Por Melchor Benavente
Entre 1944, año del derrocamiento de la dictadura del general Jorge Ubico (1931-1944), y el año 1954, año de una invasión contrarrevolucionaria y de un golpe de Estado contra el gobierno del coronel Jacobo Arbenz, Guatemala vivió una década convulsa y un proceso de revolución democrática que fue frustrado por el imperialismo norteamericano y sus agentes en la región centroamericana y del Caribe.
La revolución democrática de octubre de 1944
Desde la época colonial y en el periodo posterior a las dos independencias (1821 en relación a España y 1823 en relación a México), Guatemala siempre ha sido un país clave en la región centroamericana.
Casi al final de la segunda guerra mundial, se produjeron grandes cambios revolucionarios en Guatemala. Primero la caída del dictador Jorge Ubico en marzo de 1944, siendo sustituido por el efímero gobierno del general Juan Federico Ponce Vaides, quien procuró mantener el statu quo y contener los cambios, siendo derrocado por un movimiento cívico militar en Octubre de 1944 que instauró una Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG) compuesta por el coronel Jacobo Árbenz Guzmán, el mayor Francisco Javier Arana y el empresario Jorge Toriello Garrido.
El primer gobierno de la revolución
La JRG hizo algunos cambios y convocó a elecciones en 1945, siendo electo Juan José Arévalo Bermejo, el padre del actual presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo. Bajo el gobierno “progresista” de Arévalo (1941-1951), por la presión popular, se implementaron algunas reformas importantes, como la aprobación del Código de Trabajo, la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), la aprobación de la Ley orgánica que le concedió la autonomía a la Universidad San Carlos (USAC), la Ley de Emisión del Pensamiento que garantizaba la libertad de prensa, y un conjunto de reformas administrativas que modernizaron el aparato del Estado.
En ese periodo, la oligarquía y algunas organizaciones empresariales, mas la actividad conspirativa de la transnacional bananera United Fruit Company (UFCO), que era un verdadero poder, torpedearon la labor reformista del gobierno reformista de Arévalo. Hubo varias intentonas de golpe de Estado, siendo el mas importante la que lideró el Mayor Francisco Javier Arana, quien ocupaba el cargo de Jefe del Estado Mayor del Ejército. Desde esa posición lideró un ala militar que se oponía a los cambios reformistas, llegando a organizar un golpe de Estado en 1949, el que fracasó porque el coronel Jacobo Arbenz, quien ocupaba el cargo de ministro de defensa, logró atraer y reagrupar a la mayoría de las fuerzas armadas. Arana murió el 18 de julio de 1949, al fracasar la intentona golpista.
El segundo gobierno revolucionario
La derrota del golpe de Estado de julio de 1949, catapultó al coronel Jacobo Arbenz como el principal líder político y militar para continuar las reformas que se habían iniciado bajo el gobierno de Arévalo. Fue electo presidente de Guatemala en las elecciones de noviembre de 1950 con el 65,44 por ciento de los votos, asumiendo el cargo en 1951. Arbenz representaba el ala mas progresista de las fuerzas armadas, y gozaba de amplia popularidad.
Fue bajo el gobierno de Arbenz que se acentuaron las presiones de Estados Unidos, de la oligarquía, los empresarios y de la United Fruit Company (UFCO), iniciando, en le marco de la guerra fría, una feroz campaña de desprestigio contra el “comunismo”.
Cumpliendo con sus promesas electorales, y presionado por el campesinado y los indígenas, Arbenz mandó al Congreso el proyecto de Ley de Reforma Agraria, que fue aprobado el 17 de junio de 1952, como Decreto 900.
Lejos de llevar a Guatemala al “comunismo”, como afirmaban la oligarquía y la UFCO, la reforma agraria pretendió acelerar el desarrollo capitalista de Guatemala, ampliando el mercado interno, para proceder al desarrollo manufacturero. La reforma agraria de Arbenz, tenía “por objeto liquidar la propiedad feudal en el campo y las relaciones de producción que la originan para desarrollar la forma de explotación y métodos capitalistas de producción en la agricultura y preparar el camino para la industrialización de Guatemala”.
A pesar de las buenas intenciones, la reforma agraria tuvo un alcance limitado: apenas fueron beneficiadas entre 85,000 y 100,000 familias campesinas.
El “patio trasero” en peligro y la actividad de la CIA
En el marco de la “guerra fría” cualquier intento de reforma democrática era vista o denunciada por Estados Unidos, como un avance del “comunismo”. El hecho que se desarrollara un proyecto reformista en Centroamérica, el patio trasero de los Estados Unidos, encendió las alarmas y se inició una campaña propagandística para crear condiciones favorables para un golpe de Estado contrarrevolucionario.
