Por Victor Trejos
El pasado domingo 26 de enero se realizó el examen de admisión en la UNAN-Managua, donde más de 18 mil bachilleres de todo el país aspiran clasificar en una de las carreras que ofrece esta alma mater para poder profesionalizarse, y que de este modo pueda aportar con sus capacidades tanto al sector público del país, al sector privado, en el exterior, o bien dentro de su mismo entorno, las aspiraciones son muchas. No obstante, el sueño universitario no se hará realidad para todos, ya que esta universidad ofrece una matrícula, para este año, de 10,360 cupos distribuidos en sus diferentes recintos, tanto regionales como en la capital. Esto último según su página web oficial.
El sistema de ingreso a esta universidad se caracteriza por ponderar el promedio de los estudiantes, obtenido en sus dos últimos años de secundaria, en conjunto con los resultados de las pruebas de literatura y matemáticas, mismas que la UNAN se encarga de diseñar. Esto representa el promedio de entrada a la universidad con el cual los estudiantes compiten dentro de sus primeras, segundas y hasta tercera opciones de carrera. Quienes no hayan obtenido el promedio suficiente para la obtención de un cupo en cualquiera de sus opciones quedarán, lamentablemente, fuera de la clasificación, con la opción de intentarlo una vez más al siguiente año.
Históricamente, el talón de Aquiles de los procesos de admisión en las universidades públicas es la prueba de matemática. Esta prueba aborda contenidos tales como: Aritmética, Álgebra, Geometría Euclidiana y lo que se conoce como "Pre Cálculo", el cual incluye contenidos como Trigonometría, Funciones y Geometría Analítica. A todo este conjunto en particular se le conoce como "Matemática Básica" dentro del entorno académico y universitario. Es entonces que esta prueba busca establecer el nivel mínimo de conocimientos que demanda la universidad para sus estudiantes de nuevo ingreso.
Pero la realidad es otra, la universidad no evalúa realmente los métodos de desarrollo usados en la resolución de cada punto, sino que son las respuestas, marcadas en una hoja anexa específica, las que se revisan directamente a través de la digitalización de las mismas, y estas a su vez son calificadas automáticamente por el sistema. Al final, este método permite al estudiante responder al azar y esperar que la suerte juegue su rol.
Si revisamos los datos oficiales de los resultados de exámenes de años anteriores, podemos encontrar que entre 2010 y 2014 el porcentaje de exámenes aprobados (notas iguales o superiores a los 60 puntos) oscilaban por debajo del 5 % del total de exámenes calificados. Esto quiere decir que entre 100 y 200 bachilleres superaban el puntaje mínimo y alrededor de 2 o 4 estudiantes lograban la nota máxima de 100 puntos.
A partir de 2015 se logra percibir un cambio en los resultados, año con año el porcentaje de aprobados incrementó de manera constante e incluso más bachilleres lograron obtener el puntaje máximo. El problema está cuando tomamos este incremento de aprobados como un indicador de desarrollo en la calidad de la educación, sin tener en cuenta que las universidades, paralelamente, disminuyen el nivel de desempeño mínimo que demanda al estudiante para su ingreso.
En la prueba de matemática esto último se ve reflejado a través de la reducción de su complejidad en los últimos años. Y es que esta complejidad se determina a través de ciertos criterios como, por ejemplo: la cantidad de datos que el problema te proporciona; los conocimientos teóricos aplicados para el desarrollo del problema; y la cantidad de operaciones o fórmulas necesarias para llegar a la resolución del mismo.
Los últimos exámenes aplicados por la UNAN-Managua reúnen las deficiencias en cada uno de estos criterios. Existen ejercicios en los que se aplica un único procedimiento o una única fórmula en todo el desarrollo, por ejemplo, el uso de la regla de tres una sola vez, y nada más. O bien, estos contienen extractos de ejercicios provenientes de los libros de Baldor, sin exagerar, los mismos que se plantean a modo de ejemplos en la explicación de cada teorema.
Este proceso de descomplejización en la admisión es la respuesta ante las evidentes deficiencias presentes en el decadente modelo educativo ejecutado por el Ministerio de Educación (MINED), en donde la enseñanza ha sido sustituida por adoctrinamiento partidario y los conocimientos académicos dejados a un lado por el culto hacia la figura presidencial. Bachilleres hoy en día se gradúan con notas no correspondientes a su desempeño en las aulas de clases, exceptuando casos particulares, siendo esta una de las políticas asistencialistas ya su vez clientelistas aplicadas por el gobierno de Ortega y Murillo.
Pero el problema de fondo en sí mismo es la desigualdad, en materia de educación, presente a nivel nacional, donde las zonas rurales y de difícil acceso son las más perjudicadas. No todos poseemos el mismo nivel de educación al bachillerarnos y esa es una realidad que las universidades no han superado. Ante un sistema de educación superior excluyente, la solución no está en la reducción de estas barreras, sino en fortalecer la educación inicial, la educación media; invertir en proyectos reales que lleven la educación hacia aquellos a quienes no llega; apostar a modelos de educación comunitaria.
Recordemos que la educación es un derecho, y el Estado tiene una responsabilidad directa como garante de su gratuidad y al mismo tiempo de su calidad. Las brechas existentes entre la educación media y la educación superior no representan más que el retroceso de un país en vías de desarrollo. Las desigualdades sociales no se superan generando más desigualdad.