Sesión del PARLACEN en su sede en Guatemala

Por Orson Mojica

La derrota de la revolución centroamericana (1979-1992) tuvo fatales consecuencias en todos los países de la región. Una serie de hechos produjeron un cambio en la correlación de fuerzas: la invasión militar norteamericana a Panamá en 1989, el triunfo electoral de Violeta Chamorro en Nicaragua en 1990, y el derrumbe de la URSS en 1991. Sufrimos varias derrotas de manera casi simultánea en un corto periodo de tiempo.

Después vinieron la firma de los Acuerdos de Paz en El Salvador (1992) y en Guatemala (1996), que no fueron otra cosa que la rendición negociada de las guerrillas del FMLN y la URNG, y su transformación en adocenados partidos políticos reformistas.

El nuevo orden imperialista y la creación del SICA

No fue una casualidad que, en 1991, el imperialismo norteamericano, habiendo recuperado el control sobre la región, en el marco de la ofensiva neoliberal a nivel mundial, creo el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), que sustituyó al Mercado Común Centroamericano (MCCA) como zona de libre comercio entre los países de la región, que permitiría el libre acceso y la hegemonía comercial de las empresas norteamericanas.

El SICA nació castrado, su objetivo era crear la zona de libre comercio regional, pero sin aspirar a constituir una confederación o reconstruir el Estado federal. Fomentando la ilusión de que el SICA sería una réplica de la relativamente exitosa Unión Europea (UE). Mientras el SICA reflejaba la nueva estructura económica de la región, el Parlamento Centroamericano (PARLACEN), que había sido propuesto en el Acuerdo de Esquipulas I en 1987, pero que se hizo realidad en 1991, fue la expresión política de la supuesta unión regional.

El SICA y el PARLACEN fueron las instituciones centrales del nuevo orden imperialista sobre Centroamérica, con débiles regímenes democráticos neoliberales que sustituyeron la existencia de dictaduras militares (años 30 hasta 1979).

El paulatino resquebrajamiento del nuevo orden

Desaparecieron las dictaduras militares, se respiró una mayor libertad política, los antiguos guerrilleros ya no eran perseguidos, pero empeoró la situación económica de las masas en toda le región.

La ofensiva neoliberal ni la firma del tratado DR-CAFTA en 2006 y el Acuerdo de Asociación (AA) con la Unión Europea en 2012, trajeron mayor prosperidad económica, sino todo lo contrario. En términos generales, más del 50% de la población en Centroamérica vive en condiciones de pobreza y de extrema pobreza.

La reducción de las exportaciones, la apertura de los mercados nacionales a la inversión extranjera, y las generosas y permanentes exoneraciones fiscales, trajeron finalmente una crisis fiscal generalizada en todos los Estados de la región. Y la crisis fiscal generó un mayor endeudamiento, un círculo vicioso que no tiene fin.

En las últimas tres décadas se ha transformado la base económica de nuestros países. Hemos dejado se ser países autosuficientes, para transformarnos en países dependientes de los créditos, para sobrevivir.

La ofensiva neoliberal arrasó la estructura económica creada bajo el MCCA, algunos sectores burgueses tradicionales desaparecieron, no pudieron competir contra empresas norteamericanas o mexicanas, otros se convirtieron en socios minoritarios de las transnacionales.

Nuevos fenómenos económicos y sociales

Con la ofensiva neoliberal se intensificó un proceso de descomposición social que dio origen a dos fenómenos: el surgimiento de maras y pandillas en Guatemala, El Salvador y Honduras, y el inicio de una nueva y masiva oleada migratoria hacia los Estados Unidos.

La democracia neoliberal no trajo progresos ni bienestar social, sino una mayor pauperización general. No es una exageración afirmar que hay síntomas de barbarie capitalista en muchos países de Centroamérica.

Esta ruina económica y el debilitamiento de los Estados nacionales es la base real, objetiva, de la tendencia hacia el establecimiento de regímenes bonapartistas y su posterior transformación en dictaduras.

Pero la ofensiva neoliberal también trajo otro fenómeno: el surgimiento de nuevos sectores burgueses, ligados por la corrupción a los altos funcionarios de turno en el poder. Uno sectores burgueses tradicionales se hundieron, y emergieron otros que lograron sacarle provechos a la crisis. Esta burguesía emergente, que en cada país adquiere una forma diferente, tiene un punto común: no pueden competir con las transnacionales imperialistas y el único lugar donde pueden hacer negocios es en el mercado regional, es decir, dentro del SICA, un espacio donde se concentran todas las contradicciones.

Los conflictos Inter burgueses que se producen constantemente en nuestros países, tienen que ver con el surgimiento de estos sectores burgueses emergentes, que han crecido en las últimas décadas, y que entran en pugna con los sectores tradicionales, agentes directos del imperialismo norteamericano, y que pujan por tomar el poder político, fuente de todos los privilegios, o que defienden su continuidad en el poder.

