Por Olmedo Beluche

Para la ideología imperialista yanqui, Estados Unidos es el equivalente moderno del Imperio romano, y cada presidente norteamericano debe presentarse, al igual que los césares antiguos, como conquistador de algún territorio y masacrador de algún pueblo “bárbaro”. Donald Trump no pretende quedarse atrás en este objetivo así que, desde su discurso de toma de posesión se fijó como meta la “conquista” de Panamá, el equivalente de la Galia de Julio César, en su imaginación.

Para hacer más magnificente su pretensión, trató de convencer al público estadounidense de que el pequeño istmo de Panamá y su canal había sido tomado por el maligno poder militar de su potencia rival, China. Sostuvo que los corruptos gobernantes panameños (esta parte es cierta), habían recibido de regalo el Canal de Panamá construido por ellos a cambio de un dólar (falso) y se había traspasado su manejo al imperio chino (parece un chiste, en Panamá la gente sonrió).

Como buen publicista, más que guerrero, Donald Trump necesitaba dar unos golpes de efecto que parecieran que lograba una gran victoria cuando en realidad se fijó un objetivo fácil. En vez de actuar como Julio César que tomó la Galia, Trump ha actuado como Calígula que simuló tomar Britania, pero se conformó con recoger conchas del mar de la costa francesa para presentarlas como evidencia de su triunfo.

Así que, a sabiendas de la corrupción, docilidad y cobardía del gobierno panameño, encabezado por José Raúl Mulino, presidente de la república panameña de cuestionable legitimidad, envió primero su avanzada con Marco Rubio, secretario de Estado, quien con solo mostrar sus dientes logró que el presidente panameño rompiera el acuerdo de la Ruta de la Seda con China, declarara la congelación de las relaciones con ese país, aceptara recibir migrantes expulsados de Estados Unidos e incluso una base militar en Darién.

Suavizado el terreno, Donald Trump envió la segunda semana de abril a Panamá a su centurión, Pete Hegseth, secretario de Defensa, quien con orgullo le ha llevado a Washington un Memorando de Entendimiento.

Este Memorando de Entendimiento le cede a los Estados Unidos tres bases militares en las riberas del Canal de Panamá, reviviendo sitios militares extintos en 1999, gracias a la lucha generacional del pueblo panameño, materializada en los Tratados Torrijos - Carter de 1977. Las bases militares cedidas por el gobierno de Mulino y su ministro de Seguridad Frank Ábrego son:

1. La base aérea de “Howard”, que había sido bautizada como “teniente Octavio Rodríguez”, héroe panameño asesinado por las tropas norteamericanas durante la invasión del 20 de Diciembre de 1989, lo cual es una ofensa para la memoria de los caídos en aquella agresión del ejército norteamericano a Panamá en la que fueron asesinadas más de 500 personas según datos oficiales.

2. La base naval de “Rodman”, rebautizada como “Vasco Núñez de Balboa” y “capitán Noel A. Rodríguez”, ubicada en el sector oeste de la entrada del canal, justo enfrente del puerto de Balboa, administrado (hasta ahora) por la empresa china Panamá Ports.

3. La base aeronaval “Sherman”, que había sido rebautizada como “Cristóbal Colón”, en la que se les cedió aeropuerto, puerto y un polígono de tiro, ubicada en el sector oeste del lado caribeño del canal, frente a la ciudad de Colón y el puerto de Cristóbal (también administrado por empresa china, Panamá Ports).

4. Adicionalmente, mediante una Declaración Conjunta (cuyo texto aún no se ha hecho público), firmado por el ministro del canal, José Icaza, y Hegseth, Trump logró el paso gratuito de embarcaciones de la armada de los Estados Unidos por el Canal de Panamá, a un “costo neutro” para Panamá (lo que nadie sabe qué significa).

