Por Orson Mojica

La juramentación de Nicolas Maduro, como presidente reelecto de Venezuela, el 10 de enero del 2019, fue el punto de partida de una nueva ofensiva política del imperialismo norteamericano, la más intensa en los últimos 20 años y cuyos resultados todavía son inciertos.

Repaso rápido a los resultados electorales de mayo del 2018

Mezclando represión y maniobras políticas, el chavismo había logrado revertir el triunfo electoral de la oposición burguesa, que se había tomado la Asamblea Nacional en el año 2015. Convocó a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), usando el mecanismo de voto ponderado (un porcentaje de los votos fueron contados como voto universal y otro como parte de las comunidades y sectores sociales), neutralizando al poder legislativo al crear otro poder legislativo a partir de la ANC.

Para las elecciones presidenciales de mayo del 2018, el chavismo no solo impidió la inscripción de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) como una alianza electoral, sino que logró dividir a la oposición burguesa en dos bloques: un sector  abstencionista (mayoritario) boicoteó las elecciones, y otro sector colaboracionista decidió participar en las elecciones sin ningún tipo de garantías previas.

Dos partidos opositores participaron en las elecciones: el viejo partido socialcristiano Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), encabezado por Henry Falcon, y el nuevo partido evangélico fundamentalista, “Esperanza por el Cambio”, encabezado por Javier Bertucci.

Según datos oficiales del Consejo Nacional Electoral (CNE), para mayo del 2018 el padrón electoral estaba conformado por 20.526,978 personas, de las cuales solamente 9.387,449 emitieron su voto, de la siguiente manera: 6.245,862 votos a favor de la reelección de Nicolás Maduro; 1.927,387 votos  a favor de Henry Falcon; y 1.015,895 votos a favor de Javier Bertucci.

Maduro fue proclamado ganador con el 68,3% de los votos emitidos (9.209,777). Pero una revisión de las cifras oficiales nos refleja el grave problema de la abstención. El CNE valoró la participación en el 40,6% del electorado, es decir, se abstuvo el 59,4% de los votantes. Si a este dato, le sumamos el hecho que solo 6.245,862 personas votaron por Maduro, de un padrón de 20.526,978 personas, entonces los votos reales a favor de maduro descienden hasta casi el 30% de los votos. De cada tres venezolanos, solamente uno votó por Maduro, lo que resta legitimidad democrática a las elecciones de mayo del 2018. No cabe la menor duda que la altísima cifra de abstención fue un rechazo pasivo a la reelección de Nicolas Maduro, y era un presagio de la tormenta que se avecinaba.

Los 8 puntos del Plan Guaidó y la teoría de la “usurpación”

A pesar de la espantosa crisis económica en Venezuela, la crisis política había disminuido y el chavismo, con Maduro al frente, parecía haber retomado el control de la situación, al juramentarse como presidente reelecto el pasado 10 de enero del 2019.

Casi al mismo tiempo, el 5 de enero del 2019, un desconocido diputado, Juan Guaidó, miembro del Partido Voluntad Popular (PVP), fue electo nuevo presidente de la Asamblea Nacional. El PVP fue fundado en el año 2009 por Leopoldo López, quien todavía guarda prisión (casa por cárcel) por haber encabezado las movilizaciones de febrero del año 2014. 

El discurso que Juan Guaidó pronunció el 5 de enero del 2019, al asumir la Presidencia de la Asamblea Nacional, resumió un plan de 8 puntos, que es la base sobre la cual se desarrolla la actual ofensiva imperialista contra el gobierno chavista: (…) Proponemos: 1. Reafirmar la ilegitimidad y desconocimiento de Nicolás Maduro, así como la declaratoria de usurpación del cargo de la Presidencia de la República. 2. Que, en consecuencia, la Asamblea Nacional asuma, como único Poder legítimo electo por los venezolanos, la representación del pueblo y de Venezuela ante la comunidad internacional, para defender y resguardar los intereses, derechos y patrimonio del pueblo y Estado, dentro y fuera de Venezuela, mientras dura la usurpación. 3. Crear un órgano de Transición para la restitución del orden constitucional, la lucha contra la usurpación y la coordinación de las autoridades legítimas, la sociedad civil y la Fuerza Armada Nacional. 4. Retomar el proceso de renovación y designación de los poderes usurpados. 5. Promover la designación y reconocimiento de representantes legítimos ante instancias y organismos internacionales para impulsar la cooperación humanitaria y la restitución del orden constitucional. 6. Autorizar la ayuda humanitaria y asumir la interlocución directa con países que han comunicado su intención de apoyar en esta materia, para superar los bloqueos impuestos por este régimen miserable. porque no es otro que este régimen el que le ha negado a los venezolanos la asistencia que tantos han ofrecido. 7. Crear el fondo para la recuperación de activos provenientes de la corrupción, para que el dinero saqueado, que actualmente está siendo incautado en el exterior, pueda ser congelado y devuelto al pueblo cuando cese la usurpación. 8. Aprobar la agenda legislativa para la transición, que incluya el conjunto de leyes que definan el marco jurídico para la recuperación institucional, económica y social de nuestro país (…)”.

