Por Alberto Mancia Castro

En El Salvador hablar del tema de la delincuencia es tocar de lleno uno de los problemas que más aqueja a la mayor parte de la población. Día a día se producen nuevos casos de homicidios, desapariciones, hallazgos de cuerpos humanos desmembrados, cementerios clandestinos de jóvenes asesinados o que se dedican a asesinar, violaciones sexuales, violencia intrafamiliar, en fin toda una serie de episodios relacionados al tema de la violencia que no parece tener fin; por eso mismo la seguridad se ha convertido en una de las mayores demandas de la población. Esta es la realidad con la que vive la clase obrera la cual es directamente afectada juntamente con los sectores más populares.

La mayoría de los crímenes son atribuidos al conflicto entre las principales maras y pandillas que operan en el país y Centroamérica, las que en estas últimas décadas han incrementado su capacidad operativa y auge delincuencial. Al mismo tiempo que nuevos jóvenes se suman a las filas de forma masiva y constante, el control del mercado de drogas da lugar a que se genere una disputa permanente de territorio.

Violencia y delincuencia como instrumentos políticos

Este problema es tomado también como una herramienta electoral utilizada por la clase política, pues eso es causa de desviación para la clase obrera, debido a que al mantener el interés enfocado en la seguridad, dejan a un lado las exigencias de empleo, mejoras salariales, laborales, etc.

Las actitudes que han tomado los diferentes gobiernos frente al crecimiento gradual de la violencia de las maras y pandillas (20 años de ARENA y la actual gestión del FMLN) han sido diversas, pero muy similares en cuanto a lo oportunistas que han sido, cuando les ha tocado actuar. Los gobiernos del partido Arena tomaron medidas por medio de las que se dejó en evidencia la hipocresía u oportunismo que utilizan en situaciones que el pueblo ha estado siendo afectado. Entre las medidas que tomaron podemos citar la muy recordada ‘’mano dura’’ que a la postre se fue transformando en ‘’súper mano dura una, dos etc., ’’ la cual hizo poco o nada para solucionar el problema.

La Policía Nacional Civil (PNC) se volcó a las calles, barrios y colonias que estaban bajo mayor control de estos grupos delincuenciales, capturaron jóvenes que algunas veces no pertenecían a ninguna agrupación delictiva llenando las bartolinas por simples sospechas. Se crearon nuevas empresas de seguridad privada para cuidar los bienes de la burguesía como respuesta a la demanda, algo cínico que deja en evidencia lo que realmente representa Arena, quien saca beneficios y lucros económicos del dolor y sufrimiento del pueblo. Solo como ejemplo podemos mencionar que durante las cuatro gestiones, el número de empresas de seguridad privada llegó a sumar más de cuatrocientas, la mayoría propiedad de militares en retiro, muy ligados a dicho partido.

La cuestionada tregua

El actual gobierno de Funes y del FMLN desde el inicio de su gestión desplegó contingentes militares en apoyo a la seguridad pública, en coordinación con la PNC. Sin embargo el índice de homicidios siguió en aumento pese a que en los medios de comunicación de la burguesía trataban de demostrar lo contrario. La verdad era ya algo innegable: La solución ya no estaba en el gobierno ni en los aparatos de estado, si no en la voluntad de las personas pertenecientes a estas organizaciones de colaborar y rehabilitarse voluntariamente y mermar su violencia y por ende esperar a que bajen los homicidios. Fue así como surgió la tan discutida ‘’tregua’’, en torno a la cual hemos visto a sus principales propulsores con optimismo, pues no les queda más que aceptarla ya que no hacerlo significaría que aceptarían su falta de autoridad. Debido a ello, tratan a toda costa de convencer a la ciudadanía de lo favorable que podría llegar a ser.

¿A qué se debe este fenómeno delincuencial?

Son muchos los argumentos que esgrimen los analistas burgueses con respecto a este problema. La mayoría se excusan atribuyendo este fenómeno a la posguerra; otros explican que se debe a la fusión de la cultura estadounidense de pandillas y la cultura de violencia que naturalmente tenemos; no faltan otros que mencionan al machismo como una causa; o que este en territorio, por ser un corredor del tráfico de las drogas que van hacia los EEUU surge inevitablemente este tipo de fenómenos delincuenciales, la exclusión social, etc.

