Medio Oriente


Por Youssef El Maldi

A finales del mes pasado, el presidente Trump en conjunto con el primer ministro del estado sionista de Israel, Benjamín Netanyahu, anunciaban con gran pompa el lanzamiento del denominado plan de paz Krushner, apellido del yerno del presidente yanqui y su principal asesor en la región.

El contexto en el que se anunciaba este esperpento jurídico e histórico es bien importante. Cerca del final del proceso de impeachment y en plena campaña presidencial, el inquilino de la casa blanca necesitaba salir con una posición de fuerza que les acercara a los sectores mas conservadores, los grupos fundamentalistas evangélicos, fuente importante de los votos obtenidos en el pasado proceso electoral.

Por otro lado, el primer ministro Netanyahu, se ha visto en una precaria situación al ser acusado por corrupción, lo que ha sorteado de manera olímpica para seguir en la contienda electoral dentro del estado sionista. Netanyahu también representa a los sectores más conservadores del espectro político del enclave imperialista. Los judíos ortodoxos son parte de su base de apoyo y este plan representa también los ideales de este grupo que pretende deshacerse de la presencia palestina dentro de sus fronteras

“El 100% de lo anunciado ya se lo había oído en 2012 a [Benjamín] Netanyahu”, aseguraba el miércoles el veterano negociador palestino Saeb Erekat. “Trump se ha limitado a copiar y pegar los planes israelíes”, remachó el rechazo frontal a una propuesta de acuerdo que calificó de parcial. (El Pais 30/01/2020)

Cincos aspectos centrales del Plan Trump

Los principales puntos de este infame proyecto son los siguientes:

1.- “Seguridad.

En las zonas de Cisjordania no anexionadas por Israel podrá surgir un nuevo Estado de Palestina sin control sobre sus fronteras, donde “el tránsito de personas y bienes será supervisado por Israel”. Israel mantendría en última instancia el control militar o, como reza el texto del plan, “la responsabilidad esencial sobre la seguridad”.

La libertad de movimientos de los palestinos queda a expensas de la creación de una red de “vías rápidas” separadas y de “soluciones de infraestructuras como túneles y pasos elevados” entre los enclaves que, a modo de bantustanes, conformarán el territorio palestino entre áreas y asentamientos absorbidos por Israel.

El intercambio de territorios ofrecido a los palestinos en compensación parcial por las anexiones se localizará en el desierto del Negev, junto a la frontera de Egipto, Este intercambio de población, “sujeto al acuerdo entre las partes”, suscita dudas sobre su legalidad internacional.

2.- Jerusalén.

La asimetría del plan de paz tiene su máxima expresión en Jerusalén, precisamente donde se concentran los símbolos del conflicto y los lugares sagrados de las tres religiones monoteístas. Después de haberla reconocido como “soberana capital” de Israel en 2017, Trump la declara ahora “indivisible”, cerrando el paso a la reivindicación histórica palestina de establecer la capital de su Estado en la parte oriental de la Ciudad Santa.

Como compensación, los palestinos podrán instalar la sede de sus instituciones en la periferia de Jerusalén Este,

3.- Asentamientos.

El Gobierno de Netanyahu aspira a anexionar todas las colonias israelíes en Cisjordania, incluidas las más aisladas en el interior del territorio ocupado palestino. El plan de paz reconoce esta reivindicación del sionismo revisionista o conservador sobre las bíblicas tierras de Judea y Samaria. En contrapartida impone la congelación durante cuatro años de la expansión de los asentamientos.

Junto con el valle del Jordán, la incorporación de las colonias a Israel restará más de un 30% de su territorio a Cisjordania. La iniciativa de la Casa Blanca también garantiza el control israelí sobre el centro histórico de Hebrón, donde judíos y musulmanes se disputan como lugar sagrado la Cueva de los Patriarcas o Mezquita de Ibrahim. El tortuoso diseño del “mapa conceptual” que acompaña el plan pone de relieve la cesión de EE UU en favor del interés de Israel sobre las colonias.

4. Refugiados

Para los cinco millones de palestinos registrados por Naciones Unidas entre quienes se vieron obligados a dejar sus casas en 1948 —así como a sus descendientes— tras el nacimiento del Estado de Israel la propuesta no ofrece soluciones ni derecho al retorno, más allá de las compensaciones económicas que se les puedan reconocer.

5.- El plan económico.

Presentada en el foro de Baréin en 2019, la promesa de inyectar 50.000 millones de dólares durante 10 años es el mayor incentivo presentado a los palestinos y a los países árabes vecinos para que se adhieran al plan de Trump, a pesar de su insignificancia política.”(El Pais 30/01/2020)

La continuidad de los Acuerdos de Oslo

En 1993, luego de una serie de negociaciones secretas, la dirección de la OLP firmó un acuerdo con Israel, bajo la tutela de Washington, conocidos como Acuerdos de Oslo. En 1948, cuando el estalinismo avaló la creación del estado sionista de Israel, el trotskismo advirtió sobre la trampa de ese acuerdo y sobre la ilusión que representaba la supuesta solución de “dos estados”, una israelita y otro palestino. Pero “para verdades el tiempo”, aunque en este caso las masas palestinas han pagado con sangre, sudor y lágrimas la claudicación de la dirección mayoritaria de Al Fatah y su líder Yasser Arafat.

