturales es todavía en la actualidad un gran botín que se reparten los imperialistas a costas de la miseria del pueblo.
En el mes de enero, los opositores del régimen de fuerza instalado por Washington y Bruselas fueron ejecutados de manera atroz. Lumumba, ex primer ministro y su camarada, Joseph Okito y Maurice Mpolo fueron traslado hasta una prisión en Katanga para luego ser ejecutados. El odio racista de los belgas y de los yanquis se manifiestó hasta en el hecho que el cuerpo de Lumumba fue deshecho en ácido y el único resto que quedó fue un diente conservado por uno de sus verdugos belgas.
El saqueo de las riquezas del Congo
El Congo estuvo bajo el dominio belga desde finales del siglo XIX. Esta historia es importante para comprender todos los alcances de la política colonial imperialista que se dibujó con precisión después de la conferencia de Berlín y que fue un eje importante de los conflictos entre estas potencias, que desembocarían luego en la primera guerra mundial.
Las nacientes burguesías locales no han podido, ni han querido hasta el presente, desligarse de los lazos que los unen con los países de las antiguas metrópolis. Estas variantes han sido de muchas declinaciones y discursos, entrando en conflicto con alguna potencia para aliarse con otra, pero a la larga, no han sido capaces de lograr el cometido de obtener una verdadera independencia. Esto claramente tiene dramáticas consecuencias para las masas que se han visto subyugadas por la miseria y la barbarie que solo el capitalismo ha podido crear. Las guerras interminables, la hambruna, el saqueo de los recursos naturales, así como la destrucción de la biodiversidad se han vuelto endémicos, dejando a millones de personas en condiciones infrahumanas.
La RDC en la actualidad es una de las reservas más importantes de la cuarta revolución industrial. En su subsuelo se concentran enormes cantidades de minerales y tierras raras que la hacen posible.
“Cobalto, litio y coltán: son los minerales necesarios para impulsar la Cuarta Revolución Industrial. La República Democrática del Congo (RDC) concentra alrededor del 71% de la producción mundial de cobalto y el 35% de la de coltán (Bokamba y Bokamba, 2024) … (El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calcula que la RDC tiene reservas minerales sin explotar valoradas en 24 billones de dólares, y cuenta con mitad de los recursos hídricos de África, la mitad de la cubierta forestal africana y 80 millones de hectáreas de tierra cultivable con capacidad para alimentar a todo el continente (2011: 22). En 2022, se exportaron dos metales —cobre y cobalto— por un total combinado de 25.000 millones de dólares, lo que equivale a más de un tercio del PIB del Congo de ese año (OEC, 2022). A pesar de la enorme riqueza en recursos naturales, la población de la RDC lucha por sobrevivir. Ese mismo año, el Banco Mundial develó que alrededor del 74,6% de la población de la RDC vive con menos de 2,15 dólares al día, y aproximadamente uno de cada seis congoleños vive en la extrema pobreza (2024). La brecha entre la riqueza nacional del país y la extrema pobreza que sufre la mayoría es abrumadora.thetricontinental.org)
Leopoldo II, rey de los belgas y dueño absoluto de la República Democrática del Congo (RDC)
El naciente reino de Bélgica, en 1830, que había obtenido su independencia del reino de los Países Bajos, fue uno de los primeros países continentales de Europa Central en lograr desarrollar un avanzado proceso de industrialización. La implantación en Valonia de la industria minera, carbón y hierro, para la fabricación del acero, además del desarrollo de una importante red ferroviaria les hizo alcanzar este nivel.
Este reino fue el producto de la alianza de la nueva burguesía belga con las casas reales de Francia y Alemania para llegar a un acuerdo a mitad de camino entre una república y el mantenimiento de los privilegios de la nobleza.
