El Socialista No.76, primera quincena de Agosto de 1987
En ocasión del 25 aniversario de la firma de los Acuerdos de Esquipulas II, conocidos originalmente como Plan Arias, --porque su mentor fue Oscar Arias-- reproducimos este articulo publicado en El Socialista, periódico quincenal del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Nicaragua, fundado en 1984 y disuelto en abril del año 2009 para formar parte, en fusión con otros grupos y partidos de Centroamérica, del Partido Socialista Centroamericano (PSOCA).
Aunque el PSOCA no existía en ese momento, reivindicamos la tradición revolucionaria, antimperialista y socialista, de muchos de los grupos que dieron origen al actual PSOCA, porque todos hemos estados involucrado de una u otra manera en la lucha por la reunificación socialista de la patria Centroamericana.
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Después de varias reuniones fracasadas, cabildeos y nuevos intentos de boicot, la sorpresiva firma del Plan Arias por parte de los cinco presidentes centroamericanos, ha creado un clima de expectativas en relación a fa posibilidad de ponerle fin a la guerra de agresión contra Nicaragua. Años atrás nadie se hubiera imaginado que los presidentes de Honduras, Costa Rica y El Salvador, países que prestan sus territorios a la contra que ataca a Nicaragua, se sentarían juntos con el presidente Ortega en la misma mesa y firmarían un acuerdo de paz. ¿Qué ha ocurrido?
En la región centroamericana se está desarrollando nuevamente un poderoso ascenso revolucionario de las masas trabajadoras que, junto a la derrota militar de la contra en Nicaragua, ha provocado el pánico de los gobiernos cipayos que ya no pueden contener el ascenso por la vía militar. Por eso hablan de paz, una paz social que necesitan urgentemente para poder sobrevivir. ¿Se llegará a concretizar la paz? Qué tipo de paz? Este extenso artículo refleja una posición preliminar, no acabada, que pueda contribuir a abrir un debate entre los revolucionarios para valorar el significado del Plan Arias.
La firma del Plan Arias ha colocado nuevamente sobre el tapete el complicado tema de las negociaciones diplomáticas. En múltiples ocasiones, hemos declarado que no nos oponemos a que el gobierno sandinista entable determinado tipo de negociaciones con el imperialismo yanqui o con los gobiernos títeres del área, siempre y cuando las negociaciones sean públicas y no cuestionen el objetivo final de nuestra lucha, como es la liberación de Centroamérica del yugo imperialista y la reunificación socialista de la patria del General Francisco Morazán.
Desde una óptica centroamericanista debemos valorar el significado del Plan Arias: si constituye un avance o un retroceso de la revolución centroamericana. Incluso, para analizar la actual coyuntura en Nicaragua, obligatoriamente tenemos que partir de la premisa básica de que la región centroamericana es una nacionalidad artificialmente dividida en cinco pequeños países, que están profundamente interrelacionados por lazos económicos, de raza, costumbre e idioma y porque enfrentamos al mismo enemigo imperialista.
Un nuevo ascenso revolucionario
Las negociaciones están determinadas directamente por la correlación de fuerzas políticas y militares existentes entre la revolución y la contrarrevolución.
Sería una locura negociar, por ejemplo, cuando tenemos al enemigo completamente derrotado, en ese caso exigimos la rendición total. Otra cosa sería que el proceso revolucionario estuviera débil o asilado, como, fue el caso de la revolución bolchevique en 1917-18 que se vio obligada a firmar un acuerdo de paz con el imperialismo alemán en Brets-Litovsk, en condiciones totalmente onerosas y desfavorables para la joven república soviética.
