Por Melchor Benavente.
La llamada “Guerra Nacional” contra los filibusteros de William Walker, aunque se libró en territorio de Nicaragua, fue en realidad una guerra centroamericana contra el expansionismo de los Estados esclavistas del sur de Estados Unidos. Las tropas nicaragüenses y centroamericanas libraron heroicas y desiguales batallas contra los filibusteros, pero en Nicaragua solo celebra una de ellas: la victoriosa batalla de la Hacienda San Jacinto, el 14 de septiembre de 1856. Veamos porque.
El vital abastecimiento de las tropas filibusteras
En agosto de 1856, un grupo de nicaragüenses “vende patria” al servicio de los filibusteros, tenían la misión de apoderarse del ganado (reses, caballos y mulas) en el llano de Tipitapa, para abastecer a los tropas de William Walker que tenían a la ciudad de Granada, como su principal centro de operaciones. Tipitapa es un llano fronterizo entre los departamentos de Granada. Masaya y Chontales, era la puerta de ingreso a Managua, viniendo desde el Norte y desde el Centro.
En esa ocasión, los mercenarios fueron vencidos por los lugareños. El General Fernando Chamorro, del desbandado ejército legitimista (conservador), se vio obligado a replegarse a la zona norte montañosa de Nicaragua, organizando el Ejército del Septentrión. Desde ahí libró una guerra de guerrillas contra los filibusteros, pero sin tener la fuerza suficiente para atacar las principales ciudades en manos de los filibusteros. Enterado de la pequeña victoria de los lugareños en Tipitapa, el general Fernando Chamorro envió desde Matagalpa la "División Vanguardia" (un puñado de soldados descalzos con rifles de mecha) al mando del coronel José Dolores Estrada, para proteger las propiedades de los finqueros nicaragüenses quienes periódicamente eran saqueados o confiscados por las tropas filibusteras.
En represalia, para reafirmar su autoridad, William Walker envió a la zona de Tipitapa, 120 soldados del Segundo Batallón de Rifleros, bien armados con rifles de repetición, al mando del coronel Edmund H. McDonald. El 29 de agosto, Byron Cole al mano de 50 soldados montados a caballo, tenía la misión de sembrar el terror entre la población campesina que apoyaba a las tropas rebeldes. Tanto el coronelMcDonald como el coronel Estrada marchaban en la misma dirección, el enfrentamiento militar era inevitable.
Primer ataque contra San Jacinto
Estrada avanzó cerca del poblado de Tipitapa y se asentó en la finca ganadera San Jacinto, propiedad que los filibusteros habían confiscado a una familia de apellido Bolaños. Los espías de los filibusteros detectaron la presencia de Estrada en San Jacinto, entonces Walker ordenó al coronel McDonald que aniquilase a las tropas nicaragüenses. McDonald atacó las posiciones de Estrada durante la mañana del 5 de septiembre. Pero la casa hacienda de San Jacinto resultó un magnificó cuartes de defensa de las tropas nicaragüenses. Las anchas paredes de abobe contenían las balas, y los corrales de piedra eran trincheras inexpugnables
Después de casi tres horas de fuego cruzado, McDonald tuvo que retirarse hasta Granada dejando 6 soldados muertos en el campo de batalla, “quince rifles, muchas paradas, cuatro espadas, un botiquín con su correspondiente repuesto de medicinas, un estuche de cirugía, quince bestias mulares y otras tantas caballares con sus correspondientes monturas, diez botes de latas y otros muebles de menos importancia como chamarras, gorras, sombreros, cuchillos, espuelas, botas y pistolas descompuestas".
Las tropas de Estado tuvieron una baja y tres heridos. Fue una defensa exitosa pero el enemigo seguía teniendo la ofensiva estratégica.
El segundo ataque de Walker
Inconforme con los resultados del primer ataque, Walker reagrupó las fuerzas del coronel McDonald y el 12 de septiembre organizó una segunda expedición para tomarse San Jacinto. Cada batalla ganada por las tropas nicaragüenses, encendía la moral de la población que tenía la bota militar de Walker sobre su cuello.
El 13 de septiembre, el coronel Byron Colé, quien sembró el terror en la zona de Chontales, se dirigió también hacia Tipitapa al mando de 75 filibusteros, arribando a las 5 de la mañana a la hacienda San Jacinto, cuartel defensivo de las tropas rebeldes nicaragüenses.
El asalto de los filibusteros fue intenso y sostenido. Una de las compañías de los filibusteros saltó los corrales de piedra, y llegaron a los corredores de la casa Hacienda pero no tuvieron fuerzas para resistir los ataques de las tropas de Estrada, atrincheradas dentro de la casona, obligándolas a retroceder. La batalla continuó en los corrales de piedra, donde los filibusteros estaban en desventaja.
En el ínterin, consciente de la importancia de la primera defensa del territorio en San Jacinto, el general Chamorro ordenó fortalecer la posición y el coronel Estrada recibió refuerzos de Matagalpa, llegando a reunir 160 hombres, entre ellos un contingente de indios flecheros matagalpinos. Estos se enfrentarían con arcos y flechas a los rifles de repetición de los filibusteros.
