Por Sebastián Chavarría Domínguez

En las últimas semanas, la dictadura de Daniel Ortega parece haber consolidado su victoria, a partir de la ofensiva militar con los tranques y barricadas (en los meses de junio y julio), que obligaron a los luchadores a replegarse. Los paramilitares ya no están en las calles, ya cumplieron su principal misión de aniquilar a los principales luchadores, pero la represión no ha finalizado.

La dictadura orteguista ha centrado la represión en la dirigencia estudiantil universitaria, que ha sido la vanguardia de la lucha democrática. Como ya hemos explicado, una parte de esta dirigencia fue encarcelada, está siendo procesada penalmente sin posibilidades de defensa real; otra parte se encuentra clandestina y otra parte en el exilio.

La subordinación a los empresarios

¿Cómo llegamos a esta situación tan calamitosa? Después de la insurrección de abril, que fue masacrada sin piedad, provocando centenares de muertos y desaparecidos, se produjo un auge revolucionario: marchas multitudinarias, las masas estaban a la ofensiva y la dictadura estaba a la defensiva, maniobrando con la convocatoria del Dialogo Nacional, para ganar tiempo.

Esta coyuntura fue desaprovechada. Si bien es cierto que la insurrección desarmada fue un fenómeno espontaneo, surgió una dirección denominada Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), una coalición de movimientos sociales (grupos estudiantiles, feministas, movimiento campesino, ongs, etc) con el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), la Cámara de Comercio Americana de Nicaragua (AMCHAM) y la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y social (FUNIDES).

Esta alianza con los empresarios resulto funesta, porque la mayoría de estos movimientos sociales se supeditaron a las directrices de los grupos empresariales. Los empresarios, antiguos aliados estratégicos del régimen, siempre defienden sus intereses económicos, por eso se opusieron a una insurrección general. Nunca dijeron abiertamente que se oponían, pero en los hechos boicotearon cualquier medida tendiente a generalizar el proceso insurreccional.

Cuando la presión social era insoportable para ellos, convocaron a paros nacionales de un día, solo para posicionarse, pero no con el objetivo de tumbar a la dictadura. En total hubo 3 paros nacionales de un día cada uno, que hemos denominado a cuenta gotas. Los empresarios nunca iban a convocar a un paro nacional indefinido, esta tarea solo podía ser asumida por los movimientos sociales, ante la grave ausencia de la clase trabajadora, que ha estado ausente en todas las jornadas de lucha.

Durante los meses de auge del movimiento revolucionario de las masas era necesario convocar al paro nacional indefinido para convertirlo en un proceso de insurrección general contra la dictadura, hasta lograr su derrocamiento.

Pero la mayoría de los movimientos sociales se supeditaron a los empresarios, nunca mantuvieron su propia independencia política. De esta manera dejaron que la conducción de la ACJD estuviera en manos de los grupos económicos, que miraban la lucha de masas solo como un controlado mecanismo de presión para obligar a Daniel Ortega a negociar reformas democráticas. A eso es lo más que aspiran los grupos empresariales.

Espontaneismo contra dirección centralizada

Uno de los fenómenos más relevantes de la lucha contra la dictadura orteguista fue que, a pesar del estricto control que esta mantenía sobre la sociedad, la masacre de abril generó un proceso de auto organización espontanea de las masas. La sociedad entro en efervescencia política. Surgieron centenares de nuevas organizaciones de autoconvocados, pero desligadas unas de otras.

Esto fue una gran ventaja, surgieron nuevos liderazgos, pero al mismo tiempo encerraba una enorme debilidad: no había una organización centralizada que dirigiera la lucha a nivel nacional. Entonces tuvimos una paradoja: un masivo movimiento espontaneo de las masas se enfrentaba a una dirección extremadamente centralizada, y con alta experiencia, como es la conducción del FSLN.

Daniel Ortega comprendió muy bien que la ACJD era una conducción vacilante, y que en muchos casos la lucha de las masas estaba por fuera de las directrices de la ACJD. Por eso, Ortega mantuvo entretenida a la cúpula de la ACJD durante un mes en el Dialogo Nacional, mientras reunía fuerzas para conformar los grupos paramilitares encargados de hacer la labor sucia de la masacre y asalto a los tranques. Después procedió a atacar militarmente a las masas en lucha, sin piedad. En este combate desigual, morteros contra fusiles de francotiradores, espontaneismo de las masas contra una dirección centralizada, se impuso la dictadura. Es muy importante sacar las enseñanzas de esta parte de la lucha.