En Centroamérica, afortunadamente, tenemos una situación favorable para el desarrollo y extensión de la revolución en el área. La administración Reagan inició en 1981 una brutal contraofensiva militar contra la Nicaragua libre y para evitar el triunfo de la revolución en El Salvador, pero a finales de 1985 fue completamente derrotada por la lucha de las masas. Las victorias militares del Ejército Popular Sandinista (EPS), por un lado, y su confluencia con el nuevo ascenso obrero y popular en El Salvador y Guatemala, por el otro, son los factores que se combinan para romper ese inestable equilibrio que existió desde 1981-85, al que hemos denominado "statu quo" y que consistió en un "período en que la contrarrevolución imperialista no pudo infligir derrotas históricas a las masas en lucha, ni la revolución en curso logró repetir triunfos colosales como el ocurrido en Nicaragua el 19 de Julio de 1979" (La revolución en la Encrucijada, Cuadernos de El Socialista No. 3, pág. No. 5)
El nuevo ascenso revolucionario que sacude la región centroamericana es cualitativamente superior a la primara oleada revolucionaria de los años 1978-79, que culminó con el derrocamiento de la dictadura somocista, porque viene de derrotar la brutal contraofensiva política y militar del imperialismo yanqui. A pesar de las decenas de miles de muertos, el hambre, miseria, destrucción y cansancio que produjo la contraofensiva imperialista, la revolución en Nicaragua logró) derrotar militarmente a la contra, y en El Salvador, a pesar de la barbarie fascista que asoló las ciudades de ese hermano país, la clase obrera ha vuelto a levantar la cabeza se ha lanzado a pelear contra el gobierno de Napoleón Duarte, que ha sido incapaz de destruir a la guerrilla del FMLN.
La debacle militar de la contra y la incapacidad del ejército títere de El Salvador -combinado con el ascenso obrero y popular- son las expresiones más sobresalientes de este nuevo ascenso revolucionario en el área. El viento sopla a nuestro favor, después de tantos años de resistencia y sacrificios. EI ascenso es tan poderoso que El Salvador se postula como el país en donde están dadas todas las condiciones para la toma del poder por parte del FMLN. No es casual, pues, que el Plan Arias incluya a simultaneidad de su aplicación en toda el área, precisamente porque su objetivo central es frenar la revolución en ascenso.
"Reacomodarse antes de morir"
Este brusco cambio en la correlación de fuerzas políticas y militares en la región centroamericana produjo un reacomodo político de los gobiernos burgueses. Hace algunos años, cuando Reagan estaba en el apogeo de su contraofensiva, los gobiernos centroamericanos mantuvieron una actitud abiertamente hostil hacia Nicaragua, eran los años en que todos los países del área colaboraban de una u otra forma con la contra que atacaba a Nicaragua. La ruptura del "statu quo" y la profundización de la situación revolucionaria, que amenaza con barrer las artificiales fronteras nacionales y transformarse en una gran guerra civil regional, fue el principal factor que provocó la mutación política de los gobiernos del área, quienes desde finales de 1986 comenzaron a hacer dramáticos llamados a favor de la paz.
Es tan fuerte el ascenso revolucionario, tan grande la debilidad de los gobiernos burgueses, que se han producido roces políticos y diplomáticos entre estos y su amo imperialista, la administración Reagan. Pero el imperialismo no es homogéneo, está dividido en sectores que aunque coinciden en la estrategia de destruir a la revolución nicaragüense y centroamericana, difieren en cuanto a los métodos a aplicar en cada coyuntura.
El antiguo "Bloque de Tegucigalpa", creado por el imperialismo para torpedear todas las propuestas conciliadoras del gobierno sandinista, en la práctica no existe, saltó en mil pedazos. Ahora existe un nuevo bloque unido por el miedo a la extensión y generalización de la revolución en el área. Lleno de contradicciones y visiones distintas, este nuevo bloque de gobiernos burgueses se unificó en torno al Plan Arias. A su vez la santa alianza formada por el sector liberal del Partido Republicano y el sector conservador del Partido Demócrata, que forman un nuevo bloque de poder en el Congreso y el Senado de los Estados Unidos, apoyó desde el inicio el proyecto contrarrevolucionario del Plan Arias.
O sea que el Plan Arias representa la voluntad política de los gobiernos títeres del área y de un sector del imperialismo norteamericano, producto del cambio en la situación regional y mundial.
Una contradicción infernal
Pese a nuestro intento de demostrar que actualmente tenemos una situación excepcionalmente favorable para el desarrollo de la revolución en el área, no todo es color de rosa en Centroamérica. Existe una contradicción infernal entre la situación objetiva, de profunda crisis económica y de guerras localizadas, que reclama desesperadamente una salida revolucionaria, por un lado, y la voluntad política de las direcciones guerrilleras (FMLN, URNG, incluido el FSLN) con enorme influencia en el movimiento de masas, que siempre insisten en una salida negociada o diplomática, por el otro. Estas direcciones, a pesar de enfrentar de manera separada al mismo enemigo, se resisten a unificar sus fuerzas para darle la estocada final a la dominación imperialista en el área centroamericana.
