Europa


Por Leonardo Ixim

Con la toma de la ciudad de Debaltsevo de parte de los independentistas de la región del Donbass, parece posible la materialización del alto al fuego acordado en Minsk, capital de Bielorrusia, entre el cuarteto de Normandía (Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos), Rusia, el gobierno ucraniano de Piotr Poroschenko y los independentistas. La región del Donbass está situada al este de Ucrania y es fronteriza con Rusia. Debaltsevo es un importante poblado que comunica la ciudad de Donestk con la ciudad de Lugansk, capitales de las Repúblicas Populares respectivas, antiguos oblast ucranianos.

Guerra caliente

Tras el fracaso de las negociaciones en septiembre entre el Cuarteto de Normandía, (sostén del actual gobierno de Poroschenko), por un lado y los separatistas de Donestk y Lugansk, autodenominados como Novorossiya y el gobierno de Putin (sostén de los segundos), por el otro,   continuaron los combates centrándose en tres puntos: en las afueras de Donestk cerca del aeropuerto, en la estratégica ciudad de Debaltsevo y el puerto de Mariupól

Ambos bandos se acusaron de violar respectivamente el alto al fuego; lo cierto es que desde posiciones ocupadas por el ejército de Ucrania y la Guardia Nacional de Kiev -formada por voluntarios fascistas- fueron atacadas en distintos momentos concentraciones urbanas en Donestk y Mariupól, ante el lento pero efectivo avance de los rebeldes pro-rusos. Así, en diciembre éstos lograron controlar las afueras de Donestk.

Recordemos que Víctor Yanukóvich fue derrocado por una revuelta popular dirigida por partidos de derecha cercanos a Berlín y a EU, organizada por grupos de extrema derecha y nacionalistas ucranianos como Svoboda, con el auxilio y apoyo de los servicios de inteligencia gringos. El ejército ucraniano cayó en la inacción porque en términos reales ya no podía sostener a Yanukóvich debido al nivel de corrupción de su gobierno, que además era odiado sobre todo en el oeste ucraniano tradicionalmente anti ruso e influido de cerca por el nacionalismo católico polaco. Yanukóvich era un oligarca cercano a la antigua burocracia soviética, apoyado sobre todo en las regiones étnicamente rusas y de habla rusa.

A raíz de esto, en las regiones rusas del este y suroeste, la población no aceptó el golpe de Estado y se levantó proclamando repúblicas populares, con asambleas propias y conformando milicias ante la denominada operación “antiterrorista” de Kiev. La rebelión en estas regiones cuenta con un fuerte núcleo obrero, debido a que se caracterizan por la existencia de una fuerte industria y por tener los mejores niveles salariales de Ucrania, producto de las luchas de los trabajadores.

El contenido social del programa de gobierno de estas repúblicas es antineoliberal y cercana a una visión de capitalismo estatista. En oposición, el gobierno de Kiev, después del derrocamiento de Yanukóvich y la asunción de Poroschenko, se vio obligado a proseguir la privatización de importantes sectores, en función lograr un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y créditos de parte del Fondo Monetario Internacional, que han endeudado la economía ucraniana.

La Junta de Kiev, después de su legitimación en las urnas tras la elección de Poroschenko, reestructuró el gobierno con Svoboda y grupos de extrema derecha. Después eso, la Rada Suprema o Parlamento, persiguió al Partido de las Regiones del depuesto presidente y al Partido Comunista Ucraniano que lo apoyó, y a inicios de enero ilegalizó a los comunistas y a la denominada “ideología comunista”. De igual forma otras fuerzas de izquierda han sido ilegalizadas o perseguidas; mientras que en algunas ciudades como Odessa en las costas del Mar Negro o en Mariupól, la persecución contra sindicalistas, comunistas, izquierdistas y simpatizantes de los pro rusos ha sido una constante, al estilo de la mejor y más temible tradición nazi.

En el Este, a pesar del contenido social y la movilización popular tras la proclamación de las repúblicas, pesa el nacionalismo pan ruso del cristianismo ortodoxo, que persigue, como símil de lo que pasa en Rusia, a manifestaciones independientes o a quienes promueven derechos específicos, como los homosexuales. En ambos lados organizaciones marxistas como Borotha (lucha) han sido perseguidas, pese que apoyan el derecho a la independencia de Novorrosiya.

