Por Nicolás Le Brun
Hace casi tres décadas que las elecciones en el Reino Unido presagiaban la conformación de una Santa Alianza contra las conquistas de los trabajadores en los antiguos Estados Obreros de la Europa del Este. Margareth Tatcher y su gobierno neoliberal configuró en conjunto con el imperialismo yanqui el nuevo rostro de las Europas.
Al interior de estos países denominados occidentales, la derrota de la clase obrera inglesa representada por los mineros provocó la destrucción y el debilitamiento de los sindicatos, tanto del sector público como del sector privado. Una vez obtenido este objetivo, la destrucción de las conquistas sociales en la Gran Bretaña se hizo en forma brutal, dejando un legado conseguido desde hacía casi un siglo, obtenido por los enormes y poderosos Unions que terminaron a la cola del Partido Laborista y por ende, de una política de colaboración de clases que sigue vigente.
Pero el mayor botín para los socios burgueses eran los enormes recursos naturales y de mano de obra barata que podían utilizar no solo para satisfacer las demandas del mercado sino que también podrían jugar como un poderoso peso para bajar los salarios y las conquistas sociales que en conjunto tenían los trabajadores occidentales y que fueron dadas como parte de las luchas sociales de la primera mitad del siglo XX, que fueron ampliadas en la segunda post guerra para contener el ascenso revolucionario de la masas luego de la derrota del fascismo.
Así de conjunto el capitalismo tuvo un respiro para poder pasar a la ofensiva. Sin embargo las crisis económicas recurrentes pusieron en evidencia que la prosperidad prometida, después de la caída del Muro de Berlín, no era más que una abstracción reaccionaria del post-modernismo. La lucha de clases tomaba otro rumbo bajo el signo de una etapa reaccionaria.
La destrucción paulatina del modelo social europeo
Lejos de aumentar las conquistas, las diferentes burguesías del continente pusieron todas sus fuerzas en hacer retroceder lo adquirido por la clase obrera. La destrucción de las fuerzas productivas en las metrópolis no es novedad. El gobierno socialista de Mitterand cerró varios de los sitios de la industria automotriz y poco a poco la ofensiva hizo que miles de trabajadores se encontraran en el desempleo o delante de nuevos modelos de producción que buscaban maximizar el rendimiento, es decir flexibilización laboral y por ende el aumento de la plusvalía y el aumento de la concentración de la riqueza en manos de la clase burguesa.
El estudio de Michel Husson (http://hussonet.free.fr), establece que en Francia se dio este movimiento a lo largo del siglo XX: « En 1900, el número de personas ocupadas fue de aproximadamente 19 millones de los estimados por Pierre Villa (2). En 1949 es prácticamente sin cambios: 19,4 millones. Pero hoy es 25,8 millones es casi un tercio más que en 1949, un incremento medio del 0,5 % anual. Empleo por lo tanto, mayor que nunca debido a la evolución favorable población. Este aumento, sin embargo, era más bajo que la población en edad (15-64 años) de trabajo, de modo que la tasa de empleo se ha reducido y medido; pero el empleo se ha incrementado sobre todo con menos rapidez que la fuerza de trabajo, lo que llevó un aumento en la tasa de desempleo »
Pero la otra consecuencia es la caída vertiginosa de los salarios desde la década de los 70 y principalmente en los últimos decenios como consecuencia de la implementación del euro como moneda única en toda la Unión Europea.
Hay una caída libre mientras que el PIB no para de crecer, al menos antes de la crisis desatada en el 2008 con el estallido de la burbuja inflacionaria.
Pero lo que está detrás de esto es la transformación de la estructura productiva en el continente. La industria decrece, pero el sector de servicios aumenta. El traslado de los sectores manufactureros a los países denominados emergentes representa una oportunidad de enriquecimiento para la burguesía, pero no solo en los países del tercer mundo se produce el traslado, sino que también toma rumbo hacia el Este, hacia los países más pobres de los antiguos estados obreros.
« La transformación de la estructura productiva también ha jugado en la naturaleza de los puestos de trabajo. La principal tendencia aquí es la disminución de los trabajadores manuales que abandonaron, 8 millones en 1982 a 6,5 millones en 2007. Su participación en el empleo total disminuyó del 36,3% al 25,1% entre 1982 y 2006. A cambio de esta disminución, otra categorías aumentaron: empleados y profesiones intermedias, pero sobre todo altos directivos y profesionales que pasan 9,5 a 16,9% del empleo » (idem)
La otra variante es las formas de contratación. El empleo temporal aumenta y los contratos fijos se estancan produciendo una precarización del empleo. Los desempleados de larga duración también irrumpen como producto de la reconversión productiva y la no « adaptación » a las nuevas exigencias del mercado.
