Por Leonardo Ixim

El pasado 15 de septiembre se realizaron movilizaciones de organizaciones sociales, campesinas e indígenas en repudio a la conmemoración del bicentenario de la independencia de Centroamérica y Guatemala en 1821.

Aun con la pandemia el gobierno de Alejandro Giammattei tenía preparados una serie de eventos, pero la presión social y el repudio lo obligó a que se suspendieran. Pese a eso, algunas instituciones y municipalidades realizaron pequeñas actividades, lo cual es incongruente con el hecho de que todo tipo de actividad pública está suspendida, por el peligro del contagio por el coronavirus. 

Varias organizaciones sociales, entre ellas el Comité de Desarrollo Campesino (CODECA), el Comité Campesino del Altiplano (CCDA), las Autoridades Ancestrales Mayas, grupos civiles como Otra Guatemala Ya, el Colectivo de la Diversidad Sexual, la Asociación de Estudiantes Universitarios, Tejido Estudiantil de la Universidad de San Carlos y otras, realizaron varias actividades denunciando el carácter racista, patriarcal, englobado en capitalista, del Estado republicano instituido en 1821.

Las organizaciones CODECA y CCDA realizaron marchas y actividades en diversos puntos del país. Sin duda estas son las organizaciones sociales con mas capacidad de movilización; CODECA además realizó una marcha en la ciudad capital. El CCDA, junto a las Autoridades Ancestrales Mayas, realizó una concentración en el parque central, en frente del Palacio Nacional de la Cultura, sede simbólica del Poder Ejecutivo, izando en el hasta de la bandera que se encuentra en ese sitio, la bandera de los Pueblos Indígenas, en vez de la bandera de Guatemala.

Tal acción está relacionada a la concepción que un número importante de sectores de los pueblos mayas, xincas, garífunas y mestizos tiene sobre la nación guatemalteca. Es decir, una nación construida sobre la exclusión de la mayoría de la población y de las clases proletarias, para beneficio de un puñado de ricos.

Desde la declaración del acta de independencia, la efímera anexión a México y la separación de éste en 1823, el proceso fue dirigido por una élite de origen señorial criolla, que, pese a manifestar ideas autonomistas, tenía pavor a los procesos radicales que se estaban llevando a cabo en el vecino México, en la misma España y en las colonias sudamericanas. De tal forma que, ante los movimientos conformados por mestizos, criollos de las provincias del reino e indígenas, los criollos oportunistamente, como sus pares mexicanos con Iturbide, declararon la independencia.

Después de abortado el experimento de la Federación Centroamericana, se dio la consolidación del Estado de Guatemala 1838, por la alianza entre sectores conservadores de la élite criolla y caudillos indígenas y mestizos, con Rafael Carrera a la cabeza. A partir de allí se dio la extensión de relaciones capitalistas, aunque bajo formas serviles en muchos casos, con el ascenso de la élite liberal en 1871 bajo la egida de Justo Rufino Barios, que expropió las tierras comunales indígenas, algunos de los cuales apoyaron a Carrera, la conformación de dictaduras liberales hasta el derrocamiento de Estrada Cabrera en 1920 y la nuevamente consolidación de otra dictadura, la de Jorge Ubico en 1931, hasta el derrocamiento de esta por la revolución democrática de 1944.

Luego se dio la contrarrevolución, apoyada por el imperialismo gringo en 1954, la conformación del Estado Contra-insurgente a partir de la década de los sesenta del siglo pasado, su remozamiento con la Constitución Política de 1985, la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, donde se esbozó una esperanza de transformación que no fue tal, por la limitada concepción de aceptar la democracia pactista burguesa, creada por los grupos de poder.

De tal forma que lo que refleja la historia política republicana, no es mas que el racismo, el despojo, genocidio a los pueblos mayas, así como la explotación y la falta de oportunidades a la clase trabajadora y a la población guatemalteca en general.

Por tal razón es que, además del repudio a esta conmemoración los sectores de vanguardia y organizados de la población visualizan como salida la convocatoria de una Asamblea Constituyente y Plurinacional.

Desde nuestra concepción, en base al programa de transición del trotskismo, consideramos que se deben vincular las demandas democráticas que figuraron con la firma de la paz y avanzar en una asamblea que sea originaria, es decir poder constituyente, pero con la característica de ser órgano de poder de la clase trabajadora y de los pueblos que conforman el territorio; primero para transformar y combatir el Estado oligárquico actual y luego para la constitución de una nación plurinacional, en el marco de la unificación socialista de Centroamérica.

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