Cuando se produjo el asalto militar sobre los tranques, la ACJD no emitió una sola directriz para derrotar la ofensiva militar de la dictadura. En sus pocos comunicados de ese periodo, se limitaba siempre a apoyar a la Iglesia Católica y exigir la reanudación del Dialogo Nacional.

Entonces, al no tener directrices de la ACJD para luchar contra los paramilitares, las masas se defendieron como pudieron y fueron obligadas a retroceder anta la lluvia de balazos. Se impuso la capacidad de fuego de una dirección centralizada por encima de la lucha espontanea, armada de piedras y palos. Aquí es donde la falta de una conducción centralizada de las masas en lucha resultó fatal. La única manera de derrotar la ofensiva militar de Ortega era convocar a un paro nacional desde abajo, pero este no fue convocado por los movimientos sociales y, por lo tanto, no se produjo.

No se conformó la Junta de Gobierno Provisional

El proceso de autoorganizacion creó organismos de doble poder, gobiernos locales en territorios liberados como en Masaya, Carazo, Nagarote, una parte de León, y en la zona norte. No se comprendió nuestro llamado de que estos gobiernos locales o zonas liberadas creasen la Junta de Gobierno Provisional.

LA ACJD se negó a llamar a formar el gobierno provisional, se limitó a exigir la reanudación del Dialogo Nacional con los puntos de la Agenda de Democratización, que por cierto ya había abandonado el punto de la exigencia de la renuncia del gobierno Ortega-Murillo. Solamente los movimientos sociales de la Articulación, propusieron la necesidad de formar este gobierno provisional y de convocar a elecciones para Asamblea Nacional Constituyente, pero tampoco la Articulación tuvo la organización centralizada para convencer a las masas de retomar su agenda.

Los movimientos sociales surgieron en Nicaragua como una alternativa ante el desgaste de los partidos políticos tradicionales. Tienen como uno de sus principios básicos la participación ciudadana y la horizontalidad, lo que se convirtió en otra gran debilidad al momento de enfrentar al aparato represivo de la dictadura orteguista, centralizado a la máxima potencia.

La condescendencia de los Estados Unidos y la UE

Si bien es cierto que la masiva violación de derechos humanos en Nicaragua ha provocado el aislamiento internacional de la dictadura, debemos detenernos un poco a analizar el rol de Estados Unidos y la Unión Europea en la crisis.

Desde el inicio, las potencias imperialistas se inclinaron por el dialogo y la negociación, es decir, porque fuera el propio Ortega quien impulsara las reformas democráticas. Cuando se produjo la etapa de ascenso revolucionario, los llamados de Estados Unidos y la UE fueron a la calma, llamaron al Dialogo Nacional. Después de las masacres y del asalto militar a los tranques, Estados Unidos y la UE endurecieron el discurso (Incluso Estado Unidos aplico algunas sanciones a funcionarios orteguistas), hubo resoluciones simbólicas en la OEA, pero ni una sola medida que ayuda a detener las masacres.

Una vez que Ortega se impuso a balazos, vino el silencio sepulcral. Pareciera que existe un acuerdo secreto que permita poner el orden como condición previa a cualquier negociación. Después de colocarse la dictadura en una mejor posición, el gobierno de Estados Unidos ha suavizado su posición. No le interesa el triunfo de una nueva revolución democrática, como en 1979, sino que quiere una transición democrática. Y Daniel Ortega apuesta y juega ser indispensable en esa transición.

Recientemente, España ha promovido en el seno de la UE una posición más conciliadora con los gobiernos de Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Poco a poco se impone la “sensatez” y se están revitalizando las negociaciones diplomáticas, y las salidas políticas.