Las direcciones del movimiento obrero y de masas marchan en sentido inverso a la realidad objetiva y a la dinámica ascendente de la lucha de masas. El FMLN, por ejemplo, a pesar de tener todas las condiciones a su favor se resiste a llamar a la insurrección final, porque el eje de su política es la negociación con el gobierno de Duarte. La guerrilla guatemalteca ha comenzado a hacer propuestas conciliadoras al gobierno de Vinicio Cerezo. El caso de Nicaragua es mucho más grave porque se trata de una revolución triunfante, de un gobierno independiente, que tiene también como eje de su política la negociación con el imperialismo. El problema central sigue siendo: ¿qué negociar?
Un plan contrarrevolucionario
El Plan Arias tiene un eje político central: reconocer la existencia del gobierno sandinista, coexistir pacíficamente con él, a cambio de que el FSLN utilice su influencia política para pacificar el área centroamericana. Oscar Arias no planteó la negociación directa entre el FSLN y la contra, sencillamente porque esta no representa una fuerza política o militar beligerante, debido a los golpes militares asestados por el EPS. Entonces, no se trata de una graciosa concesión del Presidente Arias, si no que esta ventaja en el terreno de las negociaciones, Nicaragua la obtuvo a costa de impresionantes sacrificios del pueblo trabajador
Hasta el momento hemos tratado de brindar al lector una imagen mas o menos fiel de lo que pasa en Centroamérica, cuáles son las acciones políticas de los gobiernos títeres, por qué se han reacomodado ante el nuevo ascenso, y cual es la política de las direcciones del movimiento de masas para ahora analizar la política de administración Reagan que bajo su profunda crisis no ha perdido su clásica agresividad contrarrevolucionaria.
Existe un punto que diferencia al “Plan Reagan" del "Plan Arias": la negociación directa con la contra. Salvo este punto, el "Plan Reagan" y el "Plan Arias" parecen hermanos gemelos. Reagan está dispuesto a desmantelar la contra en varias etapas, pero si estos acuerdos no funcionan, entonces no tendrá necesidad de montar un nuevo operativo militar.
Reagan no se compromete a nada, volverá a solicitar más ayuda financiera y militar al Congreso de lo Estados Unidos, hará cualquier cosa para mantener con vida el agonizante aparato militar de la contra, porque este es su mayor garantía para obligar al gobierno sandinista a cumplir los Acuerdos del Plan Arias. En ese sentido, la administración Reagan tiene un doble juego: por un lado, no boicoteó ni ordenó a sus títeres -pese a sus diferencias-que no firmaran el Plan Arias con el gobierno sandinista, pero por el otro lado seguirá ejerciendo toda la presión militar posible para obligar al gobierno sandinista a cumplir los Acuerdos. Mientras tanto, toda posibilidad de establecer un "alto al fuego", en las actúales circunstancias, beneficia únicamente a las hordas de la contra que huyen en desbandada, y al ineficaz ejército títere de El Salvador.
¿Era concebible, acaso, que Azcona Hoyos, Napoleón Duarte, Vinicio Cerezo y Oscar Arias, firmaran un acuerdo diplomático sin el visto bueno de la administración Reagan? Este es el doble juego del imperialismo yanqui!
Las consecuencias prácticas
Iniciar un diálogo con los partidos de derecha, los que exigirán mayores cuotas de poder político. A su vez, deberá formarse una Comisión de Reconciliación Nacional, compuesta por un delegado del Presidente Daniel Ortega, un delegado de la Iglesia Católica, un delegado de los partidos políticos y un "ciudadano notable". Esta Comisión está encargada, de una y otra forma, de establecer nexos con la contra para concertar o negociar el alto al fuego.
En El Salvador, esa misma Comisión, compuesta de igual manera, deberá establecer el contacto para el diálogo con el FMLN. El alto al fuego será un tremendo respiro para el ejército maltrecho de Duarte.
En Nicaragua existe un Decreto de amnistía que es aplicable, incluso, para los jefes de la contrarrevolución, con la condición de que depongan las armas. Sin embargo, en el Diálogo Nacional y en las negociaciones de la Comisión de Reconciliación Nacional, la derecha presionará al gobierno para que decrete una amnistía para los guardias somocistas que están en prisión. El Plan Arias contempla que dicha amnistía garantice "la libertad en todas sus formas, los bienes materiales y la seguridad de las personas". No es remoto que los partidos de derecha y la contra peleen para que les devuelvan sus propiedades, lo que de concretizarse constituiría un salto hacia atrás del proceso revolucionario.
