Europa

Por Nicolás Le Brun

Las recientes elecciones llevadas a cabo el pasado domingo en la Federación Rusa dieron como vencedor al candidato oficialista Vladimir Putin con un 64% de los votos emitidos.

Esta campaña se vio marcada por una ola de protestas en centros urbanos, fundamentalmente en Moscú, lo que puso en cuestión el punto de las libertades democráticas en el país y otros asuntos como la política exterior rusa en el conflicto sirio.

Hace 20 años, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se derrumbaba y abría paso a la desaparición del Estado Obrero surgido de la revolución de 1917, y que la burocracia estalinista había controlado desde finales de los años 20 del siglo pasado. Este hecho llevó inexorablemente a la restauración del capitalismo tal y como lo había previsto Trotsky en su obra “La Revolución Traicionada” del año 1936.

Los comicios del domingo permitieron que  la sociedad rusa proyectara en forma refractada las contradicciones inter burguesas a lo interior y al exterior de la potencia económica y militar rusa, que busca consolidar su papel como potencia mundial en una situación de grandes contradicciones y enfrentamientos.

El legado de la restauración capitalista

La destrucción del Estado Obrero Soviético fue un hecho de primer orden en la correlación de fuerzas en la lucha de clases a nivel mundial.

La restauración en  los otros estados obreros europeos que surgieron posteriormente a la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, minó no sólo lo que antes mencionamos sino también el papel de la nueva burguesía, proveniente casi en su totalidad de la antigua burocracia en el poder.

La restauración no fue un proceso paulatino y mesurado, al contrario, significó la pérdida acelerada de las restantes  conquistas de la revolución y por ende fueron hechas de manera muy violenta en el contenido.

Los ejes fundamentales de la contrarrevolución fueron supervisados por el FMI, de la misma manera que los planes de ajuste en los demás países del planeta. Dentro de estas medidas las tres principales son las siguientes: privatización de las empresas del Estado; liberalización de los precios y estabilización monetaria.

Estos ejes causaron un impacto profundo en la sociedad rusa. Menos de un año después de la declaración del final de la URSS, el 80%  de los precios al por mayor y el 90% de los precios al detalle estaban ya liberalizados.

Pero el golpe en los ingresos y en los precios, además en el empleo fue todavía mucho más grave y demoledor en este período restaurador. En 1992, los salarios representaban el 70% de los ingresos familiares, cuatro años más tarde éstos representaban solamente el 38%. Entre 1992 y 1993, los precios se multiplicaron por 250%, mientras que los salarios sólo lo hicieron en un 120%. Según el Labor Market Study de 2001 del Banco Mundial, el empleo oficial pasó de 71 millones a 58 millones entre octubre de 1992 y octubre de 1998, mientras que el número de desempleados era sólo de 4,9 millones, es decir 8 millones de personas “desaparecieron” del mercado laboral. En ese mismo período, la norma era que los salarios eran pagados con un promedio de 4,5 meses de atraso, lo que impulsó importantes sectores de la clase trabajadora a tener que arreglárselas con medios como el contrabando, el cultivo en pequeña escala y otras formas de sobrevivencia.  

Estas cifras no sólo demuestran un drama desde el punto económico sino que demuestra también la verdadera cara del capitalismo. Para funcionar y mantener la ganancia no tiene más que recurrir  a la  destrucción las fuerzas productivas, creando el desempleo para contar con un ejército de reserva para presionar la baja del salario y por supuesto concentrar la riqueza producida por el conjunto de la sociedad en las manos de la clase explotadora, la burguesía.

De las ruinas del PCUS salió la nueva clase capitalista

Sin embargo, la nueva clase burguesa rusa, como mencionamos anteriormente, sale de las estructuras del poder anterior. El resultado también es cuál de las fracciones que controlaban el estado obrero burocratizado se iba a hacer con el poder. Esta pugna se hace más intensa y toma ribetes mafiosos. Verdaderas mafias salen de las hordas del antiguo Comité de Seguridad del Estado (KGB sus siglas en ruso) y del politburó.

“El resultado final fue que la dirección y los empleados (insiders) recibieron la mayoría de las acciones de las respectivas empresas. A nivel jurídico la dominación de las empresas privatizadas por los insiders, es decir la dirección y los empleados era casi absoluta. Mientras tanto, el poder real era ostentado por los directores que se escondían detrás de la propiedad colectiva como un caballo de Troya” (Blasi, Krumova, Kruse 1997) .

