Por Ernesto Fuertes
Las jornadas de huelga del 26 y 27 de abril vimos a los trabajadores demostrar su fuerza, pero y el 1 de mayo vimos a la burguesía y pequeña-burguesía liberal costarricense preparando su embestida contra los trabajadores y las masas populares. Mientras es evidente el rechazo de los trabajadores al empeoramiento de sus condiciones de vida y su disposición para luchar, todos los partidos políticos en la Asamblea Legislativa se encargan de prometer la solución a los problemas del país a través de sus proyectos de ley.
Las piezas están colocadas para que el debate político de los próximos meses gire alrededor de las propuestas dos grandes bloques: el acuerdo de ultra-derecha que ganó el directorio (PLN, ML, cristianos), y el acuerdo del llamado ‘bloque progresista’ (PAC y FA).
Una propuesta siniestra
El acuerdo que defiende Álvarez Desanti y el nuevo directorio por supuesto que es una locura mucho peor: recortar gasto sin aprobar ningún impuesto, implica frenar la solución al déficit fiscal (aprobar más impuestos reduciría el déficit mucho más rápido). Sumado al proyecto de ‘caja única’ de utilizar superávits para el pago de deuda, esto va a implicar o un aumento del déficit, o un freno a su reducción. Esta posición demuestra que los empresarios costarricenses o no tienen la menor idea de cómo funciona una economía, o no tienen el menor interés por solucionar el déficit. Los proyectos de reducción de derechos salariales y de pensiones serán condensados en dos proyectos únicos respectivamente, con estos últimos incluyendo cuotas más grandes por pensión, así como una reducción del promedio sobre el cual se calcula el pago de pensión, etc. Solo para poner en perspectiva: el acuerdo propone poner un tope de 2,5% por encima de la inflación a los aumentos en gastos corrientes de los presupuestos, lo que significa alrededor de un 5,5% de acuerdo a la inflación estimada para este año, mientras que el gasto corriente del 2015 (que ya había sido menor con respecto al PIB), había aumentado en términos absolutos alrededor de un 12%. Esto implica reducir gastos corrientes en más de la mitad. Se habla abiertamente de cerrar ministerios. Una verdadera embestida libertaria contra el Estado y los trabajadores.
Una propuesta igualmente dañina
Del otro lado, el acuerdo firmado por el PAC y el FA empeora un poco menos las cosas, pero definitivamente no las mejora en ningún sentido. La posición fiscal del FA con la renta global, los impuestos a Zonas Francas o el registro de accionistas, es una posición parcialmente acertada, pero combinarla con un 70% de recaudación basada en impuestos indirectos, con reducción de salarios y con una eliminación de la evasión fiscal de apenas el 0,3%, significa abrazar y hacer avanzar el neo-liberalismo, no combatirlo.
El FA se vuelve liberal no porque profese ideológicamente el liberalismo. Si estuviera defendiendo su programa de gobierno tal y como nos lo presentó en las pasadas elecciones, se encontraría defendiendo políticas de contenido progresivo. Lo que pasa es que cualquier avance de las políticas liberales, por mínimas que sean, o por más mezcladas que estén con políticas progresivas, representan un avance aunque sea menor del liberalismo. Para combatir el liberalismo, es preciso hacerlo retroceder, no ayudarlo a avanzar lentamente.
Lastimosamente, esto es incomprensible para la visión frenteamplista o progresista (centrista) costarricense. La sola existencia de la renta global a las utilidades, les hace sentir que lo correcto es apoyar el proyecto que los contiene, pero sin pensar en que ese mismo proyecto que apoyan, trae también impuestos indirectos que implican reforzar el sistema tributario reaccionario de siempre. La existencia de una lista de accionistas los asombra, pero sin pensar en que ese mismo proyecto contempla la seguridad judicial de las listas frente a los investigadores de Hacienda, sin posibilidad de acceso público real. La reducción de los altos salarios de los jerarcas los emociona, pero sin pensar que en ese mismo proyecto viene una reducción salarial de todos los empleados públicos. Patricia Mora plantea en sus intervenciones públicas en el plenario de la Asamblea Legislativa, apoyar los “pluses” basados en eficiencia que propone la diputada Sandra Piszk del PLN, una espacie de taylorismo para los empleados públicos.