El segundo rey de los belgas, Leopoldo II asumió en el año 1865, con la clara intención de enrolarse en la corriente imperialista que sus vecinos del centro de Europa llevaban adelante y que en el pasado era casi el monopolio de España y Portugal. El primero había sido debilitado por las guerras de independencia que lo habían privado de la mayoría de sus colonias en la primera mitad del siglo XIX, el segundo había sido víctima del poderío naval del Reino Unido que había tomado el control de las principales vías marítimas además de tener una fuerza industrial que los países de la península no alcanzaron.
Dentro de ese contexto, Leopoldo II, auto investido en “civilizador”, logra tomar como posesión personal el Congo.
“De la conferencia nació la Asociación Internacional Africana (AIA), integrada por representantes de todos los países implicados en el reparto del continente. Por aquel entonces, Leopoldo II se había sabido granjear una sólida fama de excéntrico altruista, partidario de la intervención para llevar hasta África la religión y liberar a sus pueblos de la esclavitud.
En enero de 1879, Stanley emprendió una nueva expedición para crear bases comerciales en el Alto Congo y establecer líneas de comunicación por barco. Durante este viaje, el explorador consiguió firmar tratados con líderes congoleños. Esta campaña, sin embargo, ya corrió a cargo del nuevo Centro de Estudios del Alto Congo (CEHC), formado por Leopoldo el año anterior y que, a diferencia de la AIA, incluía directamente en sus estatutos, además de la cuota filantrópica, referencias a la “búsqueda de mercados para el comercio y la industria” …. En principio, estos acuerdos perseguían un monopolio comercial y mano de obra, y no exigían una cesión de soberanía del territorio. Sin embargo, otro explorador, Pierre Savorgnan de Brazza, viajó a la zona en nombre del comité francés de la AIA, pero tomó la iniciativa de firmar tratados por su cuenta en nombre del gobierno de Francia. Estos contratos formalizaban directamente la soberanía francesa sobre los territorios negociados. Francia reconoció los tratados, colocando así la colonización del Congo en la tribuna de la política europea…. En 1884, los jefes de Ngombi y Mafela firmaron textos completamente absurdos. Acordaban “entregar a la mencionada asociación la soberanía y todos los derechos soberanos y de gobierno sobre todos sus territorios, y ayudar con su trabajo o de otra manera a cualquier obra, mejora o expediciones que la asociación haga emprender [...]”. El trato implicaba una completa desposesión: “Todas las carreteras y vía fluviales que corren a través de este país, el derecho a recaudar peajes en el mismo, y toda la caza, pesca, productos mineros y derechos forestales han de ser propiedad absoluta de la citada asociación”. Esto se firmaba a cambio de compromisos risibles, como “una tela por mes a cada uno de los jefes abajo firmantes”.
La constitución definitiva del Estado Libre del Congo llegó finalmente gracias al acuerdo logrado en la Conferencia de Berlín, organizada por el canciller alemán Otto von Bismarck en 1884 y 1885.” (La Vanguardia)
Lumumba y la independencia del Congo
Luego del reinado de terror primeramente bajo Leopoldo II y luego por la administración colonial belga, la situación de esta “posesión” después de la segunda guerra mundial corrió la misma suerte que las otras posesiones de las potencias convertidas en subalternas del imperialismo yanqui, vencedor absoluto de este conflicto global.
La resistencia obrera y campesina contra las autoridades coloniales tuvo varios episodios importantes, lo que le dio a este proceso un alto componente popular.
