Por Manuel Sandoval
Las imágenes de muchachos venezolanos que supuestamente pertenecen a la banda del tren de Aragua y fueron deportados por Trump a la mega-prisión de Bukele en El Salvador, son absolutamente chocantes. Aunque fueran los peores criminales del mundo –y se está ya denunciando que muchos ni siquiera tienen antecedentes delictivos-, ningún ser humano merece ser tratado así. Es parte de la desvalorización de la vida humana que hace el nazi-sionismo en Palestina, con la complicidad de los imperialismos yanqui y europeos, masacrando a la población civil de Gaza. Hasta ayer, retomando la política de limpieza étnica, Ios bombardeos israelíes se habían tomado la vida de 450 civiles, la mayor parte ancianos, mujeres y niños. Su crimen: aferrarse a su tierra, lo que para Netanyahou significa que son “terroristas” y deben ser eliminados.
En una manifestación en Caracas contra la deportación a El Salvador de estos venezolanos, aparecen varias madres que identificaron a sus hijos bajando esposados de aviones gringos y alegan (y no dudamos de que sea verdad) que sus hijos no son criminales. La mayoría de los deportados probablemente no pertenece al Tren de Aragua y seguramente no han cometido tampoco crímenes y delitos en los Estados Unidos. Bajo el racismo que priva en el gobierno yanqui y la asimilación de los trabajadores migrantes a criminales que está haciendo la Administración Trump, realmente no importa si pertenecen o no al Tren de Aragua.
Hay un antecedente terrible de este irrespeto a los derechos humanos. En el caso de los supuestos terroristas encarcelados en Guantánamo después de la invasión yanqui a Afganistán, el delito de la mayoría era resistir a la invasión. Tal vez la lectora y el lector han tenido oportunidad de darse cuenta de que al cine han llegado casos en que ni siquiera podría acusárseles de esto, que de todas maneras bajo el derecho internacional no constituye un delito. Cínicamente, como Washington no suscribe la mayoría de las convenciones internacionales sobre derechos humanos, bajo Bush hijo se promovió la tortura y los asesinatos selectivos, con drones y miles de víctimas colaterales, en Afganistán, Pakistán, Yemen y otros lugares. Se justificaba con la ideología de “la guerra contra el terrorismo”, que satanizaba cualquier oposición o resistencia a la política guerrerista que comenzaban a implementar republicanos y demócratas para tratar de mantener la hegemonía norteamericana internacionalmente, en medio de un deterioro histórico cada vez mayor de la potencia yanqui.
Hacemos la referencia, porque después del atentado de Bin-Laden contra las torres gemelas en Nueva York en el 2001, de la ideología islamofóbica que se impulsó en Estados Unidos y Europa para justificar las agresiones a Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen, asimilando la cultura árabe y musulmana al terrorismo, se ha pasado ahora a una ideología, que se expresa con fuerza en Trump, asimilando a los trabajadores migrantes a la criminalidad y el terrorismo.
En las últimas décadas, mezclado con este elemento de islamofobia, las burguesías imperialistas de Estados Unidos, Europa y Japón fomentaron la xenofobia y racismo contra los trabajadores migrantes, para mantener a una gran parte en situación de ilegalidad y bajar así su costo como fuerza de trabajo.
En esta campaña reaccionaria contra los trabajadores migrantes y refugiados (particularmente grave en países como Estados Unidos y Alemania por el peso de este componente de la clase obrera), la bandera de la deportación masiva ha sido levantada por los sectores más reaccionarios de las burguesías imperialistas, que hacen demagogia populista culpando a los inmigrantes de todos los males de la descomposición y decadencia del capitalismo. Los gobiernos demócratas de Obama y Biden no llegaron a tanto, pero cada una de estas Administraciones superó el número de deportaciones de la primera Administración Trump y parece que ahora Trump sí va a meter el acelerador por la presión de la base evangélica y ultraconservadora que lo sostiene. Aunque una de las grandes contradicciones dentro de las fracciones y grupos en el gobierno de Trump es hasta donde pueden llegar con las deportaciones – y la guerra comercial que lanzó Trump elevando los aranceles a las importaciones- sin hacerle daño a la economía yanqui.
