Funerales de José Manuel Flores Arguijo, dirigente del PSOCA.

Por Edwin Medina

A José Manuel Flores Arguijo

El 23 de Marzo te arrebataron de nuestro lado, dicen que fueron delincuentes comunes, dicen que fueron encapuchados, dicen que no se sabe y quizás nunca lo sepamos. Ese día que nos robaron nuestro tiempo contigo, que nos quitaron tu sonrisa, ese día nos mataron a todos los que te conocimos. A ti, te mataron el cuerpo, a nosotros -que nos mordemos los labios y que apretamos los puños de impotencia- nos mataron el alma. Nos mataron esa parte de los sueños que sueña que todo estará bien, nos mataron la esperanza y la confianza.

Manuel, tú ya estás en otro lado, nosotros seguimos aquí, en el país en que nos tocó morir. No en el país con el que tú soñabas, no en el país que querías dejarle a Camilo, a Ernesto, a todos tus hijos. No en el país por el que siempre luchaste. Seguimos aquí, en este país en que se mata por la espalda y a traición,   hundiéndonos cada día más en la miseria, en la ignorancia y la apatía. Seguimos aquí esperando a que alguien capture a los culpables, que alguien haga lo que nosotros no podemos o no nos atrevemos a hacer. A ti no te importó si se podía o no, simplemente hacías lo que había que hacer.   Tu cuerpo ya no está aquí porque él albergaba una mente más grande que la de muchos de nuestros gobernantes, porque tu corazón sentía tanto amor por este país que te hacía peligroso ante aquellos, que lo único que aman es la tranza, los que se mueven con la panza y no con el corazón. Enterramos tu cuerpo porque tus ideales comprometían a los mentirosos de oficio a quienes más de una vez desenmascaraste.

No mataron lo mejor de ti, eso se quedará con Aurora, con tus hijos y con cada uno de los que te conocimos. La consigna reza: “Sangre de mártir, semilla de libertad”. Tu sangre derramada nos compromete a luchar por hacer de este país en que nos tocó morir, el terreno fértil en que esa semilla dé fruto; un fruto tan abundante que tus hijos, nuestros hijos y también los suyos sigan adelante, soñando tu sueño de un país libre, lleno de hondureños solidarios y valientes que creen que otra Honduras es posible y se resisten a darse por vencidos.

Mataron a un hombre que creía, que vivía, que servía, que luchaba, que soñaba con una Honduras más grande en la que cupiésemos todos y todas. Aunque una parte nuestra murió contigo, la vida que nos queda aún nos alcanza para decir: ¡Hasta la victoria siempre!

Adelantaron tu partida, pero donde sea que estés, sabemos que nos esperas con los brazos abiertos, con tu sonrisa amplia y con una Franziskaner bien fría, la que beberemos como tú nos enseñaste, al estilo alemán, al estilo de ese primer mundo que querías para todos nosotros. Hoy brindamos sin ti y por ti, en este país en el que desde que no estás se ha vuelto tan pequeño, tan volátil, tan monocromático, tan injusto, tan hijueputa. Este país en el que junto a ti seguiremos muriendo día a día.

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