Por Andrés Morales
La historia de los pueblos indígenas del oriente del país, entre ellos los misquitos, está llena de largas décadas de injusticias y desahucios por parte del Estado hondureño. La injerencia de países colonialistas como ser Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica, colocó en una posición desventajosa a los pobladores de estas zonas selváticas del río Patuca. La explotación orquestada por estos países foráneos, se concentró en la extracción inescrupulosa de maderas de color, y en el adiestramiento de los pobladores para servir a los intereses comerciales de dichas potencias.
La política de los gobiernos de mitades del siglo XIX, solamente amonestó a los ingleses con el Tratado Wike-Cruz (1859) –que anunciaba una especie de soberanía defensora del espacio de lo que hoy es la Mosquitia hondureña–, pero no ofreció garantías creíbles a los pobladores, en asegurar el respeto a sus modos de vida: la posesión ancestral de sus territorios, sus propias alternativas económicas, y sus expresiones culturales.
Para los años 1900 el territorio habitado ancestralmente por los misquitos fue objeto de políticas entreguistas por parte de los gobiernos liberales de aquella época; de tal manera que las concesiones a compañías extranjeras dedicadas a la extracción de madera preciosas, fue una constante a inicios del siglo XX. Las plantaciones bananeras, la extracción de caucho, y la explotación de maderas de color, fue apenas una forma que hizo subsistir a estos pueblos bajo el régimen de trabajo asalariado; que terminaba colapsando debido a la dinámica capitalista de estas compañías, que se negaban rotundamente al pago de tributos estatales.
La historia en el trascurso del siglo pasado y hasta la fecha, fue dando nuevas modalidades de despojo en la zona de la Mosquitia, pues al tener poco o nada del respaldo del Estado, los territorios de estos pobladores están siendo acaparados por “ladinos” o ganaderos, hacendados y terratenientes que han ido descombrando la selva y abriendo más, lo que Camille Collins L. llama, el “frente de colonización”.
Un foro en la UNAH que se ha propuesto evidenciar otras realidades
El martes 23 de julio del presente año, en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), en la plaza renombrada por las gestas estudiantiles como Eduardo Becerra Lanza, se llevó a cabo el Conversatorio Miskitu Athaki Nikbanka 2019, promovido por la Coalición Universitaria, instancia que aglomera a estudiantes, profesores y trabajadores de la Universidad; en el espacio también se hicieron presente varios luchadores sociales como el ex-rector Juan Almendarez, y la representante del MADJ, Aura Fernández, quienes manifestaron con lujo de detalles, la problemática que aqueja a los pueblos indígenas. No es la primera vez que los misquitos llegan al Alma Mater. Ya en otras circunstancias han venido denunciado a viva voz –en espacios públicos y aulas universitarias–, las injustas condiciones físicas de sus hermanos buzos, lisiados por el régimen de explotación de compañías dedicadas a la extracción de vida marina.
El conversatorio fue honrado con la presencia de miembros de los consejos territoriales del pueblo misquito, que hasta la fecha mantienen una titánica peregrinación en los alrededores de la Casa Presidencial, exigiendo el “saneamiento de sus consejos territoriales” con acciones concretas de parte del Estado hondureño.
En el evento estuvieron varios expositores que resumieron en detalle, la cruda realidad que vive este pueblo en sus territorios; múltiples problemáticas que inciden en la afectación directa de sus consejos, tales como: la falta de reconocimiento de la titulación de sus tierras colectivas; la inexistencia de consultas previas, libres e informadas que estén enmarcadas bajo un clima de respeto; entre otras problemáticas.
En un momento del conversatorio, una de las expositoras lanzó una interrogante al público en general, llamando la atención sobre los responsables directos del conflicto en la Mosquitia: ¿quién es el garante para que estas cosas no ocurran? –dijo con mucho énfasis. El público allí presente balbuceó: “el Estado”. De esta respuesta, ante todos razonable, surgió una explicación necesaria: El estado, a través de todas sus instituciones; por ejemplo, el Instituto Nacional Agrario (…), que reconozca esa titulación de territorios para los pueblos indígenas, pero no lo hace.
El profesor Cirilo, un líder de uno de los consejos territoriales, expresó lo que sigue, refiriéndose a sus propias experiencias en las luchas del pueblo misquito: Nosotros a partir del veintidós de abril, estamos en huelga. Fuimos a una auto–manifestación, y auto-convocatoria, de los doce concejos territoriales, de la organización madre que es MASTA (…) los doce consejos territoriales son la base social, de esta estructura grande (…) Aquí hemos venimos una parte, para presentar ante el Estado, y decir cuál es el decir y pensar de la población de la Mosquitia (…).
Algunas de las conclusiones generales expuestas por una de las participantes en el conversatorio, compartidas por muchos de los allí presentes, y que deben ser parte de una agenda de discusión más amplia dentro de los recintos universitarios, van de la siguiente manera: El Estado necesita garantizar, condiciones dignas para las poblaciones indígenas. ¿Y a qué me refiero con condiciones dignas? Dignas en todo sentido, que los pueblos indígenas puedan tener acceso a una educación intercultural bilingüe, que los pueblos indígenas puedan tener acceso a sus territorios (…)
Las tareas, sugerencias, y actividades que pudieron surgir entre líneas discursivas de los expositores del conversatorio, deben ser respaldadas por la Coalición Universitaria; para que se logre, de una vez por todas, entablar mayores canales de comunicación con los pueblos originarios del país. Los actores que componen el espacio universitario, le deben mayor gratitud a los pueblos indígenas que han sabido resistir a las formas de colonización foránea, desde hace mucho tiempo atrás; invitarlos a que puedan manifestar el recorrido de sus luchas, es lo mínimo que puede hacerse.