Cambio en la correlación de fuerzas y nueva negociación

De esta manera, masacrando, enseñando los dientes ensangrentados, gruñendo, el gobierno Ortega-Murillo ha cambiado la correlación de fuerzas, y está creando escenarios para una nueva negociación, en mucho mejores condiciones que las de mayo-junio, es decir, bajo sus condiciones. Ataca furiosamente al obispo Báez porque representa el ala dura de la Iglesia, pero no puede prescindir de ella, por el momento. El estilo de Ortega ha sido que primero presiona al máximo antes de sentarse a negociar

En estos seis meses de lucha democrática, la estrategia de Ortega ha sido resistir, golpear para cambiar la correlación de fuerzas, y prepararse para la inevitable negociación política, procurando defender al máximo las cuotas de poder y la integridad del aparato represivo que ha creado en los últimos años.

Contradictoriamente, en este punto coincide con la política de Estados Unidos que aprecia el rol que ha jugado la Policía Nacional y el Ejército Nacional en imponer, en los años anteriores, el orden y la tranquilidad social que tanto necesitan los inversionistas extranjeros

Crisis en el FSLN

Para elevar la moral de la militancia del FSLN, les obligan a estar en las rotondas agitando banderas para dar la sensación que Ortega tiene apoyo popular. Pero el desgaste del FSLN se aprecia en esos pequeños actos: cada vez más le es más difícil al aparato del FSLN movilizar a sus simpatizantes, a pesar de contar con los recursos del Estado. Las masacres y el enriquecimiento de la cúpula del FSLN tienen en crisis a la militancia de base del sandinismo. Cada vez más, se ve a la dictadura orteguista como una degeneración de las tradiciones revolucionarias del sandinismo.

Prohibición de manifestaciones: agotamiento e inamovilidad

En aras de la inminente negociación, para consolidar los avances obtenidos, en el mes de octubre la dictadura prohibió cualquier tipo de manifestación pública. Las personas que en solitario marchan con banderas de Nicaragua para desafiar a la dictadura, son encarcelada y procesadas penalmente bajo la acusación de terrorismo.

Pareciera que la dictadura finalmente se impuso, pero en realidad no es así. El descontento popular es inmenso, pero ya no puede expresarse en las calles. Este es el punto donde quería llegar Ortega, para poder negociar las elecciones anticipadas. No obstante, al frenar y contener la más mínima expresión de descontento popular, está acumulándose la presión social en la caldera y en cualquier momento tendremos una nueva explosión social. La parálisis de la economía alienta las tendencias a una nueva rebelión.

Nuevas formas de lucha

La ACJD y la Articulación constituyeron a inicios de Octubre la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), pero esta unidad no ha avanzado hacia acciones concretas de lucha, más bien se ha quedado paralizada ante el ultimátum de la dictadura de prohibir cualquier manifestación callejera.

La lucha democrática debe adaptarse a las condiciones reales. Nunca podemos dejar de luchar, porque de lo contrario la dictadura ganaría la pelea. Si prohíben las manifestaciones, pues debemos convocar a concentraciones en lugares cerrados (iglesias, cines, colegios, universidades privadas, ect). Este tipo de actos de protesta no requiere permiso policial (todas las marchas se hicieron sin permiso).

También podemos organizar pequeños mítines en los barrios que, dependiendo de la asistencia, pueden ser marchas barriales. Las brigadas de agitación deben movilizarse constantemente

Debido a la inclemente represión, estos mítines o concentraciones, deben realizarse simultáneamente, creando una especie de guerrilla política: pequeños actos de resistencia, nunca quedarse en un solo punto, para mantener el nivel de agitación social. Todo esto es posible. De hecho, en Rivas, se han hecho tranques móviles, es decir, tranques por un corto periodo, y después los activistas desaparecen.

Lo que no debemos hacer, como pretenden los empresarios, es reducir la lucha a campañas en Twitter (pico rojo), publicando memes y noticias falsas. Esa campaña pretende convertir la resistencia contra la dictadura en actos individuales y no en masivos actos colectivos. El paro de consumo es parte de esa propaganda reaccionaria que pretende sustituir la lucha en las calles, o los actos de resistencia, a actos individuales en nuestras casas.

Toda forma de lucha que ayude a la movilización es bienvenida, pero lo que más nos debe interesar es como recupera las calles para iniciar una nueva ofensiva contra la dictadura. Aceptar cualquier dialogo bajo las condiciones que ha logrado imponer la dictadura, significaría aceptar un orteguismo sin Daniel Ortega, lo que equivale a la rendición política.

Nuevas formas de lucha surgirán del ingenio popular. La discusión colectiva ayudara a sacar ese Gueguense que llevamos dentro

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