Europa


Por Armando Sosa

Europa se convirtió en el epicentro de la gran pandemia que ha asolado el planeta en los últimos meses.

Los países miembros de la UE, no lograron en un principio ponerse de acuerdo con las medidas a tomar para evitar la propagación del virus, perdiendo un valioso tiempo que a la postre ha costado miles de vidas a lo largo y ancho del continente. Sin decirlo claramente, los gobiernos, salvo algunas excepciones, apostaron por la inmunidad de rebano.

Un repliegue nacionalista tomó el relevo, lejos de los discursos encendidos por la unidad de la zona para enfrentar la pandemia. Este se refleja en un simple hecho. No existen como tal estadística que engloben la UE. Solo existe la adición de los diferentes datos aportados por los estados. Como dice el dicho, lo que no se cuenta no cuenta.

El discurso de algunos responsables de la salud como que esto no era más que “una pequeña gripe” o bien que alentaban como el presidente Macron a ir al teatro y otros eventos masivos, mostraban con elocuencia el cinismo de estos dirigentes que buscaban a todo costo que la producción se mantuviera a toda máquina, con manifiesto desprecio por la vida de los trabajadores. Esto no es de extrañar. Los multimillonarios recortes en los presupuestos de salud, educación, investigación y todos los sectores considerados por el gran capital como superfluos, apuntaban ya a que, en cualquier momento, el sistema podría verse sometido a una implosión.

Al mismo tiempo, mientras los trabajadores de la salud sufrían las consecuencias de los recortes y manifestaban contra estas, los gobiernos de turno en toda la UE otorgaban enormes regalos fiscales a las grandes compañías y a las grandes fortunas mediante la supresión del impuesto sobre la fortuna y otros mecanismos con el pretexto de “lanzar la producción y el crecimiento económico”. Resultado, los trabajadores fueron reprimidos, gaseados y vilipendiados por los partidos en el poder y sus aliados mientras que los grandes capitalistas transferían en toda impunidad los grandes beneficios a los paraísos fiscales.

Confinamiento y desescalada: las cámaras patronales los verdaderos amos de la situación

Conforme la pandemia se expandía en todo el continente y que la mortandad crecía vertiginosamente, las cámaras patronales trataban de mantener a velocidad de crucero las empresas y comercios.  En ciertos sectores, como el automotriz, los obreros se pusieron en huelga para exigir el paro de las actividades en vista de que las condiciones de seguridad sanitaria no estaban garantizadas.

Sin embargo en otros sectores como el turismo, las actividades que pudieron anularse como las vacaciones de carnaval que mueve millones de personas sobre todo a las estaciones de esquí, no lo fueron. Miles fueron a estos centros vacacionales, tomaron aviones y se encargaron de esparcir a diestra y siniestra el virus. Esto no es la responsabilidad de todos estos vacacionistas, ni siquiera el único factor de propagación, pero es una muestra que el sector empresarial del turismo mantuvo a pesar de todo las actividades despreciando las normas más elementales de seguridad en estos casos. Por otro lado, miles de turistas fueron abandonados a su suerte por estos mismos empresarios. Barcos de crucero se transformaron en parias y cementerios flotantes debido entre otros aspectos, a la legislación tan flexible de la que se aprovechan para hacer funcionar estos barcos. Al final no saben a dónde pertenece el barco, la tripulación ni bajo que legislación laboral son sujetos los trabajadores.  Un verdadero acto de piratería moderna consentida por los gobiernos de la UE.

Pero el punto fundamental fue que el peso del confinamiento y de la crisis ha recaído en las espaldas de los trabajadores y del pueblo. Millones de trabajadores fueron lanzados al paro parcial perdiendo como mínimo el 30% de sus ingresos. Toda esta masa de desempleados ha sido cargada sobre la seguridad social existente, sin que los empresarios y sus accionistas hayan aportado prácticamente ni un céntimo. Para colmo de males, son estos mismos capitalistas y los fondos de inversión los que va a ser nuevamente favorecidos con las ayudas de salvamento prometidas por la UE y sus consortes. En ningún momento, se les ha exigido, que para obtener estos recursos deben garantizar el empleo de todos los trabajadores que estaban empleados antes de la crisis.

Sectores como la de la gran distribución aprovechando la crisis han aumentado sus márgenes de ganancia en cerca del 6%. Para los hogares, los costos de alimentación han aumentado en casi el mismo porcentaje. Los que no han podido conservar los ingresos han tenido de recurrir a los bancos alimentarios administrados por organizaciones caritativas. Estos han visto la explosión de la demanda aumentar casi en un 30%. Las filas de hambrientos se suceden en las principales ciudades y capitales del continente. Sin embargo, estos bancos alimentarios no pueden hacer frente al aumento de la demanda. Los stocks prácticamente se funden, revelando otro aspecto: la masa de trabajadores indocumentados que no pueden acceder a las ayudas sociales. Este contingente del que se aprovechan los empresarios de la construcción y de la restauración entre tantos, para sobre explotarlos y someterlos a brutales condiciones de trabajo son los que más resienten la parada de las actividades.