“La ocupación alemana de Bélgica (1940-1945) echó por tierra la idea de que el Estado colonial belga (conocido popularmente como Bula Matadi, o “Rompepiedras”) era invencible. En 1941, los trabajadores africanos de las minas de estaño de Kikole (provincia de Kantanga) se declararon en huelga y plantearon requisar jeeps y unirse a africanos de otras partes del continente en su lucha. “Los blancos han sido derrotados en Europa por negros de Kenia y América. ¿Por qué no podemos derrotarlos aquí también?”, dijo un líder de la huelga. “Tenemos derecho a comer huevos y a adquirir automóviles como los blancos. Tomemos la tienda y repartamos las mercancías. Nos pertenece de todos modos, la Union Minière ha comprado estos productos con nuestro trabajo” (Higginson, 1989: 175-176). Gracias al pleno apoyo de las familias campesinas y la proximidad de los trabajadores, la huelga se extendió por toda Katanga (hoy Haut-Katanga), donde la minería estaba más concentrada. Esta oleada huelguística alcanzó a los soldados, quienes se sublevaron contra la Force Publique en 1944, inspirados por sus raíces de lucha obrera y campesina en las fábricas de Elisabethville y Jadotville (hoy Lubumbashi y Likasi), en el sur, y en las minas de estaño en el norte (Higginson, 1988a: 199-223; 1988b: 97-118; 1989) … Incluso enfrentados a esta cruda realidad, el proletariado agrícola e industrial no se dejó amedrentar por la represión a la oleada huelguística y al levantamiento. Por el contrario, la frustración por sus reivindicaciones incumplidas alimentó una corriente de descontento que se extendió por toda la población congoleña durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Para 1957, el Estado colonial belga había perdido el control del campo, y las revueltas urbanas del 4 de enero de 1959 pusieron de manifiesto la pérdida de poder de Bélgica sobre la clase trabajadora urbana (Sohier, 1973: 485-486; Husaini, 2020). (thetricontinental.org)
La independencia lograda en 1960 fue marcada por una sucesión de conflictos internos promovidos por las potencias para mejor gobernar. Fue de esta manera que el gobierno encabezado por Patrick Lumumba comenzó.
El golpe de Estado encabezado por Mobutu no fue solamente dirigido contra la cabeza del gobierno sino principalmente contra el contingente del proletariado agrícola e industrial que había resistido y luchado contra la ocupación colonial belga y en ese entonces contra los nuevos socios de las potencias imperialistas, principalmente de los E.E.U.U.
“Las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos, consideraron que los cerca de 100.000 congoleños muertos en los conflictos que siguieron de 1961 a 1967 y la sangrienta dictadura del gobierno títere de Mobutu Sese Seko de 1965 a 1997, eran un pequeño precio para pagar en la Guerra Fría, en la que las materias primas estratégicas del Congo daban a las potencias de la OTAN una ventaja decisiva sobre la Unión Soviética (New York Times, 1964, 1977).
Sin embargo, el pueblo congoleño, que pagaba este “precio”, opuso una resistencia generalizada, a la cual las autoridades respondieron con más derramamiento de sangre. Por ejemplo, durante los levantamientos contra la dictadura de Mobutu en la década de 1960, liderados por Pierre Mulele, los rebeldes tomaron ciudades industriales como Kolwezi e invitaron a los trabajadores a formar tribunales y a identificar a los gerentes y capataces que les habían maltratado. En ocasiones, los juicios eran seguidos de ejecuciones sumarias (Verhaegen, 1966: 104-116, 415-481). Cuando las fuerzas de Mobutu retomaron las ciudades industriales, a menudo con la ayuda de mercenarios blancos de Europa y Estados Unidos, la población local y los trabajadores industriales que se habían aliado con los rebeldes fueron masacrados en masa, junto con sus familias (New York Times, 1977; Verhaegen, 1971: 499-589). Solo aquellos que huyeron antes de la llegada de las tropas de Mobutu escaparon de la carnicería. (ídem)
Los trabajadores latinoamericanos podemos hacer el paralelismo entre este golpe de estado y el acaecido en Chile en 1973. Lejos de apoyarse en la clase obrera del campo y de la ciudad, Lumumba optó por la cohabitación con los sectores de la burguesía que a lo postre se convertirían en sus verdugos.
La unidad de los pueblos de África bajo una Federación Socialista solo va a ser posible con la más amplia unidad de los explotados, quienes serán los únicos que podrán echar abajo las fronteras establecidas en 1875 por un lado y terminar con las guerras fratricidas promovidas por el imperialismo. Esto también permitirá recuperar la soberanía sobre sus recursos naturales para explotarlos racionalmente y permitir que el hambre y la miseria sea parte del pasado.