Por Carlos M. Licona 

Ya casi se culmina el año lectivo en el país, lo que fue de mucha incertidumbre a inicios de la cuarentena, ahora ya va quedando dilucidado, y lo que nos refleja la realidad es un enorme porcentaje de deserción escolar, principalmente en las áreas rurales del país. La crisis a nivel mundial desatada por el contagio del COVID-19 ha sido inmisericorde con la población y nuestro país no ha sido la excepción, bajo una dictadura del Partido Nacional que ya lleva 10 años al mando del país y con las riendas llevadas por Juan Orlando Hernández que encabeza un gobierno fuertemente cuestionado por la corrupción y por los vínculos con el narcotráfico, impone al pueblo hondureño sacrificio tras sacrificio mientras los funcionarios de confianza siguen nadando asquerosamente en un océano de corrupción. El tiempo pasa y no se avizora esperanza para el país, excepto un año electoral que se aproxima rápidamente.

Lo que hasta hora arroja estadísticamente la información es que la deserción anda muy alta, era de esperarse, con una gran cantidad de educandos que no tienen las herramientas necesarias ni el acceso a Internet y que por ello se fueron quedando rezagados a punto tal que se han resignado a repetir año.

Alumnos actuales producto del sistema

Desde el 2018, según la Ley Fundamental de Educación todo maestro que aspire a concursar para optar a plaza en educación pública debe poseer un título en grado de licenciatura, lo que deja por fuera a muchos docentes que no lograron estudiar en la universidad y que se quedaron con el título de Maestros de Educación Primaria, cualquiera pensará que esto eleva el nivel académico del docente nuevo, sin embargo, una cruda realidad se esconde; la gran mayoría de docentes que egresan de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán es con el grado de licenciatura en Educación Básica, título que les permite trabajar en los niveles desde primer a noveno grado, volviendo empírica la educación en los grados séptimo, octavo y noveno. Porque hay algo que no se puede ocultar, estos maestros no salen con una especialidad y no dominan los temas respectivos del tercer nivel de educación básica. Esto no es culpa de los docentes egresados, es culpa de las políticas equivocadas impuestas por el régimen y destinadas a maquillar las reformas sin pies ni cabeza.

Al igual que los docentes, el actual alumno es el resultado de estas mismas políticas, los que se encuentran en último año de educación media, en el 2012 que inició Marlon Escoto como Ministro de Educación cursaban el cuarto grado y los que ahora están en noveno, décimo y undécimo grado apenas iniciaban la escuela ese año, y el resto inició la escolaridad posteriormente al año 2012. Según estudios hechos por la misma Universidad Pedagógica Nacional, el nivel de lectura comprensiva en los alumnos actuales ha retrocedido con respecto a las décadas anteriores, igual el rendimiento en matemática se ha reducido en lo que se refiere a las competencias mínimas de aprendizaje. Aunque para algunos dirigentes magisteriales ahora salen diciendo que Marlon Escoto tuvo buenas decisiones, lo único real y cierto es que retrocedió la educación pública más de lo que podemos imaginar, basta con hacer una pequeña evaluación de lectoescritura o de operaciones básicas y la realidad sale a la luz.

Este contexto sirve para ubicar la realidad del alumno en el mes de marzo, en que nadie tenía la mínima idea de que se terminaría el año lectivo con educación en línea y se pretendió que por obra y gracia de Dios, los alumnos que tienen poco nivel de comprensión lectora y poca habilidad en el razonamiento matemático cumplieran a cabalidad con los trabajos asignados por docentes que tampoco estaban preparados para el trabajo en línea, lo que sucedió fue por la misma circunstancia que se vino acarreando y orillando al educando; por un lado la terrible situación económica en que se sumergió las familias hondureñas y por el otro; la incapacidad dentro de los hogares de poder llevar al pie de la letra una enseñanza auto formativa, únicamente monitoreada y guiada por los docentes. Fueron pasando los días, semanas y meses hasta que la resignación de parte de los alumnos fue aceptación de perder el año escolar.

¿Qué hacer con esa deserción?

Un maestro con visión revolucionaria lo que menos debe ocurrírsele es pensar que los alumnos simplemente son haraganes, la realidad es que son producto del sistema que hasta ahora les tiene donde están. Una medida que deberían exigir los dirigentes magisteriales, la sociedad, los medios de comunicación y los políticos debe ser en primer lugar un plan de motivación para que esa enorme cantidad de alumnos desertores se reinserte en el sistema educativo, ejecutar un plan de clases para los meses de noviembre, diciembre y enero combinando la enseñanza virtual con dos visitas a la semana en forma presencial y con medidas de seguridad garantizadas por el Estado. Un bono de compensación para cada alumno para que le sirva para transporte y para alimentación los días que le corresponda movilizarse. El gobierno debe contratar a la cantidad de docentes como sea posible con el propósito de que estos meses sean los monitores de estos alumnos, al estilo de las escuelitas de vacaciones.

La sociedad tiene un reto por delante en este mes; no orillar a estos alumnos a la marginalidad, por el contario, el esfuerzo debe encaminarse a retenerlos y nivelarlos en la medida de lo posible, sería egoísta y simplista de parte de cualquier docente el limitarse a decir “que se aplacen por holgazanes”.

Hemeroteca

Archivo