Por Baca, V; Gómez, W; Meza, H; Quezada, F; y Rivera, J.
Detrás de las matrices de pensamiento como contradicción o como diferencia están sus titanes creadores, Hegel y Heidegger. Todos los demás son aplicaciones, Marx, Gadamer, Foucault, Lyotard, Butler, postco’s, deco’s, subalter’s, queers, etc.
Hay un tercero, menor que los dos anteriores, pero que ofrece un hilo conductor para unirlos. Es Husserl, y su categoría maestra de sentido («Bedeutung») o intención. Son las tres «H» del pensamiento que no por casualidad son alemanes y constituyen las abejas reinas del pensamiento occidental. Husserl dice, como Aristóteles y Brentano, que de toda cosa, lo importante es el fin hacia el que tienden que, en nuestra cultura de tiempo, cristiana y lineal, deben terminar de algún modo reconciliante o apocalíptico.
Es clave Husserl, aunque invisibilizado hasta hoy, por tener como virtud su registro de sentido emancipador, que la modernidad, posmodernidad y derivados subalternistas, decoloniales, queers y del sur, siguen haciendo suyo, todos estos últimos, por la vía, esta vez, de la diferencia.
Es una ironía que Alemania haya sido vencida pero que las categorías de pensamiento de los derrotados, hayan seguido triunfando en la postmodernidad y en sus descendientes legítimos (como subalternistas y postcoloniales) y renegados de su herencia (como epistemólogos del sur y decoloniales).
Todo sucede combinada, interrumpida y desigualmente hoy. Estas cosas las sentimos todos, pero se ven interrumpidas constantemente por los archivos, memorias, cultura, pasado, etc que nos poseen; en cuenta, los paradigmas que discutimos.
Cuando una contradicción se le rebaja al rango de diferencia, se derrumba la emancipación porque todas las diferencias pasan a ser iguales. El paradigma de la contradicción no ha desaparecido. Pasó a ser el soporte oculto del de la diferencia. Sin un enemigo, este, no podría luchar.
Un universo sólo de diferentes sería paradójico porque todos serían iguales, se anularían y suspenderían a sí mismos. Y uno sólo de enemigos, necesita alguien que no lo sea, para redimirnos a todos, desembocando en los totalitarismos que ya conocemos.
En el paradigma de la contradicción, yin, la diferencia es un momento de reconocimiento, arrastrable por su programa emancipatorio, al final de un tiempo reconciliador de víctimas y verdugos. A su vez, el paradigma de la diferencia, yang, debe contar con una contradicción, emergida de su propio seno y declarable como el enemigo, que le impide la materialización de sus derechos.
Las luchas sociales, como la que actualmente estremece a Nicaragua, tienen muchas dimensiones y ciertamente no admiten su codificación en un par de categorías. La distinción de los paradigmas predominantes en los actores enfrentados enriquece el análisis, sin duda; la consideración de las «diferencias y conflictos generacionales» nos abre las puertas al análisis de la reproducción y la innovación cultural, tal como lo estudian los antropólogos; pero, también hay otros muchos intereses (económicos, políticos, ideológicos, geoestratégicos) en conflicto que no podemos dejar de ver y que pesan mucho en esta lucha y en las distintas salidas de la crisis que se barajan, como estamos viendo.
La crisis política que encontramos en la génesis de la lucha social actual en Nicaragua es, a todas luces y en sus expresiones visibles, una crisis de gobernabilidad; ocasionada por múltiples y confluyentes factores
De diferentes formas, de palabra y de hecho, un enorme sector de la sociedad (que como mínimo puede ser el 70% de los ciudadanos que en las elecciones han votado por los otros candidatos y, por tanto, en contra del FSLN) le están diciendo al presidente y sus seguidores que YA NO QUIEREN SER GOBERNADOS POR ÉL, QUE SU PROPUESTA DE NACIÓN Y DE PAÍS YA NO LA QUIEREN NI ACEPTAN.
Como en todas las crisis sociales, sobran los «análisis de coyuntura» que pretenden «arrojar luz» sobre aspectos como la «correlación de fuerzas», la «política de alianzas», el «repertorio para la lucha» y cualquier otra.
A la par, pero de una manera más discreta y relativamente desapercibida, han aparecido escritos en torno a las diferencias y similitudes entre lo que se ha dado en llamar EL ORTEGUISMO y lo que hemos conocido como EL SANDINISMO. Es más, prácticamente se ha hecho una «expresión popular» que asume por cierto que no son lo mismo. Estas expresiones populares y pocos escritos tienen como resultado, sin saberlo, sin proponérselo o sin confesarlo, el situar la crisis de gobernabilidad en la diferencia existente entre esos dos conceptos: Sandinismo y Orteguismo.
La intención de estas reflexiones, es hacer un análisis de la crisis de gobernabilidad actual desde la perspectiva de los paradigmas que aparentemente subyacen en el conflicto social actual de Nicaragua y al mismo tiempo reflexionar sobre la posibilidad de que la misma sea, además, la expresión de las diferencias y conflictos que acarrean y confrontan a dos generaciones: aquella que derrotó a la dictadura somocista a través de una revolución armada hace cuatro décadas y que abraza aún el paradigma de la contradicción y ésta que, desde el paradigma de la diferencia, enfrenta a un gobierno supuestamente surgido de aquella lucha, levantando banderas de justicia, libertad, democracia y derechos para todos por igual.
