Por Victoriano Sánchez

En Mayo de 1957 se inició una guerra entre Nicaragua y Honduras, por el territorio en litigio conocido como la Mosquitia. Honduras estaba siendo gobernando por una Junta Militar que en el año 1956 había derrocado al gobierno de Julio Lozano Diaz, quien había llegado efímeramente al poder como sucesor del supuestamente enfermo presidente Juan Manuel Gálvez Durón. La Junta Militar estaba conformada por el general Roque Jacinto Rodríguez Herrera, el coronel Héctor Caraccioli Moncada y por el Mayor Roberto Gálvez Barnes.

Gobiernos militares en Honduras y Nicaragua

En Nicaragua, conforme la Constitución de 1950, el presidente del senado asumiría la presidencia en caso de desaparición del presidente. Somoza García ya había arreglado el tema de la sucesión presidencial, cuando fue ajusticiado por Rigoberto López Pérez el 21 de septiembre de 1956. Su hijo, Luis Somoza Debayle, presidente del senado, fue electo por el Congreso Nacional para terminar el periodo presidencial de su padre, dándole continuidad a la dictadura somocista.

Habiendo sido abolidas con antelación las prohibiciones para la reelección presidencial, Luis Somoza se presentó como candidato presidencial para las elecciones del periodo 1957-1963.

En Nicaragua, la situación era tremendamente inestable: crisis económica, represión y masacre de opositores en venganza por el ajusticiamiento del dictador Somoza García, reagrupamiento de los conservadores radicales y expectativa de las masas que sentían que al fin podían terminar con la continuidad de la dictadura somocista.

La Junta Militar de Honduras, como el presidente Luis Somoza Debayle, quien se encontraba en campaña electoral, habían llegado al poder en medio de un enorme descontento social. Ambos, desde puntos de vista diferentes, necesitaban conquistar apoyo popular para cumplir sus objetivos.

La Junta Militar de Honduras, presionada también por el descontento de masas, se había propuesto reformar el Estado burgués, y tuvo un ligero giro al nacionalismo (no confundirlo con el nacionalismo cachureco), reivindicando la grandeza de la patria hondureña. No solo iniciaron una apertura política, e impulsaron algunas reformas democráticas, sino que emitieron, entre otros, el Decreto del 21 de Febrero de 1957 que creaba el 18 Departamento, denominado de “Gracias a Dios”, que señaló como límites: Al norte y al este, el mar de Las Antillas; al oeste, el meridiano 85 grados al Oeste de Greenwich; al Sur, la línea que sigue la vaguada o talweg del Río Segovia o Coco hasta su desembocadura; y estableció a ciudad Cabañas como cabecera departamental. Con ello estableció una nueva frontera con Nicaragua, en el territorio que había estado en “litigio”.

El gobierno de Luis Somoza hizo los reclamos diplomáticos, y alimentó un vulgar nacionalismo nicaragüense, en medio de la campaña electoral, presentándose como el máximo defensor de la soberanía nacional. Por su parte, los militares hondureños hicieron lo mismo. El pleito por el “territorio en litigio” era el pleito por los recursos naturales de la Mosquitia, que abarcaba una buena porción de la costa caribe tanto de Nicaragua como de Honduras.

La desmembración de la Mosquitia.

Honduras como Nicaragua, así como el resto de países de Centroamérica, tenemos un origen común. Desde la época colonial, hasta la proclamación de la República Federal de Centroamérica (1824-1838), diversos territorios han estado en manos de diferentes gobiernos, sobre todos los territorios fronterizos. Primero como gobierno de la capitanía general de Guatemala, y después como parte de los sucesivos gobiernos posteriores a la independencia.

Desde esa época existió un conflicto por el territorio de la Mosquitia, una verdadera nación indígena (un caso de tipico de nacion sin Estado) que comprendía el Awán, en Honduras, toda la costa caribe de Nicaragua. hasta Matina en Costa Rica. Mientras Centroamérica se mantuvo unida, no hubo pleito por estos territorios, sino hasta después. La disolución del Estado Federal generó tendencias centrípetas y nacionalismos estrechos, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se produjo el boom cafatelero que permitió la relativa consolidación de los nuevos Estados nacionales.

