Por Juan Castel

Esta última semana los revolucionarios americanos hemos acudido a presenciar desde la distancia una extraordinaria movilización de masas en el aristocrático Chile. Como sostuvimos en el editorial 294 de nuestro órgano El Socialista Centroamericana: en “América Latina: Nuevamente soplan vientos de revolución”, esto ha quedado ratificado en la movilización de masas liderada por los indígenas en Ecuador, que han hecho retroceder el paquetazo de ajuste que el gobierno del derechista Lenin Moreno trato de implementar bajo la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En Chile, el país más desarrollado de la región y quizá el único que plenamente podía llamarse del primer mundo desarrollado en Latinoamérica, la subida de 30 pesos en el costo del pasaje del privado servicio de metro en la capital Santiago, ha sido correspondió hábilmente por los estudiantes secundarios y los universitarios con una huelga de desobediencia civil que promovió hace ya más de una semana saltarse los molinetes para no pagar ese incremento.

La reacción de la burguesía más “liberal” del continente

La represión no se hizo esperar por parte del reaccionario gobierno de Sebastián Piñera, que está ejerciendo su segundo mandato presidencial. Los desmanes cometidos por el infame cuerpo de carabineros, una suerte de Guardia Civil militarizada, heredada de la dictadura de Augusto Pinochet, fue contestado con una radicalización profunda de los estudiantes, que a inicios del pasado fin de semana se saldó con varias sedes gubernamentales y de los mayores consorcios privados que controlan los bienes de primeras necesidades, incendiadas y destruidas.

El gobierno acorralado ante la ola radical de descontento, sembrado en 30 años de modelo neoliberal heredado por la sanguinaria dictadura de Pinochet, decreto el Estado de excepción en la zona metropolitana de Santiago, extendiéndolo posteriormente a las ciudades más importantes, como Concepción y Valparaíso. 

Desde hace mucho tiempo el orden burgués neoliberal en Chile no mostraba una incapacidad tan grande, como la que lo ha hecho recular frente a la inmensa movilización de las masas del pueblo más pobre que ha sufrido el alto costo de la vida, la privatización salvaje de todos los servicios sociales que prestaba el Estado, la devaluación de las pensiones que tienen prácticamente en la indigencia a los jubilados, el incremento de las tasas para acceder a la educación y un modelo que ha promovido durante los últimos 30 años una de las desigualdades más profundas del continente.

 El antipopular cuerpo de carabineros, bastión del Estado de derecho burgués, heredado de la dictadura se vio sobrepasado por la rabia popular, lo que hizo al gobierno imponer el Estado de sitio y sacar al ejército de tierra y a la marina a las calles de las principales zonas del país. Buscando asegurar los bienes del gran capital ante la furia de las masas.

Piñera pensó que unas jornadas de represión harían menguar el movimiento, pero el tiro le ha salido por la culata, la represión, el abuso de carabineros y el desfilar de las fuerzas militares por las calles han hecho que los sectores de la población que no formaron parte de la inicial protesta de los estudiantes, se unieran en marchas, concentraciones y cacerolazos en una apoteósica muestra de fuerza ante los órganos represivos del Estado burgués chileno. El gobierno de Sebastián Piñera, como el de su par Lenin Moreno en Ecuador trato de recular, dando durante toda esta semana concesiones a las masas en lucha, para evitar que se profundice aún más la movilización que día con día desgrana a su gobierno. Esto le ha servido de poco, pues la población ya levanta de manera general consignas contra todo el modelo económico, los políticos y los empresarios que se benefician del cada vez más costoso nivel de vida en Chile.

No son 30 pesos, son 30 años

El gobierno trato de detener el auge de la lucha social, echando para atrás la subida de los 30 pesos en el servicio de metro Trans-Santiago, esto le sirvió de poco. Pues para ese momento las poblaciones a lo ancho y lo largo del país ya levantaban consignas contra el modelo económico neoliberal que desde la implantación de la brutal dictadura militar de Pinochet en 1973 ha ido encareciendo la vida, ha desarrollado las cuentas de los grandes banqueros, empresarios y políticos del país a costa de la pobreza material, el endeudamiento y la desesperanza de la gran mayoría. 

Los medios burgueses de prensa y noticias en un primer momento se prestaron a su tradicional labor de criminalizar la huelga estudiantil, el justo vandalismo que genero la rabia acumulada entre la juventud y las posteriores movilizaciones ya integradas por amplios sectores de la sociedad. Pero al ver la incuestionable marejada popular que se generó por la represión de carabineros y del ejército, decidió empezar a manejar una narrativa del protestante bueno y del malo. Tratando de engañar a la opinión de la población evitando que siguiera integrándose a la lucha, autorizando demagógicamente cuales son las formas adecuadas de protesta, que no incomoden al poder y al capital.

En ese marco se han instrumentalizado los saqueos a los medianos y grandes comercios en las principales zonas comerciales del país. SI bien es cierto que, en momento de efervescencia social, los sectores desclasados por la pobreza se prestan al saqueo, también lo es que muchos de los saqueos son promovidos por las propias fuerzas de seguridad, que con ellos buscan que la población se quede en casa o en sus pequeños negocios cuidando lo poco que tienen, para quitarle potencia a las movilizaciones sociales.

