Por Leonardo Ixim
El golpe de Estado del 27 de junio de 1954 contra el presidente Jacobo Arbenz Guzmán, fue la consumación de la trama contrarrevolucionaria que inició durante el gobierno de Juan José Arévalo, organizada por las fuerzas de la oligarquía latifundista, que habían sido desplazadas del poder formal tras la revolución de octubre de 1944, en coordinación y con el apoyo del gobierno estadunidense.
El Escenario Internacional
Recordemos que la revolución de 1944 que había derrocado al dictador Jorge Ubico y a su continuador Federico Ponce Vaides, tras la renuncia del primero después de una revuelta civil. Sin embargo, el mantenimiento del ubiquismo pero sin Ubico, para las amplias mayorías era una burla, es así que varios oficiales jóvenes del ejército se alzan contra Ponce, con el apoyo de la población civil, que acudió a los cuarteles ubicados en la capital a pedir armas, movilizándose soldados y civiles contra la continuación de la dictadura.
Esa fue una época que no terminaba de saldarse con el conflicto interimperialista como telón de fondo, las dos guerras mundial, de revoluciones e insurrecciones en México, China, Chile, Alemania, Hungría, Cuba, España las mayoría fallidas y ni que decir la gran revolución socialista soviética con la instauración del primer gobierno del proletariado en la historia de la humanidad.
Mientras en Centroamérica, en El Salvador con el derrocamiento del dictador Maximiliano Hernández Martínez, las huelgas generales de Costa Rica en 1936 y Honduras en 1954, efectivamente contra la United Frui Company y Chiquita Brand, que iniciaron los respectivos obreros bananeros.
Se había delineado el reparto del mundo entre Estados Unidos, Reino Unido y la URSS, tras las cumbres de Yalta, Teherán y Postdam. La Unión Soviética y EU salieron victoriosos de la contienda y cada quien tenía su área de influencia, estableciéndose un congelamiento entre estos grandes polos denominado “guerra fría”, donde cada quien defendía sus espacios estratégicos; claro, sin desaparecer totalmente las tensiones que pudieron haber terminado en un conflicto termo-nuclear.
Surge así, el argumento de la “amenaza comunista”, reflejo de la ideología anti-comunista, una mezcolanza de fascismo, cristianismo y republicanismo elitista, que para los años 50s ya no solo se limitaba a partidos comunistas, sino incluía todos aquellos actores de las clases trabajadoras dispuestos a cambiar el capitalismo y el orden neo-colonial.
El anti-comunismo fue usado para desprestigiar a la revolución guatemalteca, y Guatemala era considerada la cabeza de playa de avanzada del “comunismo”. Pero la amenaza venía del verdadero carácter de la revolución, entretejido bajo la dialéctica entre lo nacional-popular del proyecto de expropiación de los grandes latifundios improductivos, especialmente los que estaban en control de la United Fruit Company (UFCO), importantes conquistas como la autonomía universitaria, la creación del seguro social, las amplias libertades para la población y los trabajadores para conformar partidos y sindicatos, el Código de Trabajo que ampara en derechos laborales y sindicales, entre otras; y lo democrático-burgués, donde en la mente de los militares y civiles, el objetivo era desarrollar el capitalismo bajo una forma autóctona
Guatemala, un mal ejemplo
La oposición anti-comunista, en consonancia con la iglesia católica, usó todo tipo de artimañas para atentar contra la revolución de octubre. Buscó realizar movilizaciones sin ningún tipo de arraigo en las masas, participaron en elecciones en 1945 y 1951 y fueron estrepitosamente derrotados, y realizaron intentonas de cuartelazos, sin éxito. El asesinato del coronel Carlos Arana Osorio -miembro de la junta revolucionaria de gobierno de 1945 que derrotó a Ponce, junto a Arbenz y el civil Guillermo Torriello- quien representaba el ala reaccionaria del ejército, fue la excusa perfecta que los contrarrevolucionarios usaron.
El carácter popular se profundiza cuando Arbenz es electo presidente en 1951, con el proceso de reforma agraria aprobado por el Congreso en 1953. Ya en el gobierno de Arévalo se había eliminado, aunque en el plano formal y legal, la figura del peonaje por deudas y el colonaje, elementos que caracterizaron la incorporación de Guatemala a la división internacional del trabajo capitalista, por medio del café. La reforma agraria no fue una reforma de carácter socialista, sino democrática, consistiendo solamente expropiar los grandes feudos improductivos y gravarlos con impuestos.
Los primeros en ser afectados fueron los grandes finqueros. El otro actor afectado fue la poderosísima Ufco, con tierras en todos los países del Centroamérica y el Caribe, y cuyos altos accionistas eran funcionarios del gobierno republicano de Dwight Eisenhower, empezando por los hermanos Allan y John Foster Dulles, este último secretario de Estado. La UFCO también fue propietaria de la llamada flota blanca que transportaba por el Mar Caribe la producción de bananos hacia los puertos del Golfo de México. Fue también propietaria de la Internacional Railway of Central América con ramificaciones en Honduras, Guatemala y El Salvador y de la Electric Bonds and Share, encargada de distribuir electricidad en los centros urbanos de Guatemala.
