Por Marcos Galicia

La mañana del lunes 20 de mayo, la ciudad de Guatemala amaneció nublada por contaminación. La mala calidad del aire era muy evidente y eso se debe, principalmente, a los incendios en el país, ahora concentrados en los departamentos del nororiente: Izabal, Petén y Zacapa. Pero también la contaminación proviene de los incendios que tienen lugar en Honduras.

Dos días antes, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres –CONRED- informaba que existían 109 incendios activos en el país -un número alarmante- y muchos de esos incendios fueron de grandes proporciones, lo cual dificultó su control y disipación, y tuvieron lugar en lugares con gran riqueza biológica como la Sierra de las Minas.

¿Cuál es el origen de estos incendios? Según la CONRED entre las causas está el avance de la frontera agrícola, pues en Guatemala las malas prácticas ganaderas han representado una amenaza para la biodiversidad; no es de sorprenderse que familias y empresas causen estos incendios a propósito para poder obtener espacios para alimentar al ganado.

El gobierno de Bernardo Arévalo denunció que habían encontrado “tambos con thinner y gasolina” en el lugar de los incendios forestales. Luego colocaron denuncias en el Ministerio Público (MP), presidido por la infame Consuelo Porras -sancionada en más de 30 países por corrupción-, pero el MP desestimó las denuncias y las acusó de “desinformación”. Esto nos indica que estos delitos contra el ambiente quedarán impunes mientras Porras y su camarilla sigan en el MP.

Pero, ¿Cómo hemos llegado hasta este punto en Guatemala? En donde no hay capacidad para prevenir y controlar los incendios, destruyendo biodiversidad que tomará décadas recuperarla o, en el peor de los casos, nunca recuperaremos. Durante los gobiernos de Jimmy Morales y Alejandro Giammattei se desmantelaron los mecanismos institucionales para prevención y control de incendios forestales.

El viernes 21 de julio de 2017 Morales derogó el Acuerdo Gubernativo 63-2001, el cual creaba el SIPECIF -Sistema Nacional de Prevención y Control de Incendios Forestales-, y durante la gestión de Giammattei, se redujo considerablemente la cantidad de guardabosques activos en el país y también redujo el presupuesto a las instituciones que cuidan el medio ambiente, provocando la desprotección de la fauna y flora silvestre que son considerados vitales por su importancia ecológica. Así vemos cómo la corrupción tiene un impacto directo negativo sobre los bienes naturales y la vida en el territorio.

La contaminación en el aire propició enfermedades respiratorias, por lo que las autoridades recomendaron el uso de mascarillas, evitar actividades al aire libre e incluso cancelar las clases presenciales en el área educativa. Citando a Karl Marx "El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos" y comparándolo con esta crisis climática en curso, podemos confirmar que el actual sistema económico nos ha empujado a la actual crisis climática y que debemos trabajar por encontrar alternativas al capitalismo, antes de que acabe con el planeta y sus habitantes -nosotros incluidos-.

El cambio climático ya llegó, ahora estamos en una crisis, vemos una temporada atípica de tornados en Estados Unidos; incendios y olas de calor en toda Centroamérica y los pronósticos indican una fuerte temporada de huracanes para este año. Nuevamente reiteramos la urgencia y necesidad de combatir al sistema neoliberal y promover una nueva visión de la humanidad en donde exista el respeto hacia las otras formas de vida con las que compartimos este bello planeta.

Se nos agota el tiempo, en Guatemala existen esperanzas democráticas que podrían propiciar las condiciones para proponer otros modelos económicos y sociales en el país, basados en la participación democrática de las comunidades indígenas, organizaciones sindicales y populares en la gestión de los recursos naturales. Sugerimos que estas organizaciones exijan al gobierno de Arévalo que actúe contra los grandes depredadores del medio ambiente, como son las grandes empresas ganaderas, las extensas plantaciones de palma aceitera y las criminales empresas azucareras que en cada zafra contaminan el ambiente con la quema de cañaverales.

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