Se dan también fenómenos que reviven los organismos populares de los cordones industriales durante el gobierno del Frente Popular de Salvador Allende, pues muchos ciudadanos se organizan para cuidar sus barrios de los desmanes cometidos durante esta última semana. Lo inusual es el desarrollo de un fenómeno contradictorio, que es que grupos de la clase media urbana y de la pequeña burguesía comercial se organizan para defender los grandes locales y abarroterías de los multimillonarios chilenos. Incluso al punto de disparar contra los manifestantes, dejando ver el germen el primero de la revolución y este último, el de la contrarrevolución fascista, que tienen al igual que las tradiciones de lucha popular del pueblo chileno, también mucha historia de sangre tras de sí.

El enorme descontento social se dirigió entonces a la casta política de los diferentes partidos, ante los privilegios de estos operadores del poder burgués que han sacado los beneficios a costa de la cada vez más endeble economía de los chilenos de a pie. Los grupos burgueses ante la incapacidad de sus representantes Sebastián Piñera en el Estado; se han prestado a infinidad de ruedas de prensa y comunicados donde hablan de incrementar el salario mínimo de sus trabajadores en las compañías de sus consorcios. Esto es solo la representación del miedo que corre adentro de toda la clase burguesa chilena, miedo a que la lucha social contra el ajuste neoliberal se trasforme en una lucha generalizada contra el sistema capitalista chileno, la división de clases en la que ellos están bien posicionados desde la dictadura de Pinochet y a la que le deben estas tres décadas de auge económico, el llamado milagro económico chileno esta ahora pasando por su crisis más profunda, ante el irreductible despertar de la población que ve día con día desintegrarse su nivel de vida y menguar su poder adquisitivo frente a los servicios privados y monopólicos en Chile. 

Los partidos de la izquierda tradicional están a la derecha de las masas

Ante este heroico estallido de la movilización social que ya ha dejado tras de sí una veintena de muertos, cientos de heridos, más de mil presos, casos de violaciones sexuales de manifestantes a manos de carabineros y de los militares. Los partidos de la izquierda tradicional en Chile han sido nuevamente incapaces de levantar un plan conjunto de lucha que logre sacar la potente fuerza del pueblo del impase en el que se encuentra.

Recordemos que la población no puede luchar para siempre, a diferencia del gobierno que con la represión de carabineros, militares y marina solo busca tiempo para maniobrar ante la tormenta popular que amenaza con derrocarle, la población cada día que pasa va gastando no solo su fuerza vital, sino la capacidad motriz de acertarle golpes al enemigo, con el tiempo se abre la difícil situación de que las masas pierdan la iniciativa. Los partidos de izquierda, el poderoso Partido Socialista de Chile (PS), que hizo gobierno durante los dos mandatos de Michelle Bachelet en 2006-2010 y en 2014-2018, mandatos que le costaron popularmente por su servilismo a los organismos de control imperialistas como el FMI, fue remplazada en las dos ocasiones por Sebastián Piñera.

Tanto el PS, que hoy está más a la derecha que durante el gobierno de Bachelet, como el Frente Amplio y el Partido Comunista de Chile (PC) con su reducida representación en el parlamento chileno, han optado por colocarse de manera timorata del lado de las masas en lucha. Tratando con esta posición rencauzar la rabia social de los chilenos que hoy luchan en la calle, en una virtual elección adelantada ante el colapso del gobierno de Piñera.

Piñera que es uno de los hombres más ricos de Chile, según Forbes tiene una fortuna de 2700 millones de dólares, trato de embaucar en las maniobras para engañar a las masas al PS, pero la mayoría de los partidos de la oposición se negaron en asistir a la reunión donde se buscaba que todos los actores políticos del parlamento cerraran frente de cara a la rabia de la población.

Abajo Piñera: por una Asamblea Nacional Constituyente

En Chile continua vigente de la Constitución de 1980, la que fue aprobada por la dictadura de Pinochet. Gran parte de los problemas de Chile es que el aparato represivo y el modelo económico de la dictadura de Pinochet, están intactos. Hay que demolerlos.

Secundamos el llamado a la Huelga General hecho por varios sindicatos, y los llamados a que las poblaciones sigan organizándose, promoviendo la creación de organismos de doble poder, como fueron los Cordones Industriales antes del golpe de Estado de 1973, para que los trabajadores y sectores populares resuelvan los problemas que el capitalismo neoliberal ha impuesto en Chile.

La lucha no debe detenerse hasta que Piñera, el máximo representante de la clase burguesa chilena, salga del poder. La lucha transitoria debe ser por la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que trasforme al país en beneficio de las clases oprimidas y olvidas por el capitalismo y sus agentes, en favor de los trabajadores, los estudiantes y el pueblo chileno pobre.

¡Movilización popular hasta derrocar a Piñera y convocar a una Asamblea Nacional Constituyente en favor de los trabajadores, los estudiantes y el pueblo chileno pobre!

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