Por Nicolas Lebrun
A lo largo de los últimos ocho años los trabajadores europeos y las masas de este continente han enfrentado una brutal ofensiva en contra de los derechos adquiridos y de su nivel de vida.
Esta ofensiva no es nada novedosa, desde hace décadas las burguesías imperialistas europeas reunidas bajo el manto de la Unión Europea, han visto la forma de arrebatar paulatinamente las conquistas arrancadas por décadas de movilizaciones organizadas por las organizaciones sindicales, políticas y populares.
Contrarrevolución económica y migración
La época en las que la burguesía hacía concesiones alimentadas por el boom económico de la post guerra y de la necesidad de detener el avance de la revolución en los países de la Europa Central se han terminado. La caída del muro abrió al imperialismo europeo una oportunidad sin precedentes de encontrar la forma de bajar los costos de producción y de someter a las masas de estos antiguos estados obreros a condiciones de miseria y sobrexplotación jamás imaginadas. Millones de personas provenientes de estos países se han venido a instalar donde los parientes ricos, ahí donde los salarios bases puede triplicar o cuadriplicar los que se pueden obtener en esos otros países. Pero no todos tienen esta oportunidad, una buena parte de entre ellos logran obtener trabajos no declarados, con todas las consecuencias que esto implica. Pero esto ha provocado también que se dé el fenómeno del dumping social, como una forma de ejercer una gran presión sobre los salarios y las condiciones de trabajo que a pesar que no son la panacea, son muy superiores a las que tienen los trabajadores en la mayor parte del planeta.
Esta no es la primera ola de migración que se da en el continente para suplir un déficit de la mano de obra nativa. En los primeros años de la post-guerra, decenas de miles de trabajadores italianos, españoles y portugueses fundamentalmente se instalaron en las regiones industriales y mineras de varios países de la Europa Central. Posteriormente el capital promovió la llegada de trabajadores de antiguas colonias como Argelia o Marruecos para hacer frente al faltante. Uno de los tantos objetivos al impulsar esta nueva ola de migración proveniente de estos países, fue la de debilitar el peso de las organizaciones sindicales. Una gran parte de estas personas eran provenientes de lugares rurales donde no tenían acceso a la educación básica y que se encontraban inoculados contra el virus sindical. Pero esto no duró por mucho tiempo. Poco a poco estos trabajadores se fueron integrando a las organizaciones clasistas y en la actualidad son un componente más de estas estructuras y protagonistas combativos en las luchas.
Un fantasma populista y reaccionario recorre Europa
El triunfo del Brexit, no es más que uno más en una larga cadena de eventos políticos donde la derecha ha venido teniendo triunfos significativos sin que hasta el momento se haya logrado imponer categóricamente en alguno de ellos. Este es el resultado de una larga ofensiva patronal que ha venido dejando en el limbo el viejo sistema de bienestar que gozaron las masas de estos países por varias décadas.
La unidad de Europa es una vieja consigna que los socialistas revolucionarios hemos levantado durante muchas décadas sobre todo en un continente que ha sido desangrado por dos grandes conflictos en el siglo pasado y que durante varios siglos más las divisiones entre los pueblos han sido aprovechadas por los explotadores para aumentar su dominio sobre otras burguesías y repartirse el botín entre los ganadores de los conflictos.
Sin embargo, la unidad de la Europa concebida por los burgueses tiene un doble carácter. Por un lado, existen ciertas libertades democráticas como la desaparición de las fronteras y la libre circulación, la posibilidad de gozar de los subsidios de desempleo en otros países de la unión. Por otro lado, la entrada en vigor de la moneda única ha conllevado a una pérdida acentuada del nivel de vida para las clases populares. Los aumentos en los productos básicos, así como de la vivienda han sido superiores al 100% en todos los casos mientras que en el mismo lapso el crecimiento de los salarios reales solo ha alcanzado un 5%. Por eso el sentimiento de que antes del euro, con las monedas locales y los mercados “locales” se vivía mejor tiene una parte de realidad, aunque no es un factor absoluto.
Los populistas reaccionarios quieren hacer creer y han convencido a un sector importante de la clase trabajadora, que bajo los explotadores nacionales y expulsando a los trabajadores inmigrantes, los “locales” van a poder vivir mejor y van a recuperar lo que antes tenían. Nada más falso y demagógico que este postulado que a todas luces es imposible de alcanzar. Es la demagogia que preparan los herederos de los verdugos de antaño para mantener viva la llama ante un posible conflicto armado.
En Hungría, por ejemplo, el gobierno reaccionario de Víctor Orban prepara ya un referendo para contestar la cuota de refugiados impuesta por la Comisión el año pasado. Luego de haber rodeado el país de alambres de púas y movilizar a todas las fuerzas armadas para impedir el paso de la ola de refugiados por la ruta de los Balcanes, ahora enarbola la bandera nacionalista para llevar agua hacia su molino electoral.
Luego de unas reñidas elecciones en Austria, donde el partido de la de la ultra derecha perdiera las elecciones ajustadamente, un fallo de la corte constitucional les devuelve la posibilidad de hacerse del poder. Este fallo, lejos de ser imparcial, demuestra cómo el avance de sectores burgueses dentro de las instituciones, es palpable.
Este panorama no es una excepción en medio de todo este panorama político. El avance del Frente Nacional en Francia, que, de no ser por los complejos sistemas de la democracia burguesa para proteger el bipartidismo, podría haber tenido una representación más importante en las últimas elecciones regionales. Todo esto también antecedido por las nutridas movilizaciones en contra del derecho de las parejas homosexuales al matrimonio.
