Por Leonardo Ixim

En un clima de agitación social contra políticas neoliberales en varias partes de la región se realizaron las primeras vueltas en Argentina el pasado 27 de octubre, donde las fuerzas denominadas progresistas se impusieron a las derechas.

A primera vista pareciera que esta normalidad contrasta con las movilizaciones populares que se han dado en países vecinos, pero si se escarba más de cerca, ha habido una serie de movilizaciones populares debido a por las políticas neoliberales descaradas de Mauricio Macri.

El Kirshnerismo regresa al gobierno

El resultado electoral en Argentina venía cantado desde la realización el 11 de agosto de las primarias denominadas Primarias, Amplias, Simultáneas y Obligatorias (PASO), donde el binomio  del Frente de Todos (FdT) Alberto Ángel Fernández y su candidata a vice-presidente, la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner se había impuesto sobre el binomio de la coalición Junto por el Cambio (JpC), conformado por el actual presidente Mauricio Macri y como candidato a vice-presidente Miguel Ángel Pincheto, un senador electo por el peronismo.

En Argentina hay literalmente tres vueltas electorales. La primera son las PASO, una elección primaria para todos los cargos que son obligatorias y que genera un piso proscriptiva, limitando la participación a los partidos que no superen el tres por ciento. Se realizó el 11 de agosto con el triunfo de la coalición FdT que fue del 48.24 % sobre la coalición JpC que fue del 40.28 %. Abajo, con derecho a participar en las elecciones generales estarán las coaliciones Consenso Federal (CF) conformado por partidos ubicados en el centro, entre los que sobresale el histórico Partido Socialista; el Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad (FIT-U) de izquierda, el Frente NOS ultraconservador y UNITE por la Libertad y Unidad (UNITE) ultra liberal y ambas escisiones de la coalición oficialista. 

La dupla Fernández-Fernández de FdT se impuso en esta elección, donde se eligió al presidente y vice-presidente. Además de renovarse parcialmente el Congreso, eligiendo a 130 de 257 diputados nacionales y 24 de 74 senadores, así como algunos cargos a gobernador entre ellos de la importante provincia de Buenos Aires ganada por el FdT y  órganos legislativos provinciales.

La participación fue altísima pues ejercieron su voto el 80.86 %, de los cuales válidos fueron casi 26 millones de votos, los votos blancos llegaron a 400 mil votos y los nulos, fueron un poco más de 250 mil. Esta elección fue considerada altamente polarizada entre ambas agrupaciones, que representan a sectores distintos de la burguesía; por un lado, los conglomerados financieros, agro-exportadores y a las empresas de servicios con JpC y por otro la industria que se siente más cerca del peronismo

Pese a su triunfo, el peronismo apenas creció con respecto a las PASO 267,7711 votos, mientras que el macrismo creció 2,348,918 votos, lo cual corresponde a los votos de las listas perdedoras como NOS, UNITE y en menor medida CF; pero también se debió al populismo clientelar de Macri y al enfrentamiento ideológico promovido por éste que movió algunos sectores medios acomodados contra el peronismo.

El triunfo de la coalición oficialista que en 2015 impuso a Macri, se debió al empobrecimiento de una buena parte de la población debido a la inflación galopante en los últimos años del gobierno de Cristina Fernández; generando en algunas franjas de la clase trabajadora desilusionadas del kirchnerismo la esperanza de que iba mejorar en nivel de vida, algo totalmente opuesto a los intereses de los partidos del hoy denominado JpC.

En esta coalición sobresalen los partidos Propuesta Republicana de derecha del presidente Macri, la Coalición Cívica (liberal) y la tradicional Unión Cívica Radical (UCR), que con un origen influido por el radicalismo francés cercano a la socialdemocracia se fue orientando después del gobierno de Raúl Alfonsín tras la caída de la última dictadura, hacia la derecha.

Por su parte, el FdT es un armado conformado por el Partido de la Victoria de la ex presidente, el histórico Partido Justicialista (peronista) que en 2015 participó dividido, sectores disidentes del peronismo como el Frente Renovador y diversas expresiones de izquierda reformista como los dos partidos comunistas existentes, otros de origen maoísta como el Comunista Revolucionario, expresiones venidas de la burocracia sindical, de la izquierda denominada latinoamericanista y agrupaciones procedentes de la UCR. A diferencia de 2015, cuando el peronismo participó separado, esta vez cambió el discurso y el programa, alejándose del populismo hacia posiciones cada vez más pro-empresariales.

A nivel del Organismo Legislativo argentino, el peronismo y la izquierda reformista obtienen el 45.50 % con 13 senadores y 64 diputados; la hasta ahora coalición oficialista el 40.14 % con 8 senadores y 56 congresistas, retrocediendo con respecto a 2015. En tercer lugar, se ubicó Consenso Federal con el 5.88 % de los votos, logrando solo tres diputados.