Las consecuencias del conflicto para la población

La guerra ha causado más de cinco mil muertos y un poco más de un millón de desplazados. La situación de penuria de la población rusa ucraniana es calamitosa, sobre todo desde que Kiev le cortó en pleno invierno todo tipo de asistencia y recursos estatales. Si no es por los convoyes de asistencia humanitaria rusas, la situación sería peor. En el occidente, la situación económica no es mucho mejor; con las medidas impulsadas por el FMI y la UE, ha habido un encarecimiento de los productos básicos, además de que la libre movilidad al espacio de la UE ha sido una promesa vacía.

El saldo negativo para Kiev es la constante desmoralización del ejército ucraniano, con más de 3 mil muertos, el reclutamiento forzado en regiones rurales del oeste, el despoblamiento de aldeas por este motivo y el descontento y protestas cada vez mayores de parte de la población. Ante la desmoralización del ejército se creó la Guardia Nacional, cuerpo, como ya se dijo, formado por fascistas.

El acuerdo Minsk obliga a ambas partes a retirar la artillería pesada, estableciendo una franja desmilitarizada. Después de la entrada en vigencia del acuerdo el pasado domingo 15 de febrero, los rebeldes conquistaron Debaltsevo; habrá que esperar si avanzan a Mariupól, todo esto con la intención de asegurar la independencia de Novorrosiya. Se habla en estos momentos de una presencia de cascos azules de Naciones Unidos, a lo que los rebeldes, Berlín, París y Moscú se muestran anuentes.

¿Guerra Fría?

Otra opción que se maneja para garantizar el alto al fuego, es una misión de la Organización de la Cooperación y la Seguridad en Europa (Osce), propuesta respaldada por EU y Kiev, pero de la cual desconfía Moscú. La Ocse fue establecida en el Acuerdo de Helsinski en 1971, y sirvió para asegurar un cordón sanitario post Yalta a favor de la URSS, tomando como base la neutralidad de naciones como Finlandia y Austria. Sin embargo, desde la caída de la URSS y más con la intervención occidental en Ucrania, este cordón sanitario se rompió, por tal razón Rusia ocupó Crimea y apoya a los separatistas rusos ucranianos.

Occidente acusó a Moscú de promover el expansionismo; por tal motivo le impuso una serie de sanciones económicas que afectaron algunas variables económicas rusas como las exportaciones, disminuyeron el vital financiamiento externo de su estratégico sector petrolero, debilitando el rublo en un 46 % y provocando una escalada inflacionaria -momentáneamente estabilizada por la fuerte cantidad de reservas monetarias internacionales- todo esto en el contexto de la caída de los precios del petróleo, debido al exceso de oferta, a la crisis estructural en la demanda, como a los juegos geopolíticos de los especuladores. Esta situación también afectó a los principales socios europeos rusos como Alemania, donde buena parte del sector exportador depende de su comercio con Rusia, al igual que de la importación de bienes naturales como petróleo y gas.

En este escenario la política exterior gringa se resiente, primero por la negativa de Francia y Alemania a admitir a Ucrania en la Otan y a seguir armando a Kiev, segundo por la negativa del nuevo gobierno griego de Alexis Tsipras a apoyar un nuevo paquete de sanciones recientemente aprobadas para Rusia.

Alemania está en una encrucijada entre la presión gringa y el natural espacio económico hacia el Este, con el que tradicionalmente ha contado. Mientras, Washington padece de esquizofrenia, pues por un lado la extrema derecha republicana con el senador McCain a la cabeza, exige armas para Kiev, y por el otro lado la del Council on Foreing Relations, que fustiga las debilidades de Obama pero reconoce desde el realismo en geopolítica, que a Moscú no se le puede contener con medidas agresivas. Y una posición intermedia con Brezinsky (asesor de Obama) y el Brooking Institute, que respaldando también la entrega de armas ofensivas, llaman a reconocer el poderío ruso y a entablar diálogos con Moscú.

El Psoca apoya el derecho a la autodeterminación de los habitantes de Novorossiya ante su rechazo a la nacionalidad ucraniana, pero alerta que ni los oligarcas del Oeste aliados a occidente, ni los del Este aliados a Moscú, son ninguna garantía para hacer realidad sus derechos. Es vital la creación de consejos populares proletarios, que tengan a su cargo la dirección del gobierno y de las milicias, así como el establecimiento de relaciones fraternales con los obreros ucranianos, rusos y europeos que afrontan sus respectivas burguesías y el imperialismo.

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