Por Orson Mojica
El inicio del año nuevo en Cuba, no solo fue motivo de celebración del 62 aniversario del triunfo de la revolución, sino también el inicio de un riguroso plan de ajuste económico y de conversión monetaria. En realidad, había más preocupaciones que motivos de celebración.
Hasta inicios de enero del 2021 había dos monedas en circulación: el peso cubano y el peso convertible cubano (CUC), equivalente a un dólar norteamericano. En adelante, solo habrá una sola moneda, el peso cubano con una tasa de cambio de 24 pesos cubanos por un dólar norteamericano. Detrás de la unificación monetaria se escondió una enorme devaluación, que golpea fundamentalmente a los trabajadores. El salario mínimo en Cuba es de un dólar diario.
Un nuevo “periodo especial” impuesto por Trump
El bloqueo imperialista de Estados Unidos contra la revolución cubana, ha mantenido a la economía de la isla en niveles precarios. El subsidio de la URSS durante más de tres décadas fue trascendental. No obstante, el derrumbe de la URSS en 1991 significó un duro golpe para la economía “socialista” de sobrevivencia. Entonces Fidel Castro decretó un “periodo especial” e inició una gradual apertura hacia el capitalismo a través de la inversión extranjera en turismo, pero manteniendo el régimen totalitario y el control del Partido Comunista, lo que evitó el colapso económico de Cuba.
Entre 1995 y 2004 el dólar circuló libremente por el auge del turismo. El subsidio petrolero de Venezuela, a partir del ascenso de Hugo Chávez al poder en 1999, bajo la forma de créditos o intercambio de servicios médicos, permitió mantener la economía en niveles de supervivencia, pero con un creciente empobrecimiento de la población.
Un colapso de la economía en Cuba, se transformaría en un éxodo masivo de balseros hacia Estados Unidos. Por ello, en julio del 2016, en el último año de su administración, Barack Obama restableció las relaciones diplomáticas con Cuba, para acelerar ese proceso de tránsito hacia el capitalismo.
La política conciliadora de Estados Unidos cambió con el ascenso de Donald Trump a la presidencia en enero del 2017, quien intensificó el aislamiento y presiones económicas sobre la asfixiada economía cubana, volviendo a un nuevo “periodo especial”, con el agravante que el subsidio petrolero venezolano está en su nivel más bajo, por el desplome económico de Venezuela, que también ha sufrido los efectos del bloqueo imperialista decretado por Trump. En 2020 la economía cubana se contrajo un 10%, una caída significativa. Para rematar, Trump colocó Cuba en la lista de Estados que promueven el terrorismo, apretando más la clavijas de la asfixia financiera.
Nuevo impulso hacia el capitalismo
La devaluación y unificación monetaria otros cambios económicos. Ante la incapacidad del Estado “socialista” de brindar algunos servicios, la dirección castrista optó por una nueva y ambiciosa apertura hacia el capitalismo.
En última década, se han producido reformas graduales que han disminuido el número de empleados públicos, y han aumentado en 600,000 los trabajadores por cuenta propia (13% de la población económicamente activa).
A inicios de febrero del 2021, como complemento de la devaluación y unificación monetaria, el castrismo amplió la autorización de actividades o profesiones privadas de 127 a 2000, casi siempre relacionadas con el turismo, pero se reservó el monopolio sobre los servicios mejor calificados, aunque peor pagados, como medicina, salud, educación, energía, comunicaciones y todos los oficios relacionados con la construcción.
Bajo un barril de explosivos
Este giro hacia el capitalismo se produce en un momento crítico. La economía está colapsada, el descontento social ha crecido, y el ajuste se produce casi inmediatamente después de la rebelión de los intelectuales organizados en el movimiento San Isidro. La dictadura castrista está montada sobre un barril de explosivos que en cualquier momento puede detonar.
Por ello, la administración Biden ha sido muy cuidadosa en no continuar asfixiando a Cuba, aunque el viraje en relación a las políticas agresivas de Trump se produce a un ritmo mucho más lento.
¿A dónde va Cuba?
El futuro de la revolución cubana dependerá, en los próximos años, del surgimiento de una nueva conducción revolucionaria, que rescate las banderas de la independencia política y que defienda las conquistas sociales de la revolución de 1959, que se están extinguiendo rápidamente por la crisis económica y el aislamiento de Cuba.
En cualquier coyuntura, sea en el ascenso de la revolución o en su retroceso, el deber de los revolucionarios es luchar junto a las masas trabajadoras para impedir que el peso de la crisis económica recaiga sobre estas. Esta es la clave para luchar contra la restauración capitalista que puede hacer retroceder rápidamente a Cuba el status de semicolonia del imperialismo norteamericano.