Por Victoriano Sánchez
Ahora muchos reniegan de las enseñanzas de la revolución de 1979. Y es que el fracaso de la revolución de 1979 trajo muchas frustraciones, que se han acumulado a lo largo de los últimos 40 años. Los crímenes de la dictadura Ortega-Murillo han revivido el fenómeno del anti sandinismo. Casi siempre se asocia la revolución de 1979 a su conducción, pero esto es válido hasta cierto punto.
Los enemigos de una nueva revolución, los que conspiran para un “aterrizaje suave”, explotan esta confusión, para llevar agua su molino y afianzarse como las figuras de recambio ante el inevitable derrumbe de la dictadura actual.
Diferenciar el rol de la conducción de la dinámica de la revolución
Para asimilar las experiencias de 1979, debemos diferenciar entre el rol que juega una dirección política o militar, y la dinámica misma de la revolución. En el periodo 1977-1979, el FSLN logró atraer las simpatías populares por su firmeza en la lucha contra la dictadura. La revolución estalló el 10 de enero de 1978 cuando el pueblo explotó en las calles al enterarse del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, quien luchaba en solitario contra la dictadura
Las masas despertaron a la política en 1978 y vieron en el FSLN una dirección firme, con la cual valía la pena arriesgar la vida, y lo hicieron. Al desaparecer el máximo líder de la oposición burguesa, el FSLN se convirtió en un polo de atracción, nutriéndose de muchos anti somocistas sinceros.
Esta audacia revolucionaria, la firmeza a la hora del combate, fueron factores que permitieron al FSLN ganarse las simpatías de las masas, pero la revolución había estallado y tenía su propia dinámica, lo que hizo el FSLN fue aprovechar esa dinámica y conducirla, explotando hábilmente los puntos más débiles del somocismo.
Sobre la unidad contra la dictadura
Cuando les conviene, la oposición burguesa rescata la gran unidad nacional que se dio en la lucha contra Somoza. Eso es una mentira descarada. Igual que hoy, el gran capital estaba dividido, lo que se manifestó en varios intentos de negociación con la dictadura para crear un somocismo sin Somoza. A finales de 1978 surgió el Frente Amplio Opositor (FAO) que junto a la OEA siempre intento una salida negociada de la dictadura. Fue la terquedad de Somoza la que impidió esa salida negociada. Incluso, el FAO en medio de la insurrección de 1979 intentó llegar a una negociación en Caracas, Venezuela.
El FAO entro en crisis a finales de 1978, el grupo de los Doce (aliados políticos del FSLN) se salieron y con el Movimiento Pueblo Unido (MPU) y otros grupos, crearon en febrero de 1979 el Frente Patriótico Nicaragüense (FPN), como brazo político del proceso insurreccional.
Nunca hubo unidad total. La burguesía estaba dividía, y la guerrilla del FSLN tuvo la virtud de nunca detenerse ante las dificultades, siempre confiando en la lucha de masas, que había adquirido la forma de una guerra de guerrillas en todo el país.
No habían ongs
Una diferencia sustancial entre 1979 y la lucha actual, es que en aquella época no habían ongs que pretendieran jugar un rol político. Ahora tenemos el fenómeno que los ongs pretenden sustituir a los partidos o direcciones políticas, organizando seminarios en hoteles, impartiendo cursos con ideologías sobre la ciudadanía, el empoderamiento social, la horizontalidad, las auditorias ciudadanas, el control ciudadano, etc, que crean una nebulosa ideológica e impiden a los jóvenes dar el salto en la construcción de direcciones políticas revolucionarias a nivel nacional.
Al contrario, cuando se produjeron las masacres y la represión sangrienta contra los tranques en 2018, estos ongs llamaron a la “lucha pacífica”, a la “resistencia pacífica”. Como los cristianos de la antigüedad, solo faltó que llamaran a poner la otra mejilla.
Una enseñanza que no debemos desechar
Cuando el FSLN era un partido revolucionario, nunca dejo de impulsar las luchas, nunca de detuvo ante las dificultades, siempre para adelante, sin detenerse jamás. Esta es una cualidad que las nuevas generaciones debemos copiar y mejorar, precisamente para luchar contra aquellos que en 1979 fueron revolucionarios, pero ahora ya no lo son.
Tenemos que estudiar a nuestros enemigos, observar su comportamiento político, para luchar eficientemente contra ellos. A la guerrilla se le opone la contra guerrilla, a la lucha política contra la dictadura debemos oponer y mejorar las tradiciones revolucionarias de 1979 que permitieron derrotar a la dictadura somocista, para que podamos derrotar también la actual dictadura Ortega-Murillo en el periodo inmediato.