Es decir: lo que los marxistas revolucionarios esgrimíamos desde décadas atrás y que fue defendido desde la Oposición de Izquierda y posteriormente por la Cuarta Internacional, vino a ser corroborado por los hechos y las posteriores autopsias del Estado Obrero.

Entre estos tenebrosos personajes que conforman las nuevas clases dominantes, sobresale el antiguo teniente coronel de la KGB,  Vladimir Putin, que después de una década se ha afianzado en el poder, alternado con su copartidario Medvedev en un caramboleo digno de la vieja burocracia.

Las elecciones 2012

El escenario anterior sirve para presentar la situación actual y el resultado electoral.

Entre los candidatos que lograron pasar el filtro del aparato electoral del régimen está el liberal multimillonario ligado a oscuros negocios,  Mikhail Prokhorov, quien fue señalado como un acólito del régimen, una candidatura tureca porque en el programa no se diferencia del rumbo del actual gobierno. No en balde, este personaje es el que tiene el segundo porcentaje de votación en Moscú con un 20% de los votos emitidos.  El otro fenómeno ligado a la capital rusa es el altísimo porcentaje de abstencionismo, cerca de un 50%. Moscú es una de las ciudades más pobladas de Europa con cerca de 10 millones de personas intramuros y 14 millones tomando en cuenta los suburbios. Además, la cuarta parte del Producto Interno Bruto de la Federación es producido en la capital.

El peso de la población moscovita es de  casi un 9% de la población del país, por lo que la indiferencia moscovita es el resultado de la escasa confianza en las elecciones, no sólo por la forma sino por el contenido. Así  vemos candidatos ligados al régimen haciendo el papel de oposición mientras se ponen de acuerdo con el régimen, tal y como lo manifiesta el mismo Putin: “todas nuestras propuestas van el en sentido del diálogo, tanto con los que nos apoyan como con los que nos critican”. A este porcentaje de abstencionismo obtenido en Moscú se puede también agregar el dato de San Petersburgo, la segunda ciudad en importancia del país, donde fue mayor con un 55%, en números redondos.

El primer lugar obtenido por Putin con un 64% de los votos, fue conseguido mayoritariamente en las zonas no urbanas.  El stalinista Partido Comunista Ruso, representado por Guennadi Ziuganov con un 17,2% de la votación pareciera reflejar algo importante, pero no hay que llenarse de ilusiones. 

Putin logra imponerse porque ha logrado enriquecer a una capa de la población, que luego del marasmo de la primera década de la restauración logran ver en él un dirigente que puede posicionar a Rusia en el concierto de las naciones emergentes con mayor fuerza y lograr una superioridad basado en la fuerza militar acumulada durante el período soviético.

Las manifestaciones anti Putín acaecidas antes de la elecciones muestran el desencanto con el gobierno pero no son lo suficientemente orgánicas como para establecer una base partidaria o revolucionaria que combata la política liberal del dúo gobernante. “La oposición aún con sus recientes triunfos permanece  incapaz de ganar las elecciones ni legislativas” 

Rusia: imperialismo emergente

Por otro lado, la nueva burguesía rusa ve en Putin también al personaje ideal que no permitirá que se pierda  la injerencia en las zonas de conflicto. La derrota de la guerrilla tchechena fue muy importante para asegurar la zona, rica en recursos energéticos, pero también como una forma de contener los movimientos nacionalistas-islámicos que combaten en el área.

Es por eso que los Estados Unidos, luego de anunciar la retirada de las tropas en Afganistán, establece el diálogo con los talibanes, esperando contar con su apoyo, ya que éstos fueron sus antiguos aliados durante la guerra para expulsar a los invasores soviéticos luego de su fallida invasión a ese país. De igual manera la alianza con el régimen de Al Assad  busca garantizar su presencia militar en esta estratégica zona.

Los socialistas revolucionarios dentro del Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) creemos que la única forma de salir de esta derrota representada por la implantación del sistema capitalista, es de nuevo a partir de una movilización que remueva las bases de la explotación. El proletariado ruso ya hizo su experiencia de las “maravillas del capitalismo” que tanto anunciaban los pseudo profetas liberales.

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