Europa

Por Nicolas Lebrun

El 14 de mayo se realizó la primera vuelta de las elecciones en Turquia. El resultado de estas no le ha permitido a ninguno de los candidatos mayoritarios, Recip Tayyip Erdogan, del AKP partido en gobierno desde hace veinte años, ni a Kiliçdarroglu de obtener la mayoría simple para proclamarse vencedor de esta contienda.

Erdogan sigue en la pelea, Kiliçdarroglu busca el voto de la derecha

Las encuestas antes de este proceso electoral daban por vencedor a Kemal Kiliçdarroglu, lo cual no se reflejó posteriormente en las urnas. Este resultado representa un golpe para la oposición. A pesar de que Erdogan ha visto erosionada su base de apoyo electoral. Cabe recordar que el presidente hizo pasar una reforma constitucional para pasar de un régimen parlamentario a uno presidencialista. En un principio, logró gobernar con mayoría, pero este apoyo fue disminuyendo, lo cual le obligó a realizar alianzas con otras corrientes más a la derecha, fundamentalistas religiosos y otras corrientes similares.

“Si en las elecciones presidenciales de 2014 Erdogan obtuvo el 51,8% de los sufragios en una candidatura solo apoyada por el AKP, en 2018 tuvo que aliarse con el Partido de Acción Nacionalista (el MHP, extrema derecha nacionalista) para sostener su victoria: obtuvo un 52,6% del voto. Y en los comicios de este año, cuando en las legislativas su partido ha obtenido los peores resultados en 20 años, su candidatura presidencial no solo ha contado con el apoyo del AKP y MHP, sino que ha tenido que sumar al YRP, al Hüda Par y al Partido de la Gran Unidad (BBP), todos ellos partidos de extrema derecha islamista o ultranacionalista. Si Erdogan revalida el próximo domingo su victoria presidencial ―logró en primera vuelta el 49,5%, frente al 44,8% de la alianza opositora―, en el Parlamento deberá contar con los diputados de estos partidos para aprobar los presupuestos, por ejemplo. Y exigirán contrapartidas.”(El País)

Kiliçdarroglu busca revertir la situación con un discurso más a la derecha, buscando decantar los nacionalistas turcos y otras corrientes que mostrarían más simpatía por el presidente saliente que por el candidato señalado como prooccidental.

Este primer resultado asesta un golpe a las aspiraciones del candidato opositor que no logró canalizar el descontento popular luego del catastrófico manejo del terremoto ocurrido recientemente, la inflación galopante, el desempleo y otros aspectos que han agudizado la situación económica de los trabajadores.

“En cuanto a Kemal Kilicdaroglu, rival del actual presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a pesar de todo el apoyo, obtuvo aún menos votos que Muharrem Ince, quien se presentó a la presidencia por el Partido Republicano del Pueblo en las elecciones de 2018, considera Erim. El analista calificó su derrota en la primera ronda de "un golpe muy tangible" tanto para el propio político, como para su partido y la alianza de la oposición en su conjunto.

"Nadie en las filas de la oposición está contento con los resultados de la primera vuelta y no entiende por qué sucedió así. Construyeron su campaña electoral sobre el supuesto de que el nivel de apoyo a Erdogan caería drásticamente. Pero eso no ocurrió", afirmó. (Sputnik lat)

Los últimos discursos del centroizquierdista Kiliçdaroglu para atraerse el voto de los ultranacionalistas exagerando la situación y ofreciendo datos falsos sobre inmigración podría haberlos firmado Marine Le Pen: “No abandonaremos nuestra patria a esta mentalidad que nos ha traído 10 millones de refugiados irregulares. Las fronteras son nuestro honor. No abandonaremos nuestra patria a esos que, sin mover un dedo, miran llegar esa marea humana e infiltrarse en nuestras venas con la esperanza de que se conviertan en votos [para ellos]. Mañana no serán 10, sino 30 millones y amenazarán nuestra supervivencia”. (El País)

La oposición hace tiempo que ha olido sangre en este tema y, sea de centroizquierda o derecha, se ha lanzado a espolear el sentimiento anti migratorio de la forma más populista, critica Elgazi. Esto presenta un grave problema para el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, pues en muchos de estos barrios obreros se encuentran sus grandes caladeros de voto, así que el Ministerio de Interior se ha puesto manos a la obra y ha aprobado una política para intentar “diluir” la población extranjera en la mayoría turca. (El País)

La burguesía turca tiene su Bonaparte y busca reconstruir su imperio

El gobierno de Erdogan es un régimen bonapartista que ha venido imponiéndose sobre la base de un proyecto nacionalista e imperialista que resucita en menor medida que los discursos oficiales, la ambición de la burguesía turca por recuperar el antiguo imperio otomano deshecho por los países vencedores de la primera guerra mundial.

Esta visión se ha visto plasmada en el terreno de los diferentes conflictos de lo que se podría denominar la zona de seguridad del país. Esta se limitaba con anterioridad a combatir a los nacionalistas kurdos en el interior, por medio de una feroz represión.