Giro del PLN
El PLN había sido el aliado más cercano del gobierno PAC. A diferencia del ala más radical de liberalismo (ML y PUSC), daba su apoyo a los proyectos de ley del gobierno en materia tributaria o de fraude fiscal (el plan fiscal del gobierno PAC, de hecho, es casi idéntico al plan presentado por el gobierno anterior de Chinchilla). Pero eso cambió este 1 de mayo: los propios impuestos del plan fiscal pasaron a estar supeditados al control de gasto. Mientras hace unos meses el Ministro de Trabajo pedía un ‘acuerdo nacional’ similar al que se había dado sobre la Reforma Procesal Laboral, y ciertamente estaban cerca de lograrlo, el 1 de mayo el PLN giró hacia la posición del liberalismo radical.
El FA y el PAC en su ‘bloque progresista’ no han realizado cambio ni ofensiva alguna contra ninguna posición que no tuvieran desde antes, ni contra el liberalismo, sino que es el PLN el que se ha movido. Hace una semana decir que la posición del FA era contraria al PLN habría sido tan iluso como olvidar el voto por Celso Gamboa, compartiendo ambos partidos el apoyo a todas las medidas fiscales, de fraude fiscal, de empleo y de salarios promovidas por el gobierno. Es solo gracias al PLN que hoy el FA puede hablar de hacer ‘oposición antineoliberal’ o ‘antiderechista’.
Esto por varias razones. Tal y como en el mercado mundial, donde el G20 se divide entre fracciones moderadas y radicales de liberalismo, en Costa Rica ocurre lo mismo. El PLN históricamente tiene hegemonía sobre el aparato estatal (especialmente después de la caída del bipartidismo), lo cual lo hace condensar esas vertientes moderadas y radicales de liberalismo que luchan por el poder en Costa Rica (el arismo y el figuerismo no son más que esto, por ejemplo). Estas formas de liberalismo (radicales en el ML, moderadas en el PAC) son diferencias de grado de un mismo proyecto (no diferencias de fondo), por lo que las políticas neoliberales llevadas hasta su extremo concluyen en tesis libertarias y anti-smithianas como las de negar cualquier forma de impuestos (tal y como lo estamos viendo). Por último: en lugar del consenso mantenido hasta ahora, la división entre dos opciones antagónicas permite cooptar el descontento del 26 de abril, y especialmente a los dirigentes sindicales.
Vacío en el movimiento popular
El giro de la dirigencia del FA hacia el liberalismo es importante por su hegemonía indiscutible como la dirección del movimiento popular. Esto conduce las aspiraciones sinceras de muchas capas de la población, lastimosamente, hacia el apoyo de políticas liberales. En términos de una salida realmente progresiva, esto produce un vacío en la dirección del movimiento de masas: es el problema de la dirección. La oposición de años anteriores del FA a proyectos como el PAC-quetazo fiscal (precisamente un plan fiscal muy similar al que apoyan hoy) permitían alguna forma de oposición, pero ahora todas las políticas del Estado serán aprobadas sin resistencia alguna, precisamente por la confianza de la mayoría del progresismo en las orientaciones de los dirigentes del FA. Esto empezó a cambiar con el fiasco de Celso Gamboa, y culminó con la huelga del 26 de abril. El mayor peligro para las aspiraciones de los trabajadores y el pueblo, es olvidar que salieron a las calles no contra el acuerdo ultra-derechista del 1 de mayo (el cual ni existía todavía), sino contra los proyectos de ley que el propio FA apoyaba y está todavía dispuesto a apoyar.
Retomar las banderas unitarias del 26 y 27 de abril
Solo la huelga general indefinida puede derrotar estas políticas. Pero aún una huelga indefinida puede ser negociada y puesta abajo sin alcanzar nada (como lo fue la huelga indefinida de Patria Justa el año pasado). Solo la correlación de fuerzas de facto van a permitir una negociación o acuerdo victorioso, solo la unidad de acción y la coordinación más amplia entre organizaciones sociales van a poder sostener una lucha de manera permanente, y solo los métodos asamblearios directos van a garantizar el control de los representantes y dirigentes por parte de los trabajadores. La responsabilidad de que esa perspectiva no exista en el movimiento popular, no se debe solo a las capitulaciones del FA, sino a la marginalidad de la izquierda revolucionaria. En lugar de esperar a que las “condiciones objetivas” se den por sí solas como caídas del cielo, hay que salir a construir un movimiento.