En 1831, aprovechando la guerra civil centroamericana, Inglaterra disputaba los mares al decadente colonialismo español y al emergente imperialismo de los Estados Unidos. Para enfrentar a los españoles, y a los gobiernos surgidos de la independencia de 1821, Inglaterra, desde sus cuarteles en Belice y Jamaica, impulsó un acercamiento amistoso con los indígenas misquitos, llegando a crear el Reino Mosco, como un gobierno títere, compuesto por la aristocracia indígena, llegando a establecer alianzas y el control sobre una franja del territorio centroamericano, en la perspectiva de poder incidir en la posible construcción de un canal interoceánico. Los indígenas misquitos se aliaron con los ingleses para luchar contra el dominio de las oligarquías criollas, herederas del colonialismo español.

En 1894, el gobierno del general José Santos Zelaya, con apoyo de las cañoneras yanquis, logró anexar militarmente una gran parte del vasto territorio de la Mosquitia al Estado de Nicaragua, en un proceso que se ha conocido falsamente como “reincorporación” de la Mosquitia, cuando en realidad las autoridades nicaragüenses, a duras penas lograron establecer su soberanía sobre algunos puertos en el rio San Juan. Estados Unidos apoyó al gobierno de Nicaragua, para desalojar a los ingleses de esa parte del territorio, aunque posteriormente impulsó el derrocamiento de Zelaya en 1909.

Inglaterra siempre trató de recuperar la influencia perdida en esa parte de la Mosquitia. En 1905, barcos de guerra de Estados Unidos protegieron la costa caribe nicaragüense, de la amenazante cercanía de la flota de guerra inglesa. Ese año, se firmó el tratado Altamirano-Harrison por medio del cual Inglaterra renunciaba a recuperar el territorio de la Mosquitia.

Mientras esto ocurría, la parte del Awan, al norte del rio Coco, era reclamada por Honduras. Las autoridades de Nicaragua hicieron lo mismo.

El Laudo del Rey de España, en 1906

La anexión de una parte de la Mosquitia al Estado de Nicaragua en 1894, obligó al Estado de Honduras a reclamar su parte. Con base al Tratado de 1894, los gobiernos de Honduras y Nicaragua, decidieron ir a un juicio arbitral, siendo el árbitro don Alfonso XIII, rey de España, quien en el año 1906 dictó su sentencia: "(…) El punto extremo limítrofe común en la Costa Atlántico será la desembocadura del Río Coco, Segovia o Wanks en el mar, junto al cabo de Gracias A dios, considerado como boca del río la de su brazo principal entre Hara y la isla de San Pío en donde el mencionado Cabo, quedando para Honduras las isletas y cayos existentes dentro de dicho brazo principal antes de llegar a la barra y conservando Nicaragua la orilla sur de la referida boca principal con la mencionada isla de San Pío, más la bahía de Gracias a Dios entre el continente y la repetida isla de San Pío.

A partir de la desembocadura del Segovia o Coco, la línea fronteriza seguirá por la vaguada o talweg de este río aguas arriba sin interrupción, hasta llegar al sitio de su confluencia con el Poteca o Bodega y desde este punto dicha línea abandonará el río Segovia continuando la vaguada del mencionado afluente Poteca o Bodega y siguiendo aguas arriba hasta su encuentro con el río Guineo o Namaslí.

Desde el encuentro la divisoria tomará la dirección que corresponde a la demarcación del Sitio Teotecacinte con arreglo al deslinde practicado en mil setecientos (1720) para concluir en Portillo Teotecacinte de modo que dicho sitio quede íntegro dentro de la jurisdicción de Nicaragua".

Alfonso XIII le dio la razón al gobierno de Honduras, estableció las fronteras entre los dos estados nacionales, algo que no fue aceptado por el gobierno de José Santos Zelaya.

El inicio de la guerra

Antes del estallido de la guerra, los militares hondureños compraron el primer lote de (3) Corsarios F4U-5N, reliquias de la segunda guerra mundial.

El 7 de marzo de 1957, la Junta Militar de Honduras envió tropas del campamento de Ahuas hasta la Aldea de Morocón. El gobierno de Luis Somoza trató de que la OEA detuviera ese movimiento de tropas, pero no logró. En respuesta, Somoza mandó 100 soldados de las tropas elites de la Guardia Nacional, ocupando la zona de Mocoron.

El 27 de abril de 1957 el gobierno de Honduras envió un contingente de 75 soldados al mando del Capitán, Arnaldo Gómez Alas y del Sub-Teniente Efraín Sanabria Rubio, a recuperar Morocón que en estaba en manos de los nicaragüenses.

El 30 de abril de 1957, los soldados hondureños rodearon a los nicaragüenses, y después de una corta batalla, lograron desalojarlos. Un papel clave jugaron los recién adquiridos aviones de la Fuera Área de Honduras (FAH). Según los reportes periodísticos de la época, hubo dos soldados hondureños muertos: el Sargento Longino Sánchez Díaz y el cabo Gregorio Hernández, resultó herido el Sargento José Ovidio Palacios.

