Por Orson Mojica
El ascenso de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia de México, después de tres fallidos intentos, ha despertado muchas expectativas en Centroamérica. AMLO y su partido Movimiento de Renovación Nacional (MORENA) son considerados erróneamente como una nueva fuerza de izquierda, cuando en realidad representan un intento tardío de revitalizar el viejo nacionalismo heredado de la revolución mexicana, en una coyuntura en que la administración Trump arrincona a México. Por ello es importante entender el significado de su política exterior, que no es otra cosa que la refracción de su política interna.
La tolerante política migratoria de México
Antes de tomar posesión como nuevo presidente de México, el 1 de diciembre del 2018, AMLO dio a conocer a la prensa, sin el menor rubor, que negociaba con la administración de Donald Trump una especie de Plan Marshall para contener a las masivas caravanas de migrantes centroamericanos que transitan por México, con el objetivo de cruzar la frontera norte e ingresar a Estados Unidos.
Este posible acuerdo entre México y Estados Unidos para contener la migración ilegal de centroamericanos y de otras nacionalidades, debería estar concluido para el mes de mayo del 2019. Este proyecto de Plan Marshall, como muchos otros anteriores (Plan Frontera Sur, Iniciativa Mérida, CARSI, Alianza para la Prosperidad, etc), pretende crear empleos en el sur de México, la zona más pobre de ese país, pero que tiene enormes vasos comunicantes con Centroamérica. Muchos de estos planes han fracasado por falta de fondos o por que las transnacionales no están interesadas en invertir en proyectos de amortiguación social. Nunca se logra crear el desarrollo económico, solución de todos los males.
La migración masiva de campesinos mexicanos hacia Estados Unidos es un fenómeno histórico. Desde inicios del siglo XX, una parte de la población mexicana cruza la frontera para trabajar en Estados Unidos. Estos migrantes entran y salen constantemente
Se calcula que aproximadamente 12 millones de mexicanos viven o residen legalmente en Estados Unidos, mas unos 5,4 millones que no tienen papeles. DE toda la población migrante en Estados Unidos, el 25% son mexicanos.
La masiva inmigración mexicana a Estados Unidos ha provocado una escasez de mano de obra en México, sobre todo en el área de la construcción e infraestructuras. Este problema particular de México (migración masiva y escasez de mano de obra), contradictoriamente, ha permitido un acercamiento, a pesar de los constantes roces, con Donald Trump. Es que en el problema migratorio hay intereses comunes.
El Plan de AMLO es que los 200,000 migrantes centroamericanos que pasan cada año por su país ya no ingresen ilegalmente a Estados Unidos, sino que se queden trabajando en obras de infraestructura en México, con salarios bajos, pero relativamente más altos que los que pueden ganar en Centroamérica. Al otorgarle visas temporales de trabajo y la opción de resolver un problema económico, el resultado debe ser empantanar la migración ilegal dentro de México.
La renegociación del NAFTA o TLCAN, bajo las presiones de Trump, condujo a la aprobación de un nuevo tratado de libre comercio conocido como United States-Mexico-Canada Agreement (USMCA) que, aunque todavía no ha sido ratificado, colocó a México en abierta desventaja, obligando a la burguesía mexicana a redefinir sus objetivos para compensar sus tasas de ganancias. Dentro de esta redefinición economica, la administración de AMLO con su discurso desarrollista, de ampliación del mercado interno y de conquistar nuevos mercados, cae como anillo al dedo.
Dentro de los planes de AMLO esta la creación de “cortinas de desarrollo” en el sur de México y la creación del “tren maya”. Estos mega proyectos pretende revitalizar el abandonado proyecto conocido como Plan Puebla-Panamá (PPP), que no era más que la expansión de las empresas mexicanas para conquistar y apoderarse del debilitado mercado centroamericano.
Entonces, las bondades aparentes de la nueva política de tolerancia a los migrantes centroamericanos, lo que encierra en realidad son los planes de expansión y colonizaje del capitalismo mexicano sobre Centroamérica, una zona donde en los últimos años se ha debilitado la tradicional influencia de México, ante la competencia creada por las empresas colombianas.
En el tema migratorio, pareciera que existe una repartición de áreas de influencia: Estados Unidos terminará tolerando y hasta legalizando la migración de origen mexicano, a cambio que México contenga el incesante flujo de migrantes centroamericanos y de otras nacionalidades. Con el nuevo tratado comercial USMCA, Estados Unidos reafirma y consolida su dominio económico sobre México, pero a cambio este país consolidaría su dominio sobre Centroamérica y el Caribe.
Los cambios en la política exterior de México
Durante décadas, la diplomacia mexicana se basó en las tradiciones de la revolución mexicana, que proclamaba la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en los asuntos internos de otros países. Pero esto en realidad fue un mito. México siempre ayudó activamente a los liberales centroamericanos en sus constantes guerras civiles, intervino bajo diferentes formas en la guerra civil española, al lado de la república. Con los años, en la medida que el bonapartismo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se volvía cada vez más reaccionario, la diplomacia mexicana fue cambiando lentamente, aliándose a Estados Unidos, aunque México nunca rompió relaciones diplomáticas con Cuba. Cuando la voracidad de Anastacio Somoza Debayle impidió que las empresas mexicanas reconstruyeran Managua, después del terremoto de 1972, el gobierno de López Portillo, junto a Panamá y Venezuela, apoyó abiertamente a la guerrilla del FSLN.