5. Un regalo adicional para Trump fue la auditoría realizada por la Contraloría General de la República de Panamá al contrato con la empresa china Hutchinson, administradora de los puertos de Balboa y Cristóbal, hecha pública el día de la llegada de Pete Hegseth, por la cual se evidencian abusos económicos contra Panamá (como los que cometen los otros puertos y empresas transnacionales que operan aquí), y que podría llevar a la anulación de dicha concesión

Mulino y sus ministros creen engañar al pueblo panameño diciendo que el Memorando habla de respeto a la “soberanía” panameña y no menciona el concepto “base militar”. Pero una base militar es una base militar si, como dice el acápite 1 del Memorando: “. el personal de EE UU y los contratistas de los EE UU, ..., podrán utilizar ubicaciones autorizadas, las instalaciones y áreas designadas para impartir entrenamiento, realizar actividades humanitarias, llevar a cabo ejercicios, visitas, almacenar o instalar propiedad de los EE UU, y cualesquiera actividades de otro tipo, conforme lo establezcan mutuamente los Participantes”. Todo sin costo alguno para Estados Unidos (acápite 5).

El acápite 2, habla de profundizar “relación en materia de seguridad” para “hacer frente a los desafíos de seguridad compartidos”, sin definir cuáles, pero que reiteradamente en sus declaraciones Hegseth afirmó que era China.

Y, aunque el acápite 6 afirma que la seguridad primaria en esas áreas le corresponde a Panamá, el acápite 7 que se designarán “ciertas secciones de las instalaciones y áreas designadas para el uso destinado al personal de EE UU” a las que la seguridad panameña sólo entrará con “notificación previa”.

El acápite 11 del memorando dice que el personal y “la propiedad” de EE UU “incluidos vehículos, embarcaciones y aeronaves han de permanecer bajo control de los EE UU”, ..., “incluyendo los concernientes a desechos generados por un incidente o accidente...”.

Cabe resaltar que, en su encabezado, el Memorando alude como fundamento de derecho al Intercambio de Notas, denominado “Acuerdo entre el Gobierno de la República de Panamá y el Gobierno de los Estados Unidos de América concerniente a la condición del personal de los Estados Unidos que podría estar presente temporalmente en Panamá”, firmado el 15 y 20 de septiembre de 2022; y al “Acuerdo de adquisición y prestación recíproca de servicios (US-PA-01) entre el Ministerio de Seguridad Pública de la República de Panamá y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos de América”, hecho el 28 de junio de 2019 (el ACSA).

Lo cual demuestra que la traición a los Mártires del 9 de Enero de 1964, que lucharon bajo la consigna “Bases No”, ya había iniciado con los gobiernos de Juan Carlos Varela (Panameñista) y de Laurentino Cortizo (PRD), y que esta política de retorno de la presencia militar norteamericana en el canal empezó a ser ejecutada por el gobierno demócrata de Joseph Biden, y no es exclusiva de Donald Trump.

Trump se anota una primera aparente victoria fácil, con la ayuda de un gobierno cipayo y genuflexo como el de Mulino. Así Donald Trump cree emular al presidente William McKinley, al que aludió en su discurso de toma de posesión el 20 de enero pasado. McKinley fue el que declaró la guerra contra España, en 1898, arrebatándole sus últimas colonias, Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, pasándolas a control norteamericano para convertir a ese país en potencia extracontinental.

Lo cual puso a Panamá como objetivo del que tomar control por parte de Estados Unidos, para construir un canal que permitiera a su armada naval “defender” sus intereses imperialistas en ambos océanos. Pero McKinley fue asesinado, por lo que le correspondió a su sucesor, Teodoro Roosevelt, completar el expansionismo imperialista en el Istmo de Panamá.

Muchos panameños y panameñas ignoran que Roosevelt forzó la separación de Panamá de Colombia, el 3 de noviembre de 1903, con una invasión militar de más de 10 acorazado y miles de soldados, para imponer el Tratado Hay Bunau Varilla. Y luego se jactó diciendo “I took Panama”.

Por lo pronto, Donald Trump hace gala de su pequeña victoria, pero el pueblo panameño empieza a tomar conciencia de la traición que acaba de consumar Mulino. Inicia la movilización en defensa de la soberanía nacional, pisoteada por el imperialismo yanqui y los vendepatria criollos, en la que nuestro pueblo encontrará inspiración en las generaciones que nos precedieron, como los Mártires de Enero de 1964, quienes hicieron frente a las balas yaquis, al grito de ¡BASES NO!

Hemeroteca

Archivo