Por ahora, en torno a la colaboración en las deportaciones, Washington aseguró “el patio casero”: México, Centroamérica y el Caribe. Todas las burguesías cipayas de la región se cuadraron detrás de Trump, aceptando instalar campos de concentración en sus territorios para los deportados hacia Suramérica, Asia y África. La burguesía mexicana, la más fuerte, trata de salvar las apariencias por el golpe que representa el alza de aranceles, pero se plegó desde hace rato a la militarización de la frontera y la represión a los migrantes para obstaculizarles el paso hacia el Norte.
Los gobiernos cipayos de la región contribuyen a un drama humano gigantesco por las condiciones inhumanas en que comienzan a hacinar los deportados que han aceptado recibir en sus países, no siendo nacionales de los mismos, que en muchos casos (especialmente en el de la gente del Medio Oriente) no van a poder volver a sus países porque huyeron de los mismos por ser perseguidos políticos. Los gobiernos de Chávez y Mulino en Panamá, ¿tendrán que darles asilo y forzarlos a quedarse en nuestros países incluso en contra de su deseo? ¿En qué condiciones? ¿Seguirá Trump pagando la factura? ¿Hasta cuándo, si más bien cree que estos países deberían compensar a los Estados Unidos por toda la ayuda y los beneficios que han recibido?
El extremo más abyecto es, no obstante, el oligarca salvadoreño. Hasta podría decirse literalmente, que le vendió espacios a Trump en la mega cárcel donde encerraba a los supuestos sicarios de las maras. El régimen de tortura y exterminio (en muchos aspectos peor que el de Guantánamo) que Trump no puede establecer en Estados Unidos, Bukele se lo sirvió en bandeja a Trump en una operación ilegal porque los deportados no han cometido delitos en El Salvador.
Con este servilismo, Bukele espera probablemente que Trump no deporte en masa a los salvadoreños, porque después del descalabro con el bitcoin (esperable), Bukele no tiene ninguna salida económica viable para El Salvador (la minería a cielo abierto va a ser otro fracaso), y lo ha hecho más dependiente que nunca de las remesas de los salvadoreños en Estados Unidos y del endeudamiento con el FMI.
Duterte, el Bukele filipino tuvo que dejar el poder en las elecciones del 2022 y terminó detenido y extraditado a La Haya la semana pasada, a la espera de un juicio por crímenes de lesa Humanidad en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Su guerra contra las drogas terminó siendo una persecución contra la gente pobre y opositores políticos, con miles de asesinatos dentro y fuera de las cárceles. En una ocurrencia” a lo Milei había privatizado las cárceles y dado la espalda a cualquier crimen que cometieran las bandas internas a las que otorgó la administración.
Si los vientos cambian en Washington, por la crisis económica que puede precipitar el tándem Trump-Musk con las expulsiones masivas de inmigrantes, la guerra comercial de aranceles y el desmantelamiento del aparato estatal federal yanqui, los títeres como Bukele y el locoide de la Argentina pueden quedar con el culo al viento y expuestos al odio popular que están provocando.
A Rodrigo Cháves, ya le tenemos vaticinado que si no sale del país apenas entregue la banda presidencial el 8 de mayo del año entrante, la oposición burguesa, con el fiscal actual u otro que venga, lo va a meter a la cholpa. Con la tremenda manifestación de fuerza que hizo el pasado 18 de marzo, es claro que no tiene fuerza para impedirlo. Va camino de un descalabro electoral. A tres años de gobierno, con todo el aparato del Estado volcado a movilizar, que sólo juntara entre 1 000 y 1 500 personas, habla mejor que cualquier encuesta.
Signo del descontento que germina en el país y que si no se vuelca a las calles (por ausencia de dirigencias sindicales y populares que convoquen a la lucha) terminará expresándose electoralmente; ayer miércoles, el día en que Cháves acostumbra realizar su show mediático en Casa Presidencial, madres de familia de las redes de cuido protestaron en las afueras contra el recorte de recursos y becas para las niñas y niños que asisten a los centros.