Cuando se produjo el auge de las guerrillas en Centroamérica, México impulsó la creación del Grupo de Contadora, como una instancia de negociación diplomática, alejándose un poco de la retórica de la administración Reagan.
La diplomacia mexicana ha sido siempre una fiel refracción de los intereses económicos de las grandes empresas mexicanas. El ascenso de AMLO al poder, refleja un reagrupamiento de los principales grupos económicos en torno a un proyecto de expansión capitalista ante las constantes agresiones y limitaciones que le impone su vecino Estados Unidos. El discurso de AMLO refleja la necesidad de aplicar un modelo desarrollista, reformista, concentrado en recuperar espacios económicos en Centroamérica y el resto de América Latina, para compensar el saqueo permanente de las transnacionales en México. Al parecer, México tiene nuevos roles que jugar en la economía y la política mundiales.
Contrario a lo que se podía suponer, las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos, a pesar de las tensiones por la migración y el nuevo tratado económico, parecen marchar a las mil maravillas.
Distanciamiento del Grupo de Lima
Recientemente, el Grupo de Lima compuesto por 13 países de América Latina emitió una Declaración por medio de la cual desconocen el nuevo periodo presidencial de Nicolás Maduro. El subsecretario mexicano, Maximiliano Reyes, rompió filas y no firmó dicha Declaración, aclarando que "México decidió mantenerse como miembro del Grupo de Lima, pero explicó que no puede unirse a la declaración en aplicación del principio de no intervención" (AFP 04/01/2019).
Más adelante, la embajadora de México ante la OEA, Mariana Olivera declaró que
México apuesta “por la diplomacia, pues es la única vía para encontrar soluciones a los problemas que enfrenta Venezuela (…) hacemos un llamado a todos los actores involucrados, principalmente al gobierno de Nicolás Maduro, a crear un entorno favorable al establecimiento de un diálogo genuino. Esto a fin de promover el acercamiento y la construcción de acuerdos reales que a su vez permitan la recuperación de la tranquilidad de todos los venezolanos” (La Jornada 10/01/2019)
No cabe la menor duda que AMLO pretende convertir a México en una potencia regional, convirtiéndose en el adalid de una salida negociada no solo en Venezuela sino también en Nicaragua.
Mediador en Nicaragua
En una comparecencia ante el Senado mexicano, Maximiliano Reyes informo que “México estaría en disposición de participar, a invitación de Nicaragua, en todo mecanismo de facilitación y mediación del diálogo que permita el acercamiento de las partes en conflicto, con pleno respeto a sus asuntos internos y a su autodeterminación” (AFP 16/01/2019)
La dictadura nicaragüense respondió con el silencio, pero envió al canciller Denis Moncada Colindres a México, a entrevistarse con las autoridades.
Conciliando con las dictaduras de Venezuela y Nicaragua
El ocaso de los gobiernos reformistas y nacionalistas en América Latina, ha tenido desenlaces diferentes. EL moderado gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) terminó con la destitución de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula. El gobierno de Ecuador terminó con un giró a la derecha y la persecución contra Rafael Correa. El gobierno de Evo Morales en Bolivia, aunque aspira a una nueva reelección presidencial, camina de puntillas para evitar su caída.
Los regímenes bonapartistas de Venezuela y Nicaragua, evolucionaron rápidamente a dictaduras cívico-militares y se sostienen en el poder desatando una terrible represión contra los opositores.
La propuesta de AMLO en el sentido que el gobierno de México pude actuar como intermediario en un proceso de diálogo y negociación política en las crisis de Venezuela y Nicaragua, pretende devolverle a la diplomacia mexicana nuevos brillos, establecer alianzas para resistir las redobladas presiones de la administración Trump.
Las posibilidades de lograr una salida negociada en Venezuela son mínimos dado el nivel de polarización política y el alto grado de desintegración social. La riqueza petrolera y minera de Venezuela es un botín demasiado codiciado por Estados Unidos, China y Rusia.
En el caso de Nicaragua, la situación puede ser diferente. Desde la época del PRI, los comandantes sandinistas mantuvieron buenas relaciones y el régimen bonapartista mexicano siempre fue para ellos el gran ejemplo a seguir. AMLO perteneció al ala izquierda del viejo PRI, la cual ingresó en cuerpo y alma primero en el PRD y despues en el partido MORENA. Pero lo que puede permitir un descongelamiento del Diálogo Nacional en Nicaragua no son las viejas amistades, sino el alto grado de inversión mexicana en ese país.
Para impulsar su proyecto desarrollista, AMLO ha optado por navegar en aguas turbulentas.