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50 años después: las duras enseñanzas del Golpe de Estado de 1973 en Chile

Este 11 de septiembre se cumplió el 50 aniversario del sangriento golpe de Estado, propinado por las Fuerzas Armadas de Chile, encabezadas por el general Augusto Pinochet, contra el gobierno de la Unidad Popular (UP). El presidente Salvador Allende perdió la vida (¿suicidio o asesinato?) en el asalto al palacio presidencial “La Moneda”.

Así finalizó la llamada “ruta pacífica” al socialismo en Chile, con un verdadero baño de sangre contra las masas populares. Rendimos homenaje a miles de víctimas, presos, desaparecidos, torturados y exiliados, producto del golpe de Estado.

El 4 de septiembre de 1970, el senador Salvador Allende, candidato presidencial de la Unidad Popular (UP), fue declarado vencedor. La UP fue una coalición electoral formada por dos grandes partidos que se reclamaban de la clase obrera, el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista (PC), y partidos burgueses minoritarios como Izquierda Cristiana, una escisión de la Democracia Cristiana (DC), los Radicales y otros de menor tamaño e influencia.

Para poder aplicar su programa de reformas económicas y sociales, Allende se vio forzado a nacionalizar las principales minas de cobre, principal rubro productor de divisas, provocando una violenta reacción de parte de las transnacionales imperialistas. El gobierno de Richard Nixon (aunque forzado a renunciar en agosto de 1973, por el escándalo de Watergate), junto con la CIA, trabajaron arduamente para organizar, primero, la debacle económica de Chile, y con ello acrecentar el descontento social que reclamaba un golpe de Estado.

El gobierno de la UP encerraba una enorme contradicción: un sector de la burguesía chilena y sus partidos participaban dentro del gobierno de la U.P. como ministros de Allende. El gobierno de Allende fue un gobierno de alianzas con sectores de la burguesía. Por un lado, los sindicatos y las masas populares presionaban por profundizar las reformas económicas y sociales, y por el otro, la burguesía desde dentro y fuera del gobierno de la UP, conspiraban por paralizar el menor intento de reformas sociales. El resultado fue la parálisis y el caos, creando las condiciones finales para ejecutar el golpe de Estado.

A pesar que Fidel Castro había sido un mordaz crítico de la "vía pacífica", viajó a Chile el 11 de noviembre de 1971 y dio su total apoyo político a Allende y su proyecto reformista. Este hecho político confundió a muchos trabajadores y revolucionarios latinoamericanos, dado el inmenso prestigio de Fidel Castro en ese momento.

Una de las principales enseñanzas de la revolución cubana fue que desmanteló completamente a las fuerzas armadas y combatió implacablemente a la contrarrevolución. En Chile se hizo todo lo contrario. El PS y el PC hicieron permanentes llamados a los trabajadores a paralizar las luchas, a “guardar la calma” para “no asustar” a la burguesía, ya que eso provocaría, según ellos, una violenta reacción de la burguesía y del imperialismo norteamericano.

Estados Unidos inició una vasta operación de sabotaje a la producción, provocando una aguda escasez de alimentos en las ciudades, profundizando la crisis económica. Esto a su vez generó un malestar político en la clase media urbana, la que dirigida por los partidos de derecha y las bandas fascistas salieron a las calles, golpeando cacerolas, pidiéndole comida al gobierno. El imperialismo norteamericano financió la huelga de los camioneros, lo que agudizó terriblemente el problema del abastecimiento.

Cuando los trabajadores se organizaban en “cordones industriales” y armaban sus milicias para combatir a las bandas fascistas de “Patria y Libertad”, el gobierno de la UP llamaba al ejército para desarmarlas.

El primer intento de golpe de Estado fue el “tanquetazo” del 29 de junio de 1973, y aunque fracasó, fue el primer gran aviso de la tormenta que se avecinaba. Y por esas ironías de la historia, Salvador Allende nombró al general Augusto Pinochet como el encargado de garantizar el orden constitucional, es decir, evitar un golpe de Estado.

El gran error de Salvador Allende y la UP fue que siempre frenaron la movilización popular, porque creían que de esa manera apaciguaban al monstruo, que solo estaba el momento preciso para actuar. Y ese día finalmente llegó: el 11 de septiembre de 1973 los militares ejecutaron el anunciado golpe de Estado e iniciaron una brutal represión contra los sindicatos y organizaciones populares. Pinochet impulsó métodos de guerra civil para restablecer el orden.

50 años después, el gobierno de Gabriel Boric, ha traicionado las grandiosas protestas populares que lo llevaron a la presidencia. Chile parece estar viviendo un “deja vu”.  El Frente Amplio (FA) que llevó a Gabriel Boric a la presidencia en 2022, es una grotesca caricatura de la UP. El gobierno de Boric permanece impotente ante el crecimiento de la ultraderecha pinochetista, que por el momento no necesita propinar otro golpe de Estado, pero que mantiene acorraladas a las fuerzas sociales que aspiran a un profundo cambio. Boric y el FA pasara al olvido por haber sido incapaces de aprender de los errores de Allende y por no haber resuelto las grandes aspiraciones democráticas de las masas chilenas.

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