Pero cómo explicar este fenómeno sin hacer puras aseveraciones simples y dejar en el meollo del asunto algo que condena al sufrimiento, al dolor y muerte a muchas personas de nuestra clase social de esta región del mundo. Podemos respondernos esta pregunta haciendo un análisis adecuado de este problema y lo haremos tomándolo como realmente es: como violencia estructural.

El Estado burgués es incapaz de terminar con la pobreza y desigualdad social. Por el contrario, beneficia a unos pocos con los mejores lujos y condiciones de vida por encima de los sueños que nuestra imaginación podría llegar a tener. Cuando se provocan daños en la satisfacción de las principales necesidades básicas de la mayoría de la población debido a la estratificación social, la violencia no es precisamente directa; o sea, la administración jerárquica de los recursos materiales o sociales, está siempre a favor de la clase dominante y de las personas o grupos que viven privilegiados por el sistema capitalista.

Debido a ello se vuelve factible el surgimiento de conflictos entre diferentes grupos de la sociedad. Quiere decir que esto está muy relacionado a la administración del poder. Si entendemos que poder es la facultad de controlar el comportamiento de otros, entonces la administración del poder en El Salvador por medio del estado burgués dicta quiénes viviremos en la pobreza y marginación social.

La violencia como herramienta

Las maras o pandillas además son grupos Lumpen, producto del mecanicismo de la estratificación social capitalista, y como tal en momentos pueden estar al servicio de las clases dominantes tradicionales o de las emergentes. Es necesario dar importancia a este hecho, que nos puede ayudar a comprender mejor todos estos sucesos que se presentan todos los días.

Carlos Marx utiliza tal denominación en algunos pasajes del 18 de Brumario de Luis Bonaparte y en el texto de Marx y Federico Engels, La Ideología Alemana en el siglo XIX, “producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad”, y también en el Manifiesto Comunista (1848), para referirse a un estrato de la clase obrera capitalista. Marx observó que este sector durante el golpe que dirigió Luis Bonaparte en 1851, careció de conciencia de clase y que lejos de participar en la revolución, se mostró a favor de preservar la estructura de clases; cumplió con la función de apoyar al régimen de Bonaparte, debido a que como estrato social dependía de la burguesía y la aristocracia para su supervivencia, “en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras”; compuesto a manera de ejemplo por vagabundos, andrajosos, harapientos, canallas, y deshonestos escapados de las peores condiciones de vida, granujas y criminales pertenecientes a la masa desintegrada de la población más excluida. Lo menciona entonces como un sector de la población que por la falta de oportunidades de ganarse la vida, recurre al crimen.

El sistema neoliberal, además de excluir estructuralmente a través del desempleo y servicios necesarios, crea las condiciones óptimas para que los seres humanos que viven en la marginalidad conviertan la violencia en su forma de vida. El lumpen vende su servicio criminal a la clase dominante, la violencia de este grupo es la expresión de la decadencia real del sistema. A las formas de violencia invisible que este genera se le denomina violencia estructural, por darse durante los procesos de estructuración social.

Es evidente que la organización política estatal se ve acompañada de centralización del poder. Consideramos esto como algo muy importante: que así como la burguesía es un grupo minoritario, así el lumpen proletariado es un sector con minoría, pero que también ejerce en muchos aspectos influencia en la vida del resto de la población, también al igual que la burguesía su accionar es violento y muy desafiante.

Habiendo comprendido cómo se genera el fenómeno de las maras y pandillas podremos entender que la violencia proveniente de este sector no es algo realmente extraño, debido a que es la naturaleza del lumpen. Ahora bien, su forma de actuar en Centroamérica es particularmente propia de los mecanicismos de estratificación social en la región, acoplados a realidades concretas, en adaptación y aceptación al sistema y a las condiciones inhumanas que este ofrece.

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