Por Maximiliano Cavalera.

Desde hace unos 10 años, Nicaragua vive un calvario con los problemas energéticos, partiendo de la premisa que el precio de la energía eléctrica ha venido incrementándose de manera estrepitosa desde que, en el 2006, el FSLN asumió el poder. Pero la novedad, por lo menos en esta ocasión, no es un nuevo incremento anunciado por el ente regulador del Estado, sino algunas protestas que se han dado en el interior del país por los altos costos de la facturación energética.

Con el triunfo de la revolución en 1979, el Estado se hizo cargo de la generación, transmisión, comercialización y facturación de la energía electica en nuestro país. Fueron los gobiernos neoliberales, que siguiendo las directrices del FMI privatizaron las empresas que pudieron mal vender. Desde entonces la política del Estado ha sido de “regulador” de las empresas de energías, siendo conocidas las arbitrariedades a la que la población ha sido sometida por las empresas de Distribución y Comercialización. Para cuando inaugura su segundo período presidencial Daniel Ortega, el 80 por ciento de la energía se producía a través de fósiles y el país vivía un caos por los constantes apagones. Bajo el pretexto de acabar con los apagones, el país se volvió más dependiente de los hidrocarburos. La solución inmediata fue traer, con el apoyo del gobierno de Venezuela, plantas generadoras que producen energía a través de Diesel y Combustibles.

A pesar que este año el mismo Instituto Nicaragüense de Energía (INE) anunció que la matriz energética ha sido sustituida en una 60 por ciento por energía renovable, los altos costos de la energía no han bajado ni un córdoba. Contradictoriamente, Nicaragua es una de los países en el que más se invierte en energía renovable en Latinoamérica y con las facturas más altas de América Central.

Esta es la razón por la que parece inaudito que en nuestro país se mantengan precios tan altos en la tarifa energética, y más todavía, que el Estado tenga que subsidiar los precios de la misma. Bajo este contexto se han dado dos protestas importantes.

En este mes los pobladores de San Jacinto en el departamento de León se tomaron la carretera y protestaron por el incumplimiento de compromisos que tenían con la empresa de capital canadiense Polaris Energy Nicaragua: “el cumplimiento de los compromisos adquiridos en marzo, que incluye, entre otras cosas, la construcción de un pozo artesiano e instalación del servicio de energía eléctrica.” (El Nuevo Diario 16/11/2012) La protesta fue reprimida por la policía.

El otro conflicto se dio en Waspam en donde la población protesta por los altos costos de la energía electica a tal grado que mantienen paralizado el comercio de la población. Los ciudadanos entraron a las oficinas de ENEL y se tomaron una camioneta para instalarla en el parque central de la localidad. Los ciudadanos protestan porque: “los usuarios de ENEL en Waspam deben pagar C$7 por kilovatio, un precio que sigue subiendo. En tanto Otis Plazaola, poblador de Waspam, aseguró que los manifestantes también están reclamando por la falta de agua potable, y exigen el cumplimiento inmediato de una serie de acuerdos que suscribieron con funcionarios de Gobierno en septiembre pasado, cuando también se realizó una multitudinaria marcha de protesta”. (Nuevo Diario, 13/11/2012)

Alguno de los emisarios del gobierno han propuesto a los manifestantes i r a negociar con el gobierno fuera del pueblo pero uno de sus dirigentes declaraba: “El alcalde nos pidió que formemos una comisión de 16 personas para ir a negociar a Puerto Cabezas, donde llegaría un emisario del gobierno, pero aquí la mayoría de la población no acepta eso. Tampoco estamos dispuestos a ir a Managua a realizar acuerdos a espaldas del pueblo” (Ídem)

La alta facturación significa una punta de lanza para los bolsillos de los trabajadores, quienes ven como todos los días se incrementan los precios de la factura energética. Así vemos como atrás quedaron los años en que el FSLN creía que los servicios sensibles a la población tienen que estar en manos del Estado. Muchas empresas se abren para la generación limpia de energía, pero la mayoría de estas están en manos de empresarios privados y son un gran atractivo para la emergente capa de empresarios sandinistas.

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