La crisis social

El gobierno de Macri una vez en el poder buscó aplicar un plan de ajuste contra el pueblo trabajador reduciendo la inversión social, cortando las jubilaciones, los subsidios a los productos de consumo y a los servicios públicos, medidas acompañadas por congresistas y gobernadores peronistas; pero manteniendo algunos programas asistenciales aplicados por el kirchnerismo y de hecho aumentó los montos de los mismos.

Esto provocó la movilización popular, siendo las jornadas de diciembre de 2017 las más elevadas y deteniendo medianamente algunas de las medidas neoliberales. Pero que la dirigencia peronista junto a la burocracia sindical desvió para fortalecer el FdT y que no se radicalizaran las movilizaciones.

La administración Macri llevó a la Argentina a la recesión económica, en una constante devaluación del peso argentino con respecto al dólar, la pérdida de las reservas monetarias en un monto de USD 1.755 millones, aplicando un cepo cambiario aun mayor que el que aplicó Fernández. Macri aplicó un plan de ajuste ante el aumento de la deuda de US$ 400 mil millones, producto del abultado déficit fiscal debido a las exoneraciones a favor de sectores empresariales. Situación que corresponde además a la necesidad estructural de la economía argentina de divisas, obligando  a pedir prestado al Fondo Monetario Internacional, el cual realizó una serie de préstamos pero a cambio de cargarlo sobre las espaldas de los trabajadores, aumentando los niveles de pobreza y miseria.

A eso se le agrega la fuga de capitales, la salida de depósitos bancarios en dólares y los pagos de la deuda que explican esa sangría de las reservas, totalizando los US$ 43.500 millones, de los que 30.000 están ya comprometidos para el pago de deudas de vencimiento inminente. Esta devaluación de la moneda ha beneficiado al sector agro-negocio exportador, y a la mega minería que el kirchnerismo también promovió 

El retroceso electoral de la izquierda

El FIT-U es una coalición conformada por partidos trotskistas como el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido Obrero, Izquierda Socialista, el Movimiento Socialista de los Trabajadores y otros menores, así como agrupaciones que no se definen así, sino con diversos orígenes. Tuvo un retroceso relativo con respecto a las elecciones de 2015.

Esta coalición se conformó más por la presión de las PASO; fue un paso adelante en la unidad de las fuerzas clasistas y revolucionarias, pero se ha quedado como una expresión electoral nada más. Estos partidos, que se caracterizan por tener trabajo en gremios, sindicatos y diversas organizaciones de la sociedad civil, no han logrado unificar sus distintas corrientes a la hora de competir en elecciones sectoriales o plantear una expresión coherente del movimiento de masas, convirtiendo al FIT-U solamente algo electoral.

El FITU-U pasó así de 3,23% y 812.000 votos en 2015, al 2,16% y 580.000 votos ahora para binomio presidencial; y en las elecciones a diputados nacionales han pasado del 4,90% y 1.156.000 votos en 2017 (5,4% y 1.250.000 votos realmente, sumando al MST que se presentó aparte ese año), al 3% y 760.000 votos ahora, casi medio millón de votos menos, obteniendo solo un diputado en este proceso electoral a lo cual se le suma dos que tuvo en 2017.

Las opiniones sobre el tema son variadas, desde la polarización y la opción del mal menor para la población e inmediata ante la crisis, por el hecho de que las clases trabajadoras se decantan por el peronismo. Así como la exclusión de otras agrupaciones marxistas que también cayeron en sectarismo, hasta el hecho de que se adaptó al parlamentarismo burgués y no movilizó cotidianamente las fuerzas sociales que estos partidos orientan, pasando también al hecho de que el FIT-U no logra electrizar las expresiones más cercanas al peronismo y a la izquierda reformista.

Lo cierto es que el nuevo gobierno de Alberto Fernández busca convertirse en una expresión más independiente del imperialismo, pero sin romper con éste y sin caer en el radicalismo chavista en el concierto latinoamericano; busca también a nivel interno lograr acuerdos con las burocracias sindicales y con sectores de la burguesía para aplicar un plan de ajuste controlado sin que se genere una reacción social como la de Chile.

A la vez buscará crear un bipartidismo de coaliciones, aunque esas alianzas, sobre todo en la derecha, pueden irse desgranando. Para la izquierda marxista del FIT-U el gran reto es dejar de ser solamente expresión electoral, lograr movilizar a las fuerzas sociales que estos partidos influyen, acercarse a otras fuerzas de izquierda revolucionaria y por qué no, algunas reformistas. Y sobre todo por medio de un frente único obrero movilizar a la clase trabajadora que confía en el peronismo, ante la inevitable crisis que el próximo gobierno de Fernández buscará arrojar contra los obreros.

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