Las autoridades de Honduras sonaron las alarmas al denunciar que tropas nicaragüenses habían penetrado el territorio de Honduras en la zona de Mocoron. Igual denuncia, pero en sentido contrario, hizo Luis Somoza el 1 de mayo, fecha de su toma de posesión, y su primer acto de gobierno fue declarar la guerra a Honduras.

En su discurso de toma de posesión, Luis Somoza dijo lo siguiente: “(…) Mi corazón estaba emocionado al saber que venía a cumplir con un mandato constitucional, pero cuando me encontraba en las puertas de Casa Presidencial, listo para abordar el automóvil, recibí la triste noticia de que fuerzas hondureñas, invadiendo territorio nacional, ultimaron a treinta y cinco guardias nacionales. Francamente si la Patria reclama mi presencia en el campo de batalla allí estaré yo, dispuesto a ofrendar mi vida en aras de Nicaragua”.

Nunca se pudo confirmar la muerte de 35 soldados nicaragüenses. Se habla de una guerra de 23 días, del 1 al 23 de Mayo, pero solo hubo un combate. En realidad, la batalla de Mocoron duró pocas horas. La llamada “guerra de Mocoron” fue una maniobra del gobierno de Luis Somoza, para afianzarse en el poder y superar la crisis posterior al ajusticiamiento de su padre.

El nacionalismo reaccionario estalló en Honduras y Nicaragua. Las radios, principal medio de comunicación, exacerbaban los ánimos. Se alistaron voluntarios para ir a la guerra fratricida, pisoteando las aspiraciones de los indígenas misquitos.

En Managua, la embajada de Honduras fue incendiada por las turbas somocistas, dirigidas por la Nicolasa Sevilla, quien encabezaba una fuerza de choque paramilitar.

Las tensiones se mantuvieron entre los dos países, pero los militares de Honduras continuaron son sus reformas (otorgaron la autonomía universitaria e impulsaron una apertura democrática) y después de ganar la elección presidencial el liberal José Ramon Villeda Morales, en diciembre de 1957, regresaron a los cuarteles.

La sentencia de la CIJ

El conflicto por el territorio en litigio fue llevado a la Organización de Estados Americanos (OEA) y mediante acuerdo ambos países acordaron someterse a la jurisdicción de la Corte Internacional (CIJ) de Justicia de La haya.

Finalmente, el 18 de noviembre de 1960, la CIJ confirmó el laudo del rey de España, del año 1906, dándole la razón a Honduras, y confirmando la plena soberanía de Honduras sobre el territorio en litigio.

Un tema pendiente: la restitución de las naciones indígenas

Las oligarquías de Nicaragua y Honduras devoraron a la debilitada nación misquita, cada cual agarró la mejor parte. Reducidos a la mínima expresión, forzados a vivir como prófugos, los Estados nacionales de Honduras y Nicaragua, le negaron a los indígenas misquitos el derecho democrático mas elemental como es decidir ellos mismos su futuro.

Con el final de la guerra de Mocoron y la sentencia de la CIJ se confirmó la tragedia: los misquitos quedaron divididos por el rio Coco, en dos países diferentes, aunque ellos se siguen considerando misquitos por encima de las nacionalidades nicaragüenses o hondureña.

El destino de la nación misquita es similar a la de muchas otras naciones indígenas que fueron aplastadas y destruidas. Cuando Centroamérica se separó del Imperio de Iturbide, en 1823, la nación de los indígenas mames quedó dividida entre el Soconusco, que fue anexado a México, y otra parte que quedó en el departamento de San Marcos, en Guatemala.

Lo mismo ocurrió con la nación Qjobal, que quedó dividida entre Chiapas, México, y Hueutenango, Guatemala. Los garífunas, sin constituir una nación propiamente, están divididos entre Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua.

A pesar del proceso de extinción y genocidio a que han sido sometidos, el programa de la revolución socialista en Centroamérica debe reivindicar la restitución de las naciones indígenas, defender su cultura, idiomas, formas de gobierno, etc. Debemos terminar con la división territorial que hicieron los gobiernos liberales del siglo XIX, cuyo principal objetivo era apropiarse de los territorios indígenas y disolver su población en el mestizaje.

Si la Federación Centroamericana no se hubiera disuelto, probablemente otra seria la historia de la nación misquita. La reunificación socialista de Centroamérica deberá reconstruir los hilos rotos de la historia.

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