Por Rubén Molina
Existen algunos episodios en la historia del país, que demuestran el gran significado que pueden tener las acciones que señalan el rostro de envilecidos países que pretenden dominar a otros. El 7 de abril de 1988 ocurrió en Tegucigalpa una acción que volvió notoria la presencia nefasta de los Estados Unidos de Norteamérica en los asuntos internos de cada país centroamericano.
En horas de la tarde de ese día, los estudiantes aglomerados en varios frentes estudiantiles y movimientos, salieron en movilización de la Universidad Nacional Autónoma y la Pedagógica, con rumbo a los predios de la Embajada de Estados Unidos en Honduras, se sumaron también a esta movilización más jóvenes de los barrios aledaños. En horas posteriores, la embajada estadunidense yacía prendida en fuego por una acción que anunciaba total repudio a un país que mandaba marines a su “patio trasero”, gestionaba la liquidación de comunistas y disidentes de su política con la Doctrina de Seguridad Nacional, y que promovía la extradición de hondureños como Ramón Matta, quién sigue preso en cárceles gringas.
La cruda represión que se vivía en los años ochenta respondía a doctrinas militares importadas de EEUU; las laceraciones que se aplicaban con saña en los cuerpos de hombres y mujeres jóvenes era la combinación del adiestramiento gringo con manuales perversos de tortura y el impulso violento de militares hondureños desquiciados cuales carniceros sanguinarios. Los secuestros a jóvenes disidentes se volvió una norma dentro de todo el aparato militar, y para ese entonces, las frecuentes persecuciones llegaban hasta las puertas de las casas. Todo este ambiente de represión avivó a los grupos estudiantiles a planificar acciones que mostraran las fauces de un monstruo imperialista que se llevaba las vidas de muchos jóvenes visionarios.
Las condiciones sociales y políticas que tenía Honduras en los años ochenta, aunque nunca iguales, no distan mucho de las que hoy se presentan. La fragilidad de los gobiernos liberales continúa: en plena década de los años ochenta el presidente liberal Azcona del Hoyo demostró claudicar a la política exterior norteamericana con su apoyo a la Doctrina de Seguridad Nacional y las extradiciones, los gobiernos sucesivos de los nacionalistas mantienen intacta la supremacía gringa en los demás países aceptando las políticas contra los migrantes por ejemplo; la represión desenfrenada al mando de caudillos militares como Álvarez Martínez sigue latente: en la actualidad la represión no es tan distinta como en los años ochenta, lo que ha cambiado es el grado de sofisticación del aparato militar, han asesinado y desaparecido estudiantes, confundiendo como es de costumbre los móviles de los asesinatos con el crimen común. Los movimientos de estudiantes continúan pese a sufrir la pérdida de tradiciones: en los años ochenta la presencia de discusiones ideológicas abordadas por organizaciones de izquierda alimentaba de alguna u otra forma a los movimientos estudiantiles que le hacían frente con propaganda y acciones a la avanzada de los gringos en América Latina. Hoy las tradiciones siguen su rumbo, pero de forma dispersa, puesto que corrientes liberales han ocupado el lugar de verdaderas organizaciones de izquierda que den su puesto a verdaderas discusiones ideológicas.
Mayo de 2019: vuelve el antiimperialismo
En el mes de mayo del año 2019, mientras se gestaban las movilizaciones de médicos y maestros por la derogación de los decretos ejecutivos PCM, surgieron varias movilizaciones que buscaban volver notoria la situación del país que atravesaba el preámbulo de una descarada privatización del sistema sanitario y educativo.
El viernes 1 de noviembre de ese mismo año, en la Embajada de EEUU en Tegucigalpa, ocurrió un episodio que dio lugar a discusiones importantes sobre las acciones políticas coordinadas: varios compañeros decidieron quemar la puerta principal de la embajada americana, lo que provocó la detención del compañero maestro Rommel Valdemar Herrera, quien hasta la fecha enfrenta procesos judiciales engorros que lo mantienen privado de su total libertad. La tradición que coloca en el centro de nuestro rechazo a los gringos, volvió, pero sin la suficiente preparación y acompañamiento popular que diera por sentada la seguridad de los compañeros que emprendieran esta acción. Es el momento adecuado para que sostengamos discusiones que aborden los métodos eficaces para emprender estas acciones con mayor eficacia y acompañamiento, neutralizando infiltraciones de militares si las hay, y resguardando la integridad de nuestros compañeros.