Las primeras fases: reconocimiento internacional y “ayuda humanitaria”

Consecuentemente, el 23 de enero del 2019, Guaidó se juramentó como presidente interino de Venezuela, creando la sensación de la existencia de dos gobiernos paralelos y confrontados, y con ello una enorme expectativa de cambio al interior de Venezuela.

Estados Unidos fue el primer país en reconocer al gobierno. En un tuit, Donald Trump escribió: “Hoy, he reconocido oficialmente al presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Juan Guaidó, como presidente interino de Venezuela”. A partir de ese momento, mas de 50 países aliados de Estados Unidos, hicieron lo mismo con el gobierno de Guaidó. Los puntos 2, 5 y 6 del Plan Guaidó comenzaron a tomar forma. Se realizó una intensa campaña mediática internacional a favor del ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela, desde la frontera con Colombia, pero esta no logró entrar porque la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) cerró filas con el gobierno de Nicolas Maduro.

El reconocimiento internacional del gobierno de Guaidó avanzo un poco, pero el ingreso de “ayuda humanitaria” no funcionó.  Con este punto, Guaidó fortalecería su liderazgo ante las masas hambrientas y desesperadas.

Fracaso temporal del crucial punto 3: ganarse a las FANB

El punto No 3 del Plan Guaidó contempla lo siguiente: “Crear un órgano de Transición para la restitución del orden constitucional, la lucha contra la usurpación y la coordinación de las autoridades legítimas, la sociedad civil y la Fuerza Armada Nacional”. Para que funcione, se requiere un elemento central: ganarse a las FANB, “recuperarlas para la Constitución”. Guaidó y el imperialismo norteamericano no se han planteado la necesidad inmediata de derogar la Constitución de 1999, tampoco se han trazado el objetivo de destruir a las FANB, el quinto ejército más poderoso de América Latina, sino más bien recuperarlas por medio de acuerdos y negociaciones con la alta cúpula militar, ofreciendo una amplia amnistía y la conservación de los privilegios materiales que gozan en la actualidad.

Con una fuerte dosis de pragmatismo, la administración Trump ha comprendido que después de casi 20 años de gobierno chavista, existen sectores sociales ligados al chavismo, aunque el núcleo central del chavismo es la alta y media oficialidad de las FANB que ha saboreado la redistribución de la renta petrolera en su propio beneficio. El Ejercito de Venezuela, igual que sus homólogos de América Latina, también ha dado origen a una nueva burguesía, con una red de negocios e inversiones en manos de la alta cúpula militar.

Estos beneficios económicos son el cemento que mantiene unida por el momento a la FANB en torno al chavismo, llegando a ser uno de sus principales componentes. La administración Trump combina los halagos y las amenazas a esta oficialidad, llegando incluso a mantener algún grado de negociaciones secretas.

El 20 de marzo del 2019 la Asamblea Nacional emitió un “Acuerdo para la incorporación, reinstitucionalización y fortalecimiento de la Fuerza Armada Nacional en el rescate del orden democrático constitucional y en el futuro proceso de desarrollo de la República”, pero la cúpula militar sigue sorda ante las propuestas de la oposición. Esta política para ganarse a las FANB difícilmente obtendrá resultados inmediatos, por los factores mencionados anteriormente. Mas bien parece una política diseñada para obtener frutos tras varios meses de negociaciones, alargando con ellos la crisis.