La construcción de la carretera al Atlántico, del Puerto de Santo Tomas de Castilla y de la represa Jurun Marinala para proveer energía eléctrica, afectaba el monopolio de la UFCO. Pero sobre todo lo que asustaba tanto a la clase oligárquica como al imperialismo, no era ni la expropiación, ni mucho menos la competencia en el plano económico, sino cuestionamiento de los grandes monopolios y el “mal ejemplo” que se daba a los otros países latinoamericanos. Por abajo, la misma revolución encendió la mecha para que los campesinos aglutinados o no en los Comités Agrarios, junto a las huelgas sindicales, crearan dos grandes confederaciones, una de trabajadores y otra de campesinos, que rebasaban la capacidad de acción del gobierno y los partidos gubernamentales.
Una pléyade de fuerzas de centro-izquierda, entre los que sobresalían el Partido de Acción Revolucionaria, el Frente Popular Libertador y el Partido Guatemalteco del Trabajo, (comunista) heredero del primer partido comunista fundado en 1921, así como el mismo presidente Arbenz y sus cercanos colaboradores, tenían confianza en las instituciones del Estado, sobre todo el ejército, que si bien habían pasado por profundas reformas, seguían siendo capitalistas. El PGT por su parte, influido por la tesis estalinista de la revolución por etapas, consideraba a la naciente pequeña-burguesía industrial como aliada en la revolución, sector que se quedó callado o apoyó la invasión gringa.
La agresión contra la revolución
En la X conferencia Panamericana de Caracas en marzo de 1954, se impuso la tesis de que Guatemala era una amenaza para el hemisferio por la presencia comunista y solamente Uruguay apoyó la postura del canciller Guillermo Toriello, absteniéndose Argentina (un año después se derrocaba al general Perón que mostró algún tipo de nacionalismo) y México. Los medios de prensa estadounidenses, que por su parte venían creando condiciones en la opinión gringa para apoyar una invasión, arrecian su campaña. A eso se agrega que a nivel interno la jerarquía católica usa la figura del Cristo de Esquipulas, que recorriendo con la figura por todo el país insufla los ánimos clericales de sectores que se estaban creyendo la campaña contra-revolucionaria.
La invasión militar fue corta y podía haber sido fácilmente derrotada, pero lo que pesó fue la traición y el desánimo del alto mando. La CIA armó la operación Pbsuccess, encontrando a un ex militar aranista, Carlos Castillo Armas, para dirigir al Ejército de Liberación Nacional, unificando la oposición anti-comunista. Así, con el respaldo de los dictadores Anastasio Somoza de Nicaragua, Leónidas Trujillo de República Dominicana y Manuel Pérez Jiménez de Venezuela, usando el territorio hondureño, infiltraron a un pequeño ejército que fue derrotado en Puerto Barrios y Zacapa por las bases del PGT, los sindicatos y las tropas que obligaron a sus jefes a luchar. Sin embargo, en Chiquimula el jefe de la base militar se pasó a la liberación y neutralizó las protestas de militares y civiles. A partir de allí, la CIA contrata unos aviones para bombardear algunos puntos de la capital y sobre todo para generar terror psicológico. El alto mando, dirigido por Carlos Díaz, ya había negociado su permanencia con el derrocamiento de Arbenz; se ha discutido mucho sobre que Arbenz eligió a militares quienes lo traicionaron, por sobre otros fieles al proyecto revolucionario, pero con quienes tenía diferencias personales.
Como sea, el mismo Díaz fue sacrificado y se impuso como comandante del ejército y presidente a Castillo Armas. Éste instauró toda una serie de métodos de guerra civil para desestructurar la organización que había crecido con la revolución, creando el Consejo de la Defensa Anti-comunista. Se queman libros “comunistas” al mejor estilo nazi, se persigue, asesina, desaparece, se manda al exilio y se tortura a una cantidad de revolucionarios, se destruye sindicatos y obviamente, los Comités Agrarios. Se ilegaliza el PGT y todos los partidos revolucionarios. El gobierno de Armas no duró mucho pues éste fue asesinado por un militar en 1957, pero se instauró un régimen de terror por lo menos hasta inicios de la década de los 90s. Desde 1963 hasta 1985 el ejército gobierna bajo una fachada democrática contra-revolucionaria y después del 85 impulsa la apertura democrática. En 1960 del seno del ejército y sus corrientes arbenzistas surgieron las primeras guerrillas que se unirán como Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca en 1982, golpeada fuertemente y aceptando los procesos de paz después de Contadora en 1987.