La estampida de los caballos
La batalla continuó en los corrales de piedra. Estrada ordenó atacar por los flancos. Las tropas nicaragüenses salen por la parte trasera de la casa hacienda, hacen un movimiento circular, se internan en el bosque y atacan a los filibusteros por al retaguardia, causando un terrible impacto sobre las tropas enemigas. En uno de los corrales había caballos, los que se asustaron con el tiroteo y salieron en estampida. Las bestias asustadas corrieron al lado de las tropas nicaragüenses, dando la sensación que una inmensa caballería reforzaba a las tropas nicaragüenses. Un factor casual que influyó decisivamente en la batalla. El resultado fue la dispersión y desesperación de los filibusteros, quienes al fragmentarse se convirtieron en pequeños grupos que fueron fácilmente aniquilados por las tropas nicaragüenses sedientas de venganza.
Al coronel Byron Colé, el mismo que firmó el contrato para traer a los filibusteros a Nicaragua, lo capturaron vivo en la vecina hacienda San Ildefonso, donde fue fusilado en el acto. El Ejército del Septentrión sufrió 28 bajas entre heridos y muertos, y los filibusteros 35 muertos y 18 prisioneros.
La pedrada de Andrés Castro.
En medio de la batalla en los corrales de la hacienda San Jacinto, el soldado Andrés Castro (ascendido posteriormente a Sargento) al no tener el tiempo suficiente para cargar el fusil de chispa, ante el asalto de un filibustero, optó por derribarlo de una pedrada, convirtiéndose en un héroe, el símbolo de la lucha desigual de un soldado descalzo y mal armado contra un filibustero bien armado.
Hasta el año 1955, la gesta del soldado Andrés Castro había pasado inadvertida por los historiadores, pero un grupo de intelectuales se dio a la tarea de divulgar la simbólica pedrada que derribó al filibustero.
La increíble valentía de los indios flecheros de Matagalpa
La gesta libertadora de los indios flecheros de Matagalpa, durante la batalla de San Jacinto, ha sido recogida de manera fragmentada por los historiadores, en una época que despreciaban al indio
El historiador Jerónimo Pérez, testigo de la guerra contra los filibusteros, confirma escuetamente que los indios de las cañadas de Matapalo y Yucul, en el departamento de Matagalpa, dieron refugio al general Fernando Chamorro y su gente que venían huyendo ante el avance de los filibusteros en Chontales (Pérez. 215)
La crónica del sargento Carlos Alegría, quien participó en la batalla de San Jacinto, ratifica brevemente que “El 11 (de septiembre de 1856) llegó una división de sesenta indios con flechas al mando del Mayor Don Franco Sacasa (…) que fueron tan útiles a la jornada del 14” (citado por Alejandro Bolaños Gayer).
El historiador Sofonías Salvatierra en su texto “La Guerra Nacional”, cita al presbítero Ramón Ignacio Matus, en un artículo publicado en El Comercio del año 1926, en el que reconoce que “el Ejército de Estrada estaba casi todo armado de flechas contra otro armado de fusiles”.
Los indios flecheros de Matagalpa tienen una largo historial de combate. En las guerras civiles posteriores a la independencia, en 1821, participaron al lado de los conservadores. Lo mismo ocurrió durante la invasión a León, por las tropas del general salvadoreño, Francisco Malespín (1844-1845) y durante la guerra civil de 1854, que abrió las puertas a la invasión filibustera. En 1856 se opusieron ferozmente a que el oficial filibustero Fry entrara a la ciudad de Matagalpa. Y el 30 de marzo de 1881, tres mil indios flecheros de rebelaron contra el prefecto Gregorio Cuadra, bajo la presidencia de Joaquín Zavala, ambos conservadores.
Reconocimiento tardío que niega la guerra centroamericana
Un problema que tienen todos los gobiernos de Centroamérica, es que niegan su propia historia. Después de la expulsión de las tropas de Walker, producto de la unión de los ejércitos de Centroamérica, cada una de las oligarquías se dedicó a escribir su propia versión de los hechos, creando héroes y mitos con base a sus necesidades.
Así, solo para citar un ejemplo, la oligarquía costarricense, tuvo que crear a Juan Santamaría como un héroe nacional de la lucha contra los filibusteros, aunque la mayoría de los actuales historiadores dudan de su existencia real.
Algo parecido ocurrió en Nicaragua, con la batalla de San Jacinto, la única batalla que ganaron las tropas nicaragüenses, en momentos en que arreciaba el avance de las tropas centroamericanas sobre Masaya y Granada para cercar y aniquilar a Walker. El sacrificio de los indios flecheros fue ocultado por los historiadores de la época, a pesar que fueron el grueso de las tropas que se enfrentaron y derrotaron a los filibusteros en San Jacinto.
En Septiembre del año 2012, la Asamblea Nacional de Nicaragua, mediante la Ley No 808, declaró “Héroes de la Batalla de San Jacinto a los sesenta Indios Flecheros Matagalpas que participaron en la Guerra Nacional, cuya acción contribuyó, al triunfo de los nicaragüenses contra los filibusteros al mando de William Walker”.
Un reconocimiento justo pero tardío, que sigue llamando “guerra nacional” a la épica guerra centroamericana contra los filibusteros de William Walker.