Por Armando Tezucún

El período de diez años que abrió revolución del 20 de octubre de 1944 es el principal punto de referencia histórico de la izquierda guatemalteca, en especial el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán (marzo 1951-junio 1954). Por esta razón es importante discutir sobre la naturaleza, logros y errores del período.

Las transformaciones sociales a partir de la revolución del 44

Cuando el gobierno despótico de Jorge Ubico y el de su sucesor Ponce Vaidés fueron derrocados en 1944, la economía guatemalteca se encontraba estancada y su base la constituían las plantaciones de café destinado a la exportación, pertenecientes a la oligarquía terrateniente. Esta oligarquía usaba formas semiserviles de explotación de la mano de obra campesina, predominantemente indígena.

La industria y la clase obrera eran casi inexistentes. Una fábrica de cerveza, otra de cemento, algunas empresas textiles conformaban la escasa industria nacional, junto con pequeños talleres artesanales. La principal fuente de trabajo asalariado se centraba en las empresas pertenecientes a la United Fruit Company, como los ferrocarriles, las plantaciones bananeras y la empresa de energía eléctrica, junto con los servicios públicos.

Esto cambió después de octubre del 44. La vanguardia de la revolución la constituyeron elementos de la pequeña burguesía: estudiantes, maestros, profesionales, algunos oficiales jóvenes del ejército, etc. que arrastraron tras de sí a las amplias masas ansiosas de un cambio democrático.

Elementos de estos sectores, al amparo de las nuevas condiciones de libertad y democracia que trajo la revolución y de las nuevas reglas de la economía (abolición de las formas monopolísticas de producción, abandono de las prácticas conservadoras de Ubico para mantener la estabilidad monetaria, abolición de sistemas semiserviles de explotación, nuevas políticas salariales y de distribución del ingreso que ampliaron el mercado interno, etc.), empezaron a convertirse en una nueva burguesía comercial e industrial al amparo de las posiciones de poder político de que gozaban. En 1948 de instalaron 14 nuevas industrias y se concedieron 23 licencias para explotación minera; en 1949 fueron 36 las nuevas industrias y en 1950, 56, todas surgidas bajo el auspicio de la Ley de Fomento Industrial.

Ascenso de las luchas obreras y campesinas

A la par de esta nueva burguesía surgió una nueva clase obrera que aprovechó las libertades otorgadas por la revolución y posteriormente los derechos conferidos por el recién estrenado código del trabajo (promulgado durante el primer gobierno de la revolución, de Juan José Arévalo, en 1947). Pronto surgieron los primeros sindicatos y las primeras huelgas por reivindicaciones salariales. Doce días antes de la toma de posesión de Arévalo se desató la primera huelga de obreros agrícolas. En el mismo período se da una huelga de trabajadores del calzado y otra de obreros de las panaderías. Incluso una huelga de trabajadores de artes gráficas paralizó la elaboración de propaganda impresa de los partidos políticos en vísperas de las elecciones presidenciales de diciembre de 1944. Todas estas huelgas exitosas fueron por mejoras salariales.

Después de la caída de Ubico y antes de octubre del 44 una gran variedad de trabajadores se empezaron a organizar para luchar por mejoras salariales: pilotos automovilistas, empleados de cine, trabajadores de los muelles, empleados de comercio, obreros de fábricas de calzado, panaderos, trabajadores de aserraderos, de fábricas de muebles, tipógrafos, trabajadores de hilados y tejidos, obreros de los ingenios azucareros y de las plantaciones bananeras de la UFCO.

En el campo, a inicios de 1945 se realizó la huelga de trabajadores de la compañía agrícola en Tiquisate, Escuintla, en la que los obreros pidieron aumento salarial hasta de un 100%, mejoras en salubridad, vivienda, etc. Los trabajadores fueron reprimidos, intervino el ejército y 14 trabajadores fueron detenidos.

La organización paulatina de los trabajadores y sectores populares dio como resultado el surgimiento de la Confederación de Trabajadores de Guatemala y su aliada Confederación Nacional Campesina. En 1949 fue fundado el Partido Guatemalteco del Trabajo, de orientación estalinista, en el cual militaban los principales dirigentes sindicales.

Polarización de intereses en el seno de la revolución  

Durante el período de gobierno de Arévalo se dio una paulatina diferenciación de intereses dentro de las fuerzas que realizaron la revolución. Como sucede en toda revolución democrático burguesa, la base popular del movimiento revolucionario al inicio sigue a los líderes burgueses o pequeño burgueses, pero en el curso de los acontecimientos va adquiriendo poco a poco consciencia de sus intereses y cada vez con más fuerza empieza a enarbolar sus propias reivindicaciones, que chocan con los límites que la dirigencia burguesa o pequeño burguesa quiere imponer a la revolución.