Los diferentes ministerios en los distintos países de la región no han hecho que ser mamparas de los dictados de las cámaras patronales. Al poner la pandemia en evidencia las graves desigualdades de esta sociedad, las medidas no han sido que paliativos para moribundos. Como contrapartida a esta flagrante situación de desigualdad social, las fuerzas policiales se han convertido en el garante del orden burgués. En los barrios y comunas obreras, las bravuras policiales han estado a la orden del día. Golpizas, multas e inclusive asesinatos, todo esto amparado por los poderes especiales votados por los distintos parlamentos. 

El manejo de la crisis sanitaria ha sido catastrófico. Las contradicciones, actos fallidos y otras falencias no dejan de mostrar la ineficacia de estos administradores del estado burgués. No han sido capaces siquiera de garantizar el equipo mínimo de protección para el personal de salud entre otras tantas muestras de mediocridad y cinismo. El testeo masivo fue descartado para focalizarse en otras estrategias como la que no se atreven a admitir públicamente como la de la inmunidad de rebaño. La industria farmacéutica en Europa representa una de las fuentes más grandes de ingresos. No por ende significa que los gobiernos se hayan volcado a exigir a estos gigantes industriales que proporcionen los insumos básicos para el testeo masivo. Han sido incapaces inclusive, por omisión o por clara intencionalidad de dotar a los hogares de adultos mayores estas pruebas y otros equipos que pudieron haber evitado la muerte masiva de la población de estos hogares. En varios de estos países casi la mitad de los fallecimientos se dieron en estas estructuras.

Por otro lado, las cifras gubernamentales no dejan de provocar dudas. El recuento de los casos de contaminación, así como el de las victimas están lejos de reflejar la realidad. Esto básicamente porque los criterios que han seguido son los mismos de antes. Austeridad y opacidad. En países como Bélgica, la comunidad científica ha expresado sus diferencias y critica abiertamente a los organismos oficiales del gobierno por la falta de claridad de las medidas adoptadas, así como del clivaje que se ha producido entre estas y los criterios científicos. En otras palabras, ponen en evidencia el manejo mercantil de la crisis. En España también ya hay voces que se alzan en el mismo sentido, al cuestionar el pobre manejo de las cifras, no con el ánimo de asustar, si no más bien para poder adoptar una estrategia clara y límpida, con rigor científico para abordar la desescalada. Queda en evidencia una vez más la falta de criterios elementales en el manejo de la crisis.

La desescalada ha comenzado en la mayoría de países sin que, de nuevo, una concertación entre los diferentes organismos de salud y otros expertos científicos se hayan pronunciado. La voz cantante ha sido de nuevo la de las cámaras patronales que quieren que la maquina productiva se encienda a toda velocidad, cueste lo que cueste.

Pasando por encima de los criterios de la comunidad científica y orquestando toda una campaña mediática para convencer a la población de adoptar este plan, la desescalada puede convertirse en una nueva trampa mortal para los trabajadores. Es como si les dieran a escoger entre la peste y el cólera. Desempleo o ser sacrificados en el altar del PIB.

La crisis que se viene va ser de enormes proporciones. La caída del PIB según la BCE se aproxima al 8% en un escenario optimista y del 12% en el más pesimista todo dependiendo de cuándo acabara el confinamiento, sea en mayo o en junio. De ahí la premura con que los gobiernos avanzan en las medidas de desescalada.

La salida económica también corresponde a estos criterios nacionalistas. La Comisión Europea propone a través de su presidenta Ursula von der Leyen, un paquete de 750 mil millones de euros de los cuales 500 mil millones no serían recuperables y 250 mil millones corresponderían a préstamos. Esto por cuanto el denominado club del norte, principales acreedores de las deudas de los países del sur de Europa, no han querido que la CE otorgue ayude financieras sin garantías que sean devueltas. En otras palabras, los buitres quieren maximizar las ganancias a costas de la salud y las vidas de los ciudadanos de la Unión. Estos mismos se han opuesto a la mutualización de las deudas por los mismos motivos.

Que los efectos de la pandemia y la crisis los paguen los millonarios y las grandes empresas

Luego de la crisis del 2008, los trabajadores europeos vieron como el dinero público le fue entregado en bandeja a los grandes empresarios y a los bancos con la falsa promesa de que eso salvaría el empleo y relanzaría la producción. Doce años más tarde el panorama es todo lo contrario. Las más elementales conquistas que obtuvo la clase trabajadora a lo largo del siglo pasado ha sido atacada, disminuida o desaparecida. Los trabajadores hemos perdido una buena parte de nuestro poder adquisitivo, acompañada de la privatización de servicios elementales.

La movilización de los trabajadores del continente contra la nueva contra ofensiva patronal debe estar al orden del día en la agenda de las direcciones sindicales. De manera atomizada, algunos hospitales y otros sectores anuncian medidas contra los recortes presupuestarios o bien por las condiciones insalubres de desescalada en sus centros de trabajo. La unidad nacional no es la bandera de la clase obrera. Nuestra bandera es la de la solidaridad de clase que se ha manifestado de múltiples formas a lo largo de esta crisis. Debemos apuntar nuestras armas, la movilización combativa para lograr expropiar el capital que los multimillonarios se han metido en sus bolsillos.

Debemos exigir que se imponga un impuesto al gran capital, no de manera puntual, si no que sea perenne para poder refinanciar los hospitales públicos, poder contar con un fondo para garantizar el pago completo de los salarios de los trabajadores en caso de un rebrote o de una nueva pandemia, cosa que no es de descartar con este sistema capitalista que devora los recursos naturales atentando contra nuestra salud.

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