En ese periodo, la mayoría de los gobiernos de Centroamérica y el Caribe, con la excepción de Arbenz en Guatemala y José María Figures en Costa Rica, eran dictaduras militares. En Honduras existía el débil gobierno civil de Juan Manuel Gálvez, con enorme influencia de los militares. En Cuba gobernaba Fulgencio Batista y en Republica Dominicana el verdugo Rafael Leónidas Trujilllo.
Todos estos gobiernos, con excepción de Costa Rica, se sumaron a la operación de la CIA, denominada PBSUCCESS, participando en la conspiración armada para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz.
La creación del Ejercito de Liberación Nacional (ELN)
La campaña de desprestigio contra el gobierno de Arbenz, en los medios de comunicación de Estados Unidos y de América Latina, fue brutal en el objetivo de crear el ambiente de sublevación social previo al golpe militar.
La CIA desarrolló dos proyectos al mismo tiempo. En primer lugar, utilizó al disidente coronel Carlos Castillo Armas, quien había sido estrecho colaborador del Mayor Francisco Javier Arana, para crear un movimiento armada contrarrevolucionario cuyo bases de operaciones estaban en Honduras y Nicaragua. El dictador Trujillo financió parte de la operación. Castillo Armas fue el sustituto natural de Arana en el liderazgo contrarrevolucionario en el seno de las fuerzas armadas.
En segundo lugar, y de manera paralela, John E. Peurifoy, embajador norteamericano en Guatemala, desarrollaba la labor de reclutamiento de militares descontentos en el seno del Ejercito. En realidad, ambos proyectos era uno solo, se complementaban en el objetivo central de derrocar al gobierno de Arbenz.
Después de algunos contratiempos, e intrigas palaciegas, las tropas (unos 500 soldados) del llamado Ejército de Liberación Nacional (ELN), entrenadas y apoyadas por la dictadura somocista, se trasladaron finalmente a la frontera entre Honduras y Guatemala, iniciándose la invasión armada contrarrevolucionaria por el oriente de Guatemala, el 18 de junio de 1954.
Agitando el fantasma de la lucha contra el comunismo, las tropas del ELN ocuparon algunas poblaciones en el camino a Chiquimula y posteriormente atacaron Zacapa y Puerto Barrios.
La “invasión” contrarrevolucionaria, aunque ya era esperada, causó una conmoción social. Los sindicatos y organizaciones populares que crecieron y se desarrollaron bajo el gobierno de Arbenz, pidieron armas para combatir al ELN. Pero la pequeña invasión había logrado el objetivo de reagrupar a las fuerzas contrarrevolucionarias al interior del Ejercito. En ese sentido, el plan de la CIA y del embajador John E. Peurifoy había sido un éxito.
Los militares miraban con recelo una posible entrega masiva de armas a la población, porque perdían el monopolio de las armas y con ellos su poder político y militar. Habia mucha tensión social y escaramuzas militares, y la indecisión de Arbenz de crear milicias populares, terminaron volcando a la mayoría del ejercito del lado de la contrarrevolución. La invasión produjo el golpe de Estado.
La renuncia de Arbenz
Sin milicias populares armadas, y sin el apoyo del ejército, el gobierno de Arbenz se tambaleó. El 27 de junio, diez días después de la invasión, el presidente Jacobo Arbenz leyó su renuncia ante el Congreso: “He determinado abandonar el poder y poner el mando del ejecutivo de la nación en manos de mi amigo el coronel Carlos Enrique Díaz, jefe de las Fuerzas Armadas de la república (…) La situación militar del país no es difícil, ni mucho menos. El enemigo que comanda las bandas mercenarias extranjeras reclutadas por Castillo Armas, no sólo es débil, sino que es incapaz y cobarde; lo hemos comprobado en los pocos combates que libramos. (…) Deseo que se mantengan las conquistas populares de octubre, que se restablezca la paz una vez hayan sido expulsados del país los invasores y que tenga éxito la gestión del gobierno que organice el coronel Carlos Enrique Díaz”.
El Congreso aceptó la renuncia. No obstante, el sacrificio de Arbenz no tuvo el efecto de calmar a la contrarrevolución, sino todo lo contrario. Sin haber obtenido un triunfo militar, pero con el apoyo del Ejercito, Castillo Armas, proveniente de El Salvador, entró triunfalmente a Guatemala y conformó un gobierno provisional el 8 de julio de 1954.
Una de sus primeras decisiones fue la ilegalización del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y muchas agrupaciones sindicales y populares que surgieron a raíz de la revolución de octubre de 1944. Con este triunfo contrarrevolucionario se inicio una nueva etapa de dictaduras militares en Guatemala.