Elliott Abrams reconoce que Maduro tiene todavía el poder

Ante la insistencia de los periodistas, sobre el vencimiento del plazo de 30 días que tenía Guaidó para convocar a nuevas elecciones en Venezuela, Elliott Abrams reconoció que “(…) Guaidó no está en el poder; ese es el problema. Maduro todavía está allí. Así que ellos decidieron que van a contarlo desde que él de hecho esté en el poder y Maduro se haya ido. Yo creo que es lógico... La Constitución requiere un período interino de 30 días, ¡sin embargo esos 30 días no deben contarse en tanto Maduro esté todavía allí ejerciendo los poderes de su antiguo cargo!"(21/03/2019)

Este reconocimiento de que el poder todavía lo ejerce Maduro, debilita al gobierno paralelo de Guaidó, convirtiéndolo en un simple proyecto, no una realidad.

Los ejes de ataque de Estados Unidos

Todo el esquema o andamiaje de la ofensiva imperialista contra el gobierno de Maduro se basa, no solo en la aplicación de los 8 puntos del Plan Guaidó, sino además en cuatro ejes políticos concatenados.

El primero, son las sanciones económicas y financieras impulsadas por la administración Trump. Por primera vez en la historia, la venta de petróleo a Estados Unidos llegó a cero en el mes de marzo del 2019. PDVSA vende petróleo a Rusia y China, pero no recibe dinero en efectivo. Los únicos ingresos actuales provienen de India, que es el país que está comprando petróleo y pagando los envíos en efectivo.

Las sanciones imperialistas continúan, socavando la economía de Venezuela cuyo PIB ha descendido un 50% en el año 2018.

El segundo es la lucha contra la desprestigiada persona de Nicolas Maduro, con el objetivo de separarlo del conjunto del chavismo, que tiene muchas corrientes en su interior. Maduro personifica el desastre económico, pero representa al mismo tiempo al ala chavista estrechamente ligada a Cuba. Maduro es el malo, el resto del chavismo es tolerable para el imperialismo norteamericano.

El tercero, es ganarse a la alta oficialidad de las FANB, mediante arreglos transitorios que garanticen impunidad y los negocios de los militares. Parte de las presiones es la amenaza de una intervención militar directa de Estados Unidos, algo que aunque es mencionado en los Tuits y en la declaraciones de altos funcionarios yanquis, no es la política central del imperialismo norteamericano, por el momento. Las presiones tienen el objetivo de ablandar a las FANB para que acepte una transición, en la cual ellos participarían.

Apostar a una división de las FANB implicaría el estallido de una guerra civil, algo que el imperialismo no desea, por las enormes consecuencias en América Latina. Todo el plan Guaidó depende en ultima instancia del punto No 3, y por eso no se producen los resultados esperados.

El cuarto, no menos importante, son las negociaciones de alto nivel entre Estados Unidos con Rusia y China, los principales acreedores de Venezuela. Ya se produjo la primera reunión entre Elliott Abrams y Rusia en Italia, con el único tema de agenda sobre la crisis de Venezuela.

Estados Unidos intenta recuperar el control de Venezuela, parte de su patio trasero, pero para lograrlo necesita llegar a acuerdos aceptables con Rusia y China, los principales sostenes del gobierno de Maduro.

Barbarie en la sociedad

El reciente apagón nacional que duró más de dos días demuestra que Venezuela ha caído en el fondo del barril. El gobierno de Maduro echó la culpa a una sofisticada operación de sabotaje del imperialismo norteamericano, incluyendo al propio Guaidó, mientras que éste culpó a la corrupción gubernamental.

No solo se carece periódicamente de energía eléctrica, sino también de agua, alimentos y hasta falla el internet. El apagón nacional es un síntoma de la barbarie capitalista que comienza a profundizarse en Venezuela, y que perjudica directamente a las masas populares. El apagón nacional impide a las masas pasar nuevamente a la lucha en las calles, tiene un terrible efecto desmovilizador, obliga a la gente a resguardarse en sus hogares para cuidar sus pocas pertenencias, crea un grave problema de abastecimiento, etc.

Guaidó y la oposición burgesa desmovilizan al pueblo

Antes de que Juan Guaidó diera a conocer su Plan de 8 puntos, Venezuela era un volcán a punto de explotar. La hiperinflación mas alta del mundo, tres millones de refugiados en otros países de Sudamérica, hambre, miseria, desempleo y empobrecimiento acelerado de la clase media. Las condiciones para la insurrección popular estaban dadas.

Sin embargo, la juramentación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, creo grandes expectativas de cambio en la mayoría de la población, que rechaza y desaprueba al gobierno de Maduro, y lo considera el principal culpable de la crisis (en realidad es la crisis del modelo rentista petrolero administrado por Maduro).

