Por Melchor Benavente

A inicios del siglo XX, Estados Unidos impuso su hegemonía en Centroamérica, a raíz de los acuerdos suscritos por todos los gobiernos del área, en las Conferencias de Washington, en diciembre de 1907. No obstante, el gobierno nacionalista de Jose Santos Zelaya se mantuvo rebelde, porque Estados Unidos había escogido construir el canal interoceánico en Panamá, y no en Nicaragua.

Zelaya estaba negociando con Japón y Alemania la construcción de otro canal interoceánico por Nicaragua. Estados Unidos reaccionó violentamente a semejante desafío. En 1907 financió una “revolución” contra el gobierno de Zelaya, utilizando una alianza entre el Partido Conservador y un ala disidente del Partido Liberal. Estalló una nueva guerra civil.

 La nota Knox

Entonces, el Secretario de Estado, Philander Chase Knox, emitió una nota rompiendo las relaciones diplomáticas con el gobierno de Zelaya: “(…) el presidente ya no siente por el gobierno del Presidente Zelaya el respecto y la confianza que serían necesarias para mantener con él en lo sucesivo regulares relaciones diplomáticas (…)

La Nota Knox condujo finalmente a la renuncia de Zelaya el 22 de diciembre de 1909, depositando la presidencia en manos de José Madriz. En su mensaje a la nación, Zelaya justificó la renuncia para “evitar a Nicaragua humillaciones y ultrajes de un poder extraño y colosal, empeñado en ejercer una influencia decisiva en los destinos del país (…) protesto ante el mundo por la injerencia indebida del Gobierno americano en los negocios internos de nuestro país".

A pesar que la “revolución” libero-conservadora recibía apoyo de los destructores norteamericanos anclados en los puertos de la costa Caribe de Nicaragua, las tropas de Zelaya, y después de Madriz, estaban ganando la guerra. Pero al abierto apoyo militar norteamericano inclinó la balanza a favor de los insurrectos.

Derrumbe del Estado y ocupación militar norteamericana

En agosto de 1910 los conservadores tomaron el poder y se inició un caótico periodo de gobiernos efímeros y conspiraciones. La guerra civil, lejos de detenerse, se profundizo y se extendió a todo el país. El Estado colapsó. Finalmente, alegando la defensa de sus empresas y sus ciudadanos, Estados Unidos intervino directamente con los marines yanquis para restablecer el orden, acorde a sus intereses.

Nicaragua perdió su independencia política y se convirtió en un protectorado de Estados Unidos. Este periodo (1910-1934), se inicia la transición hacia la llamada “segunda república conservadora”, que abarca la caída de Zelaya hasta el asesinato del general Augusto C. Sandino. Se caracterizó por una interminable guerra civil, con escasísimos periodos de tensa paz. Fue el periodo en que Nicaragua estuvo ocupada militarmente por las tropas norteamericanas, quienes eran el poder detrás de los presidentes títeres conservadores.

En agosto de 2010, con la protección de los marines, asumió el poder interinamente la presidencia, por tres días, el general conservador Luis Mena Vado y después el gobierno libero-conservador del general liberal Juan José Estrada y Adolfo Diaz, un eterno agente del imperialismo norteamericano. En ese gobierno, el general liberal José Maria Moncada, un oscuro personaje, del que hablaremos más adelante, asumió el Ministerio de Gobernación.

La guerra civil de 1926

En 1926 esta una nueva guerra civil, llamada “constitucionalista”. Ante el golpe de Estado impulsado por el general conservador Emiliano Chamorro, y la renuncia del presidente conservador, Carlos Solorzano, correspondía asumir el poder al vicepresidente liberal, Juan Bautista Sacasa.

Estalló una nueva guerra civil. Una nueva revolución, encabezada por lideres liberales, estalló en la costa caribe, las tropas rebeldes avanzaron rápidamente y amenazaron con derrocar violentamente al gobierno cipayo de Adolfo Diaz. Estados Unidos envió al coronel Henry L. Stimpson, como embajador extraordinario y plenipotenciario a negociar la paz, para evitar el colapso de la segunda republica conservadora, cuyas consecuencias se harían sentir en todo el istmo centroamericano.

Los generales liberales estaban seguros de una inminente victoria militar, pero el coronel Stimpson comenzó a presionar para que hubiese una negociación de paz. De hecho, el ejercito liberal se detuvo en los alrededores de Tipitapa y detuvo el asalto sobre Managua.

El general José María Moncada, acumulando mucho poder, había sido nombrado ministro de guerra del gobierno rebelde encabezado por Juan Bautista Sacasa. Desde esa posición, Moncada permitió a los marines norteamericano ocupar las alturas que dominaban Tipitapa, para disuadir a las tropas liberales.