En la primera potencia económica de la zona, las movilizaciones que empezaron hace dos años de la extrema derecha aglutinada por el movimiento Pegida, hizo salir de la sombra a las organizaciones neo-nazis que encontraron un eco en sectores de la población, llegando aglutinar una buena decena de mil en los momentos mas importantes de estas manifestaciones. Pero esto ha dado como resultado la aparición de un partido nacionalista de derecha en el panorama político alemán. La AfD (siglas en alemán, Alternativa para Alemania) quienes en las elecciones regionales de marzo pasado obtuvieron entre 10 y 23% de los votos en tres regiones, derrotando en algunas de ellas al partido de la canciller Merkel y al SPD.
En las últimas elecciones en España, la derecha logró avanzar, no lo suficiente para conformar un gobierno por si sola, pero ganando unos escaños más para recomponer un poco su situación deteriorada por los escándalos de corrupción y de la crisis mayor del régimen español luego de las anteriores elecciones legislativas.
El caso inglés es un caso más en este paisaje gris. El bipartidismo de los Conservadores y los Socialistas han llevado a la más brutal contra reforma económica del viejo continente. El camino emprendido por la Tatcher fue seguido por todo el resto de los gobiernos desde el actual, pasando por el de “socialista” Blair que acaba de ser sancionado por su complicidad en la falaz orquestación de la invasión de Irak en el 2003.
El deterioro de los servicios sociales y de los subsidios de desempleo han llevado a la miseria a importantes sectores de la población. Este caldo de cultivo ha sido el que ha aprovechado la derecha del UKIP, que demagógicamente ha puesto en el lomo de los migrantes y de la élite de la UE, la responsabilidad de todo el descalabro social que se vive. Esta falacia ha sido ya claramente demostrada desde el primer dia luego del referendo, cuando el líder de UKIP, Nigel Farage, se desdijera en público de su principal promesa de campaña al negar que el dinero que iba a los organismos europeos fuera a ser utilizado para financiar el sistema de salud en crisis de la Gran Bretaña.
Los esfuerzos de los conservadores para lograr dirigir este proceso sin que se les saliera de las manos fueron infructuosos, ni la presencia de Boris Johnson, hombre de confianza de la City en el campo del no, lograron evitar la crisis política y económica en la que se encuentra el Reino Unido.
La izquierda reformista se enreda en sus propios mecates
Hace un año, luego de la elección de Alexis Tsipras a la cabeza del gobierno griego y en medio de las negociaciones del “rescate económico “impulsado por le troika, se desarrollaba un referendo en contra de las imposiciones de la CE, el BCE y el FMI. El pueblo griego se manifestó apabulladoramente por el NO. Sin embargo, luego de esta valerosa demostración, el gobierno de Syriza, no ha dejado de aplicar los dictados de la troika. Esto no es obra de la personalidad de Tsipras solamente, obedece a los cambios que se fueron operando en los diferentes congresos del partido y que llevaron a la postre a establecer un programa claro de colaboración de clases, además de crear expectativas en soluciones dentro del marco del sistema capitalista. Pero el grado de la crisis es tanto, que aun esas tímidas reformas no son posibles sin poner en duda el grueso del sistema.
En esta misma longitud de onda se mueve el partido Podemos encabezado por Rafael Iglesias. Luego de suavizar su imagen y la de su partido, con una plataforma que contempla una serie de propuestas sobre reformas parciales al sistema, todo con la ambición de lograr el “sorpasso”, es decir sobrepasar la cantidad de votos en las anteriores legislativas y aumentar el número de escaños en el congreso. Sin embargo, no hubo nada de eso, los votos fueron casi iguales a los anteriores, a pesar de contar con la alianza con Izquierda Unida. Esto puede ser el síntoma de un cansancio del movimiento de masas y de la falta de confianza en estas alternativas que proponen, dentro del marco del sistema, reformas de forma, pero no cambios en el contenido. Las poderosas movilizaciones de hace unos años se han disipado y no han encontrado su equivalente en el concierto político actual. Estos malos resultados electorales han provocado una crisis al interior, que Iglesias trata de evitar de forma burocrática al evitar hacer un congreso de balance en el corto plazo y posponerlo para el año siguiente.
En Francia el Frente de Izquierda encabezado por Melenchon, ha obtenido buenos resultados en las encuestas. Este frente no es nada diferente en lo sustancial de las versiones griega y española.
Todo estos son nada más que síntomas de la crisis que se venía dando desde antes y que se agrava con el Brexit.
Derrotar la austeridad para construir una Europa de los trabajadores
La resistencia se hace presente en casi todos los países de la zona. Esto no es una novedad, desde hace varios lustros las movilizaciones no cesan. Sin embargo, el plan económico de la troika se ha venido imponiendo poco a poco. Esto no es la culpa de los trabajadores que se han tirado a la calle a defender las conquistas que les quedan. Esto ha sido la responsabilidad de las direcciones sindicales y de los partidos reformistas que no han llamado a la unidad consecuente para enfrentar estos planes. Estas direcciones han privilegiado la concertación con el gobierno, el diálogo social y otros eufemismos para defender la claudicación ante los patrones y sus representantes en el gobierno.
Los gobiernos han sabido jugar con las divisiones y las direcciones burocráticas han tratado de asfixiar las iniciativas de las bases, llevándolas en algunas ocasiones a morder el polvo como en el caso de los agentes penitenciarios que fueron aislados y derrotados por el gobierno liberal belga.
Es necesario por lo tanto construir una alternativa clasista, democrática y de lucha que logre promover y dirigir las movilizaciones. Esta es una tarea urgente e indispensable para hacerle frente a la troika, pero también para cerrarle el paso a los neo fascistas que asoman de nuevo sus cabezas desde los partidos de la derecha por toda Europa.