La observación, relieve y análisis de los elementos considerados aquí tienen, a nuestro criterio, una importancia epistémica que trasciende nuestro tiempo y nuestro espacio geográfico.
Nicaragua, su pueblo, en lo relativo a la solución del «problema social» ha trascendido geográfica y temporalmente por las soluciones que ha protagonizado:
Fue el primer país que se enfrentó a las nacientes intenciones imperiales de los Estados Unidos y las derrotó. El EDSN y la derrota que le infringió a la marinería norteamericana el General Sandino es ampliamente conocida.
Fue la última revolución armada triunfante del siglo veinte.
Fue la primera nación que, habiendo surgido de una confrontación violenta, inicia las transformaciones hacia otro tipo de sociedad a partir de los resultados de unos comicios electorales.
En estos momentos, estamos viendo y viviendo una «confrontación paradigmática». Es una lucha en la que los contendientes abrazan (aún sin saberlo conscientemente) uno u otro paradigma y también podríamos estar frente a las diferencias y conflictos surgidos entre dos generaciones. Por supuesto, esta confrontación no implica una «pureza» paradigmática y/o generacional. Como en toda realidad, existe una zona de intersección expresada en formas de pensar y hacer, en consignas y banderas políticas, repertorios para la lucha, etcétera.
Iniciamos con la presentación de las reflexiones
- La generación de nicaragüenses que dio al traste por la vía armada con la dictadura somocista nació, creció y se multiplicó -ideológicamente y en lo permitido por las circunstancias- en un paradigma predominante en ese momento y cuya principal característica permite identificarlo como un «paradigma de la contradicción».
- La esencia de dicho paradigma radica en que el «uno» considera al «otro» como un enemigo al que hay que vencer y, eventualmente destruir pues su sola existencia amenaza y se opone a lo que interesa y conviene al «uno».
- Adicionalmente, ese «uno» se considera a sí mismo como el sector más avanzado de la sociedad y está «obligado históricamente» a triunfar sobre el “otro” para poder garantizar un mejor futuro para todos en la sociedad.
- Por el contrario, la generación de nicaragüenses, jóvenes, que ha estado a la cabeza de la revuelta social que está estremeciendo Nicaragua a partir del 19 de Abril, ha crecido y se ha formado en otro tipo de paradigma; uno al que podríamos llamar «paradigma de la diferencia».
- En este paradigma, lo esencial es que todos los «unos» existentes en la sociedad, reconocen y aceptan la existencia de todos los «otros». No solamente en términos de aceptación como realidad, sino también en términos de “sujetos sociales reales, con derechos iguales”.
- Dicho paradigma, por tanto, no necesita que «desaparezca» ningún otro; antes bien, su existencia y posibilidad de reproducción y crecimiento es lo que llena de contenido y le otorga validez social al mismo.
- Tampoco necesita el paradigma de la diferencia que ninguno de los sectores de la sociedad sea ni se convierta en «el sector más avanzado» de la misma, ni que recoja o represente en sí los «intereses objetivos» de toda la sociedad para ser válido. Antes bien, su fuerza y validez radica precisamente en esa variopinta conformación social.
- Dejando de lado los argumentos que solo reflejan y obedecen a los intereses particulares de la pareja presidencial y a determinados «intereses creados» de sectores sociales beneficiados y, por ende, atados a ellos y su modelo de ejercicio de poder; la argumentación que se escuchan del lado del gobierno y los sectores sociales que aún creen en que esta es una continuidad de la revolución que comenzó en Julio de 1979, se enmarca en ese paradigma de hace más de cuatro décadas.
- Así pues, es común no solamente escucharles decir que estamos frente a un «golpe suave», una conspiración de la burguesía y la derecha internacional, una obra maléfica salida de las mentes de aviesos y malvados agentes y dependencias de la CIA y el imperialismo norteamericano que usan a sectores nicaragüenses que solo conocen de traición y no les interesa la patria; sino que también llaman a rebato a la vieja militancia sandinista para que se enrolen en la defensa de la patria y la revolución e impedir así que nuevamente los sectores más retrógrados y reaccionarios de la sociedad den al traste con el proyecto revolucionario.
- Adicionalmente, como quiera que lo que está en juego para ellos es «la continuidad de la revolución» es indispensable, por tanto, que los sectores sociales e individuos que se están «prestando a la maniobra» sean derrotados por completo.
- Esa derrota a infringir a los conspiradores es necesaria para poder seguir adelante con la revolución. Y la violencia armada es la mejor arma que tienen para ello.
- Del otro lado, no solamente escuchamos un rechazo formal y explícito a la violencia armada como la forma por excelencia de resolver el conflicto, sino que también vemos:
- La voluntad colectiva de integrar a TODOS los sectores a la lucha sin, aparentemente, pretensiones hegemónicas de ninguno de ellos.
