Por Hugo Cedeño

La élite socioeconómica y política de nuestra nación lanza un estado de alarma porque en el polo turístico de Punta Cana y Cap Cana, sobre todo, en la comunidad de Veron, «la mayoría de parturientas que acuden a los hospitales públicos «son de nacionalidad haitiana».

Lo que estos señores callan es que un alto porcentaje del proletariado de la zona está integrado por obreros y obreras de esa nacionalidad. Sin los cuales la «industria sin chimeneas» no generaría las tantas riquezas que exhibe.

Por Ley y obligación moral, si la tuvieran, debería ser responsabilidad del empresariado y las autoridades del país, garantizar un régimen sanitario eficiente y de calidad a todos y todas sus empleados, empleadas y ciudadanos, sin importar su nacionalidad o status migratorio.

No es una limosna lo que la clase obrera solicita.

Es un derecho que costó siglos de luchas y muchos sacrificios a la clase trabajadora y pueblos del mundo, que ahora algunos dinosaurios explotadores y politiquillos lumpenizados, quieren desconocer para extraer más plusvalía a quienes venden su fuerza de trabajo.

Todo el mundo sabe que tanto los trabajadores y trabajadoras de nacionalidad haitiana que laboran en RD, tienen familia, hacen el amor y viene un embarazo.

Sabemos que es una población joven sin acceso a informaciones sobre sexualidad, porque ni eso reciben en sus comunidades, y bajo amenaza de que el aborto está penalizado con cárcel y para colmo etiquetadas de haitianas negras y pobres, deciden correr el riego de traer al mundo su criatura.

Como madres al fin,  tienen que ir a un hospital público a buscar  servicios médicos para que su embarazo salga bien y su prole sana y saludable. ¿Dónde más pueden acudir? ¿A un centro médico privado?

No asisten pensando que su presencia va a crear el revuelo que publican los medios de comunicación sino confiando que serán atendidas como debe ser. Como manda el derecho a la salud que todo ser humano debería tener.

Me cuentan (soy higueyano) que el personal médico y paramédico asume su responsabilidad como profesional, sin discriminar a las pacientes y que el barrio donde viven las parturientas, aunque pobres, hacinados y sin servicios, se unen en solidaridad con la futura madre y su criatura, para recibirlos canastilla en mano.

Entonces, no solo por lo que pueda aportar la comunidad de obreros y obreras de nacionalidad haitiana que viven en RD, (que son miles de millones) por lo que deberían recibir servicios médicos y otros beneficios sociales, sino, porque al igual que el resto del proletariado que vende su fuerza de trabajo, tienen derecho y no deberían ser discriminados.

Origen de la riqueza dominicana

Es más, el origen de la riqueza burguesa en dominicana, es decir, la industria azucarera, tuvo como mano de obra principal los miles de ciudadanos haitianos que traían de su país a cortar caña de azúcar. Eso hacían los ricos de ambas partes de la isla en común acuerdo con sus respectivos gobiernos.

De manera que esas mal intencionadas «informaciones» sobre el supuesto «sacrificio financiero y humano» del gobierno de Abinader para con la población haitiana, lo que refleja es un odio terrible hacia ese sector del proletariado.

El mismo está incentivado desde la cúpula del poder económico, político y social, para dividir la clase obrera y evitar que se unifique y luchar por sus intereses de clases.

Esto lo digo, bajo el entendido de que la clase obrera, la que vende su fuerza de trabajo, es una sola, no importa su raza, color, religión y sexo.

Como revolucionario socialista, defiendo al proletariado contra las injusticias que a cada minuto cometen en su contra los capitalistas nativos, extranjeros y los que administran el gobierno, el régimen burgués y los voceros que se les arrastran para recibir, como sector parasitario, migajas del pastel que cae de la mesa donde se reparte la riqueza nacional creada por él

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