Por Victoriano Sánchez
La reelección es una maldición en la vida política de Nicaragua. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) creció y se desarrolló en la lucha contra el reeleccionismo de la dictadura somocista. La reelección es proporcional a la debilidad de las instituciones del Estado burgués. En otros países, por ejemplo, a la burguesía como clase, o como fracción de clase, le interesan más el buen funcionamiento de las instituciones del Estado burgués, que la presencia constante de determinados individuos.
Nicaragua pareciera marchar en sentido contrario a los demás países de la nación Centroamericana. Ha habido muchos casos de reelección en Centroamérica, pero son raros y contados los casos de intento de dinastías en los países de Centroamérica. En El Salvador hubo una corta dinastía Meléndez-Quiñonez, de muy corta duración (1915-1923). Honduras es otro país que presenta muchos casos de reelección presidencial, pero no casos de dinastías.
Como siempre, Nicaragua parece ser la excepción de la regla. La dinastía somocista (1934-1979) fue destruida por la revolución popular encabezada por los comandantes guerrilleros del FSLN, apoyados por la mayoría del pueblo. Pero, como ha ocurrido en muchos casos en la historia, los vencedores terminan absorbiendo los males de los vencidos. Después de un largo camino, Daniel Ortega terminó controlando esa fabulosa máquina de poder que es el FSLN, y con ello ha iniciado periodos de reelección continua, y últimamente al colocar a su esposa Rosario Murillo en la vicepresidencia, ha iniciado un casi seguro camino hacia la construcción de una nueva dinastía. Su hijo Laureano Ortega es entrenado apresuradamente en las artes de la maniobra política y de la lucha por mantener el poder de la familia Ortega-Murillo
El panorama es aterrador, la historia parece repetirse de manera constante en Nicaragua. El surgimiento de la dinastía somocista fue posible por la debilidad extrema de las oligarquías y de la burguesía en Nicaragua, las cuales se acostumbraron a dirimir sus conflictos ante el gran árbitro, el gobierno de los Estados Unidos. Por eso Somoza García se apoderó del control de la Guardia Nacional (GN), y con ello estableció pactos y acuerdos con la débil burguesía, llegando a incorporar al Partido Conservador en la repartición de cargos y prebendas dentro de las instituciones del Estado. Desde entonces la burguesía nicaragüense no está acostumbrada a pelar por el buen funcionamiento de las instituciones del Estado, no por la democracia. Todo lo ha resuelto en oscuras negociaciones de familias y cúpulas. El resultado fue que mientras el somocismo aprovechó la estabilidad económica del periodo posterior a la segunda guerra mundial, para darle concesiones a sus contrapartes al mismo tiempo que creaba una repartición del 50% del poder político.
Ahora la burguesía nicaragüense, agrupada en el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), sigue el mismo esquema histórico, con una particularidad: ha creado a su propio “dictador”, José Adán Aguerri, ha sido reelecto por más de 13 años de manera consecutiva como presidente de esa cámara empresarial. Incluso, para evitarse molestias y críticas, el COSEP reformó sus Estatutos y en el futuro los periodos presidenciales pasaran de uno a tres años. De la misma manera que Daniel Ortega reformó la Constitución en 2014 para imponer la reelección indefinida, en el COSEP la reelección es también indefinida y ahora por periodos trianuales.
¿A que se debe este fenómeno? Refleja de manera dramática que la burguesía nicaragüense, igual que el periodo del somocismo, no le importa el poder político siempre y cuando sus negocios marchen bien. No le interesa pelear la llamada institucionalidad, para eso tiene a José Adán Aguerri, que es una especia de super ministro sin cartera, que opina y negocio todos los temas económicos, y que defiende velada y abiertamente al gobierno de Ortega y a la llamada políticos de diálogos y consensos.
Y en cierta medida tenemos una pequeña dinastía empresaria en ciernes. Carlos José Aguerri, hermano de José Adán, fue electo magistrado de la Corte Suprema de Justicia, en supuesta representación del sector privado.
Si algo refleja la construcción acelerada de una nueva dinastía Ortega-Murillo, es la desaparición del viejo partido FSLN, una guerrilla donde a pesar de todo se discutían los problemas. De igual manera, la reelección continua y la elevación de José Adán Aguerri como héroe empresarial refleja la ruina de la burguesía nicaragüense, la repetición del mismo error cometido durante el somocismo, y el anuncio claro que la democratización de Nicaragua solo puede ser hecha por los trabajadores.