- La aceptación de que la salida a la crisis debe ser tal que satisfaga, por lo menos en principio, los intereses y objetivos que cada sector tiene en la lucha. No hay pretensiones visibles de ARROGARSE la representación de todos en ninguno de los actores.
- El reconocimiento al derecho a la existencia de todos los sectores, incluyendo al hegemónico contra el que está planteado el conflicto y la lucha. Lo cual se desprende de las afirmaciones de sus representantes en torno a «el derecho que tiene el FSLN, los sandinistas, de seguir existiendo y haciendo propuestas a la nación»
- En el sector que apoya al gobierno, vemos un predominio dirigente de «viejos sandinistas» unido a una masa juvenil que mayoritariamente presta su vigor y energía para esa lucha.
- En el otro sector, el que propugna, plantea y lucha por un modelo de poder diferente, en el que la justicia y los valores y prácticas democráticas sean la norma y no la excepción; encontramos a un sector de vanguardia mayoritariamente juvenil que al menos simbólicamente tiene un rol si no dirigente, de gran influencia en el rumbo de los acontecimientos y las acciones de protesta.
- Por ello, es válido suponer que estamos también ante expresiones de diferencias y conflictos generacionales, en los que las banderas que se levantan están ligadas a una «lucha de paradigmas».
- Sin embargo, es de resaltar que la dinámica actual del conflicto reproduce con intensidad el «paradigma de la contradicción» entre los partidarios del gobierno. Esto lo vemos expresado en ese retorcido estribillo de una canción que se repite en estos días: «HABRÁ PATRIA PARA TODOS (falso espíritu de inclusión de los “otros” en el “todo”, porque supone la sumisión de los “otros” a la hegemonía del “uno”) O NO HABRÁ PARA NINGUNO (la liquidación de todos si no se admiten sus reglas)». Esta reproducción es lo que cabe esperar, si nos remitimos a la categoría de la praxis, que es unidad dialéctica de pensamiento y acción, teoría y práctica. Aquí cabría también preguntarse si esa reproducción es el resultado de un actuar y hablar consciente de la pareja presidencial y sus «viejos seguidores» que consideran que es la única manera de resolver el conflicto satisfactoriamente para ellos.
- De una manera peligrosa, estas características del conflicto también ponen en crisis al «paradigma de la diferencia», cuando comienza a arraigarse en la conciencia de los que lo abrazan la convicción de que hay «un otro» tan excluyente que amenaza la existencia de todos “los otros” y que, por tanto, es incompatible con la democracia. Haciendo emerger praxeológicamente, de esta manera, el «paradigma de la contradicción» entre los partidarios del «paradigma de la diferencia». Los empeños por evitar esta reproducción manteniendo el carácter cívico de la lucha pueden llegar a ser insuficiente, si el «uno» se empeña en una estrategia de exterminio de los «otros», aún y cuando se puedan producir algunas transferencias y apoyos a la Alianza Cívica de anteriores partidarios del gobierno.
- Ambos paradigmas de la praxis política no son sistemas cerrados, que no se afectan mutuamente, sino todo lo contrario, son sistemas abiertos que procuran representar la unidad cambiante de las ideas y acciones de los sujetos históricos.
- La del ‘79 marcó el fin del paradigma de la contradicción a lomos de un sector juvenil que no se supo ver como diferente, pese a enarbolar las libertades democráticas contra Somoza, ante la suma de otros actores, como las etnias, el campesinado y las mujeres, con quienes chocó de entrada bajo la idea de un enemigo detrás de ellos.
- La diferencia es la que derrota al FSLN en los 90, bajo las banderas de las libertades democráticas pero esta vez funcionó sólo en el arranque, más por necesidad que por virtud, por conveniencia que por convicción, del gobierno de Doña Violeta Barrios viuda de Chamorro.
- Vuelven a cerrarse los espacios en virtud de los pactos de Alemán con Ortega que es lo que nos tiene de nuevo en una segunda vuelta de esas exigencias traicionadas y vuelven a ser los jóvenes, esta vez sin ilusiones vanguardistas, los actores centrales.
- En la del ‘79 la contradicción venció a la diferencia no sólo porque pesaba más por arrastre que por poder de convicción, sino porque los problemas de identidad de las diferencias estaban empezando. En Europa, 1979 es el año en que aparece La Condición Postmoderna de Lyotard que registra el fin de los metarrelatos emancipatorios. Las diferencias nacientes en el Sur, no sabían, por ejemplo, si tomar el poder o no de un Estado que odiaban y que se lo cedieron al enemigo neoliberal que ocupó el vacío. Las sociedades, al menos las del sur, sufrieron una oengización, a veces con el postmodernismo como matriz, que terminó por ser funcional al neoliberalismo
- Ahora, en la del ‘18, la diferencia ocupa todo el terreno, pero el enemigo típico del otro, existe, y es el que está a la defensiva. En ambas dimensiones, como en el ying y el yan, coexisten para cada caso, pero en pesos y magnitudes distintas. Y como en una banda de Moebius, se empuja a sí misma a base de paradojas.