La amnistía en El Salvador tiene otras connotaciones, porque se trata de luchar por la libertad de los combatientes prisioneros, de los dirigentes obreros y populares encarcelados por Duarte.
El cese al fuego es uno de los puntos centrales del Plan Arias. Esto significará que el EPS renunciará a aplastar militarmente a la contra, renunciará a la victoria total. En El Salvador implicará renunciar a la toma del poder por parte del FMLN. En el Ínterin, si los acuerdos no llegan a concretizarse a cabalidad, tato la contra como el ejército de El Salvador habrán ganado un precioso espacio de tiempo para recuperarse y recomponer sus fuerzas.
La democratización es un dardo envenenado lanzado contra el conjunto de la revolución centroamericana y particularmente contra el gobierno sandinista. Se trata de evitar que las masas oprimidas liquiden las "democracias" de Duarte, Cerezo, Azcona y Arias. En Nicaragua implicará mayores libertades para la derecha y la contra, las que aprovecharán el desgaste político del FSLN, por el esfuerzo bélico realizado en estos años. También implicará la reapertura del diario La Prensa y Radio Católica.
En El Salvador se aplicará de forma distinta pero los resultados serán igualmente nefastos para la revolución, porque significará que las bandas fascistas de D'Abuisson tendrán amplias libertades, derecho a los medios de comunicación, siempre con el objetivo estratégico de salvar lo que se pueda de las podridas instituciones de la burguesía de ese país.
La creación de un Parlamento Centroamericano, mientras todavía existe la dominación imperialista en la región, es sencillamente la creación de un "Frankestein". En ese Parlamento participarán todas las fuerzas de izquierda del área, a la par de los fascistas de El Salvador, Honduras, Guatemala y Costa Rica. Desde ya podemos vaticinar que la creación de ese organismo estará dirigida fundamentalmente contra revolución nicaragüense.
La realización de elecciones periódicas está destinada a destruir la estructura de poder burocrático del FSLN, por un lado, y a contener el ascenso de masas en la región por la vía electoral, por el otro.
Nada garantizará que Reagan retirará la ayuda militar a los contras. Pero al poner en un mismo nivel a los contras somocistas y a los heroicos luchadores de El Salvador, bajo la cobertura de "fuerzas irregulares", el Plan Arias condena al aislamiento total a la revolución salvadoreña, mientras Reagan intentará ayudar nuevamente a los contras. Este punto equivale, para el FMLN, algo así como abandonar la lucha. Para Nicaragua significará abandonar a su propia suerte a la revolución en El Salvador.
La no utilización de un Estado para agredir á otros Estados, aparentemente beneficia a Nicaragua, porque significará que los otros gobiernos del área no prestarán su territorio a la contra. Sin embargo, como un puñal de doble filo, esto es aplicable a la revolución salvadoreña o guatemalteca, lo que implicará que el gobierno sandinista negará cualquier facilidad a los revolucionarios de esos países para que utilicen nuestro país como un refugio ante la represión. Es auto aislarse, quedar solos ante gobiernos enemigos.
Lo más grave es el punto que se refiere a las negociaciones sobre control y reducción del armamento. Aquí es donde el Plan Arias muestra sus garras imperiales porque pretende lograr lo que Reagan, la contra y Contadora no han podido hacer: la reducción de efectivos del EPS. La fuerza del EPS no reside en los tanques, ni en los aviones o helicópteros, sino en la capacidad de poner rápidamente a decenas de miles de hombres en zafarrancho de combate en pocas horas, dispuestos a batirse en una prolongada lucha irregular contras tropas yanquis o del área.
El desarme del EPS sería igual a repetir el error del General Sandino, cuando inició conversaciones políticas con el gobierno de Sacasa, lo que después permitió a Somoza asesinarlo.
Los otros puntos del Plan Arias no tienen la menor importancia. Por todo lo anterior, consideramos que el gobierno sandinista no debió haber firmado el Plan Arias, porque las concesiones hechas no corresponden a la actual correlación de fuerzas favorables para la revolución Centroamericana, porque pone en peligro el futuro de la revolución en el área, especialmente en El Salvador, y que, por lo tanto, también pone en peligro el destino de la revolución nicaragüense.
El FSLN comete un grave error al calificar como "acto histórico" la firma del Plan Arias, es hacer pasar las derrotas por victorias, es desmoralizar al movimiento de masas.