El modelo francés, segunda potencia de la Unión, es solo un aperitivo del modelo alemán, que ha logrado imponer en su territorio y ahora se acerca de hacerlo en todo el continente, un modelo todavía más regresivo para los trabajadores y el pueblo.
El modelo de la concertación entre la CDU el SPD
Entre los años 2005 a 2009 se forjó la denominada Gran Coalición que permitió el ascenso al poder de Ángela Merkel. En esta coalición Merkel quedo electa como canciller con el apoyo del SPD, los Verdes y el partido Liberal. Sin embargo los primeros pasos para la destrucción del modelo social se dieron durante la primera coalición entre los socialdemócratas y los cristianos demócratas durante el gobierno de Schröeder. El « Plan 2010 » puso a la clase obrera alemana de cara al « aumento de la productividad » y la destrucción del « Estado Paternalista ». Es decir, la reforma neoliberal aplicada con el consenso de la izquierda burguesa.
El plan tenía como puntos centrales los siguientes: El acceso a la atención sanitaria ha sido duramente golpeada por la multiplicación de los paquetes de pago (médicos generales, especialistas dentales, hospitalización), las contribuciones adicionales, pagos o no (disponible sin receta, anteojos, prótesis dentales, el tratamiento médico fuera de la 'Referencia ‘...). Otra forma de ver: ya que los fondos (públicos) de seguro de salud mostraron beneficios sustanciales.
La precarización de las condiciones de trabajo no ha dejado de aumentar. De 42 millones de personas económicamente activas el desempleo oficial es de casi 7% y llega a casi 12 en la capital. De esta población cerca de 8 millones entran dentro de la categoría de empleos « atípicos » es decir trabajos precarios de menos de 20 horas semanales y con una duración determinada. Son jornadas de trabajo fragmentadas. Los salarios oscilan entre 450 euros, los mini jobs y 850 los mini jobs. Estos trabajos son mayoritariamente ocupados por mujeres, lo que agrava la condición de este sector de la población, que se ve enfrentado no solo a salarios de hambre sino que también a la reducción de las ayudas sociales para las familias y la infraestructura para hacerle frente al trabajo como las guarderías y otros centros para la atención de la niñez. (Frankfruter Allgemeinne Zeitung)
Después de la liberalización del mercado laboral en el año 2003 «el número de minijobs se ha prácticamente duplicado, mientras que en Berlín se ha multiplicado casi por tres » (Der Tagesspiegel)
El giro a la derecha y la polarización creciente
El voto de clase media alemana, a pesar de ver disminuido su poder de compra y de que un sector de esta ha desaparecido (de un 65% en 1997 a 58,5% en 2013), se ha inclinado hacia la canciller. Su política de propagar el modelo alemán y de responsabilizar a los países del sur como los causantes de la crisis europea ha tenido su efecto, no solo en este país sino en el conjunto de la Unión. Los grupos de derecha no dejan de crecer en los sondeos de opinión.
La desconfianza en los socialdemócratas no es extraña, ya que le cobran la falta de oposición a las políticas impulsadas por los gobiernos de Merkel, pero también su complicidad al haber participado en repetidas ocasiones en las coaliciones con la CDU, tal y como lo hemos mencionado anteriormente.
Pero también a la izquierda empiezan a aparecer signos de recomposición. El resultado obtenido por el grupo Die Linke (La Izquierda) son los mejores hasta el momento para esta agrupación, llegando casi a un 8%, lo que le permite tener una representación en el Bundestag.
Lo que se augura para los trabajadores y la población en general no es nada bueno. La continuación de los planes de austeridad y la pérdida del poder adquisitivo serán la agenda del conjunto de la burguesía europea. Los socialistas burgueses de Francia y Alemania ya no muestran la falsa careta de oponentes de la austeridad y tal como en Alemania se aprestan a formar una nueva gran coalición que permita gobernar en contra de las masas.
Por su parte las organizaciones sindicales, dirigidas por burócratas, no tienen un plan de lucha que permita enfrentar a la austeridad en forma contundente, se rehúsan sistemáticamente a llamar a una huelga general a nivel del continente y los combates que han encabezado los trabajadores griegos, españoles y portugueses, a pesar de ser masivos en sus países, quedan aislados y se van desgastando.
Es necesario construir una nueva dirección sindical que sea dirigida por los luchadores y aquellos que de forma democrática puedan organizar las nuevas luchas a seguir.