El acuerdo de Oslo también incluía un importante paquete de “ayuda” militar y económica a la Autoridad Palestina que le ha permitido crear un aparato de seguridad para controlar todo lo que huela a oposición. La colaboración con los servicios secretos estadounidenses se ha dado sin que esto provoque el más mínimo sonrojo de los líderes de Al Fatah en el poder. Además de esto, parte de este dinero ha servido también para crear una especie de nueva burguesía palestina dentro de los territorios que se ha enriquecido a golpe de escándalos de corrupción y otros negocios.

“El secretario general de la OLP, Saeb Erekat, recuerda que "cuando se firmó el acuerdo, el 82% de los palestinos nos apoyaron porque vieron una esperanza. Pero entonces vieron que todo seguía igual, colonias, redadas, demoliciones…" (El Mundo 13/09/2018)

Las corrientes islamistas, fundamentalmente ligadas al grupo libanés Hamas, son las que controlan la franja de Gaza, el más grande gueto de la historia moderna. Las repetidas intervenciones militares sionistas contra la población de esta franja han sido cruentas. Sin embargo, la resistencia legitima del pueblo palestino en contra del bloqueo criminal de las autoridades sionistas con la complicidad de Egipto y otros países árabes, no ha cesado, pero está lejos de crear una movilización como la producida en 1987 conocida como la Intifada que se saldó con las negociaciones que llevaron al acuerdo de Oslo con el consecuente desmantelamiento de la movilización.

Esto no implica que los socialistas revolucionarios demos un cheque en blanco a estas corrientes que enfrentan el sionismo. Sabemos que los fundamentalistas religiosos de cualquier índole son a la postre enemigos de la clase trabajadora y de sus organizaciones. Pero esto no equivale a decir que cuando estas mismas organizaciones se defienden de la agresión imperialista en los exiguos territorios que representan a la autoridad palestina, nosotros estemos del lado de ellos para enfrentar al sionismo, columna vertebral del imperialismo yanqui en el Medio Oriente.

Todo esto demuestra que la pretendida solución que contempla la creación de dos estados no es más que una utopía reaccionaria que favorece cada vez más al sionismo y su proyecto fascista.

“El plan de Trump no va a cambiar la realidad cotidiana de la ocupación impuesta desde hace más de medio siglo, pero consagrará la segregación en Cisjordania entre 400.000 colonos, a quienes se aplicará exclusivamente la legislación israelí, y 2,5 millones de palestinos sometidos a la ley marcial del ocupante. Estas son las claves del plan de Trump”.(ídem)

El pulso interimperialista sigue su curso

La administración Trump ha realizado varias medidas que son un espaldarazo importante para el gobierno sionista de turno. Hace dos años que la embajada yanqui fue trasladada a Jerusalén como un gesto para señalar el camino que iba a seguir su administración. Por otro lado, el recorte de la ayuda otorgada por monto de 200 millones dólares con el fin de aumentar la presión sobre la ANP. Esta política queda bien resumida de la siguiente manera

“Sin dar detalles, un alto funcionario ha explicado que los fondos originalmente destinados a programas en Cisjordania y Gaza, serán "redirigidos" a "proyectos de alta prioridad en otros lugares". La decisión se tomó tras una revisión para asegurar que la ayuda de Estados Unidos en el área se gasta de acuerdo con los intereses nacionales.”(Euronews 20/08/2018).

Por otra parte, el plan está lejos de hacer la unanimidad. Evidentemente las autoridades saudíes y egipcias, socios importantes del imperialismo gringo en la región ha llamado para que los palestinos “estudien cuidadosamente” la propuesta estadounidense. (El Pais 5/02/2020)

La UE también se ha distanciado una vez más de la política yanqui en el Medio Oriente. Los intereses de las antiguas potencias hegemónicas en el área están lejos de ser coincidentes en los aspectos tácticos de la política exterior yanqui, sobre todo después de la llegada de Trump al poder.

“El plan de paz del presidente de EE UU no encaja con los parámetros aceptados internacionalmente para poner fin al conflicto entre Israel y Palestina, según ha asegurado este martes el alto representante para la Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Josep Borrell, en un comunicado. La UE expresa, además, su preocupación por las intenciones de Israel de proseguir con las anexiones de territorio en el valle del Jordán y en los asentamientos de Cisjordania. Y advierte que, de consumarse esos movimientos, “no pasarán sin ser recurridos”.(El País 5/02/2020)

La crisis iraní, las recientes escaramuzas entre los turcos y los sirios luego del acuerdo de intervención con los rusos en el norte de Siria, no dejan de acrecentar la inestabilidad, amén de la oposición directa de Erdogan al plan de paz de Trump.

Por una Palestina laica, democrática y no racista

La única salida para el pueblo palestino de lograr sus aspiraciones es la de re-centrar su programa y abandonar las quimeras de la realpolitik que proponen las direcciones reformistas y contrarrevolucionarias así como las diferentes fracciones de la burguesía imperialista que ven en la creación de dos estados la solución a la crisis.

El Estado sionista debe caer para permitir el regreso de los más de cinco millones de palestinos y sus descendientes expulsados de su territorio luego de la ocupación sionista.

Este es el punto de partida para reconstruir el país y deshacerse del yugo de la ocupación y de la explotación.

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