La oligarquía terrateniente fue la primera en oponerse a las medidas de la Junta Revolucionaria de Gobierno y luego a las del gobierno de Arévalo, pues sus intereses fueron gravemente afectados, junto a los de la imperialista UFCO.

La naciente burguesía que crecía al amparo de las transformaciones revolucionarias, pronto empezó a tornarse asustadiza y temerosa ante el auge organizativo del movimiento obrero-campesino. Los antiguos revolucionarios que invirtieron en negocios empezaron a identificarse cada vez más con la burguesía incipiente de los últimos años del régimen de Ubico e incluso con la vieja clase terrateniente derrotada.

La polarización se agudizó con la llegada de Árbenz al gobierno. La campaña orquestada por el imperialismo y la oligarquía terrateniente contra Árbenz, basada en el temor al “comunismo", encontró fuerte eco en estos nuevos empresarios, que al final terminaron apoyando la contrarrevolución.

El gobierno de Arbenz

El objetivo del programa de gobierno de Árbenz era modernizar la economía de Guatemala dentro de los marcos del régimen capitalista. Para ello la primera medida sería erradicar los restos de relaciones semiserviles que quedaban en el agro y por medio de una reforma agraria, aumentar los ingresos de la población del campo; esto formaría un mercado interno que nutriría el surgimiento de una industria nacional fuerte.

Para romper con el dominio que tenía el capital imperialista sobre los puertos, el ferrocarril y la energía eléctrica, Árbenz se propuso crear un puerto nacional en el Atlántico, la construcción de una carretera al Atlántico, y la construcción de la planta hidroeléctrica nacional Jurún Marinalá.

La base de apoyo del gobierno de Árbenz eran los partidos de la pequeña burguesía radicalizada y de empresarios progresistas. Tuvo el apoyo incondicional del PGT y las centrales sindicales dirigidas por éste.

El PGT consideraba que la revolución guatemalteca debía consistir en la eliminación de las trabas que imponían las relaciones simifeudales del campo y las compañías imperialistas al desarrollo de una economía capitalista moderna. El PGT debía luchar por un gobierno amplio integrado por la clase obrera, los campesinos, el sector patriótico de la burguesía nacional y la pequeña burguesía, en el cual el proletariado paulatinamente conquistaría la hegemonía en virtud de su mayor organización y consciencia política.

Esta visión de la toma del poder como un proceso evolutivo fomentó en los obreros y campesinos guatemaltecos la fe en las instituciones de la democracia burguesa, en primer lugar, en el ejército.

La polarización iniciada a finales del gobierno de Arévalo se agudizó con las primeras medidas tomadas por el de Árbenz, en especial por la implementación de la reforma agraria en 1952. La oligarquía terrateniente y la imperialista UFCO, principales afectadas, extremaron la campaña de desprestigio nacional e internacional contra el gobierno.

La caída de Árbenz

El ascenso del movimiento popular y el apoyo a las reivindicaciones campesinas por parte del movimiento obrero organizado dieron a la reforma agraria, pensada para estimular el desarrollo capitalista, un contenido que amenazaba rebasar los límites deseados por la burguesía nacional. La nueva burguesía, a medida que el proyecto revolucionario se radicalizaba empezó a renegar de su propio proyecto y buscó alianza con los terratenientes y el imperialismo, temerosa de que las fuerzas populares desatadas se volvieran contra el capitalismo y la dominación burguesa.

El hecho de que el proletariado y el campesinado guatemaltecos eran jóvenes y sin experiencia, aunado a que sus líderes no fomentaban su independencia como clase, sino más bien promovían la confianza en las instituciones, partidos y líderes burgueses, permitió que el enfrentamiento se diera en condiciones desfavorables a la revolución.

La alianza burguesía, terratenientes e imperialismo compró las voluntades de los mandos del ejército. Cuando el grupo armado contrarrevolucionario de Castillo Armas invadió el territorio nacional, el “ejército de la revolución” no opuso resistencia, salvo escasas excepciones. Las organizaciones campesinas y obreras, educadas en la confianza en el ejército y no en la creación de sus propias milicias armadas, escasamente pudieron enfrentarse a los reaccionarios y en los casos en que lograron hacerlo, magramente armados, fueron masacrados.

La derrota de la revolución democrática en 1954 dio paso a un período de gobiernos autoritarios y militares, y al surgimiento de la lucha armada guerrillera, que condujeron a 36 años de enfrentamiento armado interno.

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