“El conflicto en Kurdistán ha sido definido por el ejército turco como una “guerra de baja intensidad” (Dusuk Yogunluklu Savas) que requiere control territorial. Se implementó la doctrina del "dominio del terreno" consistente en despojar al PKK de su base popular. Esta represión resultó luego en la destrucción de miles de aldeas y el desplazamiento forzado de aproximadamente un millón de kurdos; 17.000 periodistas, intelectuales, trabajadores y campesinos kurdos desaparecidos en “asesinatos sin resolver” (Yilmaz Özcan, CAIRN)

Posteriormente la guerra civil en Siria le ofreció a Erdogan la posibilidad de intervenir con el objetivo de tomar territorios cercanos a sus fronteras, combatir a la guerrilla kurda y asestar un golpe al debilitado gobierno de Al Assad con el objetivo de hacer girar la relación de fuerzas. La alianza de El Assad y los iraníes, la de los saudíes por otro con los fundamentalistas sunitas. Su alianza con Putin, no solo se limitaba al conflicto sirio, sino que era extensiva a la guerra civil en Libia.

“Sin embargo, la intervención militar directa turca se demoró hasta enero. La razón radica, probablemente, en que a pesar de que ya a fines de 2019 había una suerte de acuerdo entre Rusia y Turquía para repartirse Libia, algo que implicaba romper los planes del general Haftar, este general se negaba a cumplir con los acuerdos rusos y turcos.

Haftar, con apoyo de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Francia, continuó con su ofensiva contra Trípoli, negándose a firmar el pacto en Moscú a comienzos de enero. Haftar aumentó tanto sus apuestas, que para fines de enero decidió optar por la "opción nuclear" de bloquear la exportación de petróleo libio.

Empleando esa opción nuclear, con la que Haftar también perdería mucho dinero y sufriría daños, creía el general líder del LNA que el bando de Trípoli se quedaría sin dinero antes que él y terminaría colapsando.

Sin embargo, ante la desesperada situación del GNA, Turquía comenzó su despliegue militar para evitar el derrumbe de Trípoli, al tiempo que daba una vuelta a la situación militar. Los turcos enviaron varios miles o cientos de mercenarios sirios (cantidad exacta desconocida), sistemas de defensa aérea en fragatas y otras defensas de la misma clase, con las que eliminar la superioridad aérea en drones emiratíes. A su vez los turcos desplegaban sus propios drones con los que erosionar al LNA.”(the political room)

Esta intervención busca, entre otros objetivos, competir con el eje conformado por Grecia, Chipre, Egipto e Israel por la extracción del gas en los yacimientos submarinos.

La ofensiva en Siria del año pasado también buscaba entre otras cosas, preparar el terreno electoral y mostrar el músculo a sabiendas que las encuestas no le aseguraban fácilmente alcanzar la mayoría para gobernar.

Los gobiernos imperialistas solo alcanzan a poner notas al pie de página.

“Turquía ultima una nueva intervención militar en Siria, ha anunciado este miércoles el presidente Recep Tayyip Erdogan. “Pasamos a una nueva fase en nuestra lucha por establecer una zona de seguridad de 30 kilómetros al sur de nuestra frontera”, ha afirmado el mandatario turco en un discurso a los parlamentarios de su partido en Ankara. El anuncio tensó más la relación con la OTAN, después de que Turquía haya amenazado con vetar la entrada de Suecia y Finlandia a la Alianza Atlántica. El secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, ha advertido de que la operación puede “socavar la estabilidad regional”. (DW)

La segunda ronda

Esta segunda ronda casi podría asegurar el gane de Erdogan. La margen de las elecciones presidenciales, se llevaron a cabo las elecciones parlamentarias que han visto la entrada de varias corrientes de derecha y de ultra derecha.

Dentro de ellas se encuentra el YRP, partido del Nuevo Bienestar y el Ülkücü (idealistas)que proclaman un discurso reaccionario.

“Ahora ha hecho ahora campaña reclamando la ilegalización de las asociaciones LGTBI y el cambio de las leyes que protegen a la mujer en caso de violencia machista y divorcio. Con este discurso se ha hecho con cinco escaños y, en algunas provincias, ha dado la sorpresa al recibir entre el 8% y el 10% de los votos. Y los partidos de derecha y ultraderecha vinculados al movimiento ultranacionalista Ülkücü (idealistas) han cosechado casi uno de cada cuatro votos en las legislativas y más de 90 de los 600 escaños del hemiciclo. (El País).

La tendencia es la misma que se ha visto en otros países que han sido o quieren convertirse en potencias regionales y que se desarrollan una combinación entre un nacionalismo para el discurso interno y la búsqueda de nuevas zonas de influencia con el riesgo de crear conflictos regionales que pueden ser el chispazo que desate un nuevo conflicto global a gran escala.

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