Pero el Plan Guaidó no pretende movilizar a la población hasta derrocar al “usurpador”, sino todo lo contrario: utilizar las instituciones creadas por el chavismo para iniciar el lento giro hacia la “recuperación” de la democracia burguesa. Guaidó se ha visto obligado a llamar a movilizaciones parciales, descoordinadas unas de otras, pero solo cuando ha tenido que enfrentar la ofensiva del gobierno de Maduro. En general, ha llamado a la calma, a confiar en la salida que ha sido planteada desde la Asamblea Nacional.

Lo que no ha dicho con claridad Guaidó, es que el punto No 3 de su plan, llama a la conformación de un “órgano”, es decir, de un gobierno de coalición, llamado también de transición, con los chavistas que rompan con Maduro, para restaurar la democracia usurpada. Por eso no ha llamado a la movilización general, porque no quiere asustar a sus posibles aliados y compañeros de ruta.

La “Operación Libertad”

No obstante, a raíz de la detención de Roberto Marrero, jefe de gabinete del gobierno de Guaidó, acusado de terrorismo, las relaciones entre la oposición burguesa y el gobierno de Nicolas Maduro se han vuelto a tensionar al máximo. Este aprovecha cada oportunidad para recuperar la iniciativa política y golpear a la oposición. La dualidad de gobiernos, por muy virtual que sea el de Guaidó, no puede ser eterna, alguien debe imponerse sobre el otro.

Guaidó ha llamado a iniciar la llamada “operación libertad”, es decir, a salir nuevamente a las calles (después de haber desmovilizado al pueblo): “Llegó el momento de prepararnos para ejecutar la “Operación Libertad”, la fase máxima de presión para lograr el cese definitivo de la usurpación.(…) Debemos lograr que la acción internacional se una a la toma de las calles, que la administración pública, las fuerzas de seguridad del Estado y la Fuerza Armada Nacional no colaboren con la dictadura y se unan al clamor del pueblo venezolano y exijan también el cese definitivo de la usurpación. Desde cada calle, avenida y espacio de trabajo vamos a movilizarnos, a presionar y no cooperar con la dictadura, contando con todos los sectores trabajando juntos a favor de la ayuda humanitaria y de poder pasar al gobierno de transición que permita unas elecciones libres. Para alcanzar esta meta, estamos conformando los Comités de Ayuda de Libertad en todos los espacios. Tendrán la tarea de impulsar en cada zona, sector, sindicato, instituto educativo, organismo público las acciones políticas, sociales y comunitarias para lograr el cese de la usurpación. (…)”.

Aparentemente, es un llamado a la movilización general que, dependiendo de la dinámica, puede conducir a un proceso insurreccional. La resistencia de Maduro esta obligando a la oposición burguesa a apretar el acelerador, con resultados imprevisibles

¿Cuál es la salida?: Huelga general e insurrección popular

El plan Guaidó está temporalmente trabado por la negativa de la alta cúpula militar a formar parte de un nuevo gobierno de transición, compuesto por la oposición y un sector del chavismo, que convoque a elecciones generales. Es difícil prever hasta donde las sanciones imperialistas, con las políticas de conciliación hacia las fuerzas armadas, va a dar el resultado esperado por Estados Unidos. Mientras tanto, la sociedad venezolana se polariza y literalmente se desintegra, quedando ciertas áreas claves en manos del gobierno de Maduro.

El chavismo está dividido: hay sectores que están conscientes que bajo el gobierno de Maduro ya no se puede avanzar, mientras otros se mantienen todavía cohesionados alrededor de la dictadura cívico-militar de Maduro. Una de las grandes tragedias de Venezuela es que el conjunto de la izquierda, que por cierto era bastante plural, y grandes sectores sindicales fueron absorbidos primero por el Movimiento V República (MVR) y después por el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), castrando y retardando las posibilidades de crear una alternativa revolucionaria ante la crisis del chavismo.

Ante el vacío de una alternativa de izquierda, el imperialismo norteamericano y la derecha han tomado la delantera, planteando su alternativa de poder con los 8 puntos del plan Guaidó. Los grupos de izquierda por fuera del chavismo, aunque tienen grandes posibilidades de crecer, todavía no tiene claro el panorama y oscilan entre el sectarismo y el oportunismo.

Para salvaguardar la independencia política y la soberanía de Venezuela, y sus valiosos recursos naturales, el único camino que queda para salir de la dictadura de Nicolas Maduro es convocar a una Huelga General de todo el pueblo, que termine en una insurrección general en las calles.

Hemeroteca

Archivo