Repudio a Taiwán y reconocimiento diplomático de China

Durante muchos años, Taiwán mantuvo relaciones con todos los países de Centroamérica, siendo un observador permanente dentro del SICA, hasta que, producto del atractivo crecimiento económico de China, los países de la región iniciaron un paulatino reconocimiento diplomático de la República de China, dándole la espalda a Taiwán.

En 2007, bajo la segunda presidencia de Oscar Arias, Costa Rica fue el primer país en reconocer a la Republica de China, rompiendo relaciones con Taiwán. Después de dos años de negociaciones, el 8 de abril de 2010 se firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Costa Rica y la República Popular China que entró en vigencia el 1° de agosto de 2011. Actualmente cerca de un 40% de las importaciones de Costa Rica provienen de la República de China.

Diez años después, en el 2017, bajo la presidencia de Juan Carlos Varela, Panamá rompió relaciones diplomáticas con Taiwán, reconociendo a la Republica de China, provocando el malestar del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Aunque por presiones de Estados Unidos, Panamá todavía no ha firmado un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, ha suscrito mas de 50 acuerdos sectoriales que implementan el libre comercio en muchas áreas.

En mayo del 2018, bajo la presidencia de Danilo Medina, Republica Dominicana, un miembro caribeño del SICA, rompió relaciones con Taiwán y reconoció diplomáticamente a China. Igual que Panamá, no ha firmado un acuerdo de libre comercio, pero ha firmado una enorme cantidad de acuerdos sectoriales que facilitan el libre comercio entre ambos países.

En agosto del 2018, casi al finalizar la presidencia de Salvador Sánchez Cerén, El Salvador fue el tercer país de la región, que rompió relaciones diplomáticas con Taiwán y en su defecto reconoció a la República de China. Bajo la presidencia de Nayib Bukele se está negociando la firma de un tratado de libre comercio con China.

En diciembre de 2021, bajo la presidencia de Daniel Ortega, Nicaragua también rompió relaciones diplomáticas con Taiwán y reconoció a la Republica de China, y después de dos años de negociaciones, finalmente el 1 de enero de 2024  entró en vigencia un tratado de libre comercio con China.

En marzo de 2023, bajo la presidencia de Xiomara Castro, Honduras se convirtió en el quinto país de la región, al romper relaciones con Taiwán y reconocer diplomáticamente a China. Actualmente esta negociando un tratado de libre comercio con China.

De los ocho países que forman parte del SICA, solamente Guatemala y Belice no han formalizado relaciones con China.

China reconocida como “observador permanente” en el PARLACEN.

Una consecuencia lógica del reconocimiento diplomático de China, y del copioso intercambio comercial con los países de la región y el caribe, sería que se le reconociese como “observador permanente” en el SICA, pero no ha sido así.

Taiwán fue admitido como “Observador Extrarregional” por los cancilleres del SICA en el año 2000, y todavía goza de ese status. Debido a que las decisiones dentro del SICA se toman por consenso de los cancilleres o de los presidentes, los dos votos de Guatemala y Belice constituyen una especie de veto al ingreso de China como “Observador Extrarregional” dentro del SICA.

No obstante, las fuerzas políticas de los países aliados de China, libraron una lucha por el reconocimiento China como “observador permanente” dentro del PARLACEN. El 21 de agosto de 2023, en una reunión de diputados del PARLACEN en Managua, se decidió por mayoría de votos revocar el reconocimiento de Taiwán como “observador”, otorgándole a China dicho reconocimiento.

En esa ocasión, la solitaria voz de la Cancillería de Guatemala condenó “categóricamente la votación que admite el ingreso de la República Popular China como Observador Permanente, y la consecuente expulsión de la República de China (Taiwán) de ese órgano”.

Rusia también es reconocida como “observador permanente”.

Desde marzo de 2015, el  Ministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa, señor Sergey Lavrov, entregó a la doctora Victoria Marina Velásquez de Avilés, Secretaria General del SICA, la solicitud formal para ser reconocido como “Observador Extra Regional” del SICA.

Tres años después, en 2018, los cancilleres del SICA acordaron aceptar el ingreso de Rusia, junto a Georgia, Bolivia, Canadá, Suecia y Egipto, como “observador extrarregional”, pero a raíz de la guerra en Ucrania resurgió la rusofobia, paralizando dicha decisión.

Igual que lo ocurrido con China, el 27 de abril del 2024, 76 diputados de Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá y República dominicana, solicitaron al PARLACEN conceder a Rusia el reconocimiento como Estado “observador permanente”. Finalmente, de los 120 diputados del PARLACEN, 65 votaron a favor y 36 en contra, siendo admitida Rusia como “observador permanente”. De los diputados salvadoreños, solo uno del FMLN votó a favor, los restantes se abstuvieron

Un profundo significado

El ingreso de China y Rusia como observadores en el PARLACEN, una de las instituciones claves creadas por Estados Unidos para mantener su dominio en Centroamérica y el Caribe, su patio trasero, refleja la rebelión de los nuevos grupos de poder, la crisis del proyecto del SICA y el creciente debilitamiento de Estados Unidos en la región.

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