El Pacto del Espino Negro

Antes de llegar a un acuerdo, hubo muchas reuniones conspirativas. El historiador Sofonías Salvatierra, nos narra los entretelones de las negociaciones: “El coronel Stimson y el general Moncada, separándose de los otros tres, hablaron para ellos solos y de allí resultó que, sin convenir en nada con los delegados, todos se fueron a Managua, inclusive el general Moneada. Por fuerza de lógica todo indicaba que este jefe había convenido la paz con Stimson, bajo la indicación de que él sería el futuro presidente».

El acuerdo final se firmó el 4 de mayo del año 1927. Ese día, el coronel Stimpson le envió una carta a Moncada, que resumía los acuerdos; (…) Confirmando nuestra conversación de esta mañana tengo el honor de comunicarle que estoy autorizado para declarar que el Presidente de los Estados Unidos tiene la determinación de acceder a la solicitud del Gobierno de Nicaragua para supervigilar la elección de 1928; que la permanencia en el poder del Presidente Díaz durante el resto de su mando se considera como indispensable para dicho plan y se insistirá en ello; que el desarme general del país es también necesario para el buen éxito de esta decisión, y que las fuerzas de los Estados Unidos serán autorizadas para hacer la custodia de las armas de aquellos que quisieran entregarlas incluyendo las del Gobierno y para desarmar por la fuerza a aquellos que se nieguen a hacerlo.

El acuerdo que ponía fin a la guerra iniciada en 1926 consistía en que el gobierno de Adolfo Diaz terminaría su mandado, que habría elecciones supervigiladas en 1928, que ambos ejércitos se desarmarían y que se crearía una nueva fuerza militar llamada Guardia Nacional

Pese al acuerdo reaccionario firmado bajo la sombre de un Espino Negro, los generales liberales pidieron tres días para deliberar.

Todos, menos uno

Al final, Moncada logró convencer a todos los generales, menos uno: el entonces desconocido general Augusto C Sandino.

Sandino se opuso al pacto del Espino Negro, y fue el único que se opuso al desarme del ejercito liberal.

Sandino escribió sobre sus discusiones con Moncada. “Me dijo textualmente estas palabras, en tono despreciativo. «No hombre... ¿Cómo se va a sacrificar usted por el pueblo? El pueblo no agradece... Esto se lo digo por experiencia propia... La vida se acaba y la patria queda... El deber de todo ser humano es: gozar, y vivir bien sin preocuparse mucho...»

Consciente de que estaba solo, Sandino maniobró y dijo que necesitaba consultar a sus tropas. Era un pretexto para largarse y continuar la lucha contra el gobierno conservador apoyado por los marines norteamericanos. Fingiendo estar de acuerdo, Sandino pidió que sus tropas se desarmaran en Jinotega. Y se fue a Teustepe, camino a las montañas de Jinotega.

El 12 de mayo, en Yalí, Sandino proclama su lucha contra las tropas norteamericanas: “(…) Yo no estoy dispuesto a entregar mis armas en caso de que todos lo hagan... Yo me haré morir con los pocos que me acompañan porque es preferible hacernos morir como rebeldes y no vivir como esclavos”.

La guerra de guerrillas antimperialista

No hay duda que la historia crea los sujetos en el momento preciso. Cuando las cupulas de los dos partidos tradicionales, liberales y conservadores, llegaron a un nuevo acuerdo para compartir el poder, con la bendición de las tropas norteamericanas, un general desconocido, de origen plebeyo, levantó su solitaria voz en contra de los acuerdos del Espino Negro, que permitían a las tropas yanquis decidir el futuro del país.

Porque las elecciones de 1928, supervigiladas por marines yanquis, reflejarían, como en efecto ocurrió, la voluntad de los Estados Unidos: colocar en la presidencia a un liberal antizelayista, como lo fue el general Moncada, que había demostrado ser sumamente obediente ante los dictados de Washington.

Moncada era pariente de Juan Bautista Sacasa, pero también tío de Anastasio Somoza García, su secretario, quien sería el primer jefe director de la Guardia Nacional.

Al mismo tiempo que se producían las alianzas familiares para controlar el poder, se organizaba la Guardia Nacional, convirtiéndola en una fuerza militar dirigida por generales norteamericanos, pero sus soldados eran campesinos nicaragüenses, que utilizarían en la lucha contra insurgente contra Sandino.

Sandino se convirtió en el líder natural de esas masas de campesino hambrientos, golpeados duramente por el crack de la economía mundial de 1928, y de la clase media de los pueblos, que se oponían a la prolongada intervención militar norteamericana en Nicaragua.

Sandino no logró derrotar militarmente a las tropas norteamericanas, pero su tenaz resistencia armada obligó a que se marcharan en 1933. Pero ya habían dejado organizado un ejército títere, la Guardia Nacional, que terminó asesinando a Sandino y todos sus generales, imponiendo el terror contrarrevolucionario, y con ello se crearon las bases de la dictadura somocista, apoyada por Estados Unidos.

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